Se queda mirando a Ricard con su rostro convertido en una máscara de horror, sabía a que se arriesgaban viniendo, pero nunca había imaginado que tan cerca del final pudiera ocurrir esto. Tras unos instantes, parece que asimila que lo suyo es más un contratiempo que un problema por lo que asiente, y aún con una mueca de dolor se incorpora, quedando sentado.
- Podré continuar, debemos largarnos ahora que podemos, aún no nos han encontrado. - Al ver que su compañero quiere enterrarlo se horroriza. - Ricard, estamos muy cerca y tenemos un buen trecho hasta llegar a algún lugar seguro... - Titubea, sabe que no puede decirle que abandonen el cadaver, no, alguién como él no lo permitiría. - No perdamos demasiado tiempo.
Deja que él empiece a enterrarlo como pueda, él le ayuda al cabo de un rato cuando con un trozo de su camisa se hace un vendaje improvisado, cuando está algo más repuesto se une a darle entierro dándose toda la prisa que puede, mientras intercambia impresiones con el catalán.
- Necesitaré tratarme esta herida antes que se infecte, y no me vendría nada mal un poco de descanso antes de volver. - No está acostumbrado a las batallas ni a las heridas, se ve a la legua. Finalmente una idea cruza su mente como un relámpago. - Tienes tu el sello o lo llevaba Alejandro?
Viendo que las heridas de su compañero eran peores de lo que pensaba en un principio mira con resignación el cuerpo de Alejandro y negando con la cabeza murmura
- Siento dejarte así compañero... - tampoco había caído en los perseguidores, los cuales eran muchos y podían alcanzarles con facilidad. - ¡ El sello ! - se arrodilla ante el cuerpo de Alejandro y comienza a buscar el sello mientras dice a Gorka - En cuanto encuentre el sello nos vamos, andemos lo que podamos y cuando paremos a descansar le echaré un vistazo a tu herida, pero no antes.
¿ tengo que tirar Buscar?
Vamos directamente a casa de los De las Cuevas, parando sólo para descansar lo mínimo y necesario.
Con una gran cicatriz en la cara y con el cuerpo de Alejandro dejado ahora pasto de los lobos, el malherido Gorka y Ricard buscaron el anillo de los de la Cueva. Tras encontrarlo sin problemas en uno de los bolsillos, emprendieron el camino.
Caminaron y caminaron, más bien corrieron, pues estaban heridos y cansados de la lucha... Ahora debían correr los campos Tarraconenses a pie. En la ída tardásteis cuatro horas, por lo que ahora vuestra vuelta se demoraría muchísimo más. Sin embargo, un golpe de suerte hizo que os encontrárais con una caravana de comerciantes, que por extraño que parezca en estos tiempos de Nuestro Señor, accedieron a a llevaros a donde ellos también iba.
Pasándoos como mozos de aquellos viajeros llegásteis a la ciudad por la noche, el anillo había vuelto a casa. Fue entonces cuando, cansados y algo desorientados, entrásteis en la casa de los De la Cueva.
Escena cerrada.