Una vez fuera la mujer contempló a los almogauares allí tumbados, aún inconscientes y puestos al sol. Los lazos que tenían en muñecas y pies habíanse desaparecido, y en cuanto despertaran podrían liberarse sin problemas. La muchacha reconoció, al igual que tú, a Mu'tammid. Fue entonces cuando el caballero se arrodilló allí mismo, a la entrada de la cueva, y tú, siendo testigo de ello, le pidió permiso para amarla. Ésta aceptó sin dudarlo y le pidió al de Valpomeda que marcharan juntos a la zona cristiana, lejos del dominio de su padre.
Gracias. Al final cumpliste tu palabra: me ayudaste a encontrarle -te dijo Latifa con evidente rostro de alegría-. No sé como recompensaros... -dudó un instante-. ¡Tomad! Aún tenía un medallón estrellado colgado al cuello con cadena de oro, con finas labranzas y una pequeña gema engastada en el centro. No tengo nada más que ofreceros ahora mismo, pero ésto pagará vuestros esfuerzos -te dijo-.
Y acto seguido te hizo una reverencia en señal de respeto.
Y de mi parte, gracias también, Alí -dijo con más sequedad el caballero, pero en su interior estaba verdaderamente agradecido-. Jamás la habría encontrado sin tu ayuda. ¡Que el destino te sea favorable siempre! -decía bendiciéndote-.
Tira por Comerciar (COM) si quieres. Y haz un último post de partida.
Siempre cumplo la mi palabra. -dije a la dama cuyo rostro, ahora desvelado en su plenitud, se antojaba como la más hermosa imagen que hubiera visto jamás.
Hice una reverencia respondiendo a la suya y contesté a la joven: -Ver vostro rostro una vez más ha de ser pago suficiente para tan complicada lid que habemos cometido. -y cogí el collar que me brindaba. -más he de aceptar tal ofrenda, pues aqueste servidor non puede llenar barriga sólo contemplando la belleza de tan bonitos ojos que iluminan vostro rostro. -bromeé con Latifa, probablemente una última vez, antes de dirigirme al de Valpomeda.
-Algo he de pedirvos, Don Tomás. Pues como bien imaginades, non creo que sea bueno para la mi salud quedarme acá en Al-Ihiliya. -cierto era que, con los hombres de mi padre tras mi pista, me cabeza a precio por los alwazires de ésta ciudad fronteriza y una amalgama de pardos encabezados por un enfurecido y rico comerciante como padre de la dama, no duraría ni medio rezo de una sola pieza si me quedaba por éstos lares.
-Plasceríame, si vos paresce adecuado pago para los mis servicios que vos he brindado, que permitades que vos acompañara al norte, hasta vostros reinos. -no se me ocurría mejor acompañante y protector para tamaño viaje. Pocas veces vi luchar a alguien con tanta bravura y determinación y, al lado del caballero, afrontar tamaño viaje sería mucho más seguro y tranquilo que hacerlo en soledad. -Non vos importunaré. -dije refiriéndome a la pareja. -et contaréis con la mi ayuda et saberes en cuanto fuere menester.
Me encogí de hombros esperando la respuesta y, tanto si el cristiano permitía que uniera a ellos como si no, mi futuro más cercano se antojaba en forma de largo y cansado viaje en el que habría de conocer nuevas tierras, variopintos personajes y, como no, echar mano a cuanta bolsa ajena se me terciara...
No hago tirada de COM, que no quiero seguir tentando a éstos dados maliciosos, y menos con tan bajo porcentaje ;).
Duro es el destino que vos mismo queréis daros... -pensó el cabalero-. Ir a Castilla es enfrentarse practicamente a todos con quien vos encontréis. Mas aquí hemos tenido un peligro aún mayor, y no seré yo quien os niegue nada. ¡Tomad un caballo! ¡Y prestos! No hay tiempo que perder.
Acto seguido, así obraste. Que no era cabalgar una de tus especialidad, pero era necesario para recorrer aquellos desolados y calientes parajes de las tierras fronterizas entre Alláh y Dios. Con el medallón de Latifa colgado al cuello y oculto bajo tus ropas, sentías que aquella jornada no fue sino muy prolífica y gratificante, tanto en dinero como en confort interior.
Los tres recorrísteis muchas leguas al norte, y lo que pasó a partir de allí no es sino otra historia que contar.
:: FIN ::
EPÍLOGO.
LA HISTORIA DE TOMÁS DE VALPOMEDA.
El caballero de Valpomeda es un antiguo clérigo militar templario expulsado de la Orden por causas que no vienen al caso. Ahora es soldado castellano dedicado a las “cabalgadas” (al igual que las razzias musulmanas) en la frontera del reino de Granada. Hace un mes logró asaltar una caravana de comerciantes propiedad de Amir-ibn-Dawud, un poderoso comerciante musulmán. Con él iba su hija, pero al verlas se enamoró al instante y les perdonó la vida. A cambio de ello le pidió a Amir el permiso para verla en adelante. Cuando terminó las cabalgadas, Tomás marchó a Al-Ihiliya, preguntó por la casa del comerciante Amir y encontró a Latifa. Al día siguiente tenía pensado huir con ella, pero un grupo de mercenarios de las razzias lo encontró y tuvo que esconderse en plena noche en el almacén de la alcaicería. Al día siguiente era día de mercado, y el local estuvo vigilado por los alwazires de la ciudad. Cansado de esperar horas y horas (y sofocado por el calor) decidió marcharse sigilosamente, pero los alwazires lo vieron y comenzaron a perseguirle (creyéndole un ladrón dentro del almacén de productos).
Apúntante, por su vuelves a usar el PJ en el futuro, 20 p.Ap.