Llegados este punto, el pobre Galen no pudo más que rezar sus últimas oraciones.
El problema de la democracia es que ignora a las minorías, y nunca mejor dicho. Los replicantes, que habían sido minoría todo el tiempo, habían sido ignorados por el resto de entrenados Blade Runners. Algunos, especialmente Sherman y Ergit habían tenido claro quiénes eran, pero su misma humanidad les impedió volarle los transistores del cerebro a esos pellejudos.
Terminada la jornada, el grupo decidió con los votos de dos replicantes y un histriónico líder al que nadie se explica cómo pudieron elegir... bueno, en realidad sí que había algunos interesados en que tuviera doble voto el más irreflexivo de la mesa, pero eso es otra historia. El caso es que a Galen le reventó la cabeza un laser automático de la sala de reuniones que había dispuesto el señor Wallace para abreviar las reuniones interminables. Galen no volvería a despertarse más a medianoche.
Y viéndose en mayoría, los pellejudos, sin muestra alguna de emoción, cogieron sus armas y abrieron los sesos a Sherman y a Moebius antes de darse la vuelta y forzar la puerta para salir fundiéndose entre las gotas de lluvia y perderse por el horizonte.
Y el señor recepcionista ese mes no cobró la productividad, pero se la hubiera merecido.
El alma de Sherman abandonó su cuerpo por el hueco que ahora había donde antes terminaba el cuello.
Por suerte para él, el ectoplasma no se mancha de sangre o sesos. Ni de plasma paradójicamente.
Observó la escena suspendido en el aire a apenas treinta centímetros del suelo y se dio cuenta de que, una vez muerto, las preocupaciones de la vida se diluyen a gran velocidad. Las cosas pierden peso. 21 gramos, concretamente.
Mirando su cuerpo tendido en el suelo, pensó para sí.
Por lo menos ya no tendré más jaquecas...
Y justo antes de disolverse en el aire desapareciendo para toda la eternidad, se pudo observar como adquirió un rictus al que los presentes se habían llegado a familiarizar y se llevó su ectoplásmica mano al tabique nasal pinzándolo y presionando a la altura de los ojos.
Entonces, (no)se escuchó un último pensamiento y de aquella silueta no quedó nada.
¡Oh... Mierda!
Iosoy observó cómo la última oportunidad de los Blade Runners se escurría como agua entre los dedos con la misma mirada neutral e inexpresiva que había tenido siempre. Estaba quizás un poco sorprendida de que pese a que su habilidad de formar expresiones faciales era aún nula nadie se hubiese percatado de que en efecto era una replicante, algo bastante curioso y que la hacía pensar en cómo humanos solían ignorar los signos más obvios que indicaban una verdad debido a la certeza absoluta de que nunca se puede confiar en lo evidente.
-Adiós -saludó al recepcionista con la misma inexpresividad de siempre antes de disponerse a abandonar el lugar.