-Argh, cof cof.
Quitas los pesados cuerpos de delante y encuentras el cuerpo destrozado aunque con vida de tu interlocutor. Está lleno de latigazos y golpes.
-Soy ... Mengi ... intenté robar la lágrima a ese tirano ... la anciana lo planeó todo con precisión .... pero le falló una cosa .... la caja necesita una combinación... Cof Cof... y me cogieron ... Cof Cof- El moribundo comienza a escupir sangre. Está muy débil, morirá en unos instantes. Quizá viva el tiempo suficiente como para responder a una última pregunta.
Me siento incapaz de hacer hablar a un pobre moribundo. No practico la magia curativa, y aunque lo hiciera, no creo que haya magia que pueda ayudarlo ya.
Procuro que sus últimos momentos transcurran tan pacíficos como me sea posible.
Tranquilo, descansad. Todo va a salir bien, no os preocupéis...
Entretanto, ruego a los dioses que acojan el alma de este pobre diablo.
El hombre cierra los ojos por ultima vez.
Sintiéndome impotente ante la muerte del pobre diablo, me coloco el uniforme que la anciana me proporcionó. Después, centro mi atención en la trampilla, cerrada mansamente a tres metros sobre mi cabeza.
Me gustaría reservar mis conjuros para más adelante, pero no veo otra forma de subir, a menos que amontone los cuerpos...
No, eso sería una falta de respeto hacia ellos, y la escalerilla sería demasiado inestable a tres metros de altura. Resignado, me dispongo a lanzar un Caminar por el aire, que me permita alcanzar la trampilla como si utilizase unas escaleras invisibles. Espero no hacer demasiado ruido...
El hechizo surte efecto. Comienzas a elevarte bajo un colchón de aire suavemente hasta que alcanzas la trampilla. La empujas y subes procurando no hacer ruido.
Llegas a una habitación obscura, repleta de instrumentos de tortura, látigos, pinchos y sillas con correas, hay sangre en el suelo. Sales de la habitación y encuentras unas escaleras de caracol. Según el mapa de la anciana, arriba están las habitaciones del castillo y abajo la mazmorra con las celdas.
Valoro mis opciones:
Podría subir a las habitaciones. A menos que la caja esté cerrada mágicamente, no me llevaría más de un conjuro abrirla, por mucha combinación que tenga.
También podría bajar a las mazmorras para rescatar a mis compañeros. Puede que Angélica tuviese más facilidad para llegar hasta la caja y abrirla sin hacerse notar. Lo malo sería que el rescate y el follón producido podría dificultar el acceso a la lágrima.
Para mí, la vida de mis compañeros es más importante que cualquier misión. No soy ningún fanático del deber. De modo que, tras una pequeña valoración, escojo bajar a las mazmorras. Además, un guardia llamará menos la atención allí que pululando por las habitaciones.
Recuerdas lo que te dijo la anciana:
Cita:
Tomas escaleras abajo y caminas disfrazado de guardia. Ves en el mapa que para llegar a las celdas tienes que atravesar una habitación de guardias. Entras nervioso. Hay un par de guardias durmiendo y otro que te parece tiene mas rango, pues tiene una armadura diferente. Cuando entras te dice:
-Eh tú, quien eres?.-Dice desde su silla.
Bueno, es hora de mostrar mis dotes interpretativas una vez más...
Soldado Julius Havenbrook, señor —digo, cuadrándome—. Me han entregado el uniforme y órdenes de que me presentase aquí hoy por la mañana. Estoy a vuestra entera disposición.
El hombre te mira extrañado, comienza a rebuscar entre sus papeles, parece que no encuentra lo que busca. Finalmente se levanta y te dice:
-No estaba informado de un nuevo recluta... menudos chapuceros son los de administración, un día voy a decirles cuatro cosas! Bueno, bienvenido al barco chico.- Dice estrechandote la mano.
Te enseña una bolsa grande que hay en el suelo.
-Vienes al pelo, es la hora de darle el rancho a los reos. Coje cuatro hogazas de pan y entregales a esos desgraciados una por celda.
Observas que tiene en el cinturón un llavero lleno de llaves.
Si he entendido bien, sólo hay dos guardias durmiendo y este, ¿verdad?
Has entendido bien.
Además en esta habitacion hay 2 puertas: una que es por la que viniste y otra que da a las celdas.
Entendido, señor
Después del saludo marcial, sigo sus órdenes. ¿No les dan agua? Qué humanitarios... pienso, amargamente.
Tengo varias opciones, pero todas son demasiado arriesgadas. Si esto sale bien, pronto estaré de nuevo con mis compañeros y quizá pueda depender menos de la magia.
Con las hogazas de pan cargadas, abro la puerta intentando no resultar demasiado torpe. Mejor será que baje a las mazmorras primero y vea si hay vigilancia. Después, podré decidir qué método es mejor para hacerme con esas llaves...
Atraviesas la puerta cargado con las hogazas y llegas a un pasillo con cinco verjas a la derecha, al fondo del pasillo hay una silla para los guardias. Miras en la primera celda, pero está vacía. No hay guardias en este pasillo.
¡La comida! —anuncio, caminando hacia la segunda verja.