En vuestra retaguardia, una compuerta se abrió, pesada pero firmemente, el ruido de la oxidada escotilla os hizo mirar atrás, de ella salió de entre la penumbra un vigoroso pero ceñudo Aidan.
Kostroff pudo ver a sus acompañantes en esa sección de la sala de máquinas. Jenner, parecía herida con sangre en sus ropajes y una prenda de vestir enrollada en su mano, en la otra sujetaba su pistola. Cerca suyo, un cuerpo, sin vida, con la cabeza reventada, un cuerpo de una niña pálida, con un plumón rosa y un hueso que sobresalía de su pierna.
Más adelante, Katz, con sangre en su traje, pero de aspecto indemne, y más allá, la doctora Dehamre, algo magullada, con un corte visible en la mejilla, y de su mano, asido un niño, de unos 10 años a ojo avizor, con una camiseta de varias tallas más. Parecen conversar entre ellos.
No se veía a nadie más en la zona.
A los lados un enjambre de conductos, tuberías, secciones de maquinaria que emitían ruidos molestos y repetitivos bastante altos.Tras ellos, una compuerta semiabierta, parecida por la que acababa de acceder Aidan.
—Creo que puedo moverme aún —Dijo Felicia recibiendo el pañuelo de Katz y envolviéndose la mano tras ver qué Mills no contestaba—¿Dónde se habrá metido ese...
Su pregunta quedó a medias ya que en ese mimos instante la puerta que estaba delante de ellos, que hasta hace poco había estado cubierta por una gruesa capa de gas, se abrió dejando entrar a la doctora Dehamre, herida y vapuleada, quizás hasta más que la misma Jenner, pero eso lado a segundo plano cuando vio quien venía con ella.
—William...
lo reconocía por el archivo, vio sus ojos asustados y frunció los labios al reconocer las marcas de cigarrillos en su cuerpo. Se puso por delante del pequeño cuerpo sin cabeza mientras Joshua se acercaba a la doctora y el niño.
Cómo si fuera la norma impuesta de moda para la fiesta Jenner se sacó también su chaqueta para tirarla sobre el cadáver y que el niño no la viese, pero se detuvo al escuchar las palabras que Caitlyn le dirigía al prófugo.
—¿Matarlo? ¿De qué estás hablando, Dehamre? —dijo, rompiendo el silencio impuesto por la doctora—, Si fuéramos a matarlo ya lo habríamos hecho hace rato. Ha estado con nosotros todo el rato hasta que...
La puerta a la espalda de Felicia y Joshua se abrió a su vez dejando pasar a Aidan. Jenner giro la cabeza
—Kostroff.. ¿Estás bien? ¿Miles? —preguntó mientras terminaba al fin de cubrir el cuerpo de la pequeña Lydia.
Motivo: Investigar
Tirada: 1d20
Resultado: 3(+1)=4 [3]
Quería ver si podía deducir algo de la llegada de Caitlyn y Aidan, pero parece que Felicia está demasiado desconcentrada aún XD
La escotilla se abrió con más facilidad de la esperada. Al otro lado, se abría otra sección de la sala de máquinas. En la penumbra, Aidan pudo distinguir al resto del grupo: Jenner, con una mano herida, procuraba ocultar el cuerpo desmadejado de una niña con una chaqueta mojada; Katz se hallaba tras la detective, con el traje salpicado de sangre y suciedad; y más allá, cerca de otra escotilla en la otra punta de la estancia, la psicóloga cogía de la mano a un niño —¿William...?—. No había rastro de Franklin Mills.
—Kostroff... ¿Estás bien? ¿Y Miles? —le preguntó Felicia, acabando de tapar el pequeño cadáver.
—Yo... Sí, estoy... estoy bien... —respondió vacilante— ¿Qué ha pasado aquí? Habéis... habéis matado a una niña...
Quienquiera que dominara ese infierno hecho de locura y metal herrumbroso, pedía un pago para franquear la salida a sus prisioneros. Alguien lo había abonado ya, con la rapidez de las ratas que abandonan un barco que se hunde.
No eres un mal hombre, al contrario de tus acompañantes, con sus almas podridas y sucias de sus pecados atroces, que ni siquiera han podido confesar...
Aidan sacó la porra del cinturón y la extendió con un sonoro chasquido. Avanzó unos pasos, sin dejar de vigilar los movimientos de Jenner y manteniendo la distancia.
—¿Dónde está Mills? ¿Qué habéis hecho con él?
En ese breve arco temporal en que todos os habéis reunido en esa sección de la sala de máquinas "alterada", y ya acostumbrados vuestros oídos al ruido sordo de esa maquinaria que se activó súbitamente,, y que paulatinamente haido bajando de intensidad sonora, os ha parecido oír, aunque levemente, segundos después de la conversación entre Katz y Dehamre, como desde detrás de algunos conductos de ventilación y tuberias, aproximadamente en una zona central de todo aquel laberinto de herrumbre y charcos viscosos, como un sonido de tintineo, como cuando algo metálico choca contra otra cosa metálica.
Ha sido un momento. ¿Habrá sido Mills escondido entre las sombras? ¿,Hay alguien más en esa sección del supuesto barco?
Finalmente el joven William, ahora parapetado detrás de Cait, no necesitó mi chaqueta, puesto que el abrigo de la doctora estaba seco, así que me la volví a poner y la abroché, agradeciendo el calor que daba esta. Era increíble que después de lo que la doctora me deseó aún me comportase bien con ella.
Miré por si asomaba Mills, pero escuchar que queríamos matarle de boca de Cait me dejó helado y sin palabras en ese momento. Simplemente la miré extrañado, sin saber porqué puesto que ya había tenido ese comportamiento tan raro antes y me alejé un par de pasos o tres de ella. - ¿De qué habla, doctora? ¿Quién va a matarle? - Le pregunté para sentir entonces que alguien venía por otro lado.
Aidan.
Ya estábamos todos, ya podía salir Mills e irnos a casa cuando todo se solucionase.
Pero la acción del agente no me gustó nada ni como dijo que habíamos matado a una niña.
- Eso fue en defensa propia. Y no era una niña, era una aberración como las que seguramente se oculten en este lugar. Mills está bien. ¡Está escondido y así debes seguir Mills! ¡No salgas! ¡Mantendré mi palabra pero no salgas hasta que esto no sea seguro! ¡No me respondas ni te muevas! - Grité a la nada, pero sabiendo que me oiría.
- Doctora Dehamre, aquí nadie va a matar a Mills, salvo que esa sea la intención de Aidan y por eso haya sacado su defensa extensible. - Miré entonces al hombre. - Señor Koskroff, creo que debería guardar eso... no es el momento más adecuado para andar con amenazas. Hablemos, seguro que todo tiene su explicación.
No iba a permitir que nadie tocase un pelo de Mills, así que las cosas debían ir claras desde el principio. Le di mi palabra al hombre y la iba a cumplir, al menos hasta donde pudiese. Felicia estaba conmigo en aquello, esperaba que no se rajase ahora puesto que yo no iba a poder con todos si iban en contra de aquel psicópata al que ahora yo protegía.
Me miré un segundo la ropa, incómodo con ella, sacudí las piernas. El agua había calado mis calcetines y si bien mis pies no estaban empapados, si estaban húmedos. Mis pantalones tenían salpicaduras de sangre, huesos y sesos de aquella monstruosidad de niña a parte de la sangre de Felicia y los restos de porquería que hubiese en el suelo.
Mis muslos, estaban también manchados por haberme limpiado en ellos la sangre de la detective y cualquier otra impregnación del suelo. Me asqueaba estar así y mi incomodidad se sentía en mis gestos y movimientos.
Encima le había dejado el abrigo a Dehamre y lo pagaba así, culpándonos de algo que no íbamos a hacer. Al menos no Jenner y yo. No podía saber lo que había en la cabeza de Cait ni de Aidan. Solo sabía que ella decía que solo él lo entendía. ¿Y si ambos estaban juntos en aquello y venían cada uno por un lado? Estaba claro que no iba a fiarme de nadie, pero menos de quien viniese con un arma en mano.
A pesar de todo aquel lugar, aquella oscuridad no había tocado el corazoncito que Cait había sacado de mí, esa oscuridad que parecía haberla condenado a ella, creí que a Jenner y parecía que Aidan sí había sucumbido también.
Cait escuchó un sonido de cadenas. Frank, no, no salgas...
Las palabras de Joshua la desconcertaron. Ella era la única que siempre había creído en Frank, y aún con todo lo vivido, sentía una conexión con él que nadie entendería nunca, tal vez ni ella misma. Por su cabeza pasó la idea de que Joshua estaba paranoico, no era capaz de pensar en nadie salvo en él. ¿Acaso sabia lo que ella había pasado en ese tiempo? ¿Por qué la temía de pronto y se alejaba? No entendía nada de su comportamiento, pero dejaba claro que lo único que podía ofrecerle era cortesía. La empatía y la comprensión no parecían formar parte de sus valores. Tal vez como fiscal no podía permitírselos.
Lo cierto es que ella tampoco podía fiarse de nadie, y menos después de los comportamientos que reflejaban saber algo que ella desconocía ¿Quería que Mills saliera y ahora temía que Aidan lo matara? Algo no encajaba. ¿De qué pacto hablaba, del que ella siempre le pidió? ¿A cambio de qué? Los interrogantes podían tomar forma corpórea en su mirada de incredulidad y desconcierto.
Cuando vio entrar a Aidan, por la puerta que tenía frente a ella, sintió alivio al comprobar que estaba vivo. Sin duda, él era el único sin secretos oscuros, sin distorsiones ni mentiras que ella y el resto habían cargado. ¿Cómo podían dudar de ese hombre que trataba de protegerse ante la escena dantesca que encontró, con una niña muerta en el suelo? Ni siquiera ella se había sorprendido tanto, las cosas que había visto le habían sumido en otra realidad que sentía como verdadera; pero Aidan lo llevaba en la sangre, trataba de luchar contra la irracionalidad y parecía no aceptar aun el cambio. Eso le hacía diferente a todos.
Jenner tenía una pistola en la mano, ¿pero el peligro era Aidan? ¿Y si querían acabar con él o con ella... o con William...? No dejaría que nadie tocara a ese niño, al que acariciaba con sus dedos. Podía sentir cómo Bill la agarraba con fuerza. Aquello era para Cait una muestra de confianza y seguridad que no iba a traicionar.
La doctora observó retroceder al fiscal. Su comportamiento le resultó extraño, pero no parecía temer a Felicia que llevaba una pistola. Algo había ocurrido, desde luego, en lo que ambos habían participado y tal vez, creado un vínculo. Estaba claro, con su alejamiento, que él la había sentenciado, sin juicios ni pruebas, a pesar de que sabía el motivo que la había llevado a embarcarse en el caso Mills. Para Cait, eso fue suficiente. Si no querían matar a Mills, ¿por qué se apartaba de ella? ¿Qué le hacía temer? ¿Qué les había contado Martha? ¿Cuál era su misión?
Un hormigueo en sus manos y la tensión de todos sus músculos llegaron trayendo consigo el estado de alarma, de supervivencia, que gritaba su amígdala desde lo más profundo del cerebro.
Huye...
Dehamre temía por el niño. Si hubiera sido quien entró en aquella dimensión y se enfrentó a sus fantasmas, sola, nada la hubiera detenido, no hubiera callado. Pero ahora tenía a Bill, debía sacarlo de ahí. ¿Cómo salir de esa realidad? Tal vez la maquinaria... o esperar a que alguien saliera herido o peor, muerto.
Frank era el único cabo suelto para encontrar respuestas y ni siquiera sabía si él tendría salvación. Algo en la aparente normalidad de sus compañeros no encajaba con la situación. Felicia y Joshua apenas habían cambiado desde que todo empezó, se comportaban como si todo fuera razonable, explicable, y Cait sentía que para ella habían pasado años, fluctuando entre sentimientos de ira, dolor, culpa, rabia.
Aidan también mostraba ese desconcierto. ¿Podría confiar en él? En realidad esa pregunta nunca llegó a su mente. Se había prometido seguir su instinto hasta el final, a cualquier lugar que la llevara. Las decisiones podían esperar, pero no la seguridad.
—¡¡Aidan, corre!! —gritó con fuerza, por encima de todos los sonidos, mientras se escondía tras hasta una pared cercana, a su derecha, desapareciendo tras ella de la visión, con el niño en brazos, protegiendo al tesoro que le había dado un vuelco a su vida.
Aidan miró confundido al fiscal. Ese hombre no le despertaba confianza alguna. No hacía ni veinte minutos le estaba palmeando la espalda y diciéndole que sería su abogado sin cobrarle nada; ahora insinuaba que pretendía matar a alguien por sacar la porra en una situación límite. Nada tenía sentido.
—Vosotros sois los que tenéis una pistola y estáis ante lo que parece el cadáver de una niña. ¿Y yo soy el que resulta amenazante? Créame, Katz, si le amenazo, lo sabrá... Pero guardaré la porra, si eso le hace sentir mejor —dijo volviendo a envainar la porra en el cinturón.
Se acercó unos pasos al cuerpo menudo, pero no se atrevió a echar un vistazo a lo que se ocultaba bajo la chaqueta de Jenner.
—¿Qué cojones ha pasado aquí, Felicia? ¿Estás herida?
Por encima del hombro de la detective, más allá de Katz, pudo ver a Cait. Tras ella, agarrado a la mano de la psicóloga, William Bedford asomaba la cabeza a la altura de la cintura de la mujer. Sintió la asfixiante necesidad de sacarle de esa pesadilla, de enmendar su fracaso, de conseguir para el chico una nueva vida. Un final feliz en esa ciudad de preñada de desgracia. Tenía que hacerlo. Costara lo que costase.
Por un instante sus ojos se cruzaron con los de Caitlyn y pudo leer la urgencia en la mirada de la doctora.
—¡¡Aidan, corre!! —gritó Cait con fuerza, por encima de todos los sonidos, mientras se escondía tras una pared cercana, a su derecha, desapareciendo tras ella de la visión, con el niño en brazos, protegiéndolo como a un tesoro.
—¡Cait! —exclamó Aidan, pero ya era demasiado tarde— ¡Mierda! ¡Tenemos que meternos ahí dentro! ¡No puedo dejar que muera!
Felicia observaba sin ver. Su mente se esforzaba en encontrar un sentido en todos este Caos, resistiendose, haciendo honor a su terquedad, a ceder a esta locura. No podían confiar en sus ojos, no podían confiar en lo que veían. El mismo pasillo por ejemplo. A veces era más ancho a veces más pequeño. No lo había notado antes pero dónde ahora había una maraña de tuberías en un momento hubo maquinarias dignas de una sala de máquinas. El mundo se resquebrajaba en torno a ellos. Volvió a mirar a William de reojo, volvía a estar con la chaqueta de la doctora encima, pero cuando había llegado lo había visto con su camiseta de spiderman gigante y luego con la chaqueta de Katz por un segundo. La realidad en ese lugar iba y venía. No como si se la cambiarán, sino como si diferentes situaciones se solaparan una encima de otra sin terminar de decidirse cuál era la correcta.
—la función de onda colapsa cuando se observa —Le había dicho una vez Karl mientras tomaban once. Su compañero había estudiado para ser físico, pero la vocación de ayudar al mundo —y una precaria economía— lo había apartado de ese camino. Algo en todo el asunto hizo volver esa frase a su cabeza
La voz de Aidan la sacó de sus cavilaciones al preguntarle si estaba bien. Contestó a la par que el fiscal. O quizás al mismo tiempo. Era difícil estar segura.
—¿Se puede matar lo que ya estaba muerto Kostrof? Joshua tiene razón, esa cosa no era una niña aunque se vea como tal. Me ha herido en la mano y en la pierna, pero puedo continuar. Ella... iba a confesar sus propios pecados frente a todos conciente de que podría ser la única forma que entendieran sin pensar siquiera en guardar el arma en su lugar. Solo cuando Dehamre gritó y vio su mirada de terror fijarse en la pistola que esgrimía sin cuidado se dió cuenta de su error.
—No, Dehamre, no!— Gritó, guardando el arma rápidamente, mientras esta llevaba a William por entre los conductos que brotaban de la pared y, si sus sospechas eran ciertas, mucho más allá de estás.
Caitlyn llegando por un lado, Aidan por el otro, aún cuando todos habían avanzando el la misma dirección, Mills perdiéndose entre obstaculos que, como mucho, deberían haberlo ocultado. Todo indicaban que lo que veían no era lo que estaba de verdad, que las direcciones en aquel lugar no funcionaban como en el mundo del que venían.
—CAITLYN, CUIDADO, NO SABES LO QUE PUEDEN ENCONTRAR AHÍ! —Se volteó hacía el agente de policía, podía leerse la preocupación en los ojos de Jenner—Aidan, esa niña yo ya la había matado antes, no, no es lo que piensas... No exactamente. Hubo un accidente... —Le costaba hilar los pensamientos. Se había repetido el discurso tantas veces en su cabeza acerca de como Mills era el culpable de todo lo que había pasado en este último tiempo que reconocer su parte de culpa se le hacía difícil—, Yo la atropelle, estaba totalmente borracha y la atropellé una noche. Pero no está noche. No sé si será la madre de Mills o quizás hasta él mismo, pero algo ha escarbado en mi mente y nos ha atacado con su imagen. Sea lo que sea puede materializar nuestros temores y confundir nuestros sentidos... No e extrañaría que dónde vemos una pared se extienda un campo infinito de tuberías y recovecos. Hay que coger a Caitlyn y William antes que eso lo haga.
El discurso atropellado y la mirada preocupada. El miedo de que una nueva Lydia, la niña que había tomado forma su pesadilla, atacase a William ahora que lo tenían a la mano la preocupaba de sobremanera.
- ¡CAIT! ¡¿QUE HACES?! ¡VUELVE! ¡NO HAGAS MAS LOCURAS! ¡NO VUELVAS A MARCHARTE! ¡TE LO RUEGO! - Grité a la mujer, pero enseguida me di cuenta de que no serviría de nada. Daba igual ocultar mis emociones o liberarlas, puesto que ella había vuelto a tomar una decisión. Correcta o no, allí estaba el pequeño William con el abrigo de Dehamre. Al ver le supe lo que ella hacía y mis ojos se nublaron con lágrimas que no dejé ver a nadie. Cada vez lo veía más claro. Yo ya daba igual.
Lo siento, ayer anduve hasta tarde por ahí.
Katz , con los ojos enrojecidos, llorosos, pero bastante entero, queda con William Bedford, en el pasillo, aún temeroso, arrepentido incluso por su comprensible travesura. El spray no está muy lejos de él, lo podría recoger si lo desea y atina.
Jenner, a quién tocó sólo de refilón, sin mayores probelmas aparentes, el spray y Kostroff, con idénticos síntomas que Katz, se dirigen ,portando una porra extensible y una glock 18 respectivamente, hacia el punto por el cuál vieron desaparecer a Cait y vieron volver al niño.
Apenas se internan en esa sección, aún en ángulo visual de Katz y Bedford, cuando se topan de bruces con semejante escena.
Cait, de frente, rehén de Mills, quien la tiene atrapada con una tubería oxidada, que sujeta con ambas manos, apresando el delicado cuello de la psicóloga. No parece ahogarla, pero la sujeta con severa firmeza. Parece resignada a la merced de Franklin.
La cabeza de Mills, sobresale centímetros de la de Dehamre, quien no es tan alta como Franklin. No se ven rastros de las esposas, de manos o pies de Mills.
Ambas caras tensas, sufridas... Os topais de bruces frente a frente, os separan un par de metros a lo sumo, detrás suyo,
Frank se para, obligando a Cait, quién también se queda inmóvil, y os dice:
-Vaya, no puedo decir que encontrarles es una sorpresa. Agente, primero baje el arme y luego chútela hacia mí. Usted, tire la porra lejos de su posición. Hagan caso o romperé el cuello a esta doctora, saben que soy capaz de hacerlo. Una vez hayan hecho lo que les pido, agrúpense todos al lado del fiscal y no se muevan, les repito que no hagan tonterías, no dudaré en hacer lo que he dicho, estoy casi perdido de todas las maneras... No confío en ustedes, sé que algunos estáis con mi madre, queréis castigarme por ella, no lo permitiré....
Varias ideas asaltan vuestras cabezas. ¿Ignorar su posible manipulación e intentar disparar a su cabeza? ¿ A su hombro? ¿Tal vez una pierna? Dehamre está delante, no parece un tiro fácil, arriesgado, tal vez sólo a la altura del Teniente Pierce.. además, los ojos lagrimosos e irritados no ayudan a apuntar con garantías.
¿Que el disparo toque a Dehamre? ¿Un daño colateral? Al fin y al cabo, fue ella quien buscó su camino propio, se metió ahí por su propia cuenta y riesgo... ¿Qué pretendía, convencer a Mills, hacerle entrar en razón, mantener su irracional fascinación por él?
¿Hacerle caso? ¿Qué evita que si tiene el arma os dispare? ¿ A dónde quiere huir? ¿Qué conoce alguna salida de ese inframundo mutado?¿Conserva todavía algún sentido del honor o la palabra?
¿Tirarse encima de él? ¿Alguna brillante actuación de Jenner? ¿Un elocuente discurso de Katz? ¿Un intercambio de rehenes por el caballeroso Kostroff?
*Recuerdo que cualquier acción física contra Mills tiene un -1 en tirada por su condición de "desesperado".
*Rectifico comentario anterior por mí partesobre heridas no graves (concepto propio mío) creo que el espíritu de la normativa dice que las heridas son graves o críticas, no hay heridass leves con efectos mecánicos ( sólo al roleo, es decir, no causan suficiente daño como para provocar heridas graves y castigar con ese -1 a todas las tiradas). Lo tendré en cuenta a partir de ahora así, pienso que es lo correcto. No afecta a vuestra situación actual, los que tengan herida grave la siguen teniendo y hay otros sin daño.
A las 4 heridas graves, se sufre una crítica, y y no se pueden sufrir dos críticas.
Al ver a Kostroff con el arma, una duda inquietante se posó en la cabeza de Cait. ¿Kostroff... también?
Quizá solo estaba protegiendo a todos, Felicia estaba herida, no podría hacer un buen disparo. La doctora había experimentado tantas veces el desprecio inmerecido, las acusaciones obsesivas y las manipulaciones de otros, que ya no podía albergar una mínima esperanza por nadie.
—Kostroff, Jenner, haced lo que os dice. Os aseguro que va en serio. He tratado de hablar con él pero ni siquiera a mí me ha escuchado —soltó con un tono de pena y rabia mientras volvía la cabeza hacia Frank, sin conseguir verle.— Está secuestrado por muchas emociones, yo no intentaría nada que ponga en peligro nuestras vidas y las vuestras. Solo quiere llegar al lugar por el que vine. Dejadnos pasar, la puerta está cerca.
Hizo un gesto reducido con la cabeza para señalar la escotilla por la que había entrado. Aquella había sido la petición de Mills y tras todos sus intentos, había terminado por obedecer. La indefensión que sentía ya no dejaba cabida para actos por sorpresa.
Vaya psicóloga, pensó un instante, pero se dio cuenta de que aquella situación nada tenía que ver con los procesos mentales, sino que era parte de un mundo que todos desconocían. Si Frank sabía algo, no creía que fuera a contarlo a estas alturas.
La única opción de Cait dependía de todos menos de sí misma. Ya no le quedaban fuerzas ni motivación para luchar por nada, por nadie, ni siquiera por ella. No merecía aquel final, pero la vida no había sido justa demasiadas veces con la doctora, una vez más, tal vez la última, no iba a cambiar nada. Todo lo que "pudo ser" había desaparecido, sin dejar rastro, entre la niebla de sus fantasías.
La cara de Aidan goteaba después de haberse agachado a salpicarse los ojos con el agua de uno de los sucios charcos que salpicaban el suelo. El escozor había disminuido, pero aún parpadeaba de manera incontrolada. Mascullando juramentos, se dispuso a adentrarse en el laberinto de maquinaria donde se ocultaba Mills.
No había dado dos pasos cuando el asesino apareció sujetando a la psicóloga por el cuello con un tubería oxidada. Aidan se detuvo al instante y alzó el arma para apuntarle, pero Franklin se parapetaba tras el cuerpo de Caitlyn y no había posibilidad de un disparo limpio. Y menos con esta mierda en los ojos...
—¡Suéltala, Mills! ¡No lo pongas más difícil! —le ordenó con el tono de voz autoritario que solía reservar para los yonquis que atrapaban robando en las gasolineras.
Pero Mills tenía la sartén por el mango y lo sabía. Su respuesta fue tajante. Les ladró que soltaran las armas y se apartaran. Sus palabras destilaban una determinación férrea nacida de la desesperación. Dehamre no hizo otra cosa que confirmar el peligroso e inestable estado mental de su secuestrador. Aidan bajó la pistola y sacó el dedo del gatillo de manera que Franklin pudiera verlo. Plantó lentamente una rodilla en el suelo y fue bajando la mano hasta que el arma toco el suelo empapado.
—Tranquilo, Franklin, tranquilo... Ya ha habido suficientes muertes, ¿me oyes? Todavía podemos salir todos con vida de aquí, Frank. No es demasiado tarde. Dime qué quiere tu madre de ti. ¿Por qué te obligó a matar a los Bedford? Necesitamos entender qué está pasando para poder ayudarte, Frank... —le rogó repitiendo su nombre, en un intento de transmitirle una sensación de cercanía, de confianza.
Se levantó con la misma lentitud con la que se había agachado y pateó la pistola de Felicia hacia los pies de Mills. Alzó las dos manos en señal de paz, pero no se movió del sitio.
—Deja a Cait, Frank. Tómame a mí. Ya lo hiciste una vez, ¿recuerdas? Tú y yo, juntos de nuevo —dijo forzando una sonrisa—. Vamos, Frank, yo te acompañaré adónde quieras ir.
Motivo: Influenciar
Tirada: 1d20
Resultado: 9(-1)=8 [9]
Intento influenciar a Mills, pero la tirada es un mojón. Tengo un atributo de Carisma vergonzoso, pero había que intentarlo, Cait.
Franklin refuerza la sujeción sobre Dehamre, sin privarle de respirar por el momento, pero la tubería ya tocaba su garganta. Parece muy enfadado por la indecente proposición de Kostroff.
-Buena bravuconada agente... Usted tuvo mala suerte, estuvo el día menos indicado en el lugar menos indicado. Supongo que por eso no le maté... Aún tengo algunos recuerdos algo borrosos... Pero lo que tengo claro es que la venerable Doctora trabaja para mi madre
¡Ella misma me lo ha reconocido! Mi madre le pidió que me matara. ¿ O cómo creen que encontró a ese maldito niño? ¿Por casualidad, paseando por esta infernal sala de máquinas?
AÚn así,¿ desea cambiarse por ella?
MIrando a Jenner y Katz, dice:
-Ustedes dos me dijeron que me protegerían, ya saben la mejor forma :acaben con ella y con el niño.. si ese niño ha estado con mi madre, ocupando mi lugar, seguro que lo mejor será devolverle con ella o acabar con su vida. Es sólo un niño y una mujercita... No les costará
Caminé por el pasillo guiado por William, puesto que a penas podía ver. Yo no había caído en limpiarme la cara con el agua sucia del suelo. De hecho, aunque se me hubiese pasado por la cabeza, no lo hubiera hecho. Por lo tanto, aún iba bien lloroso y mal gracias a aquel spray de pimienta.
El temblor de la mano de William me dijo que estábamos frente a Mills y lo que ya había oído mientras caminaba hacia aquellos bultos difusos, comenzaba a tener algo de claridad. Escuché las vagas excusas de Cait, quien al final se había buscado para sí el peor destino. - Si hubieses conservado el spray... - Pensé dolido sabiendo como estaba más por las palabras de los demás que por mi propia visión.
Aidan intentó convencer a Mills, pero si la misma doctora no lo había logrado... pero teníamos un pacto, él, Felicia y yo. Pero él mismo lo había roto y de paso le había dado a Cait la información de la salida. De hecho, yo no la veía, pero las sombras que proyectaban...
- No Mills. Aquí acaba todo. - Le dije al fin. - Mírate. Estás acabado. Tienes a la doctora sí, pero él tiene el arma. - Señalé con la cabeza a Aidan. - Y créeme que tiene ganas de usarla y no contra tu madre. Y la detective Jenner. Ella tiene suficientes motivos para usarla contra ti también. Hasta yo... sabes lo que guardo en mi bolsillo y creo que sabes perfectamente lo que parece que siento por esa mujer... no le haré daño al niño, pero a ti... oh, Mills, no tientes a la suerte.
Miré a William y luego a Mills. Les veía borrosos, pero sabía quien era quien. De hecho cogí al crío en mis brazos para protegerle y tratar de quitarle el miedo del cuerpo. - Así que era tu madre quien le tenía. No te equivocabas... Esto es lo que vamos a hacer y no es lo que tú quieres. - Le dije claramente. - Vas a soltar a la doctora y te vas a dejar esposar. Sé que me dijiste que el chico no podía salir de aquí, pero nos vamos a ir todos, como te dije, solo que esta vez irás esposado. Y cuando salgamos harás una declaración completa en la comisaría de lo que hiciste esa noche en la casa de William, explicando el motivo. Te pudrirás en la cárcel, Mills, pero todos saldremos de aquí con vida. Y como gesto de buena fe, la doctora se dejará esposar también hasta que salgamos de aquí. - Miré a Caitlyn, dolido, pero era la única manera de sacarla de aquello. - Usted va a colaborar en todo esto, doctora. Se acabaron las carreras y las mentiras. Se lo ruego.
Mis ojos se clavaron en Mills de nuevo. - Es el mejor trato que va a sacar, Mills. Porque el siguiente será un tiro entre ceja y ceja. Vi el informe de Aidan y sé que es un tirador experto. - Mentí. No lo había visto. No estaba entre los papeles y todos lo sabían, menos Mills.
- Cait logrará lo que pactó con su madre, su muerte y saldremos todos de aquí salvo usted, que se quedará con su madre para los restos. ¿Es eso lo que quiere Mills o salir de aquí? Una cárcel de por vida creo que será mejor que este lugar.
Me preocupaba que no pudiésemos salir todos de allí, solo los que entramos, pero primero eliminar la amenaza, luego... ya se vería. Esperaba que entre mis palabras y amenazas Mills dejase la barra y a la doctora en paz y que los dos policías hiciesen lo que dije: esposar a ambos o Caitlyn volvería a liarla.
- Aidan, Felicia, sé como ven a la doctora, pero ahora es más seguro para ella que esté esposada. - Les dije a ambos sin soltar a William. Mills no le iba a coger y Cait no le iba a usar contra los demás. Esperaba que por una vez, volviese a ser la doctora que conocí tiempo atrás y aquella que me encontré en la comisaría antes de que aquella locura se desatara.
Motivo: Influenciar
Habilidad: 3
Tirada: 13 (Fracaso)
13+3 ;)
Fotos y publico
Sonó una ligera tos. Una tos entrecortada que fue poco a poco creciendo hasta convertirse en una carcajada. Aidan o podía parar de reír a mandíbula batiente. No podía controlarse. La tensión que le había mantenido al límite durante las últimas horas había estallado al fin en una risa maniaca y desenfrenada.
—¡JAJAJAJAJA! ¡Muy bien dicho fiscal! —consiguió decir a duras penas entre sonoras risotadas— ¡Le tiene entre la espada y la pared! ¡Ya decía mi padre que la justicia era CIEGA! ¡JAJAJAJAJAJA!
Se dobló por la mitad, las manos en el vientre y los hombros sacudiéndose de hilaridad. Alzó el rostro surcado de lágrimas de alborozo para mirar a Katz otra vez.
—¡Ya tiene mi arma, capullo arrogante! ¡JAJAJAJAJAJA!
Los argumentos del fiscal Katz parecen que empiezan a calar en el fondo del psique de Mills.
Donde antes se veía en una posición poderosa, poco a poco, se nota que está totalmente sólo, o casi, en aquel inframundo en forma de sala de máquinas de buque viejo.
Va aflojando poco a poco el agarre en el cuello de Cait, atónita, aún no ha podido decir nada ante las palabras de Katz.
Mills mira a su alrededor, se desespera aún más viendo a Kostroff reir a carcajadas en tan dantesca situación.
Deja ir su sujección, de hecho, deja caer con suavidad, cerca suyo, la tubería de hierro que usaba como yugo hacia Cait.
Titubeando, pero resignado ,aparentemente, comienza a hablar:
-Pasar el resto de mis días en una cárcel es el menor de mis problema. Se equivocan si creen que saldremos de aquí tan fácilmente. Primero, porqué seguro que Ella está al tanto de lo que está ocurriendo ahora mismo, de que, la doctora Cait, no cumplirá lo que acordó con ella. No estaba previsto que yo salga de aquí con vida. Mi madre me quiere de vuelta, no me dejará salir de ésta realidad que maneja a su antojo. No dejará que nadie salga de aquí entero, y creedme, nadie de nosotros desea estar en su purgatorio por un sólo instante. Seguro que es de allí de donde procedía esa niña, si es que aún conservaba algo de humanidad. Además, ¿qué creen que sé donde está salida? No véis que es un puto laberinto!
-Y ese niño... Sería mejor para todos si lo matan ahora mismo... Si no se atreven puedo hacerlo yo mismo, creánme, seguro que juega algún papel más, a parte de haber ocupado su sitio... No hay mucho más que contar fiscal, los motivos, ya lo sabe, evitar a mi madre, o lo que sea ella ahora mismo.
Como un hombre, ahora sí, atado a una maldición, a un destino inexorable, baja la mirada y dice zarandeando a Dehamre:
-Lo siento, Cait. Pero no puedo olvidar qué firmaste un pacto con Ella, por mi cabeza, aunque luego, te quisieras desentender. ¿ Es que no dijiste, desde el principio, que me querías ayudar?
Y la empuja, con desdén a la integridad física de la psicóloga , con fortaleza, en dirección hacia el pasillo. Algo inesperado y lejos para que podáis socorrerla. Veremos si Dehamre no trastabilla... *
-Y ahora, hagan conmigo lo que quieran, ya sé que no tengo escapatoria. Pero recuerden que me dijeron que garantizarían mi seguridad.
Y se pone de rodillas, con las manos en la nuca, eso sí, a escasos palmos de la tubería oxidada.
* Cait, tira por evitar el daño, o ese empujón inesperado puede hacerte golpearte la cabeza en el suelo .
Apenas Kostroff y Felicia dieron el primer paso en aquel bosque de tuberías de hierro este se abrió ante ellos como si del condenado armario a Narnia se tratase. Confirmando las sospechas de Felicia al no toparse con una pared sino con una habitación totalmente distinta. Y en ella Mills, sometiendo a Caitlyn contra la pared. No le sorprendió la pacibilidad de la doctora, Mills parecía un alfeñicle, pero ya había demostrado tener bastante fuerza y una violencia impredecible. Además daba la impresión de que cada minuto que pasaba en aquel lugar lo volvía más demente y poderoso.
Nunca deberían haber confiado en él. Ya no podían confiar en el.
—¡Suéltala, Mills! ¡No lo pongas más difícil! —ordenó Aidan imperativamente y el tono en su voz trajó en Jenner recuerdos que creía enterrados. Recuerdos de un tiempo donde la vocación todavía ardía con fuerza en su pecho.
—Kostroff, Jenner, haced lo que os dice. Os aseguro que va en serio. He tratado de hablar con él pero ni siquiera a mí me ha escuchado—dijo la doctora Dehamre bajo la presión de Franklin— Está secuestrado por muchas emociones, yo no intentaría nada que ponga en peligro nuestras vidas y las vuestras. Solo quiere llegar al lugar por el que vine. Dejadnos pasar, la puerta está cerca.
No, no podían dejarlo pasar. Ese hombre era un peligro ya para todos. Aunque no pudieran salir de ahí, no podían dejarlo marchar. Miró de reojo a Aidan tratando de ahondar en sus pensamientos. Mas lo que creyó ver la horrorizo aún más. En el fondo de su mirada había vislumbrado el mismo brillo que tenía Mills cuando accedió a ayudarles.
Aidan accedió a las peticiones de Mills. Pero Jenner se mantuvo reacia a obedecer. ¿Acaso no podían reducirlo entre ambos? Sopesó las posibilidades. Por mucha fuerza que tuviera no podría hacerle un daño mortal antes que pudieran tirarlo al suelo. Seguramente la doctora no podría volver a gritar en la cama, pero seguiría viva.
—Teniamos un trato, Mills, pero tú nos abandonaste allá atrás. ¿Cómo íbamos a protegerte si te sigues escalando e nosotros? Tu no estás loco Mills. Eres un idiota.
HIzo el ademán de tirar la porra a un lado cuando los pasos de Katz tras ellos le hicieron compañía al sonido que hizo su arma deslizándose hasta los pies de Mills. Un atisbo de esperanza de encendió en su pecho. Quizás Katz no pudiera hacerlo entrar en razón, pero al menos podría darles algo de tiempo.
- No Mills. Aquí acaba todo. - Le dije al fin. - Mírate. Estás acabado. Tienes a la doctora sí, pero él tiene el arma. - Señalé con la cabeza a Aidan. - Y créeme que tiene ganas de usarla y no contra tu madre. Y la detective Jenner. Ella tiene suficientes motivos para usarla contra ti también. Hasta yo... sabes lo que guardo en mi bolsillo y creo que sabes perfectamente lo que parece que siento por esa mujer... no le haré daño al niño, pero a ti... oh, Mills, no tientes a la suerte.
¿Qué?
Joshua no había notado que Aidan había entregado su arma a Mills. Claro, el chorro de gas pimienta que Caitlyn le había entregado a William le había dado a el de lleno, aún más que a Kostroff o a ella. No lo había visto. Pero parecía que Mills tampoco había visto el arma. Distraído con la entrada del fiscal, quizás por la aparición de William de su mano representando aquella relación padre-hijo que siempre resintió y que nunca pudo disfrutar, no notó la glock que yacía a pocos centímetros de sus pies. Comenzaba a dudar, Felicia retrocedió un pie, la puñalada que le había dado la niña zombie con el atornillador en la pierna le recordó que seguía ahí, aún así estaba lista para saltar sobre Mills cuando Aidan. Comenzó a toser y acto seguido a reír.
Sin embargo la mente humana es un misterio y la de Franklin Mills, algo mucho más destrozado que eso. Las risas de Kostroff debieron sonarle como una mera cacofonía y distraerlo porque en vez de ponerlo sobre aviso solo lo confundieron más, o quizás la personalidad que ahora tomaba el control ni siquiera era conciente de la existencia de un arma a sus pies.
Jenner suspiró con el seño fruncido y comenzó a caminar hacia Mills mientras esté se arrodillaba en el suelo. Al menos este capítulo había terminado. Katz le había ofrecido un nuevo trato a Mills. Pero este no lo aceptó. Mientras esté gritaba a Dehamre se agachó y recogió su propia arma. Dehamre voló por los aires unos metros más allá y Mills cayó al suelo de rodillas. Felicia se puso entre él y el niño, bloqueando su visión.
—Tienes razón Franklin, esto ha terminado. Tranquilo, ahora estarás libre de Ella.
Y alzando el arma apuntó, a escasos centímetros, de la cabeza de Mills y apretó el gatillo.