Partida Rol por web

Arropado en la gruesa chaqueta que lo protegía del gélido clima, Unay salió de la fábrica a paso relajado. Había sido un jornada tranquila y monótona en la que se había dedicado a empaquetar productos y revisar sellos de seguridad, por lo que no tenía cansancio. Mario aún no salía, así que decidió dar una caminata mientras lo esperaba. Sus pasos lo llevaron a rodear la fábrica en dirección a donde se encontraba aquella extraña casa de la que tanto había escuchado hablar desde que llegó al pueblo, y más frecuentemente en los últimos días. Dirigió su alta y fornida figura junto con su mirada hacia la casa, que apenas se veía desde la distancia. Muchas veces había tenido el impulso de ir hacia allá a echar un vistazo, pero en realidad no tenía ningún motivo fuerte para hacerlo salvo rumores. Sería distinto si por ejemplo, ocurriera algo en lo que verdaderamente debería intervenir, como proteger a alguien de algo, cualquier cosa que lo sacara de su estado de "observar, aprender y esperar".

Sacudió la cabeza mientras el viento movia sus largos cabellos negros. Era tan fácil que su mente divagara en imaginaciones... Encongiéndose ligeramente de hombros, movió la cabeza para admirar el resto del paisaje que tenía a su alrededor, mientras tomaba nota mentalmente de las cosas que tenía que hacer ese día: bajar con Mario al pueblo para almorzar, ir al mini mercado en busca del abono orgánico que había encargado hace días, y sembrar en el jardín de la casa algunos brotes de plantas que estaban listos para ser replantados, tomando nota del desarrollo de otras plantas que había sembrado hace días.

Observas a Mario salir de la fabrica, este te mira serio y se te acerca, al hablar, una leve humareda surge de su boca.

- ¿Nos vamos al minimercado ahora no? - antes de que le dieras algún tipo de respuesta, notas que un fuerte grito se hace notar no muy lejos de ahí.

Los pueblerinos se amontonan hacia el minimercado, al parecer algo estaba pasando ahí, hecho que fue respaldado por la patrulla que lentamente se acercaba.

Unay asiente con una media sonrisa. Abrió la boca para responder, pero el grito hizo que olvidara lo que iba a decir. De inmediato, miró hacia el lugar de donde provino con gesto de preocupación.

El instinto de protección que pertenecía a la esencia de toda criatura angélica afloró en Unay, quien no dudó un instante en decirlo un seguro: "¡Vamos!" a Mario, para correr a toda velocidad hacia aquel sitio.

Te dirijes al lugar, Mario te sigue y ambos llegan al minimercado, una pequeña muchedumbre alargaban sus cuellos para tratar de ver que pasaba, te haces paso hasta chocar con una muchacha con una bata en mano, al parecer era una doctora de la clinica, ambos se miran y avanzan juntos hasta aquel lugar, escena de un espectaculo macabro.

Una muchacha, empleada del minimercado estaba llorando sobre el pecho de uno de otro empleado quien atonito se fijaba en el cuerpo inerte y sangrante de un hombre no mayor a los 30 años, este iba vestido con una chaqueta de jean y unos pantalones con del mismo material.

Iba boca abajo, con un enorme hueco en su craneo y un gran charco de sangre rodeandole como un aura bizarra y de mal gusto.

Un par de policias llegan al lugar, estos piden que todos se retiren menos la muchacha y el empleado.

Con su imponente presencia, Unay avanzó entre la muchedumbre aún con el deseo de ayudar invadiendo todos sus sentidos, hasta que choca con la doctora.

- Lo siento - le dijo, antes de fijar su mirada en la escena. Sus ojos pasaron rápidamente de la muchacha llorosa al empleado en pie, para finalizar en la macabra escena del cadáver. Lo miró unos segundos sintiendo como crecía en su interior una mezcla de sentimientos que van de la ira a la decepción. No iba a poder hacer nada para ayudar. Su rostro se endureció marcadamente, especialmente por la manera en que frunció los labios. Al llegar la policía, dio media vuelta y caminó sobre sus pasos por el camino por el cual llegó. Se apoyó en una pared y cerró los ojos por un segundo mientras meditaba.

- Señor Wiracocha... juzga con misericordia a aquella alma.

Buscó con la mirada a Mario, seguro de que ya había visto la escena. Se acercó a él, con gesto sombrío.

- Es... horrible... ¿tienes alguna idea de quién era ese hombre?

Te topas con Mario, el al solo ver aquella escena se retiro de inmediato, esperando a que tu salgas, cuando te vio, hizo una mueca de resignación, prendió un cigarrillo algo tembloroso y te respondió.

- La verdad que nunca vi al tipo...tal vez uno de los fuereños, no lo se la verdad, lo mejor sera apartarnos del lugar y dejar que los oficiales hagan su trabajo -

Una mujer de entre la muchedumbre hablo y se hizo escuchar.

- Este hombre antes de morir, tropezó con una mujer que vive aquí, la muchacha se fue en un bus hacia quien sabe donde -

Un oficial de policía se le acerca y le dice algo casi inaudible, ella afirma con la cabeza y sigue al policía.

Muy pronto, una figura notable, de arrugas nobles pero de aspecto fuerte se hizo presente al bajarse de un poderoso vehículo, todos los lugareños voltean para mirarlo ya que el comenzó a hablar.

- Por favor damas y caballeros, ayudemos a los oficiales a realizar su trabajo, muy pocas veces hemos sido afectados por este tipo de crimen y por ello, solicito que colaboren...vayan a sus casas y ya nos encargaremos de informarles del caso mediante el periódico local - dijo tranquilamente, pero de tal manera que los lugareños comenzaron a alejarse del lugar, entre cuchicheos, pero sin queja alguna -

El anciano te mira y alterna la mirada entre otras personas, se te acerca y te dice de manera misteriosa.

- Por favor, acompáñeme...necesito hablar con usted - luego se dirije a otras personas y les habla con el mismo secretismo que a ti -

Unay asintió apesadumbrado ante las palabras de Mario. Hizo ademán de alejarse, hasta que la voz de aquella mujer hizo que girara su cabeza. No entendía por qué tenía que decir aquello a todos los presentes, cuando los únicos a los que en realidad podría ayudar esa información era a los policías. En todos los demás, solamente haría despertar sentimientos de desconfianza, de querer buscar un culpable a toda costa, incluso a ciegas. En fin, siempre había gente que quería hacerse notar.

De nuevo se giró para alejarse, pero la presencia del auto lo detuvo. Lo conocía muy bien, al igual que al hombre que descendió de este: el señor Harry. Lo escuchó con atención, sin poder dejar de fruncir ligeramente el ceño ante lo que él consideró una falta total de sensibilidad de aquel hombre. Dirigirse a los presentes como damas y caballeros, como quien presenta un espectáculo, restarle importancia a un asesinato solamente porque no era común en el pueblo, ¡E insinuar que la noticia estaría en el periódico como cualquier chisme de barrio!.

Se sorprendió cuando el señor Harry se acercó a él. Su primer pensamiento fue que había detectado su descontento y quería explicaciones. Pues si así era, escucharía unas cuántas verdades de su parte, sin importar que fuera el jefe de la fábrica... Sin embargo, las palabras a él dirigidas lo desconcertaron, haciéndole olvidar toda su ira inicial. No tuvo oportunidad ni siquiera de responderle un "sí", que se le quedó atorado en la gargante. ¿Qué querría de él?.

Se giró hacia Mario.

- Veré qué es lo que quiere el señor Harry, te buscaré en cuanto pueda.

De inmediato, se quedó en la espera a que el hombre le indicara a dónde ir, sacando inconcientemente el pecho y haciendo puño en ambas manos, como gesto de actitud defensiva.