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La Cruzada

La Gran Plaga (Ambientación)

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29/11/2012, 21:20
Director

Antes de la Plaga

Tras las cruzadas, infructuosas en muchos sentidos, el Asedio de San Juan de Acre termina con las aspiraciones cristianas de retomar Tierra Santa (1291). Un nuevo enemigo musulmán, sin embargo, surge en Turquía: los otomanos. En el este, se combaten las herejías eslavas, donde la Orden Teutónica está adquiriendo un poder tan grande que gobierna prácticamente lo que hoy conocemos como Alemania.

Dificultades en la sucesión del trono de Francia provocaron un conato de conflicto con Inglaterra, cuyo monarca reclamaba los derechos sobre el sur de Francia (Aquitania) y la zona de Normandía, de donde procedía el rey Guillermo el Normando, que conquistó las islas en el año 1066. Como teórico vasallo del rey de Francia, el rey de Inglaterra debía mostrarle respeto y pagarle tributo. Sin embargo, fruto de los accidentes sufridos por los sucesores del rey, y el asesinato entre ellos, la falta de varones en edad de heredar puede llevar a la guerra con Inglaterra. Una guerra que ya comenzó en el mar, por el dominio de las islas del Mediterráneo.

Una serie de sucesos llevarían a la Gran Plaga, en torno al año 1300. Por una parte, la llamada Gran Hambruna, producida por la caida global de las temperaturas entre 1296 y 1298. El clima frio empobrecía las cosechas, y provocó gran número de muertos por el hambre. Los señores locales dedicaron sus esfuerzos a pelear por los recursos, atesorando grano en sus castillos, lo cual provocó algunas revueltas populares. Circuló entonces una historia entre los ingleses, la convicción de que en Francia se nadaba en la abundancia, mientras ellos pasaban hambre. Esto precipitó las operaciones bélicas, y la invasión del antiguo ducado de Aquitania dió comienzo, con una tremenda derrota del ejército francés en la batalla de Crecy (1299). Sin embargo, el invierno fue duro, y los franceses, que no estaban mejor que los ingleses, se vieron doblemente expoliados, ahora por las tropas inglesas y su propio ejército en busca de suministros.

Paralelamente, un pequeño ejército de mercenarios bajo las ordenes del Gran Inquisidor del Papa asaltaba el castillo de Montsegur, el último reducto de la herejía cátara, una de las más peligrosas hasta el momento. La crueldad del inquisidor y obispo de Narbona, Arnaldo Amalrico, provocó una reacción entre los supervivientes del círculo cultista, que se atrevieron a llamar a Asmodeo, un antiguo y poderoso demonio, mediante un rito donde se sacrificaron a más de 100 vírgenes. Este rito resultó desconocido para la mayor parte de la Cristiandad, exceptuando a algunos inquisidores, pero sus consecuencias se harían notar.

La Gran Plaga

El 31 de diciembre de 1299, un barco procedente de Oriente, de una plaza asediada por los mongoles, llevó a marineros y ratas portadoras de una terrible enfermedad. El barco recaló en Nápoles, y extendió la Plaga por toda la bota italiana en cuestión de tres meses. La extraña enfermedad, llamada La Peste, provocaba una inflamación de los ganglios (en forma de bubas), vómitos de sangre, tos, sudoración, calambres, fiebre, pérdida de líquidos... y finalmente la muerte, en un plazo de 48 a 72 horas.

La población de las ciudades fue la más afectada, al estar más apiñados. Los nobles y señores huyeron al campo, o se refugiaron en sus castillos, y el caos se adueñó de las calles llenas de cadáveres en descomposición. Doctores contratados y pagados a alto precio, recorrían las calles protegidos por sus trajes de cuero y sus funebres máscaras de pico de ave, recuperando aquellas pertenencias que los nobles habían dejado atrás, e intentando encontrar una explicación para tratar de combatir la enfermedad. Todo era en vano. La sociedad se estaba descomponiendo, y el campesino atacaba a su señor, que no le defendía, sino que se refugiaba dejándole a su suerte. El único consuelo que el pueblo podía encontrar era el de la Iglesia, que trataba de ayudarles. Pero no toda la Iglesia. Obispos y cardenales imitaron a los señores, y corrieron a refugiarse en castillos y palacios.

La Plaga se extendió por toda Europa en menos de seis meses, de modo que para el verano de 1300, solo los pueblos más alejados y recónditos se mantenían a salvo del morbo, que mataba a más del 50% de la población, y en algunos casos, más del 70% (sobretodo en las ciudades). Lo peor no fueron los muertos, sino lo que vino después. Asmodeo, desde su recóndita fortaleza, desató una ola de brujería y nigromancia. Los cielos se cubrieron con un manto negro, y los muertos de la plaga comenzaron a levantarse de sus tumbas, buscando la carne de los vivos. Son los no-muertos, animales sin razocinio, de movimiento lento y fuertes mandíbulas. La única manera de matarlos es usando magia, agua bendita o cortándoles la cabeza. Sin embargo, son demasiados. Por cada vivo, hay 10 muertos, y en ocasiones, más. Y no solo eso, poderosos demonios y criaturas del infierno marchan junto a ellos, y los no-muertos responden a la voluntad de los demonios cuando estos están cerca, actuando como un verdadero ejército.

Las fuerzas inglesas y francesas en el frente del Loira se unieron para tratar de rechazar a un ejército de muertes vivientes en una batalla sobre la que no cantarán los trovadores. Al final de la jornada, y a pesar de que el gran ejército conjunto consiguió matar a toda la horda de no-muertos que marcharon desde París, el precio pagado fue muy alto. Miles de hombres habían perecido, y debieron ser rematados para que no engrosaran las filas del enemigo. Los heridos murieron al cabo de dos días, con síntomas de pestilencia, y se levantaron. De este modo, solo una cuarta parte de aquel victorioso ejército sobrevivió, y decidió refugiarse en sus castillos, efectuando "cabalgadas" para robar suministros y comida a la población local... o más bien, robarla de graneros y casas matando a los no-muertos que vagaban por caminos y bosques.

En Roma, el Papa tuvo claro que la mayor amenaza era el demonio Asmodeo y sus secuaces, por lo que mandó a sus inquisidores a combatirle. Ninguno regresó con vida, y quien lo hizo, se había vuelto loco. Comprendió entonces que lo primero era defenderse, crear un bastión desde el que montar un contraataque. En todos los altares de Roma se celebra desde entonces, y perpetuamente, una misa. Esto mantiene alejados a los demonios de la ciudad, y da trabajo al gran número de clérigos de la ciudad. Los inquisidores supervivientes piensan en una nueva estrategia, mientras el ejército papal, unidas sus fuerzas con el ejército de los señores de la Romaña, guarda las puertas de la ciudad y los pasos de montaña en los Alpes, por donde avanzan grupos cada vez más numerosos de muertos vivientes, capitaneados por sus demonios. Su objetivo es destruir el bastión de la Cristiandad, y extender el caos y la muerte al norte de Italia, el territorio más recuperado de la Gran Plaga, y desde donde se envian fuerzas para recuperar pequeñas regiones aisladas en Europa.

Esta es La Cruzada. La última y más importante guerra de la Cristiandad. Debe tener éxito, o el mundo se sumirá en una era de tinieblas.

Notas de juego

Se cambian fechas y acontecimientos del mundo real.