Partida Rol por web

Uno de los hombres, el que más cerca estaba de Beltrán, se giró sobresaltado al escuchar la voz.

- Cagüen...- dijo visiblemente enojado -. Mire usted señor Beltrán, aquí mi amigo Rodrigo y un servidor, Galván, nos dirigimos a Tarragona a buscar trabajo, pues dicen que en la catedral faltan constructores y a eso nos dedicamos mi señor y yo. Ahora si no es mucho pedir, guarden silencio que queremos seguir descansando, pues el viaje es largo y no andamos sobrados de tiempo. Y de lo que me preguntan, bien harían sus mercedes en preguntar a las gentes del pueblo, porque nosotros ni de aquí somos ni queremos más de este lugar que pasar la noche.

Dicho esto volvió a agarrar la manta y colocarla casi cubriéndose la cabeza, no por frío sino por mostrar el menor interés posible.

Así tiene más sentido. Procedo a eliminar el post anterior y reescribo lo que ocurriría

- Ah, claro, mi nombre! Están ustedes en casa de Gregorio, servidor de ustedes - expresó haciendo casi una reverencia para subrayar sus palabras-. Les contaré lo que sé del tema. A fin de cuentas, en una taberna, si se sabe escuchar se entera uno de todo... Y tampoco hago daño a nadie contándoles esto.

Se sentó en la mesa y se acercó como si fuera a hablar confidencialmente, a pesar de que no quedaba nadie en la posada.

- Don Alonso es un hidalgo venido a menos, pero aún posee una buena posición y vive holgadamente con la manutención de su familia. De hecho hasta hace poco tenía hasta cinco sirvientes, imagínense. Sin embargo en las últimas semanas ya faltan tres. Según dice él mismo, los echó por vagos y flojos, pero las malas lenguas dicen que como el viejo era mal pagador, avaro como él solo, los sirvientes se han ido yendo cada uno llevándose en prenda lo que han ido pudiendo cargar a cuestas. El hidalgo, claro está, no querrá airear que ha perdido sus posesiones para evitar el enfado de su santa madre, que siempre lo tuvo por un borrachín desatendido de sus cuestiones... Aún así no es de extrañar que la gente hable de desapariciones, porque si bien hubieron de irse de anochecida aprovechando la oscuridad de las calles, nadie de por aquí ha sabido nada de ellos desde que se fueron yendo.

El gesto de Gregorio fue respondido de igual modo por Beltrán, quien luego escuchó con toda atención lo que el cantinero tenía para decir. Ya era demasiada información por una noche, sobre todo tras esas jarras de vino, pero aún faltaban cerrar algunas cosas.

_Gracias por todas las explicaciones, Gregorio. ¿Y en el caso de Jacinta, la hija del molinero, y de la familia del hermano de Arsenio? No conozco esta ciudad, pero me llama la atención que desaparezca tanta gente en poco tiempo, no sé si es algo que ocurra con frecuencia aquí. Además nos habló de un lobo que nadie ha visto y que tampoco come ovejas. Son muchas cosas que nos han llamado la atención. Aunque no sabemos el vino que tomó Arsenio o el que tomamos nosotros mismos ha tenido algo que ver con esto jeje.

Por la corona de espinas del Santo Jesús.. Que todas estas historias redundarán negativamente en la villa de Játiva si no se atajan con prontitud. Que los rumores cabalgan el viento con gran presteza y las gentes de otros lares rehuirán acercarse a este lugar.

Gregorio, necesitamos algo de ayuda para a su vez ayudar aquí... Pensad que si esto se propaga, dejaran de venir comerciantes, y viajeros... y eso no os será bueno ni a vos ni a la Villa... Cree que si nos presenta mañana al cura y al alcalde, podrían atendernos? Podrían nombrarnos alguaciles por servicios... no se yo...

- Bueno... pues no sabría decirles. El alcalde no da pábulo a estas historias. Es un hombre muy tradicional y no suele agradarle la llegada de forasteros. Yo no se los recomendaría. En cuanto al cura, es un hombre pío, no les negará su ayuda, eso está claro-, iba pasando el posadero de un tema a otro sin detenerse mucho.

Se mesó un poco la barba antes de seguir.

- En todas partes cuecen habas... digo yo. No creo que sea tan raro en los tiempos que corren y sabiendo como acecha el maligno que haya desapariciones y lobos aullando. Aún así, les diré una cosa, que no es que yo sea un chismoso, pero la Jacinta no me extrañaría que se hubiera ido a parir por ahí, pues con lo ligera de cascos que me parece a mí que es... 

Gregorio guiñó un ojo dejando en el aire sus explicaciones del comportamiento humano.

_¿Y en el caso de la familia del hermano de Arsenio? ¿Se sabe que tuvieran peleas entre ellos o algo que la motivara a partir a su mujer con los niños? Que ahí sí se nos había ocurrido que fuera en busca de la fortuna de otro hombre, dando que su esposo es más bien gente trabajadora como nosotros -y Beltrán casi se sonrió al pensar en lo que estaba diciendo de sí mismo-. ¿Y hace cuánto que comenzaron estas desapariciones, y aullidos de lobos? ¿Ocurrió algo en el pueblo que llevara al maligno a posar sus ojos sobre Játiva?

En cualquier caso eso explicaría la marcha de la mujer y los niños y de la desaparición de la Jacinta, pero no lo de los aullidos de lobos y esas otras cosas...

Si el Alcalde no es muy amante de los extranjeros, y no da mucho crédito a las habladurías y miedos de la gente, dudo que sea considerado un buen alcalde. Hace poco que es el alcalde Gregorio? o lleva poco tiempo en el cargo?

Onésimo las había visto de muchos colores, y sabía que a más alto rango de cargos, más corruptelas se aposentaban... A ver que el susodicho alcalde no tuviera nada que ver con todas estas intrigas, y quitara importancia para no investigarlas y tapar algún desfalco o peor...

De todos modos, esta inquietud no sería revelada delante de extraños, en todo caso, a solas y a su amigo Bertrán para saber su opinión...

No se Bertrán, yo me huelo gato encerrado, que sabe mas el diablo por viejo que por diablo...

El buen hombre se veía cómodo en el chismorreo, a pesar de que su oficio requería más de la discreción que del don de lenguas

- Quiá, el alcalde es bien querido aquí, amigo. No debiera usted meterse contra mano. Hijo es de quien fue campesino de bien y consiguió con esfuerzo y nobleza que su señor le hiciera libre. El buen hombre que fue su padre lo mandó a estudiar con el cura a cambio de trabajar por las noches en el huerto de la iglesia, que por los días lo hacía en el suyo propio y así consiguió de su hijo un mozo bien formado y estudiado, pero conocedor del esfuerzo de la vida; no en vano vio eslomarse a su padre. Pues bien, cuando el mozo creció y vio la gente que era hombre de bien, lo eligieron de alcalde y allá lleva más de una década. Y es hombre bien querido, según parece, hombre justo y benevolente, pero enemigo de las habladurías y lo que no sea el trabajo duro. Se ve que con el cura no aprendió de la vida del ora sino del labora... 

Y luego está la mujer del Andrés... mujer de bien, también. Trabajadora incansable, no se ha sabido que se llevaran mal. Una mujer bien domada, madre de sus hijos y buena cocinera. Quién sabe donde andará.

A Beltrán le estaba ya pegando el sueño debido al largo viaje y al alcohol ingerido. Además, si bien escuchar a Gregorio era entrenido, no se le ocurría qué más pudiera él aportar.

_Aullidos, desapariciones... Si algo no hacen por aquí es aburrirse -comentó, sonriendo-. Muchas gracias por el buen vino y lo que nos has contado, Gregorio.

Miró entonces a Onésimo para ver si su amigo tenía algo más que preguntar o ya podían irse a descansar.

Le dejamos con sus quehaceres Maese Gregorio, que este su negocio, no termina cuando los "feligreses" se retiran. Barrer, limpiar, sazonar las viandas para mañana y hornear pan por lo menos... 

Mañana nos vemos. buenas noches tengan ustedes.

Y con un gesto de la mano, indicó a Beltrán que mejor ir al cuarto a descansar ya.

- Mañana será otro día - Gregorio alzó una de sus grandes manos a modo de despedida-, que descansen sus mercedes. 

El mesonero volvió a sus últimos quehaceres escobón en mano.

Arriba, en la planta alta, sin lugar a errores estaba el humilde aunque amplio dormitorio en el que los aventureros planeaban pasar la noche. Era tarde y los otros dos huéspedes dormían, aparentemente.

Onésimo, se buscó un rincón tranquilo y apartado. Se acomodó el jergón, y con una mirada cómplice a Bertrán, le hizo entender de que estuvieran vigilantes por si alguno de los dos huéspedes resultaba ser un amante de lo ajeno.

Cierto era que Onésimo estaba cansado del ajetreo del día, pero también lo era que en su trabajo de guarda y alguacil, había tenido muchas guardias en ese estado. Acostumbrado a eso, intentó controlar el sueño, y no dejarse vencer por el mismo. Se relajó en un apostura cómoda, y aunque descansando, que era cosa bien agradecida para sus cansados pies, se hizo el dormido un buen rato, por si alguno de aquellos dos convecinos de habitación, tenían aviesas intenciones. Ya pasada una hora o así, decidió dormir y mirar de despertar justo antes de romper el Alba, con el primer canto del gallo, las campanadas o los aullidos...

_Buenas noches, Gregorio. Muchas gracias.

Cuando el hombre se disponía a retirarse, Beltrán le preguntó dónde podía hacer sus necesidades. Con lo que había tomado, no pensaba irse a dormir sin antes evacuar, que no quería despertarse de urgencia a mitad de la noche.

Tras sentirse más liviano, ambos amigos fueron al lugar de descanso. Con un asentimiento Beltrán respondió al gesto de Onésimo. De todos modos... ¿Qué tenían para robarles? Lo bueno de no tener nada es que nada pueden quitarte. Se guardó en la ropa íntima los maravedís que tenía y se abrazó a lo poco que llevaba, para luego acomodarse sobre el jergón. Tenía sueño así que decidió quitarse de la cabeza cualquier preocupación, solo quería estar descansado al día siguiente. No habría sido posible distinguirlo de un tronco mientras dormía.