Mientras le oía hablar, Calisto empezó a preguntarse cómo era posible que el viejo hubiera alcanzado su venerable edad cargando con la cruz de semejante boquita. - Pois es claro que el señor padre aquí presente, además de músculos, anda buscando a cristianos de ágiles sesos capaces de descubrir no medio da multitude, sin levantar a perdiz, a quien quiera facerle algun daño antes incluso de que se atreva a cometer tal acto aberrante. Mas por lo que a mí respecta, para garantizar o éxito de tal menester, debo decir que ademais de soltura con la lengua, como usted no se ha cortado en apuntar, me sobran xuventud y coxones -con perdón-, para dejar seco a cualesquiera quen se atreva a poner en periglo la vida de este nobre pastor de almas.
- Ofendido vos quedás, más como dicen: "más se pica el que come ajos que el que tiene que lamentar" - responde Aleixo - que de seso no me falta tal como a vos no falta coxones, pero espero que llegada la hora faceis tal como vuestra lengua reclama - y volviéndose hacia el cura añade. - Si os falta monseñor alguien con seso, no dudéis que encontrais al omne correcto.
Entiendo sus dudas señor Aleixo, pero toda protección es poca... -el cura parecía bastante paranoico, y es que aquella situación, por como la contaba, pareciera que le iban a sacar las tripas en cualquier instante-. A veces está también bien pensado el ubicar un buen par de ojos más que una espada más -intentó frenar el encontronazo de los dos compañeros de viaje-. De acuerdo, señores, que van a proteger a un siervo de Dios, y el Cielo recuerda bien estas cosas, créanme. Bien... mantened desde ya los ojos bien abiertos.
Dicho lo cual, acordásteis dispersaros por la fiesta (tampoco muy separados) para cubrir con el resto de los hombres de Sao el perímetro de borrachos, buenas mujeres y colas para coger mendrugos de pan... Era momento de vigilar.
Escena cerrada