Partida Rol por web

La historia del viejo ermitaño

Un largo viaje

Cargando editor
25/01/2019, 16:33
Kalah

Muchos años antes o después del ascenso de Kalah al Hatheg Kla, en algún lugar remoto de la isla de Mu, el chamán conocido como Kadatheron despertó con un sueño extraño, en el que afirmaba haber conversado con un ente ajeno a la tierra.

Esto es lo que, según él, le contó aquel ser:

 

Me acerqué a la cima del Hatheg Kla. Entonces, un poderoso viento oscuro me arrastró a través de abismos sin fondo, y grises regiones de materia informe. Viajé más rápido que el pensamiento, pasando sobre planetas sin luz y desconocidas regiones que bullían a inconmensurable distancia. Las estrellas discurrían con tanta rapidez que parecían regueros de luz entremezclándose en el espacio, simples haces luminosos resaltando contra la oscuridad etérea.

Transcurrió un instante, o un siglo, y aún seguí volando vertiginosamente. Las estrellas escaseaban cada vez más, agrupadas en montoncitos, y parecían buscar compañía en toda aquella desolación. El resto del espacio era solo una negrura inabarcable. Me sentía terriblemente solo en aquel viaje, colgando suspendido en el espacio y en el tiempo, como si no avanzase, aunque realmente la velocidad a la que aquella fuerza desconocida me desplazaba debía ser increíble. Mi espíritu se rebelaba ante la soledad horrible, la quietud, y el silencio de la nada. Era como un hombre sepultado en vida en un sepulcro inmenso y oscuro. Pasaron los eones y vi como se desvanecía el último grupo de estrellas, aquellas últimas luces en un espacio milenario. Más allá, no había nada excepto una oscuridad impenetrable. Era fin del universo.

Grité horrorizado, pero fue en vano, pues continué viajando durante una eternidad interminable, y nada cambiaba excepto el ritmo de los latidos de mi corazón. Entonces, comenzó a hacerse visible una tenue luz verdosa. De alguna forma supe que había atravesado el limbo, y ahora me encontraba más allá del universo, a inconcebible distancia del cosmos conocido. Había cruzado el último umbral, la última puerta. Delante, brillaban dos soles verdes entre los que fui conducido por una velocidad que ahora parecía lentísima. En torno a estos dos soles giraba un solo planeta cuyo nombre adiviné: Sarnoth.

 

Floté suavemente hacia la negra esfera de Sarnoth y pude contemplar una llanura que se extendía debajo de mí, sobre la que descansaba una gigantesca y laberíntica ciudad, informe y desproporcionada bajo la luz antinatural de aquellos soles. Fui guiado sobre sus tejados por aquella fuerza extraña que me arrastraba. Nada se movía en la ciudad, pero tenía la sensación de que allí habitaba algo vivo, un ser corrompido y lleno de maldad que conocía y deseaba mi presencia. Mientras descendía, recobré mis sentidos físicos y sentí un frío helador. Mis dedos estaban entumecidos. 

Mi impulso se detuvo en un espacio abierto donde había un gigantesco edificio con una puerta enorme y abovedada que bostezaba tenebrosa, como las fauces de algún terrible animal primigenio. Este edificio emanaba un aura de palpable malevolencia. Me quedé petrificado y el terror y la desesperación me invadieron. Y mientras permanecía inmóvil frente al monstruoso edificio, recordé, sin saber porqué, un párrafo de uno de los millares de legajos de Barzai: " En un espacio abierto en el centro de la ciudad, se yergue el palacio de Nyarlathotep. Allí se pueden aprender todos los secretos, aunque el precio de esos secretos es verdaderamente horrible".

Aunque el pensamiento de entrar en aquella estructura me aterraba, caminé y atravesé el enorme portalón, como si una mente que no fuera la mía guiara mis pasos. Y fue allí, en una una tétrica luminosidad, donde contemplé lo que nadie debería ver nunca. A ambos lados de una sala abovedada, sostenida por pilares de ébano, se delineaban criaturas con formas de pesadilla. Me horrorizó contemplar a dos de ellas. Una tenía la cara de chacal y otra parecía una Gran Madre, horriblemente obesa. Muchas de ellas estaban formadas por materias incalificables, solo vagamente humanas. Ninguna criatura era bípeda, y sus formas de caminar y de hablar no eran simplemente comprensibles por la mente humana ni sus ridículos y primitivos sentidos.

Grotescos seres encorvados me espiaban, y otros observaban con malignidad. Entre todas aquellas criaturas amorfas e infernales, mi cuerpo luchaba contra mi alma. Unas garras me asieron por brazos y piernas, y mi estómago se retorció de asco al contacto de aquellas carnes putrefactas. El aire estaba lleno de gritos y aullidos y las figuras danzaban con obscenidad a mi alrededor, deleitándose en aquel ritual blasfemo y despiadado.

 

Al final de la enorme sala, perdido en la distancia, aguardaba el horror último, el amo del palacio, Nyarlathotep. El primigenio me observó atentamente. Su mirada quemaba mis entrañas, llenándome de un horror tan espantoso que cerré los ojos para evitar aquella visión de infinita maldad. Mi conocimiento no era nada con el que poseía el habitante de aquel oscuro mundo, no podía hacer nada y, mientras tanto, el absorbía mi existencia, arrebatándome la vida poco a poco.

Apenas sin sentirlo, algo se esfumó de mi ser, algo insustancial, pero totalmente necesario para la existencia. Había ido demasiado lejos y ahora estaba pagando el error. Mi visión se nubló con miles de rayos e imágenes de mi familia flotaban ante mis ojos y luego se desvanecían como si nunca hubiesen existido.

 

Me disolví en la no existencia. Me elevé sin cuerpo, escurriéndome sobre las cabezas de aquella hueste de pesadilla, a través de la fría mampostería del palacio, que ya no era un obstáculo para mi etéreo avance. Juraría que no estaba vivo ni muerto, aunque la muerte hubiese sido un final mejor.  

Cargando editor
25/01/2019, 17:20
Kalah

En algún lugar del espacio y en algún momento sin determinar...

 

Allá, en la lejanía, tililaba la mortecina luz de una supernova. El leve parpadeo contrastaba con la densa y negra quietud en la que flotaban los deshilachados retales de lo que un día fue la conciencia de un ser llamado Kalah. 

Un número infinito de puntitos de luz, inmutables, eternos, brillaban también contra el fondo oscuro. Impasibles. En apariencia al alcance de la mano, pero en realidad situados a distancias imposibles incluso de entender. Y hasta la lucecilla parpadeante de la nova no era más que una mentira visual: situada a muchos miles de años luz, lo que en realidad percibía la maltrecha conciencia era solo una imagen del pasado. La Mente era una vaga sombra de lo que una vez fue, un cascarón flotando inmóvil bajo el resplandor indiferente de un millón de estrellas muertas mucho tiempo atrás.

Sin gases que transmitieran el sonido en el vacío, lo que un día fueron oídos perdía su utilidad. Y en realidad tampoco sucedía nada que pudiera ser oído. No sucedía nada en absoluto. Pasaban las eras y todo permanecía. Solo aquellos vagos y suaves tirones gravitacionales rompían la monotonía, cuando, a millones de kilómetros de distancia, la danza de algún cuerpo invisible lo llevaba lo suficientemente cerca de la Mente como para perturbar su débil masa.

Al principio, la Mente fantaseó con la posibilidad de desplazarse lentamente hasta alguna estrella y dejarse caer en su interior para allí ser, al fin, consumida. Pero nunca logró moverse. Solo podía contemplar.

Y contemplaría. A medida que el universo continuara expandiéndose, los débiles puntos de luz que iluminaban a la Mente se alejarían más y más hasta dejar de ser visibles. Y cuando el fin del universo estuviese próximo, la Mente flotaría,  congelada, en el vacío absoluto, en una negrura en la que solo la radiación invisible y solitarias partículas elementales le harían compañía.

Desaparecidas en ese punto las barreras entre las dimensiones, desaparecida la propia existencia, la Mente contemplaría entonces a las infinitas versiones de sí mismo. Miles de millones de pequeños seres, cada uno de ellos flotando aislado en su propio universo agonizante, todos engarzados en las celdas hexagonales de un panal de escala cósmica.

No se comunicarían. Pero cada uno de ellos sería, para los demás, un recordatorio permanente. Un reflejo de su propia expresión de horror.

Cargando editor
29/01/2019, 07:45
Narrador

Notas de juego

Por lo que me comentaste, Kaori quiere contemplar, así que continúa su ascenso. Debe hacer dos tiradas, en este orden para ver qué le ocurre (haz las tiradas solo, no postees nada de relato de momento).

- Haz una tirada de conocimiento a dificultad 5 (1 dado de 6). Si llegas a 5, podrás contemplar a los Otros Dioses en alguna de sus formas. Si fallas la tirada, no contemplarás.

- Haz una tirada de cordura (1 dado de 6). Si has podido contemplar en la tirada anterior, tienes un +1 al dado (se supone que ver a los otros dioses afecta a tu cordura).Si te sube la locura, lo hace en 2 puntos. No pasaría nada si fallases porque quedarías a locura 5, por lo que no morirás por ese motivo.

 

Después de que hagas estas tiradas te pondré un post, y tendrás que hacer una última tirada en la que se verá si definitivamente Kaori muere o sobrevive. El ultimo post lo redactarás tú.

Cargando editor
29/01/2019, 08:07
Kaori
Sólo para el director
- Tiradas (2)
Cargando editor
21/02/2019, 08:21
Narrador

Kaori vió a Kalah ser absorbido por un canal de luz que parecía descender del cielo. Sin dudarlo un segundo, avanzó hacia el mismo punto que el escriba y se dejó caer. Se tumbó boca arriba, cerró los ojos, y aguardó su momento. Pero este no llegó. Por algún motivo, los Otros Dioses no la consideraban digna de atención. Se levantó furiosa y se encaró con los prismas danzantes, que se movían a su alrededor con insultante indiferencia. La mujer lobo les insultó, les gritó e incluso trató de golpearles, pero estos se disolvían igual que lo hace el viento entre los dedos. Enloquecida y sintiéndose humillada por la falta de atención de las divinidades, se acercó hacia los pertrechos del desaparecido Barzai y comenzó a revolver entre los legajos.  Tomo algunos de ellos, los pocos que podía entender, y los recitó de forma desordenada y frenética, pero sin efecto alguno.

Cuando se creía ya totalmente abandonada a su suerte, vio aparecer a su lado la figura del presuntamente fallecido Ataal. Su rostro carecía de expresión, como si su miedo cerval a escalar el Hatheg Kla hubiese quedado muy atrás. Cuidado con lo que deseas - le dijo a la muchacha, fijando su mirada en ella. No desestimes la piedad que ellos te ofrecenKalah, Barzai y yo mismo pagaremos nuestra afrenta por toda la eternidad. Burlamos los deseos de los Otros Dioses. Todo conocimiento tiene su precio, un precio que no merece la pena pagar. Disfruta de tu ignorancia. Encuentra regocijo en la mundanidad. Rehúsa a tu sed de conocimiento, ahora que puedes. Ataal hizo un gesto con su brazo derecho, pasando su túnica por la cara de Kaori durante una fracción de segundo. En ese espacio temporal, las retinas de la mujer lobo se empañaron y por ellas pasaron infinitas imágenes de los castigos impuestos por los Otros Dioses a aquellos que, voluntariamente, hollaron sus lugares sagrados: hombres convertidos en piedra y abandonados en las cumbres de las montañas como advertencia, sabios calcinados hasta los huesos sin piedad, seres esclavizados en planetas oscuros al servicio de criaturas informes, personas reencarnadas en insectos fungiformes, e incluso seres flotando en el espacio por toda la eternidad.

¿Es esto lo que deseas?...

 

SEA

Notas de juego

Kaori no contempla a los Otros Dioses.

Su locura queda finalmente en 5. A puntito de perder el norte, pero aguanta.

Endika, mi idea era que Kaori fuese "preñada" (no por vía de la práctica sexual, obviamente) por alguna deidad aberrante y después fuese abandonada en algún punto indeterminado del planeta para dar a luz e iniciar la crianza. Puedes narrar una escena sobre el nacimiento de la criatura, o sobre las características de la misma... Puedes optar también por narrar simplemente como Kaori es devuelta a algún punto inferior del Hatheg, tú mismo. Tira de imaginación para elegir la deidad que preña a tu pj.

Con tu post cerramos la historia de Kaori.

 

Cargando editor
08/03/2019, 10:14
Kaori

Qué distante en el espacio y en el tiempo le resultó a Kaori el recuerdo de la imponente mole rocosa cubierta de nieve y niebla. Y qué difusos los vagos recuerdos de sus compañeros de viaje. 

La aguerrida joven despertó sin saber cómo en una región desértica. Nada había a su alrededor más que una extensión infinita de arena y un sol abrasador.

Desconcertada, avanzó y avanzó sin rumbo fijo, de forma más bien automática, sin propósito. Porque, ¿qué iba a hacer si no? 

Sin agua y sin alimentos, acabó desfalleciendo y no pudo sino dejarse llevar. La siguiente vez que Kaori abrió los ojos se encontró atada y siendo transportada por unas extrañas figuras al interior de una pirámide que no recordaba haber visto en su deambular. 

Pensó en resistirse, aunque pronto abandonó la idea. Sin haber logrado contemplar a los verdaderos dioses, sin sus compañeros, sin propósito. ¿qué le quedaba? Nada. Quizás esos extraños fuesen a poner fin a su absurda existencia. Quizás la idea no fuera tan desagradable.

Fue conducida a una cámara en el interior de la pirámide. Una vez allí la liberaron de sus ataduras y la tumbaron sobre una superficie de piedra. Probablemente aquellos seres percibieron que ya no tenía suficiente voluntad para resistirse. 

Esperó el momento en el que pusieran fin a su vida, pero este no llegaba. En cambio, comenzaron a realizar un ritual donde ella era la protagonista. Algunos de los seres tocaban extrañas y disonantes melodías en raros instrumentos. Otro se acercó a ella y le dio de beber un líquido de naturaleza indeterminada que reposaba en un cuenco de arcilla. Otros dos comenzaron a decorar el cuerpo de la muchacha con extraños símbolos.

Probablemente aquel líquido produjo en Kaori un estado de conciencia alterada que le daba a todo aquello una apariencia onírica. 

De pronto, contempló un trono de piedra que antes no estaba allí, o por lo menos no había reparado en su presencia. Sentado en él, había una imponente y tétrica figura. Iba ataviado como un faraón. A pesar de que se encontraba sentado, se notaba que era alto y musculoso, además de puramente negro. Su rostro tenía rasgos indefinidos pero cadavéricos. Estaba claro que no era de este mundo o de este plano de existencia. 

Aquel ser desconocido para Kaori abrió su boca en una grotesca muesca, y de ella surgieron una infinidad de serpientes. Los reptiles se desplazaron lentamente por el suelo, rumbo a la superficie donde se encontraba. Comenzaron a reptar sobre ella hasta llegar a su rostro, y una tras otra, comenzaron a introducirse por su boca, provocando un dolor desgarrador. ¿Cómo era posible que cupiesen en su interior? Antes de perder la conciencia, pensó que moriría asfixiada y que la harían reventar desde dentro. 

Debió de perder la consciencia nuevamente. Pero una vez más, despertó. Esta vez ya no estaban presentes las criaturas humanoides. Tan solo quedaba allí el escalofriante faraón negro. 

Kaori escuchó una voz de ultratumba y miró en dirección al trono. El ser no movía la boca. Más bien proyectaba su voz en el cerebro de la mujer. 

"¿No querías la atención de los dioses, miserable mortal? Los otros no te han prestado atención. Pero yo sí. Servirás a mis propósitos engendrando a un hijo mio, un semidios al que le esperan grandes planes. Ya estás encinta y tu destino está sellado".

Ese fue el conciso pero claro mensaje de Nyarlathotep, conocido como el caos reptante o el faraón negro entre otros muchos nombres. 

Kaori sintió un terror indescriptible. Pero a la vez se sintió alagada por ser escogida por uno de los dioses. Al menos su vida, tendría nuevamente un propósito, si es que sobrevivía al parto de la monstruosidad que albergaba en su interior. Porque eso es lo que era, una criatura grotesca.

No había nacido, ni ella sabía cuándo llegaría el momento, pero cada vez que se sumía en el sueño, podía contemplar cómo sería su hijo. Un ser con forma humana, pero con rostro lobuno  y con serpientes donde debían encontrarse los dedos de las manos en un embarazo que no fuera contra todas las leyes de la naturaleza.

Ya no le quedaba más opción que esperar pacientemente. Quizás tuviera que criar a aquel ser. O quizás la desgarrase para salir al exterior, o simplemente nacería para después alimentarse de ella. Eso, solo el tiempo lo diría. 

 

Cargando editor
01/04/2019, 08:39
Narrador

Notas de juego

Por lo que me comentaste, Haku quiere contemplar, así que continúa su ascenso. Debe hacer dos tiradas, en este orden para ver qué le ocurre (haz las tiradas solo, no postees nada de relato de momento).

- Haz una tirada de conocimiento a dificultad 5 (1 dado de 6). Si llegas a 5, podrás contemplar a los Otros Dioses en alguna de sus formas. Si fallas la tirada, no contemplarás.

- Haz una tirada de cordura (1 dado de 6). Si has podido contemplar en la tirada anterior, tienes un +1 al dado (se supone que ver a los otros dioses afecta a tu cordura).Si te sube la locura, lo hace en 2 puntos. No pasaría nada si fallases porque quedarías a locura 5, por lo que no morirás por ese motivo.

 

No narres todavía nada, decidimos la narración después de las tiradas.

Cargando editor
08/04/2019, 11:21
Haku
- Tiradas (2)

Notas de juego

Conocimiento 6 (veo a los dioses en todo su esplendor)

Locura: sería 5 en total con el más uno. 

Cargando editor
24/04/2019, 23:23
Narrador

Notas de juego

Haku contempla a los Otros Dioses.

Su locura queda finalmente en 5. A puntito de perder el norte, pero aguanta.

Ya que Haku es el único hombre que ha sobrevivido a la excursión, mi idea es que él sea el viejo narrador del desierto. En principio parecería que era Barzai, el viejo clérigo, pero era Haku. Puedes narrar varias cosas:

1. Cómo son lo dioses que ve Haku, apoyando tus descripciones con lo que pone en los últimos posts de Kalah. Una especie de bestezuelas nauseabundas y danzantes, con Nyarlathotep como líder. Puede haberlas visto tras viajar por el espacio (siendo absorbido) o por telepatía, como tu veas.

2. Los dioses advierten a Haku de que no debe visitar de nuevo las montañas, pero le perdonan la vida con algún propósito a tu elección: que narre lo que vio para prevenir que otros exploradores visiten las montañas y molesten a los Dioses de la Tierra y los Otros Dioses que les custodian (aunque está algo loco y pocos le creerán), que cuide de la criatura nacida de Kaori, o lo cualquier otra cosa que consideres.

3. Haku queda con secuelas mentales por haber visto a los Otros Dioses y vagará el resto de su vida por los desiertos sin rumbo aparente (mi idea es que va a los desiertos intentando alejarse lo máximo posible de las montañas, para no volver a ofender a los Dioses, que como ya sabes, viven en las montañas y no desean ser visitados).

Puedes poner tu post en abierto. Será el último, a falta de uno mio para cerrar.

 

Cargando editor
20/05/2019, 13:09
Haku

Todo el grupo se acercó para contemplar a los dioses. Para eso habían realizado todo aquel viaje, para eso habían venido. Y todos vieron a los dioses… y eso fue la perdición de todos. Ajeno a lo que sucedía a sus compañeros de viaje, Haku contempló el rostro de los Dioses y su mente y consciencia estuvo a punto de fracturarse en mil pedazos. El séquito de los Dioses eran criaturas horrendas y deformes, y el rostro de los Dioses Antiguos, no había palabras para poder describirlos, solo el horror y la locura. Cualquier ser humano se volvería loco tras ver lo que nunca debía ser contemplado, pero Haku sorprendentemente resistió. Su mente, frágil por toda aquella travesía, logró aguantar su ya de por sí precaria cordura. Y de eso se dieron cuenta los Dioses, y eso fue su perdición. De entre todos ellos, destacó uno que se acercó lentamente hacía él. Vestía con una túnica amarilla y la capucha le tapaba su rostro. Solo podía discernir unos ojos amarillos que estaban fijos en él. Haku quería apartar su vista, pero no podía hacerlo. Tú mortal has sido el elegido- susurró la voz en su cabeza- tú serás nuestro mensajero. Tuya será la misión de impedir que más viajeros vengan a molestarnos a nuestro reino. Y protegerás a nuestro heraldo para que, cuando esté preparado cumpla su cometido. Alzó su mano y señaló a Haku, el cual recibió un dolor indescriptible en el cuello y justo en ese instante perdió la consciencia… ***************************************************** El anciano que vagaba por los desiertos de más allá del rio Ski se recuesta, una vez finalizada la historia. El mercader le mira en silencio, sorprendido por toda aquella historia. En otras circunstancias pensaría que aquel anciano estaba completamente loco, pero algo en su mirada le hacía creer lo contrario. Durante unos minutos nadie dijo nada, hasta que el mercader rompió el silencio con una pregunta: ¿Y que fue… que fue de la cri… del hijo” de Kaori? El anciano gira lentamente y le mira con suma tristeza. Vive- responde- y se alimenta, preparándose para su misión. Es el heraldo de los Dioses Antiguos al fin y al cabo- el anciano agacha la cabeza- lo siento- musita. El mercader le oye sin comprender, pero no tiene tiempo a pensar en nada más. Como por arte de magia el mercader nota un poderoso bocado en su cuello, mientras unas enormes garras atraviesan su pecho. No tiene tiempo ni tan si quiera para gritar. La criatura, la hija de Kaori comienza a devorar el cuerpo sin vida del mercader. Mientras tanto, Haku se levanta de su asiento y mira hacia el horizonte. Se lleva su mano al cuello, el lugar donde se encuentra la marca que le hizo el Rey Amarillo. Esta le avisaría cuando la criatura estuviera lista para el objetivo que estaba encomendado, pero aún no, aún no. Haku había cumplido su misión: durante siglos –pues la marca le había dado una longevidad extraordinaria- había impedido que más peregrinos fueran a visitar a los dioses antiguos y había estado alimentando a la criatura desde entonces, con viajeros solitarios y los peregrinos que tenían intención de buscar el rostro de los dioses antiguos. ¿Cuánto le quedaba para finalizar aquella misión? Haku lo desconocía, pero intuía que le quedaba poco, muy poco. Y cuando eso ocurriera un cambio sucedería en el mundo y nada sería igual a partir de ese instante. Pero aún no, aún no. Notó una mano que agarraba la suya. Miró a su lado y vio a la criatura en su forma humana, una mujer joven y hermosa, idéntica a quien fue su madre, la peregrina Kaori. ¿Vamos?- le preguntó sin decir palabra alguna. El anciano asiente en silencio y comienza de nuevo a caminar. El anciano camina y camina. Desde hace ya muchos años no hace otra cosa que poner un pie delante del otro y avanzar con pesar hacia ninguna parte...

Cargando editor
23/05/2019, 12:57
Narrador

Notas de juego

Me parece perfecto el cierre David, Haku es el narrador y está cuidando de la criatura. Lo pongo en abierto.