Partida Rol por web

Hierro veia como se acercaba el jinete desmontando, y veia como el detective se congelaba y balbuceaba, no lo soportó y fue a hacer lo mas sencillo y efectivo. Le quitó la bolsa de las manos, y se acercó al portal mientras la sacaba y tiraba la bolsa de manera teatral a su paso. Se colocó junto al portal, sosteniendo la cabeza cortaba a la vista en el centro del portal. 

- Sir Baltus Brom! - Gritó alzando su voz metalica con cierta reverberación. - Debe debe dejar este lugar! Debe dejar este plano! Y debe volver con su amada y descansar al fin... - Y asi, con precisión razonada, con frases cortas y claramente entendibles y aludiendo a los sentimientos del jinete fue como trató de convencerlo. Si aceptaba le ofreceria su trofeo de manera respetuosa. 

   Mientras sacan de la posada los que quedaban, pues no veo que se me largan todos... si no fuera porque la posada está en llamas, me metía a trasegar buen vino, pero...

   Me pongo en camino mientras extingo la esfera de fuego.

   - Estos mozos, siempre con prisas, ve vigilándoles Azbache, no sea que se metan en líos. -

   Y ahí que voy, a ver que pasa.

Viendo la situación, y sabiendo que aqui pueden repartirse golpes como panes, antes de que Sir Baltus haga acto de presencia levanto mi espada en alto y exclamo

"Por el poder de Agathys!! Yo tengo el PODER!"

Durante un momento, en un simple parpadeo, una armadura de hielo aparece cubriendome, sólo para volverse traslucida y luego completamente invisible. No se quien es Agathyss, pero su armadura es BRUTAL.

"Esto... Sir Baltus, si estas dispuesto a luchar, ESTE SITIO no es digno. Sólo este lugar lo es" y le señalo el lugar donde conoció el amor, el honor y la dignidad "Cruza este portal, y si quieres luchar, lucha como Sir Balthus, no como Jack"

Y ante el asombro de todos, el androide, con su voz metálica y ni un solo ápice de carisma ni emoción transmitió algo al espíritu, algo que no se podía entender con palabras.

Sir Baltus vio entre las brumas interdimensionales del portal una sombra, un reflejo verde y espigado. Una dríade, una de las criaturas más vellas del mundo de las hadas: seres de luz, protectoras del bosque. Y allí estaba, tan cerca y a la vez tan lejos.

Los ladridos de la mascota de Hierro rompían el silencio sepulcral de la escena. Quatian respiraba y expiraba humo, listo para una última batalla pese a estar exhausto. Zildjian pasó la cabeza al dracónido y este, tras levantar su espada en señal de respeto, con la otra mano le enseñó su cabeza, su calavera.

Sir Baltus la cogió y la miró y por unos instantes el mundo se congeló: allá delante del portal aquella criatura infernal os enterneció. Se la colocó encima de su cuello y mágicamente los músculos, los tendones y finalmente la piel y el pelo volvieron a su sitio. El rostro magullado, lleno de cicatrices de Sir Baltus quedó a la vista de todos. Os sonrío y, finalmente, cruzó el portal para unirse con su amada. Nunca jamás nadie le castigaría por estar enamorado de alguien.

Y con ese momento de amor, la maldición de Winding Road finalizó. Con la llegada del alba llegó Azabache y, minutos más tarde, su dueña: la vieja Gertrudis.

Todo había acabado y, por suerte, nadie (importante) había muerto. Había habido un incendio, un puente destrozado, un troll muerto, una vieja bruja huida pero vosotros habías resuelto el problema de la maldición. Ahora solo debíais continuar el camino para entregar vuestro cargamento a los rebeldes de la Pluma Negra aunque eso será una historia que hoy no toca contar.

FIN