La rabia y la frustración la comían por dentro. La mirada de Tau revelaba sus pensamientos, pasando a mil por hora en su cabeza tratando de encontrar una solución.
No era el único que pensaba en ello. Pero Sajára lo tenía claro. La única manera de acabar con esta locura, era acabar con aquel que manejaba las cuerdas.
Quizá una daga se escapara en el combate con la suficiente fuerza como para alcanzarle. Quizá resbalara y se abriera la cabeza en la arena.
Hasta sus propios pensamientos la enrabietaban más y más.
- "¡Con lo bien que empezó la noche!"
Todo mientras aprovechaba la confusión regente para hacer lo que mejor se le daba. Tratar de acercarse sin que la vieran venir.
Doblo las rodillas para distribuir el peso, de tal manera que sus pasos se hicieran sordos para los demás.
Sus compañeros se lanzaron al combate, y aquello parecía más una danza que un combate. Tau esquivaba cada uno de los golpes. Y por cada uno que esquivaba y no devolvía, Sajára sentía un poco más de alivio, mientras daba otro paso silencioso hacia la espalda de Tau.
- Deja que tus pies dibujen el suelo sobre el que caminan, pequeña Sayi.
Uno a uno intentaron con todas sus fuerzas derrotar al León, pero este era más rápido, y los conocía bien.
- Siente el aire y la tierra que pisas. Si sigues su ritmo, ningún sonido te delatará.
Sajára se acercó por la espalda de Tau, subió su mano y se lanzó al corte sobre el hombro izquierdo de su oponente. León esquivó el golpe con un movimiento rápido y certero, mientras ella volvía a intentarlo sin éxito una vez más. Fue en la tercera estocada, que iba directa a su pecho, en la que Tau intervino cogiéndola de la muñeca.
Sajára miró a su oponente y amigo a los ojos, tratando de encontrar un punto de conexión, una forma de conexión que no implicara al titiritero. Quizá podría decirle que hacer, quizá podrían idearlo entre los dos. Quizá…
Un segundo después, estaba volando en el aire. Tau la había apartado de la pelea sin ni siquiera esforzarse.
Los demás hicieron su parte, y solo Killian logró rozar la piel del León.
- "¿Eso es todo?" , se mofó el León.
- “¿Tiene un plan?” Se preguntó Sajára.
- “Eso espero” Pensó una voz en su cabeza.
- “Eso espero” Repitió Sajára.
Nathan se lanzó furioso al ataque, furioso, pero no con su contrincante, sino con el titiritero. Deseaba ver la cabeza de Ziya clavada en una pica por lo que había hecho y lo que estaba haciendo, pero en aquel momento, no podía sino arremeter contra Tau.
Un intento, dos... y así hasta seis, todos inútiles e insuficientes ni siquiera pudieron rozar al León, aunque lejos de cabrearle más, le tranquilizó. Habría gritado de júbilo si pudiera, o si su tosca y ruda forma de ser se lo permitieran, cosa que no.
Ideó mil y una vez en su cabeza como iba a liberarse del control, y como iba a acabar con Ziya suplicando de rodillas por su vida. Aquellas ensoñaciones terminaban siempre de mil y una maneras diferentes, algunas con Ziya muerto, otras con Tau ordenándole que lo dejara con vida, otra con sus amigos llorándole para que no lo matara... hasta que un golpetazo lo sacó de su sueño. Tau había lanzado a Njal contra él y ambos habían trastabillado hasta casi caer al suelo. Poco tiempo pasó hasta que Nathan sintiera de nuevo esas ganas de lanzarse a la muerte contra su amigo llevado por aquellos hilos invisibles que le hacían volver a la carga una y otra vez.
Y todos se empezaron a mover al unísono. Los lobos contra el león. De alguna forma consiguieron no tropezar entre ellos, como si estuvieran sincronizados de alguna manera. Njal podía verlo. Sus ojos no estaban bajo su control, ciertamente, pero cuando miraban hacia donde debían podía ver claramente la oscuridad que les apresaba a todos. Incluido a él.
Pero poder verla no significaba poder combatirla, por lo visto. Lo intentó con todas sus fuerzas al principio, pero pronto el frenesí de la batalla le obligó a centrarse en otra cosa.
Combatían contra Tau, aunque fuera involuntariamente. Contra un enemigo de tal envergadura, no podía menos que aplicar toda su concentración en el combate. El más mínimo fallo y el León les hincaría el diente. Así que aunque fuera contra su voluntad, aunque no quisiera luchar… se esforzó en hacerlo, siguiendo los designios de Ziya. ¿Qué otra opción tenía si quería sobrevivir?
Njal corrió entre sus compañeros, lanzándose a la carga justo después de que Tau desviara con su escudo los ataques de Nathan, intentando aprovechar que estaba distraído. Atacó con la palma abierta en la espalda de su jefe, solo para ser esquivado con la mínima expresión de un movimiento, recordándole en gran medida a su propia técnica. Njal plantó los pies en el suelo, y usó el derecho para pivotar e intentar alcanzarle con una patada en las costillas.
Tau se echó hacia atrás, como si estuviera jugando al limbo, y Njal pudo sentir como su pantalón rozaba el pecho del mismo, el pie pasando a escasos centímetros de su barbilla. Casi.
Njal entonces dejó que la inercia le hiciera seguir girando, cambiando de pie en cuanto el primero tocó el suelo, intentando un golpe del revés más bajo a la altura de las rodillas, pero este no tuvo ni que esquivarlo, ya que se quedó corto.
Tau empujó a Njal contra Nathan, sacándolos a ambos del combate por unos momentos. Ambos se recompusieron del choque sin mediar palabra, pero en una extraña armonía inducida por la magia. Era una lástima que fuera bajo el control de otros cuando mejor trabajaban todos juntos. Su cuerpo pausó unos segundos para recuperar el aliento, y observó la batalla.
Observó anonadado – al menos en el interior, ya que su yo exterior era bastante impasible en esos momentos – como Tau se limitaba a esquivar y bloquear, conteniendo los contraataques, aunque pudo ver claramente cómo creaba muchas ocasiones para ello.
Njal sonrió, externamente porque así la orden de matarlo era más fácil, con menos riesgo, pero internamente porque si Tau no tenía intención de matarles, Njal podría dedicarse a intentar recuperar su cuerpo, o descubrir como anular esos anillos de oscuridad.
“Aún hay opciones” – pensó – “Þakka guði(1), aún podemos evitar esto. Solo hay que recuperar el control…”
(1) - gracias a los dioses
>>Arañar la realidad. Eso es lo que hubiera hecho. Desprenderme de la coraza muerta, el lastre que representaba mi cuerpo en aquel momento, desde mi cubículo en la cuál era desterrada en mi propia mente. ¿Es esto lo que siente un loco?
Enajenados, todos, uno tras otro atacaron a Taü en contra de su voluntad. Sus miradas inexpresivas, tanto como sus bocas o la cara entera no contaban la tragedia que tras ellos sufrían. Sus cuerpos ágiles se lanzaban a un combate perverso, macabro para sus mentes, impensable para sus corazones. Enfrentarse a Taü, uno de sus mejores hermanos en el combate, fue para Sangre un dolor tan terrible que hasta el alma se le desgarraba en pedazos.
Las armas bailoteaban al son del aire, al son de la arena y el sentimiento de sangre arraigado al que solían acometerse; todos a un mismo objetivo formidable que no dudaría ni un segundo en acogotar sus suaves cuellos bronceados de un tajo con su arma como si de un pobre animal se tratara.
Con su daga en mano y en posición, Sangre se lanzó al combate tras sus amigos. Cada uno con su estilo se lanzó a la batalla del todo o nada: uno contra cinco.
>>Ziya, si salgo con vida de esto...
El cuerpo de Sangre se abalanzó a su presa como un lince. Una cuchillada salió volando hacia el cuerpo de Taü al acercarse rauda, pero el contrincante prevenido solo tuvo que moverse para esquivarlo.
>>...¡!¡jajajajaJAJAJAJajAJAJAjajajAJA!¡!...
Tan rápido como pudo actuar el cuerpo de Sangre, giró sobre sí misma para clavar otro tajo en su costado, pero ni corto ni perezoso su contrincante ya le había leído el movimiento inclusive antes de empezarlo. Otro ligero movimiento de cuerpo y la tajada de Sangre se volvió a clavar en el frío aire.
>>...¡INÚTIL! !JAAAAAAJAJAJAJAJA¡...
Sangre se reía como una loca poseída dentro de su mente, y de haber podido, habría maldecido a Ziya de su lastimosa actuación infructuosa contra su amigo el León. Pero justo después de su risa, su cuerpo volvió a actuar con una rabia insatisfecha que hasta Sangre la sintió desde su cárcel. Otro tajo se lanzaba hacia Taü cuando Gëhênna inclinaba el cuerpo hacia adelante. Esta vez, tan infructuosa como antes, el ataque de tan de cerca hizo que con un ágil movimiento de mano Taü diera un golpetazo y Gëhênna saliera despedida hacía atrás.
>>... ¡¡VOy A ClaVARTe Un PUÑal y TE SAcArÉ El CORazÓN!!
La situación se volvía controlable para Taü. De momento solo Killian había logrado hacerle sangrar. ¿Pero hasta cuándo? Si la situación lo requería... ¿Estaría dispuesto Taü a suicidarse en pos de los demás?.
Los "silenciosos" se postraban allí, de nuevo alrededor de Taü. Haciendo honor a su nuevo nombre. ¿Por cuánto más?...
Los “silenciosos” bailaron al compás del control de Ziya y se abalanzaron sobre León, como si de una danza previamente ensayada se tratase.
Nathan, Njal, Sajára… Tau se enfrentó a ellos, pero, lejos de responder a sus ataques, se dedicó simplemente a esquivarlos y quitárselos de encima intentando hacerles el menor daño posible, o eso le parecía a Elain. En su mente, se alegraba de que sus compañeros no hubieran estado acertados en sus golpes y arremetidas y que León sólo se estuviese defendiendo.
Bajo el control del bastardo traidor, Hierbas entró en acción después de que Tau empujara a Sajára. Se plantó en posición de tiro, tensó la cuerda y la flecha salió disparada.
Escudo… ¡Bien!
El sonido del metal de la flecha contra el del escudo hizo que sonriera en su interior. Se estaba felicitando por haber fallado mientras su mano cogía con rapidez otra saeta y la enviaba hacia su hermano lobo, que, con una ágil voltereta, la evitó con facilidad y astucia, pues dejó a un esbirro de Ziya, que trataba de atacarle por la espalda, indefenso ante el disparo de Elain.
¡Muy bien jugado!
Hierbas no cabía en sí de gozo por dentro; no había sido capaz de librarse del control mental, pero la suerte parecía estar de su lado y no estaba cumpliendo los planes de Ziya, o sea, matar a Tau.
Antes de que el cuerpo del atacante tocase el suelo, Elain ya había dispuesto una tercera flecha en el arco, pero, esta vez, León sólo tuvo que tocar ligeramente su brazo para desviarla y que saliese despedida al aire. Después, empujó a Hierbas para apartarla de su camino.
Si hubiese podido sonreír, lo hubiese hecho. Admiraba desde siempre la destreza de Tau en combate y, ahora, siendo su obligada enemiga, se alegraba de estar lejos del nivel de su rival y que éste hubiese salido ileso tan fácilmente de sus ataques.
Tras el empujón y para evitar la caída, Elain apoyó la mano libre (en la otra seguía sujetando el arco) y una rodilla en el suelo, dio una voltereta, se dejó caer sobre la misma rodilla y, con el impulso, se deslizó un par de metros sobre la arena hasta ponerse al lado del cadáver del chico de Ziya. Arrancó la flecha del cuerpo y la dispuso en el arco para volver a atacar.
¡Maldito Ziya!
Elain lo maldijo con rabia. Él conocía muy bien las técnicas de combate de cada uno y sabía que ella tendría más posibilidades si se mantenía en el combate a distancia. Y lo maldijo también porque el obligarle a realizar esa maniobra quería decir que se había dado cuenta de que le escaseaban las flechas y no podía desperdiciar una de las ya lanzadas que había quedado tan a mano.
Tras rearmarse, alcanzó a ver como Killian no erraba del todo en sus estocadas y hacía sangrar a Tau.
¡Tengo que librarme de tu control y, cuando lo haga, reza a “tus” kalih para que ya no tenga una flecha cerca, porque, si no, irá directa a tu cabeza!
Elain deseaba saber las razones por las que Ziya había y estaba actuando así, pero no estaba dispuesta a quedarse de nuevo sin familia. La rabia, la ira, la impotencia de no poder controlar su propio cuerpo y de ver a sus hermanos enfrentándose como ella a Tau en contra de su voluntad estaban pudiendo con su voluntad y comenzaba a dejarse llevar por esos impulsos en vez de por la razón. En su interior, sus sentimientos y su mente se debatían entre lo que creía correcto y la sed de venganza.
Un par de lágrimas recorrieron sus mejillas.
Se ve que esto escapaba a tu control, Ziya…
Esas lágrimas eran la muestra de una amalgama de sentimientos. Por un lado, eran de alivio, al ver que los ataques del grupo apenas habían dañado a Tau; por otro, reflejo de su lucha interna entre lo que creía que debía hacerse y lo que su ira le hacía pensar; y, por último, de la impotencia de no ser capaz de recuperar el control de su cuerpo por mucho que lo intentaba.
Sólo quedaba esperar que la suerte siguiese de su lado mientras seguía tratando de recuperar el dominio de sus acciones.
El combate era largo, crudo y las muestras de agotamiento no se hacían de rogar. El sudor bañaba la frente de Tau y a pesar de ello su defensa era como la de una falange, con tan solo una rodela de madera, su esquiva era la de un acróbata con la gracia de un bailarín y su espada era un segundo escudo que se desvivía por mantener vivo a su amo a costa de su propio filo.
Los ataques que se sucedieron no trajeron si no otro espectáculo visual y una ira creciente por parte de Ziya que había subestimado sus posibilidades en este macabro juego. Tau giraba, paraba los golpes y esquivaba las flechas de una manera que solo podía considerarse más allá de un humano. El cinto rojo que colgaba de su cintura se movía tan rápido que conformaba rayos carmesí en el aire. Si los Kalih habían iluminado a alguien, ese era Tau.
“Analizando:
…
Agotamiento creciendo
Riesgo para el individuo 20%”
Y llego, porque todo llega. Primero un golpe del bastón de Natham dio en el codo en vez del escudo, encajo una patada de Njal en el costado, un corte de Sangre en el pecho, una punzada de Bibliotecario en el hombro, Ojeras cortó su vientre y lo más doloroso, Elain acertó en el otro hombro. Todo superficial, la sangre no llego a la arena, pero había sido tocado.
Tau cayó de rodillas al tiempo que dos lobos más intentaban resistirse y eran ejecutados en el acto. Se arrancó con rabia la flecha y la partió, esa no volvería a dañarle.
“30%…
…Mata…”
Su mente decidió tomarse unos segundos de descanso y voló al pasado, a un tiempo peor, a un tiempo sin la familia, sin los lobos, a un tiempo anterior a las calles de Al Kairr, la capital de Estigia y de la banda del “Príncipe”. A un tiempo de fecha incierta.
***
Tau recibió una patada en su joven vientre, una especialmente fuerte, callo y rodo por el suelo varios metros. Intento incorporarse tras eso, escupiendo sangre sobre el verde pasto sin saber que sería la última vez que vería un paisaje así en mucho tiempo.
- ¿De verdad es necesario todo esto? – Replico el chico sin fuerzas para levantarse.
- Solo amplio tus posibilidades. – La mujer que le estaba dando una paliza se cruzó de brazos.
- Devolvedme lo que me pertenece y ya me preocupare yo de mis posibilidades…
- Nos pertenece Tau, en plural. Tú has elegido esto, no lo olvides.
- No fui el único que lo eligió, pero si el único con valor para mantenerse firme, Tessa.
La mujer le dio otra patada en la mandíbula, no tuvo ningún tipo de compasión a pesar del joven cuerpo de Tau. Sus puntos de vista no coincidían, eso quedaba claro, pero ella insistía en que lo hacía por él.
- Tau, el individuo debe sobrevivir.
La continuación de esa paliza no fue menso brutal que el principio. Aquella fue la última vez que Tau vio un pasto, la última vez que sintió pena, la última vez que la vería hasta que años después se presentó ante el en Jassut, pidiéndole un favor…
***
- Tessa... – Susurro entre dientes involuntariamente.
Tau sacudió su cabeza centrándose en el combate presente. Sus hermanos, la familia, lo más importante que tenía en la vida eran sus rivales, necesitaba hacer algo. Alzo la vista buscando a su alrededor.
“…Mata…”
Pesado se puso de pie, aun no estaba acabado, quería vivir, pero quería que ellos también vivieran, necesitaba hacer algo, necesitaba decidir.
“…La supervivencia del individuo es más importante…… mata…”
No estaba entre los manipulados, no estaba entre los esbirros de Ziya.
“¡… mata…!”
No estaba, tenía que estar a la vista, no podía encontrarse lejos. “ … Cuenta con una treintena de hombres, está situado en la puerta de la casa del alcalde junto a un hombre con un escudo, sobre el tejado hay un arquero, y un hombre que parece desarmado” Recordó la información que Sajára había dado.
- ¡Lo tengo! – Dijo sintiéndose estúpido por no haberse fijado antes. – Lo siento hermanos.
“Mata, mata, ¡¡MATA!!”
Nathan lanzo su último ataque, pero lejos de esquivarlo Tau dejo que le impactara de lleno en el costado, Tau sintió algo romperse en si interior y clavársele.
“ 40% ¿Qué haces? ¡Mata!”
Puso el escudo delante para parar la mayoría de golpes de Njal, pero los cubrió directamente. La madera se quebró, el escudo callo roto al suelo y algunos golpes fueron parados con el brazo izquierdo, bien, no lo necesitaba.
“ 50% La supervivencia del individuo es más importante… mata…”
Siguió avanzando, no esquivo los cortes de Sangre, solo se limitó a que estos no fueran letales, no en el momento.
“60%”
Dejo que el estoque de Bibliotecario atravesara su vientre, saliendo por el otro lado, aun así no paro su avance, arrastro a su cuñado con él.
“70%”
Empujo a Killian para que no se convirtiera en un daño colateral cogiendo el filo de la daga de Sajára con la mano izquierda, seguía sin necesitarla, y permitió que el sable le cortara la parte superior del hombro derecho para pararse al incrustarse en su clavícula. La sangre mano abundante tiñendo de rojo el suelo.
“80% ¡Detente!”
Con su mano derecha tomo su ballesta y disparo dos virotes dirección a Elain al tiempo que esta disparaba una última flecha. Los virotes volaron silbando en los oídos de la chica y siguieron su curso. La flecha se clavó profunda en el pecho de Tau obligándole a dar un paso atrás. Se escuchó un grito y el sonido de dos bultos caer al suelo, dos cadáveres. Por el grito de Ziya se entendió perfectamente que su plan acababa de irse al traste.
“Analizando…
Riesgo para el individuo 90%...
Estado crítico…
Bajas opciones de supervivencia…
Consecuencias imprevisibles…”
Movimientos bruscos llegaron a las filas de los hermanos controlados, como si repentinamente todos hubieran recuperado el control de su cuerpo y la fuerza de sus intentos llegara a ellos. Todos los presentes estaban desorientados tanto agresores como lobos, todos menos Ziya que había visto caer a su hombre del tejado muerto. También los silenciosos pudieron moverse, su cuerpo volvía a ser suyo.
Tau sonrió con dulzura demostrando que aún le quedaban fuerzas para librar batallas aunque fueran de otro tipo. Soltó la daga de Ojeras seguro de que esta ya no se clavaria en su cuerpo y uso esa mano para acariciar a la chica, siendo especialmente más atento con ella que con el resto, como si supiera que le haría más falta. La sangre mancho la mejilla de Sajára.
- No es momento de dejarnos engañar hermanos.
Hablo alto, extrayendo el sable de Ojeras de su hombro, sin miedo a cortarse la mano y el estoque de Killian del vientre, dejando para lo último la flecha, que también extrajo. La sangre mano por chorros, manchando el suelo, algo que no pareció importarle pues con la mano que aun podía mover con libertad tomo su espada larga del suelo donde la había clavado.
- ¡No vamos a dejar que lo que han hecho quede impune lobos! – Grito. Y después se dirigió a los silenciosos. – Esto no cambia el plan, Ziya es vuestro. – Tau miro a Kilian, pensando que esta petición solo podía hacérsela a él. – Dirige a los silenciosos y recuerda lo que prometimos a Nuala…
Tau alzo su espada aullando a la luna que parecía querer esconderse ya. El resto de lobos reaccionaron siendo conscientes de su libertad y aullaron con Tau dándose la vuelta y lanzándose al ataque a por unos invasores que ahora se veían muy superados en número. Tau, en vez de rendirse, de dejarse caer al suelo, se unió al resto de sus hermanos en la batalla.
- No puede ser. Dijo Sajára sin mover los labios.
Tau, más rápido de lo que sus ojos podían seguir, había bailado entre sus compañeros y oponentes como si fueran simples principiantes. Y entonces todo cambió.
El león hizo una pausa, tras la que todo empezó a torcerse. Primero un golpe, después otro, y cuando quiso darse cuenta, en un movimiento ligero y preciso, el sable que llevaba en la mano marco de rojo el vientre de Tau.
En un momento, el elegante león se convirtió en gacela, clavando las rodillas en la arena.
Calló al suelo y los ataques no dejaron de sucederse uno tras otro.
La mano de Sajára se dirigía sin remedio hacia el cuello de Tau, dispuesto a clavarle la daga que sujetaba. Pero Tau logró parar el golpe, sosteniendo la mano y la daga firmemente, quedando completamente expuesto al sable que sin remedio clavó en su hombro.
- Tiene un plan. Pensó Sajára.
- Mátalo. dijo sin que nadie la oyera. Sorprendida de su propio pensamiento.
El ruido de un virote surcando el aire se hizo eco entre los silenciosos. Seguido por un grito, que se hizo sordo en su cabeza. El de Ziya.
Todo su cuerpo se estremeció. Como una goma elástica que se rompe al estirarla demasiado, su cuerpo se movía en todas direcciones. Una vez recuperado el control, todo lo que quedaba era rabia.
Sujetando aún con fuerza la daga, notó como Tau la soltaba en el otro extremo. No bajo la mano, no dejó de empuñarla como si aún estuviera en pleno combate. Tau extendió la mano y con una sonrisa acarició su cara. Pretendía calmarla, hacerla sentir un poco mejor sobre lo que acababa de ocurrir.
Sajára sintió la mano fría y mojada de Tau en su cara. Y tuvo el efecto contrario al que él pretendía.
- Más vale que hayas matado a ese bastardo. Pensó, mirando a Tau. Casi avergonzada. Casi sin querer que realmente la oyera.
- Si no, va a tener que sufrir más de la cuenta.
Estaba enfadada, y mucho. Dolida. Y por primera vez, la voz de su padre, que siempre la acompañaría en sus pensamientos, era más fuerte que la suya propia.
Recogió del suelo el sable cuando el León lo arrojó. Escuchó sus palabras de aliento como si del eco del viento se tratara. Y aulló con la manada, pretendiendo ser un lobo. Sabiéndose algo completamente distinto.
Respiró hondo y empuño sus armas, sin mirar a nadie más que a su objetivo. No sintió lástima por los muertos, ni compasión por los heridos.
Durante todo el combate con el León, Killian se había sentido atrapado. Luchando contra una poderosa y extraña voluntad, capaz de controlar su cuerpo como si no fuese más que una marioneta.
A medida que el tiempo pasaba la escena se iba desdibujando más en la mente de Bibliotecario. Apenas alcanzaba a distinguir sus propios movimientos. Bruscos, desesperados… Sin más objetivo que matar a Tau.
Cuando su estoque atravesó el vientre del León, de lado a lado, en la cabeza de Killian se arremolinaron sentimientos encontrados.
Placer.
Culpa.
Orgullo.
Tristeza.
Aquel extraño momento de iluminación despistó lo suficiente al Bibliotecario como para que se dejase arrastrar y empujar por el León. Cayó agazapado sobre la arena, demasiado confuso como para tratar de reincorporarse.
Y entonces el hechizo se rompió.
Killian yació en el suelo durante unos segundos. Se miró las manos, atónito. Estaban manchadas con la sangre de su cuñado. A unos pocos metros de él estaba el estoque, reposando tranquilamente sobre la arena. Su filo ensangrentado lloraba sobre la arena, tiñéndola de carmesí.
Su acero había sido mancillado.
La sola idea de empuñar de nuevo el arma le dio asco.
Con algo de dificultad, pues seguía algo atontado por lo que acababa de suceder, Killian se levantó. Demasiado avergonzado para responder a Tau, le dedicó un brusco gesto de asentimiento con la cabeza.
Armado únicamente con su maltrecha rodela, Bibliotecario se acercó a la casa del alcalde.
- ¡Ríndete, Ziya! – pidió con la poca fuerza que pudo reunir -. Lo que fuera que nos estuvieses haciendo ha terminado. Y no tienes a dónde huir.
La voz de Killian estaba desprovista de todo sentimiento. En aquel momento ya no sentía ira. Ni pena.
Tan solo… hastío.
Njal estaba del todo concentrado en el combate. No quería pelear contra Tau, eso era seguro. Pero pelear a medio gas contra él era impensable. Tenía que darlo todo, o el León tarde o temprano aprovecharía la debilidad para deshacerse de uno de sus rivales, cuando se viera arrinconado e incapaz de seguir a la defensiva.
No tenía cabeza para seguir pensando en los collares de humo oscuro, el poder que les atenazaba. Quería dedicarle su atención, pelear contra ellos, pero su cuerpo no le daba tregua. Una y otra vez se lanzaba contra su superior, y obligaba a la mente de Njal a seguir a su cuerpo, prestar atención a la batalla.
Entonces Tau empezó a perder fuelle. Normal, no iba a poder pelear contra todos a la defensiva toda la eternidad. Durante un instante, la rodilla de Tau se apoyó en la arena.
Cuando se puso en pie, lo hizo con un nombre entre los labios. Tessa.
Aquello cogió de improvisto a Njal. Incluso en su actual ausencia de control sobre sí mismo, trastabilló y se paró unos segundos, su expresión reflejando una reveladora sorpresa, y confusión. ¿Por qué Tau mencionaba el nombre de Tessa en ese momento? ¿Tan importante era ella para él? ¿Estaría hablando con ella ahora mismo?
Njal seguía confuso, pero su cuerpo superó el sobresalto rápidamente, cambiando la sorpresa por ira en su rostro, y lanzándose a la carga. Njal prefería el Tai Chi para combatir, era un arte que usaba la fuerza del rival contra sí mismo, y que no era tan dada a causar lesiones. Su yo poseído en cambio usaba todo su repertorio, con especial foco en los golpes más burdos y contundentes. Una y otra vez lanzó puños, pies, rodillas, codos y hasta algún que otro cabezazo contra Tau, y tan brutal fue el aluvión que su escudo de madera se redujo a astillas, y uno de los últimos golpes impactó directamente con su antebrazo izquierdo. Eso, si Njal no se equivocaba, le dejaría el brazo dormido por un buen rato. No era una gran lesión, pero en medio de un combate…
El resto de compañeros siguió atacando a Tau cuando las fuerzas de Njal flaquearon y tuvo que recuperar el aliento. Pudo ver como sus compañeros convertían al León en un Alfiletero, ensartándole una y otra vez, aunque también pudo ver propósito en las acciones de este. Esperanzado, vio como ahora que las armas de sus enemigos estaban enfundadas en él e iban a tardar unos momentos en recuperarlas, aprovechaba para disparar con su ballesta a las alturas.
Y Njal era libre. Una rápida ojeada y pudo ver como los círculos de humo oscuro en sus cuellos se desvanecían. En los de todos.
Recuperó el control de su cuerpo y por unos segundos fue como si no fuera el suyo propio. Se había estado moviendo por su propia cuenta solo por unos breves momentos, pero la sensación se había afianzado en su mente, y se le hacía extraño moverse por si mismo. Abrió y cerró las manos con fuerza, como si estuvieran dormidas en vez de estar recuperándose de un hechizo, y extrañamente eso le ayudó.
Observó a Tau desvanecerse entre las masas, regando el desierto con su sangre, y no entendió por qué no descansaba. Nadie mejor que un Hauff, aunque sea adoptivo, entiende la importancia de la fuerza y el valor. Pero precisamente por eso no estaba de acuerdo con que siguiera peleando. Tau era la fuerza y el valor de los lobos. Si moría por no dejarse ayudar en un momento de necesidad, por salir a la palestra aun en su estado… Pero no quería pensar en más muertes.
Solo en la de una persona más. Ziya.
Vio como Killian dejaba su arma atrás, y no le hizo falta pensárselo mucho para conocer la razón. Aun así, se dirigió al estoque y lo cogió a la inversa, con el acero hacia abajo. Entonces fue tras Killian y le puso una mano en el hombro.
- Sé por qué lo dejas atrás. – le susurró – Pero yo no puedo deshacerme de mi cuerpo. Y la vas a necesitar. - Le ofreció su propio estoque, con la empuñadura por delante. – Forakt Veiledning – dijo en su extraño idioma - Que el desprecio guíe tu mano y la mía, y la sangre de Tau tome venganza por sí misma.
La pelea continuaba, Nathan no podía evitar meterse cada vez más en el combate, cada vez se sentía más y más acorralado, cada vez se encontraba más obligado a acabar con aquel que el consideraba el mejor líder posible para los "Lobos del desierto" después de Nkosi. Si algo acababa sucediéndole a Tau, no podría perdonárselo nunca. Golpe tras golpe el joven León comenzaba a recular, comenzaba a verse atenazado por la fuerza de los silenciosos... o tal vez solo estuviera dejándose golpear. Ahora que se daba cuenta, en los últimos golpes que había dado, lo había notado demasiado accesible, no hacía por defenderse, simplemente dejaba que le golpearan. Esperaba sinceramente que estuviera planeando algo, porque si no... sería el fin del lugar al que llamaba hogar.
Un bastonazo tras de otro, una patada después de la anterior... lluvias de golpes azotaban al líder de la resistencia silenciosa, y aquello no tenía pinta de mejorar, no parecía que el combate fuera a llegar a buen puerto para el grupo de defensa. Llegado un punto los ojos de Tau se abrieron por completo, debía haberse dado cuenta de algo. Comenzó a caminar de hacia el frente, comiéndose todos y cada uno de los ataques sin vacilar un ápice... no le importaba para nada. Si tenía que morir en aquel lugar, sería salvando a los demás, como siempre había hecho. Caminó de frente sin detenerse ante nada, ni ante los golpes de Veloz, ni de los de ninguno de sus compañeros, claramente estaba al borde del colapso. Disparó dos flechas que bien podrían haber acabado con la vida de Elain, pero que lejos de hacerlo, acabaron con las vidas de dos de los hombres de Ziya... y de repente, la claridad.
En un solo segundo todos recuperaron el control de su cuerpo, el control de sus acciones. Lejos de seguir adelante, como siempre había hecho, sin detenerse ante nada, Nathan cayó al suelo de rodillas y se llevó la mano a la cara, dejando caer su vara a un lado... no podía creer que le hubieran hecho hacer todo aquello, estaba avergonzado. Tras las pocas palabras de Tau, las manos de Veloz abandonaron su cara, y descubrieron una mirada de odio infinito, una mirada que denotaba el ansia de sangre que le estaba inundando en aquel momento... hasta se podría decir que tenía los ojos inyectados en sangre. Puso una rodilla en el suelo, asió su vara con fuerza aulló a la vez que Tau, aulló como nunca lo había hecho, con una fuerza y una determinación propia de un verdadero lobo... definitivamente Ziya había despertado la bestia que se escondía en el interior del joven guerrero.
- Decidme, por favor, que no hay que tener cuidado...- Dijo el joven entre dientes mientras seguía mirando fijamente al traidor al que se iban a enfrentar -. Decidme que después de lo que ha hecho, y de lo que nos ha hecho hacer, recibirá lo que se merece... una muerte dolorosa.
El chico agarró la vara con las dos manos y se preparó para comenzar a correr cuando sus compañeros dieran la orden... tenía mucha rabia guardada en el interior, pero los lobos son animales que atacan en manada, y así debía ser.
<<...Aún recuerdo esa caja de música destartalada, y su melodía. Es algo que no puedo quitarme de la cabeza con tanta facilidad. Ése día, ¿te acuerdas?, el primer día que sonreí, y no fue fácil para mi. Éste recuerdo... ¿Por qué? Arraigado en mis pensamientos, o en mis sentimientos... ahí permanece impasible por el paso de las décadas. ¿Por qué no puedo acordarme de tu cara? Este recuerdo es ahora lo único que me queda de ti...
...Y es que... si muero hoy, echaré de menos esos días de sol castigador en los cuáles buscaba refugio en cualquier sombra, cómo abría esa maldita caja y dejaba volar mi imaginación entre esos toques de música que acallaban mi estómago. Recuerdo también correr entre la arena de la ciudad, verte sonreír... verme sonreír. ¿Pero por qué si recuerdo tu sonrisa y no tu cara?...
...Y si muero hoy... ¿me echarás de menos?. No lo creo, pero espero haberte dejado esa marca en el corazón que hace que el día menos pensado te acuerdes de mi...
...¿Estoy enamorada de ti? No entiendo... qué es esta sensación, este vacío que padezco desde que te fuiste. Solo quiero recorrer mundo y volverte a encontrar. Solo quiero ver algo más allá de este mar de arena que cada día veo igual... quizá el viento mueva el grano de arena y forme diferentes dunas. Me imagino ser ese grano de arena azotado por el viento, desplazado una y otra vez... ¿o esos son mis sentimientos? azotados por el viento, engullidos por la arena...
...¿Y si?...Déjalo ya Gëhhènna. Céntrate ya en tu vida y deja de creer en esa niña. ¿Cuántos años hace?. Para ti, ya está muerta...>>
Un dolor en la mente fortísimo sacó de la ensoñación a Gëhhênna, tanto, que se llevó una de las manos a la cabeza. Su prisión se había roto, y su cuerpo volvía a estar a su mando. Calló de rodillas a la arena fría, y empezó a sentir en sus brazos como si gotas cayeran del cielo negro y estrellado. Pero se dio cuenta a los pocos segundos que esas gotas no provenían del cielo, pues sus lágrimas recorrían sus mejillas para acabar rompiendo en sus brazos. Se miró ambas manos manchadas de sangre, y un grito ahogado y lleno de silencio le inundó la garganta.
Volvía a sentir el fuego en su interior, y el dolor, y la agonía... todo vino de golpe. Su mirada subió unos centímetros y allí vio postrado a un Tau maltrecho y malherido que aún se erguía ante todos. Las cejas de Sangre se desdibujaron en una cara de compasión y pena, pero la cara de Tau mostraba algo insólito: Satisfacción. Le devolvió una sonrisa a Sangre que le devolvió la esperanza.
Sus hermanos la agarraron por los brazos y la incorporaron, a tiempo de que Tau se pronunciaba.
- No es momento de dejarnos engañar hermanos. - Les dijo en un tono calmado y algo duro.
"No es momento para titubear," pensó Sangre, "ya no soy esa niña de antaño". Agarró su daga con más ímpetu que nunca.
Tau aulló a la luna taciturna, como cual lobo mostrara respeto a su madre. Sus camaradas siguieron con el ejemplo y la noche pareció vibrar entre los cánticos, inclusive la luna brilló más que nunca. Era increíble ver como el poder de una persona irradiaba en todas las demás. Y más increíble era ver la congoja en los del enemigo.
- Acabemos con esto...- Masculló Sangre entre dientes mientras se giraba hacía sus contrincantes. - ¡Sin piedad!
Los lobos se posicionaron para el combate mientras blandían sus armas en alto. La luna esquivaba a los bravos guerreros mientras el amanecer ya manchaba parte del cielo en la lejanía y el color de la sangre ya se tornaba más vivaz.
Tau avanzó hacia los silenciosos y se hizo un hueco entre las filas. No iba a abandonar la manada en una lucha decisiva. Incluso herido, su misteriosa aura hacía que los contrincantes temblaran solo con verle. "La furia recta del León, azote de azotes, mandíbula de hierro" pensó Sangre con orgullo.
¡¡¡Nooooo!!!
El grito resonó con fuerza en su cabeza.
Elain se había dado cuenta de cómo el agotamiento se había ido apoderando de Tau y éste comenzaba a recibir los ataques de sus compañeros.
Su flecha, aquella que había recuperado del cadáver de uno de los chiquillos de Ziya, se había clavado en un hombro de León. Hierbas esperaba que hubiese tenido fuerza y reflejos para esquivarla, como había hecho con anterioridad, pero esa flecha parecía estar destinada desde el principio a clavarse en el cuerpo del líder de los “silenciosos”. Cuando Tau la partió con rabia, algo dentro de Elain se hizo añicos.
Había confiado demasiado en la suerte… Había confiado en que podría librarse del control… Había confiado en que Tau tendría la suficiente resistencia para evitar los ataques… Había sido una ingenua…
Vio cómo León caía y daba con sus rodillas en la arena.
¡Arriba! ¡Por favor…!
La desesperación amenazaba con apoderarse de Hierbas, pero, lejos de dejarse vencer por ella, comenzó a planear la venganza, porque, más tarde o más temprano, se vengaría de aquello; Ziya no iba a quedar impune.
Entonces lo percibió. Los ojos de Tau se iluminaron como si acabase de verlo todo claro, de percatarse cuál era la solución.
El cuerpo de Elain seguía dominado y cargó una nueva flecha en el arco, lista para disparar.
León comenzó a avanzar, pero ya no esquivaba los golpes de Nathan o Njal, ni los cortes de Gëhhênna, incluso dejó que el estoque de Killian le atravesara el vientre y el sable de Sajára le cortara en el hombro. Estaba claro que su objetivo era otro y que lo alcanzaría pasase lo que pasase.
Mientras Elain tensaba el arco y disparaba, dos virotes silbaron en sus oídos y el viento que levantaron movió su melena.
Confundió el grito de Ziya con el suyo propio al ver que había atinado en el pecho de Tau. Al mismo tiempo, los lazos de control se rompieron.
Era libre.
Pero se quedó paralizada.
Todos recuperaron el control de sus cuerpos y, poco a poco, fueron tomando posiciones para continuar con la lucha. Pero Elain no. La imagen de la sangre brotando a chorros del pecho de Tau la había dejado petrificada.
¡Reacciona!
...
¡Cuentan contigo!
...
¡Vamos! ¡Todavía no está todo perdido!
...
Su mente la instaba a moverse, pero sus músculos no respondían. Ya estaba libre del control… ¿Por qué no se unía a la lucha? Se había ido llenando de rabia durante la batalla, pero, ahora, ésta parecía haber desaparecido.
¡¡¡Escucha!!!
El aullido de Tau la hizo reaccionar por fin. De golpe, toda la ira y la sed de venganza volvieron.
Echó la mano atrás, al carcaj, y comprobó que aún le quedaban unas flechas.
¡Estupendo!
Tomó una y la preparó en el arco.
Recuerda la promesa a Nuala…
Una sonrisa se marcó en sus labios y aulló a la luna, al igual que sus hermanos lobos.
Recordaría la promesa y que ella misma quería saber los motivos que habían llevado a Ziya a actuar así, pero eso no iba le iba a impedir hacer sufrir al traidor. Si Ziya no conocía el sufrimiento, ese día iba a conocerlo de verdad, porque ella y sus hermanos iban a mostrárselo.
Tras el grito que Ziya dejo escapar al ver a sus hombres caer muertos del tejado, el joven no dijo nada más. Miraba los cadáveres estupefacto, sorprendido por el sacrificio que Tau había hecho por los demás. Vio sus planes caer al suelo y con él su última esperanza. Al fin su destino iba a alcanzarle. ¿Por qué le habían dado un mensaje los Kalih? ¿Es que ni el plan que había urdido durante los sufridos meses tras el asesinato de su padre serviría de nada? ¿No podría cambiar lo que ocurriría esa noche?
“No” se dijo a sí mismo “No dejare que me destruyan.” Tau, la culpa era de su hermano, si hubiera muerto mientras dormía, nadie podría haber hecho frente a su ataque. Pero no, Tau siempre tenía que imponerse, siempre tenía que ser el perfecto hijo, el perfecto hermano, el perfecto líder.
- Debería haber muerto. – Susurro apretando el puño con fuerza. – Deberíais haber muerto todos.
Levanto la cabeza y miro a Killian, pero no presto demasiada atención a sus palabras. Ziya, “el Muro” estaba irreconocible. La ira estaba en todos y cada uno de sus gestos. Siempre había sido un chico con temperamento pero lo que su cuñado tenía delante no era aquel muchacho, era alguien deseoso de matar. No se veía su rostro, lo cubría con una máscara de tela, tal vez para imponer más, pero por su voz quedaba claro que se trataba de él.
- ¿No vienes a rendirte y a entregarme tu vida para que te la arrebate rápidamente? Bien, podemos hacerlo difícil.
Con los ropajes que llevaba parecía que Ziya no era sino un muchacho flacucho del desierto, pero los presentes, que poco a poco se unieron a Killian, sabían que estaba lejos de ser un famélico ladronzuelo de ciudad. Ziya era menudo, dada su edad, pero muy fuerte. Su ropa cubría una maquinaria perfecta. Músculos, piel, hueso, tendones, un cuerpo entrenado para pelear, para ser fuerte, por eso ninguno de los presentes debió sorprenderse cuando “Muro” no conforme con levantar una almádena pesada para la que un hombre adulto necesitaría emplear las dos manos, empuño dos con facilidad, dispuesto a usarlas en combate. Lento, pero mortal.
El hombre del escudo se interpuso entre Ziya y el grupo, sabía cuál era su papel en esta historia, sabía que debilidades debía cubrir. Entonces “Muro” golpeo el suelo con las almádenas y este vibro bajo los pies de los presentes. El cachorro se convirtió en serpiente y esta mostro sus colmillos.
- Esto no debería haber salido así, pero no me iré sin pelear. – Golpeo de nuevo el suelo, imponente. - ¡¡Venid, os mostrare como pelea un auténtico león!! – Gritó.
Los lobos silenciosos se lanzaron al ataque con una velocidad que sorprendió tanto al escudero como al propio Ziya. Aun así el primero logro parar dos oleadas de ataque con cierta maestría antes de caer muerto al suelo. Un logro merecedor de ser recordado pues sus rivales le superaban ampliamente.
Ziya fue el siguiente y en su única oportunidad quedó demostrado que el destino quería su cabeza. Pero entonces ¿Por qué le avisaron los Kalih? Sabía la respuesta a eso. Había fracasado en su única oportunidad de supervivencia y ahora le tocaba pagar y aunque enseñaba mucho los dientes no había podido morder.
Sintió los brazos de su cuñado apretarle con fuerza y el golpe de Elain seguido del de Nathan, dejándole atontado. Nadie necesito desarmarle pues sus almádenas cayeron solas al suelo. ¿Qué sería lo siguiente? Alguno de ellos lo ejecutaría.
- ¡Basta!
El rugido del león, Tau, sonó en toda la plaza en un ensordecedor eco y todos los combatientes, lobos o no, se pararon en seco. La batalla había terminado los pocos agresores que aun vivían soltaron sus armas con la esperanza de sobrevivir. Así mismo los lobos obedecieron a su líder Tau y se detuvieron evitando convertirse en iguales con sus atacantes.
Lentamente, en un periodo que se alargó hasta la eternidad, un león cubierto de sangre camino hacia los seis silenciosos y hacia su hermano Ziya. Con cada paso afianzaba los pies en la tierra pues le costaba mantenerse en pie con la pérdida de sangre. Aun así no pidió ayuda ya que quería mostrarse fuerte ante su gente.
Tau se planto ante su inmovilizado hermano y quito la máscara de tela que esperaba, fuera un escudo psicológico para poder hacer frente a aquella masacre y sobrevivir a la vergüenza, pero no fue vergüenza lo que encontró, fue ira, rabia, odio, desprecio. Ziya que se había rendido comenzó a luchar y a forcejear con deseos renovados, aunque no fuerzas. Sus ojos estaban rojos ¿De no dormir? Por alguna razón Tau miro a Killian y a Elain a los ojos tras mirar a Ziya, y se hubiera mirado a si mismo si hubiera tenido un espejo cerca.
- Poder, codicia… No necesito preguntarte las razones hermano, se por qué lo hiciste.
- ¿No dejas que tus perros acaben el trabajo? ¿Quieres encargarte personalmente y llevarte el mérito?
- No, ningún lobo va a derramar tu sangre. Se te juzgara como se juzga a los traidores de la banda.
- Eso también es una condena a muerte. – Ziya comenzó a reír histérico, enajenado. – No estas perdonando mi vida, estas actuando con cobardía evitando ejecutarme tú mismo. – Seguía riéndose.
Todos conocían la ley de Nkosi ante la traición. Los lobos no eran jueces ni verdugos, eran ladrones y como ladrones no tenían la capacidad de juzgar, por lo que aquel que derramara sangre inocente o que traicionara a la banda era entregado a las autoridades junto con una nota de confesión en la que se enumeraban todos sus delitos. Solo por robo un ladrón era condenado a perder su mano hábil, según la ley del faraón, y Ziya había cometido muchos robos, asaltos, intimidaciones, agresiones y su carrera se había visto encumbrada al ser el líder del asalto a Jassut, y la ley del faraón se tomaba muy mal que una fuente de ingresos por impuestos desapareciera.
- ¡Ziya! – Grito Tau para que todos lo oyeran. – Por tus delitos se te aplica la pena máxima según la ley de nuestro fundador, Nkosi. – Tau cogió a su hermano con fuerza, soltándolo del agarre de Killian.
- ¿Crees que has ganado? – El desquiciado Ziya comenzó a reírse de nuevo. Su derrota había sido temporal pues ahora, aun sabiéndose muerto se consideraba un vencedor. – Os he derrotado, da igual lo que hagáis conmigo o con ellos. – Señalo a los que le habían ayudado. – He matado a vuestros amigos, a vuestras familias, he quemado vuestras casas, he destruido todo lo que amabais. – Miro desafiante a Tau. – He destruido todo lo que él creó.
Una creciente ira se apodero de Tau y a la vista de todos los presentes comenzó a golpear con rabia a su hermano hasta que este calló inconsciente, tras lo cual se paró, pero la imagen ya la había mostrado. Tau miro a su alrededor viendo a la asustada gente, tal vez por las palabras de Ziya, tal vez por el gesto de Tau, tal vez porque era cierto que los lobos lo habían perdido todo.
- ¿Eso pensáis? – Comenzó a hablar. – ¿Creéis que ha ganado? Y los que aún viven ¿No merecen nuestra ayuda? ¿¡Eh!? ¿Debemos olvidar a los civiles que con nuestra sangre hemos salvado solo porque un puñado de casas están ardiendo? – Tau los miraba decidido, con una férrea voluntad. – A Nkosi no le importaban las casas, creó este lugar para su gente, y nosotros… – Se tomó una pausa para hacer hincapié en esa palabra. - ¡Nosotros lo reconstruiremos! No se llamara Jassut…
“…Tau se esforzaba en devolver la esperanza perdida entre las llamas y la sangre…”
- … No estará a orillas del Imoeth…
“…Empleando ese encanto natural que siempre le había servido para guiar a las masas…”
- … Pero conservará su espíritu…
“… Aunque por primera vez…”
- …Y protegerá todo lo que Nkosi amaba.
“… Las palabras del león no fueron escuchadas.”