Partida Rol por web

Miro a Alexia cuando se presenta y cuando le pregunta sobre sus sospechas sobre Sildar frunce el ceño y le responde:

- Has malinterpretado mis palabras. No desconfío de Sir Sildar, se ve que es un hombre de palabra y diestro en su oficio. Del que dudo es de mi primo, Gundren.

Cuando el pequeño mediano Milar habla sobre las "mulas" el enano lo mira como si estuviese loco de remate:

-Mmmm, maese Milar, no son mulas, esto son bueyes y no creo que caminen muco más rápido que usted o yo. Pero si necesita del descanso suba al carro con la señorita.

Miro atentamente a Alexia  y Sildar mientras charlaban, no podia oir pero se pregunta de que estarian hablando ya que estaban muy serios y concentrados.

-Selena mira con cara asombrada al enano -Selena! no señorita ..... -Se rasca la cabeza con gesto incomodo, no había tratado a penas con enanos y las cortesías enanas le eran desconocida.

-Por mi puedes ir todo el viaje en el carro Milar así tomas las riendas y  yo mientras leo ,-Mira risueña al Mediano y le guiña un ojo, luego pega un salto grácil  sin esfuerzo  con la elegancia que solo pueden tener los elfos y sube al carromato.

-Le hace una señal a Milar para comenzar el viaje

Andar... bueno, andar era mejor que cargar barriles, así que Adan aceptó de buena gana las soluciones propuestas. Tampoco tenía más que aportar a aquel diálogo.

Viendo que todos aceptaban su propuesta, Harvek empezó a tirar de los bueyes para iniciar la marcha y tomar el camino a Phandalin.

A la pregunta de si había estado o conocía algo del lugar de destino respondió:

- Pues tan solo lo que nos ha contado Gundren y algunos posibles trabajos, supongo que vosotros también tendréis algún plan una vez allí o no hubieráis venido por 10 míseras monedas de oro, ¿Me equivoco?

- Pues no, yo no tengo ningún otro plan allí. 10 monedas de oro es más de lo que gano en los muelles cargando barriles, así que para mí no es una miseria... Si es una miseria, soy más miserable de lo que creía.

Tras caminar unas horas el enano empieza a hablar con aquellos compañeros que parecen más abiertos y afables, aquellos que no van encapuchados. Intenta conversar con la amazona Alexia, pues parece una mujer de armas, así que comparten algo y será más fácil entablar una conversación, aunque espera a que baje del caballo para iniciar esta charla:

- ¿Así que sois alumna de Sir Sildar? Es un hombre de gran prestigio por lo que me ha comentado mi primo. ¿Cómo es que escogisteis la senda de las armas? No es algo habitual en las mujeres humanas, aunque no desconocido.

Alexia resultaba fácil de abordar. Se mantuvo pensativa durante gran parte del camino, montando su rocín y pensando quizás en los desafios que afrontarían más adelante. En cuando hubo desmontado para pararse a descansar, atendió las preguntas del enano con naturalidad. Parecía haberle caído bien.

- Sí, no es la primera vez que me lo han dicho. Pero es parte de mi responsabilidad. He de honrar el buen nombre de mi casa, maese.

Añadió con una pequeña sonrisa, mientras echó mano a una zanahoria. Se la ofreció a Sardinilla; comenzó a mordisquearla con gula. Siguieron hablando.

- En estos tiempos, poco importa qué se es, si no quién se quiere ser; como quiere uno que se le recuerde. Y eso no se hace quedándose en la finca, o bajo la seguridad de unos muros.

Hablaba con confianza, con el tono de quien cree en lo que dice. Estaba plenamente convencida.

Tras ver que la muchacha humana que no contaría más de 15 o 20 inviernos era afable y aceptaba la conversación siguió inquiriendo:

- ¡Vaya! ¡Veo que sois mujer de ideas fijas, como los enanos! Pues he aprendido en mi larga vida que no siempre uno debe dar por sentado aquello que cree, si no de vez en cuando lo que la vida nos enseña es que habíamos estado equivocados y es de otra manera. ¿Y qué os lleva a Phandalin, a parte de aceptar ayudar a Sir Sildar? A mi mi primo me dijo que había unos canallas que estaban molestando por la zona y que necesitaban de un buen escarmiento y creo que hablaré con los interesados de que esto suceda, no me gusta aquellos que abusan de los demás, y menos de los débiles.