-Desconozco la composición de gases que pueda haber en la mina, pero lleva abierta ya bastantes años y, como dice el sheriff, nunca ha habido ningún problema -comenté, encogiéndome de hombros-. Yo mismo he bajado decenas de veces y nunca he notado nada extraño en el ambiente. Doctor, ¿cree que es posible que esos gases hayan intoxicado a todos mis obreros? Y justo ahora, cuando por fin parece que han encontrado algo que valga más que el maldito carbón.
Ante las palabras que el sheriff Masterson le dirigió a la señora Jenkins, no pude evitar sonreír con malicia.
-Vaya, vaya, qué callado se lo tenía el bueno de Clay -Me dirigí hacia la maestra. En mi mente, no dejaba de valorar la opción de que la mujer estuviera ocultándonos información relevante-. Parece que ni siquiera se lo quiso contar a usted. Sheriff Masterson, lo de Jenkins casa bastante bien con lo que me contó el padre de la chiquilla. Los mineros encontraron algo lo suficientemente valioso como para no querer contármelo a mí -Me señalé en el pecho, como si el gesto sirviera para reafirmar mis palabras- y, al parecer, tampoco a sus esposas. Lo que no entiendo es por qué. ¿Pretendían fugarse y dejar aquí a sus familias? No les veo haciendo eso. Algo grave debe de haberles sucedido.
La niña escucha, con el corazón en un puño, la hipótesis terrible del señor Watson, mientras imagina a su pobre padre agarrándose la garganta y boqueando para poder respirar...
Cuando el doctor se percata, y pide disculpas a Aibreann y a la señora Jenkins, la pequeña sólo es capaz de responderle con una mueca de malestar, aunque ella pretende mostrar serenidad.
- ¿Gas? - se pregunta Aibreann - No tiene sentido. En la mina utilizan pájaros, como precaución contra el gas: mi papá me lo explicó. Los pájaros tienen los pulmones más pequeños que las personas, y si hay un veneno en el aire, caen intoxicados antes, alertando a los hombres, que pueden salir ilesos de la mina.
- Pero el señor Swoop sin duda ya lo sabe: la mina es suya, lleva años en el negocio, ha bajado decenas de veces, ¿o no se da cuenta? Empieza a caerme mal el señor Swoop...
La criatura lo piensa, pero no lo dice, cohibida como está rodeada de adultos, y más siendo el Sheriff del pueblo, el jefe de su padre, su maestra y un señor médico.
Pero la última aseveración de Swoop la enfurece.
- Señor Swoop, por supuesto que mi padre jamás se marcharía del pueblo sin mí - dice en un tono de voz bastante duro y cortante teniendo en cuenta que se trata de una niña - No sé lo que ha sucedido en la mina, pero alguien tiene que bajar a por ellos.
Las últimas palabras de Aibreann suenan más como un puchero, y la niña, al darse cuenta, respira hondo, intentando mantener la compostura, como si fuera mayor de lo que en realidad es.
Escuché las palabras de la hija de Lahiffe. Al principio, hablaba con bastante seguridad, pero su petición final sonó más como una pataleta de niña pequeña. ¿Cuántos años tenía? No sabría calcularlo, siempre he sido muy malo para las edades.
-Sé que tu padre no se marcharía del pueblo sin ti, A... -Comencé a pensar en el nombre de la muchacha, pero no lo recordaba con exactitud. "¡Joder, si acaba de decírtelo hace un momento!" me dije, buscando un rápido sustituto para su nombre de pila-...pequeña. El señor Lahiffe es un hombre leal como pocos. De no ser por él, ni siquiera me habría enterado de que los obreros habían encontrado algo importante en las profundidades de la mina. Tranquila, estoy seguro de que tu padre se encontrará bien, igual que todos los demás.
"O eso espero" me dije, pensando en las consecuencias que supondría no poder disponer de mis mineros y del carbón que generaba la riqueza del pequeño pueblo.
-Sheriff Masterson, ¿de cuántos hombres dispondría si necesitáramos bajar a explorar las minas? -le pregunté al agente de la ley, sin rodeos-. A ser posible, hombres que pudieran sostener un arma. ¡A saber lo que podríamos encontrar ahí abajo! Podría haber sido cosa de unos gases como sugiere el doctor, pero no podemos cerrarnos en esa teoría. Podrían haber sido esos malditos pieles rojas, he oído que son muy sigilosos. No sabemos qué podríamos encontrar.
- ¡Y todavía no se sabe mi nombre! - El señor Swoop ya tiene escaso margen para caerle peor a Aibreann, que piensa algunas maldiciones en gaélico mientras permanece en silencio.
- Ya sé que me tengo que callar cuando hablan los mayores, pero es una lata - se dice la niña - De cualquier manera, me van a decir que me vaya a casa de la señora Jenkins, mientras los hombres bajan a la mina con el Sheriff. ¡Pero yo quiero bajar a buscar a mi padre!
La niña se limita a mirar, alternativamente, al señor Swoop y al Sheriff, con gesto de impaciencia, retorciéndose las manos.
Por las otras esposas sabes que sí, que sus maridos estaban más cascarrabias últimamente que de costumbre. Y alguna de ellas sabe que han encontrado algo, pero que no quieren contárselo a Swoop porque lo que han encontrado es peligroso, y valioso.
El ayudante del Sheriff está fuera del pueblo por unos días.
Aparte de los presentes, están el ferroviario, que no puede faltar de la estación durante el día, el cura, que es un hombre de paz, el barbero, algo miedica, y dos o tres vaqueros que viven a las afueras en ranchos, y que o bien pasan del tema o bien piden algo a cambio de acompañaros. Lo demás son mujeres, niños, o están fuera.
Negó con la cabeza. Su marido no le había contado nada aunque alguna información tenía por alguna de las otras mujeres, pero... ¿Hasta qué punto estaba dispuesta a romper la confianza puesta en ella por un hombre tan soberbio y sin pocos escrúpulos como Swoop?
—Repito que yo no sé nada al respecto. Lo único que puedo decir es que el ambiente entre los mineros está un poco tenso, algunos están más irritables de lo normal, pero nada más.
En cambio sí asintió a las palabras de la niña, alguien tenía que ir a buscar a esos hombres, saber qué les había sucedido y, en el caso de que estuvieran en problemas, ir en su ayuda. Por su parte no tenía pensado dejar a su marido morir en el interior de la montaña sin haber movido un dedo para ayudarlo. Mientras tuviera fuerzas haría cualquier imposible por volver a verlo, sano y salvo a ser posible.
—Y si no hay hombres disponibles —contestó a las palabras de dueño de la mina— bajaremos las mujeres. —El gesto que mostraba su cara poco tenía que ver con la tranquilidad y la dulzura con la que solía tratar a sus alumnos—. Dudo mucho que a los indios les apetezca demasiado meterse bajo tierra.
El asunto de la piedra o lo que fuese que hayan encontrado en el interior de la mina daba un toque tradicional o folklórico a todo este asunto. No sé que es lo que puede estar pasando entre los mineros pero entiendo que se tratan de dos asuntos muy diferentes: el supuesto oro o piedra que hayan encontrado en la mina y el accidente que ha ocurrido.
De todos modos, quizás sea bueno investigar acerca de lo que ha pasado las últimas semanas entre los mineros para intentar descubrir las causas del accidente. Quizás en las casas de algunos de ellos se encuentren restos de materiales o algún tipo de corrosión que identifique el tipo de gas o material que puede haber provocado el accidente.
- Señor Swoop, actualmente son 7 los gases más peligrosos que se conocen dentro de minas o cuevas. Estos son: nitrógeno, anhídrido carbónico, monóxido de carbono, gases nitrosos, anhídrido sulfuroso, gas sulfhídrico, gas grisú. Quizás este último sea de los más conocidos popularmente por su poder explosivo, pero cualquiera de estos elementos puede matar a una persona incluso en menos de media hora si existe una gran concentración de los mismos. Por este motivo, sería muy irresponsable entrar en la mina y exponerse a cualquiera de estos gases de manera innecesaria. Quizás podríamos visitar primero las casas de la señora Jenknins o del señor Lahiffe para ver si puede identificarse algún resto de alguno de estos materiales sospechosos o algo que nos lleve a pensar que es lo que ha pasado.
Miro tanto al sheriff como al señor Swoop después de exponer mi opinión y dirijo una pequeña reverencia hacia la señora Jenkins y la pequeña hija del señor Lahiffe.
- No sé si puede ser posible que nos permitan visitar sus casas señora Jenkins y pequeña Airbrean. Podríamos buscar también si algo de lo que han hablado sobre esa extraña piedra aparece en alguna de sus casas: alguna piedra extraña, algún escrito, algo que no se hayan dado cuenta y nos lleve a identificar el motivo de que no hayan regresado. Ir a la mina es un auténtico disparate sin saber antes que puede haber pasado.
- Se podría entrar a la mina con un pájaro, o hacer que entre un gato, o un ratoncillo... Si el gas puede matar a un hombre, puede matar a un animal - repone la cría.
- ¡Ya lo tengo! Podemos bajar una carretilla atada a una cuerda, con un animal atado, y recoger luego la cuerda y ver si ha muerto.
La niña tiene la corazonada de que no ha sido un accidente provocado por el gas, y teme que la cobardía de los hombres adultos que la rodean impida actuar a tiempo para salvar a su padre.
-Estoy de acuerdo con usted, doctor -afirmé, tras la explicación que había Watson acerca de la peligrosidad de bajar a la mina-. Quizá deberíamos buscar en casa del señor Jenkins y el señor Lahiffe por si encontramos cualquier objeto o algo que simplemente nos ayudara a descartar la presencia de gases nocivos. No obstante, debemos pensar también la vida de mis trabajadores. Cada minuto cuenta. Tal vez lo que ha dicho la niña pudiera servir: usar una carretilla para bajar a un animal y, después de unos minutos, comprobar si sigue vivo o no.
Me dirigí hacia el sheriff, que permanecía en silencio desde hacía unos minutos.
-¿Qué considera usted que hagamos, sheriff? La idea del doctor Watson es buena, sin duda, y nos ayudaría a descatar posibles causas, pero quizá debiéramos probar primero a introducir a un animal.
Después de estar un rato en silencio escuchando las distintas impresiones, me di cuenta que no podía contar con nadie mas que los presentes, junto con el apoyo de alguna de las mujeres de fuera, para intentar descubrir lo sucedido...
Era hora de ponerse en marcha, no podíamos esperar al amanecer sin hacer nada, pues creía que sino la cosa se me iría de las manos, tal era el nerviosismo de las mujeres que había que hacerlas participes de alguna manera para que se sintieran útiles, y no hicieran ninguna locura...
- Mi ayudante no se encuentra en el pueblo, y aparte de nosotros y algunas mujeres, no creo que podamos contar con la ayuda de nadie, salvo el cura, que sería bueno que nos acompañara, por si... - Interrumpí la frase al ver la cara de la niña, - por si fuese necesario... - terminé, mientras miraba a la señora Jenkins, al doctor y a Thomas.
- Me parece bien ir vuestras casas, - dije dirigiéndome a la señora Jenkins y a la niña, - por si encontramos algo que nos sea de importancia para descubrir lo ocurrido, una rápida visita pues debemos ir a la mina cuanto antes. -
- Mientras hacemos la visita, podemos mandar a algunas de las mujeres de fuera a preparar algunas cosas para dirigirnos a la mina, necesitaríamos una carreta, agua, algunos víveres, mantas, antorchas, quinques, así como un canario y un gato, - dije sonriendo a la niña... - Ya veríamos mas adelante si alguna de ellas nos acompañaban a la mina, igual no era plato de buen gusto lo que nos podíamos encontrar en ella... - pensé.
- Si les parece bien pongámonos en marcha, - dije mientras me levantaba de la silla, - yo voy a hablar con el cura y nos vemos en su casa, señora Jenkins -
.- Una duda, como se entra en la mina?, supongo que se entra en vagoneta, tal y como aparece en la foto de portada...
Cuando escuchó la propuesta del doctor, Constance sintió cómo la rabia crecía en su interior. ¿Cómo se atrevía aquel hombre a dudar de lo que ella decía? No sabía nada sobre que los mineros, y mucho menos su marido, hubieran encontrado algo en el interior de la mina, y podía asegurar que Clay se lo hubiera contado de haber sido así, pero el doctor apoyado por el señor Swoop pretendían ir a su casa, revolver sus cosas y tratándolos como si de vulgares ladrones fueran.
Pero esa rabia fue apaciguándose tan rápido como había llegado ya que se dio cuenta que, cualquier pista, cualquier detalle que le pudiera indicar qué estaba pasando podía ser fundamental para traer de vuelta con vida a su marido y al resto de los hombres. Asintió en silencio a su propuesta, más calmada pero aún molesta.
—De acuerdo. Podemos ir cuando quieran y así comprobarán que mi marido no guardaba nada valioso procedente de la mina. —Por un sólo e ínfimo instante, Constante vaciló, temiendo que su marido le hubiera ocultado algo—. Y después, vayamos a la mina. No podemos perder más tiempo, la vida de esos hombres depende de nosotros.
- Bien, perfecto -, digo mientras me dirijo al armario de las armas, - creo que deberíamos tomar algunas precauciones -, saco del armario mi escopeta así como el cinto con cartuchos. También cojo tres cinturones con balas, cartucheras y pistolas y se las ofrezco a los tres adultos, así como otra escopeta y un rifle que se los dejo sobre la mesa, - deberíamos llevarlas, por si los indios están por la zona... -
Me acerqué a la mesa y recogí uno de los cinturones que había dejado el sheriff y me aseguré de tener suficientes balas para poder recargar varias veces mi pistola. Después, me adelanté para recoger la otra escopeta que había depositado el sheriff, dejando el rifle y el resto de las pistolas para el doctor y Constance. No creía que la niña fuera a coger un arma y querer entrar en la mina pegando tiros, aunque quizá fuera conveniente que también entrase armada.
-Bueno, no creo que vaya a organizarse aquí la del general Custer -comenté, con una risotada-, pero como usted ha dicho, toda precaución es poca. No sabemos si lo que ha pasado ha sido un gas, un ataque indio o un motín minero, pero en cualquier caso, más nos vale ser precavidos.
Estaba acostumbrada a las armas, de hecho la mayor parte de las mujeres sabían manejar por lo menos un rifle. La vida allí era dura y muchas de ellas, al igual que Constance, habían llegado al pueblo después de haber atravesado medio país en caravanas por zonas muy peligrosas, pero aún así, la maestra miró con cierta aprensión las armas pues sólo traían problemas y dolor antes de coger el rifle que estaba encima de la mesa.
—Cuando quieran caballeros.
Tendría que cambiarse de ropa antes de bajar a la mina, ponerse unos pantalones viejos de su marido para no manchar uno de los pocos vestidos que tenía, eso sin contar con la comodidad ya que poco le importaba lo que pudieran decir de ella o su aspecto.
Todo esto carecía de sentido alguno. Que hacía yo allí, rodeado de una caravana de "paletos pueblerinos" armados hasta los dientes directos a una muerte segura en una mina probablemente llena de gas. Me levanto de mi sillón y aspirando el último humo de mi puro suelto una pequeña tos..
- Señores, ¿se han dado cuenta de que las armas de fuego pueden ser la causa de una gran explosión dentro de la mina? Si finalmente la causa de este incidente se debe a gases, ¿quién dice que si activamos un arma de fuego allí adentro, no saltaremos todos por los aires? Deben ser muy cautos en su uso. Podemos llevar algún arma encima, pero siendo prudentes con ellas.
Hago un gesto de rechazo al sheriff y me llevo las manos a mi espalda con gesto de dolor.
- Le agradezco su ofrecimiento, pero creo que ya tendré suficiente con trasladar mi contracturado cuerpo hasta esa mina como para cargar con algún peso adicional sobre mi. Creo que podré confiar en su profesionalidad en caso de que exista algún problema. No creo que un viejo enclenque como yo pueda hacer algo con una pistola en la mano, salvo provocarse una tendinitis..
Y me sale una risa socarrona, al pensar en la ridícula escena de apretar el gatillo y retorcerme de dolor por esta artritis que me machaca a diario.