Partida Rol por web

A Zacharias

Una gruesa puerta dorada os separa de la sala de máquinas. Allí, el sonido de la locomotora resulta evidente (e incluso molesto para personas que no admiran los mecanismos y su funcionamiento). Fue entonces, tras golpear la puerta, cuando Edenberg reparó en tu presencia.

No dijo nada. Al parecer, permitió tu compañía. No sabes si por sospecha de que estés supervisando que todo vaya bien (contratado, sin duda, por algún inversor) o por la misma emoción que provocó tus preguntas: la curiosidad.

Edenberg no podía ni imaginar que en su invento tuviera lugar ningún evento desagradable, mucho menos la muerte de algún miembro del pasaje o la tripulación.

La puerta se abrió repentinamente y tras ella apareció un enorme gorila bípedo, con el cráneo deforme debido a las múltiples operaciones y, salvo el pelaje, las facciones y la estructura ósea, todo lo demás era propio de un mecánico fumador y malhumorado.

Salí refunfuñando, mascullando palabras sin sentido, debido al extraño evento ocurrido. -¡Jefe!- Exclamé al encontrarme con el ingeniero -¿Qué está haciendo aquí?- dije mientras me llevaba un puro apagado a la boca para sentirlo.

Acostumbrado al sonido de la locomotora advertir un nuevo ritmo en la armoniosa secuencia. Un Tictac y pude percibir que, como yo, el hombre enmascarado que había detrás de Strauss llevaba un brazo mecánico.

Me irrita la tranquilidad con la que Gora afronta lo que acaba de ocurrir. -¡Un frenazo así! Eso no estaba programado. ¿A qué se debe?- Exclamé visiblemente molesto. El orangután no se inmutó. Con casi su dos metros de altura me miró hacia abajo, quitó el puro y contestó -Una fuga en el aire comprimido del sistema hidráulico del freno del último vagón- dijo sin alterarse lo más mínimo. Me sorprendió la exactitud de sus palabras y, tras una pausa, añadió -No es nada grave- mirando al señor Janssen que se encontraba detrás mía.

-¡¿No es nada grave?! Hemos perdido aceleración. Si no se repara no alcanzaremos la velocidad máxima y eso incurrirá en un retraso. Algo muy grave para las apariencias.- Era imposible de explicar la decencia y el decoro a alguien como Gora que había sido "programado" para ejecutar patrones pragmáticos basados en la funcionalidad.

Suspiré.

-Jefe, tranquilícese- Lo cojo por los hombros. Una práctica que siempre vi hacer a mi cuidador con su hijo. En teoría debía tranquilizar al doctor pero pareció más tenso. Lo solté -Analizaré el alcance de la avería y le mantendré informado. Puede volver a su asiento.-

Pase junto al ingeniero y saludé a su acompañante con un gesto.

-¡Gora!- Atraje la atención del mecánico jefe -El acceso al sistema hidráulico...- guardé silencio mirando con suspicacia al señor Janssen -Pide a un par de Zimmerman que te acompañen.- Sentencié. Advertí que Gora también miró al doctor y, sin añadir nada más -algo raro- nos dio la espalda y emprendió su camino.

Quedé visiblemente pensativo.

Una vez estuvieron solos, dejó sonar un profundo suspiro a través de su máscara. "Aaah... Menos mal. Parece que el conductor no está en mal estado. Bueno, ja ja, eso si el mecanismo gigantesco que conforma este tren necesita un conductor siquiera..." negó con la cabeza, ya estaba divagando otra vez. "En fin, es un alivio saber que no se necesitan mis servicios por aquí." asintió mientras miraba su cetro, símbolo de su profesión. De las dos caras de su profesión. Aquello no pudo sino recordarle quién era y lo que hacía. "Verá señor Straus, un hombre de mi profesión tiende a imaginar siempre el peor de los casos. Un hombre de mi profesión debe observar, analizar y hacer todas las hipótesis posibles para ir descartándolas. Una vez está uno seguro sobre su paciente y, sobre todas las contraindicaciones, puede empezar a actuar." hizo una pausa pensativa, a la que siguió con un ademán moviendo la mano. "Por supuesto, a veces no hay tiempo y hay que dejarse llevar por el instinto... pero en lo general, hay que evitarlo. Cualquier error podría provocar desafortunadas consecuencias..." levantó la mirada hacia él, y como un búho, inclinó su cabeza de pájaro. "¿Seguro que va todo bien, señor Straus? Permítame poner en duda las palabras de su mecánico de que el asunto no es nada grave. Uno espera de un reloj que esté afinado al milimetro... pero si su relojero constantemente mira las manecillas pasar, su frente suda y se muestra nervioso..." negó con la cabeza una última vez, y se acercó a él. "En nuestra profesión no podemos permitirnos errores, pero ni siquiera nosotros podemos controlarlo todo. Un minuto tarde..." repitió sus palabras. "¿Un retraso en el arranque del tren, el dia de su inauguración, cuando todo tiene que ser perfecto? Y ahora... ¿un frenazo inesperado? ¿Dos soldados para escoltar a un simple mecánico? Una vez puede ser coincidencia, pero dos... y hasta tres... Tsk tsk tsk... Estoy imaginándome el peor de los casos. Y no me gusta el diagnóstico."

Sin duda, había que reconocer que el señor Janssen sabía de lo que hablaba. La metáfora del relojero me pareció abochornadoramente acertada. -Sabotaje- le susurré consciente de todas las precauciones que puse en mis planos para que casos así no ocurrieran. -Tienes usted razón, señor Janssen. Aunque no sabré el alcance de la gravedad hasta que encuentre al individuo causante de este contratiempo. ¿Por qué querría hacer algo así?- pregunté sin llegar a comprenderlo -En fin... me temo que debo dar parte cuanto antes a los Zimmerman- mientras hablaba alcé la vista para buscar al más cercano y dirigirme a él.

Parecía que estaba claro: había sido un acto de sabotaje. A no ser que hubiera sido el aliado estadounidense, lo más probable que se tratara de un miembro de las facciones enemigas. -¿Por qué querría alguien hacer algo así?- preguntó Strauss, más una pregunta al aire que a él, pero aún así respondió "Algún inversor desesperado, tal vez..." dijo, en actitud pensativa. Strauss dijo entonces que lo mejor sería dar parte de aquello a los Zimmerman. "Sí, por supuesto, hágalo. Iré a ver si algún pasajero necesita de mis servicios médicos. Le deseo suerte con este asunto... por el bien de todos nosotros." con una reverencia del sombrero, marchó por donde había venido, de vuelta a los vagones de primera clase, y en dirección a la segunda, con el oido atento, mientras su mente trabajaba imaginando las posibilidades.

Strauss siguió el paso del orangután con paso rápido dejándote a solas en la puerta de la sala de máquinas. Echaste un vistazo a la gruesa plancha de acero que separa el pasillo del lugar en el que se controla la máquina y, allí a solas, te preguntaste si sería prudente cruzar y echar un vistazo ahora que toda la atención se centraba en la cola. -¿Abrían alguien allí o algo interesante?-

También podías volver a tu vagón, regresar y enfrentarte a las posibles preguntas de tus compañeros/as de viaje.

Por último, seguir a Strauss al vagón de tercera clase (aquel que precede al de cola) y ver realmente qué ha ocurrido y si alguien está herido. 

Se encaminó en dirección de vuelta a los balcones cuando cayó en la cuenta de que Strauss ya se había marchado antes que él, dejándole allí solo. "..." Poco tendría que informar a su 'aliada' si volvía a los camarotes... Pero había entrado en la sala de máquinas, no le sería fácil regresar allí. Cuanto más lo pensaba, más se convencía de que debería echar una miradita rápida antes de irse. ¿Tal vez habría allí una llave?

Decidió pues echar lo que llamó un 'vistazo rápido e inofensivo'.

Así pues, decidiste adentrarte en la sala de máquinas. Sin llamar, giraste la manivela y la puerta se abrió. Contuviste el aliento atento al otro lado. Quizá aún hubiera alguien a quien tendrías que dar explicaciones de tu allanamiento, pero sólo obtuviste el sonido de la máquina como respuesta por lo que decidiste aventurarte.

Al otro lado todo eran tubos y engranajes. La atmósfera estaba inundada de una neblina blanca que aumentaba y disminuía constantemente. Los mecanismos giraban y la transmisión del movimiento se intuía de forma aleatoria entre palancas, poleas y engranajes en las paredes. El lugar era reducido, más estrecho que el pasillo de los vagones y sólo pudiste caminar hacia delante. Al otro lado parecía que la sala se ensanchaba iluminada con la luz ondulante de un candil que se mueve con el vaivén propio de la locomotora en su trayecto.

Salvo los sonidos del motor (o los motores tal y como sonaba) no había nada más (o no parecía haberlo). Te sorprendió la ausencia de fuego y, aunque allí la temperatura era más alta que en el resto, no hacía tanta calor como esperabas. Superaste el último recodo atravesando una espesa nube blanca y tus ojos quedaron fijos, tu cuerpo se paralizó. Allí, conectado a todo, en el centro de la estancia, había una persona cuyos ojos sostuvieron los tuyos.

Intruso

Mantengo la velocidad constante, la presión acorde. Todo está bien salvo este ser que llega aquí con el rostro blanco y deforme en forma de ave. -¿Qué es?¿Quién es?¿Dónde está Gora?- Mis ojos rojos se fijan en él. Parece despreciable y siento un profundo odio. Acelero.

La inercia hace que tengas que sujetarte para no caer hacia atrás. El espectáculo te deja sin habla. Este tipo no tiene manos ni piernas. Sus extremidades terminan en cableado y tubos. -¿Sería la fuente de alimentación?- En la zona del corazón todo estaba lleno de engranajes, así como en parte de la cabeza. Entonces viste las costuras en su cráneo, en su piel y recordaste un escándalo ocurrido por un doctor napolitano. -¿Cuál era su nombre?- No lo recuerdas pues los ojos de este ser te mantienen cautivado, la maldad con la que te observa... entonces recuerdas la noticia en la que ese doctor era protagonista. Su desaparición.

Allí, contemplando a la criatura que estaba fusionada con el mecanismo de la locomotora recordaste el nombre del científico -Víctor Frankenstein- e instintivamente tu mente buscó los parecidos de la foto del periódico con el ingeniero Edenberg Straus. La altura de los pómulos es semejante y la forma de los ojos le da un aire... pero ahora tiene barba espesa y larga al igual que sus cabellos blanquecinos -¿Sería verdad?¿Edenberg Strauss era en realidad el repudiado Víctor Frankenstein?-

Un grito gutural, te sacó de tus pensamientos. La criatura emitía un sonido espantoso y aterrador no reconocible en ningún ser vivo. Era, al mismo tiempo, amenaza y lamento. Pudiste ver sus dientes blancos pero ensangrentados y sus ojos te miraban con un rechazo que helaba tu alma. Sin lugar a dudas supiste que, si esa criatura estuviera libre, se abalanzaría sobre ti. Al percibir tu miedo la criatura rió pero su risa era más parecida al sonido de una sierra que a cualquier otra cosa que hubieras escuchado.

"Ah... ¡aaah!" dio un paso atrás, y luego otro, y cuando quiso darse cuenta se vió saliendo de la habitación a toda prisa, volviendo a cerrar la puerta para dejarla como estaba, y marchándose al fin de la sala de máquinas. Mientras caminaba tren abajo, la adrenalina del miedo se convirtió en alegría. ¡Un igual! ¡Jamás hubiera creído que el señor Strauss fuese a tener tantas cosas en común con él, y no precisamente el gusto por los engranajes y ciencia! Quien quiera que quisiera destruir aquel tren no tenía sentido de la estética: ¿acaso no lleva un caballo su coche? ¿El asno el molino? ¿Por qué no lo mismo con un pobre diablo? Aunque él no querría estar en su pellejo, eso seguro.

En cualquier caso, Frankenstein había sido uno de sus ídolos: él solo destrozaba la carne por placer y deporte, pero Víctor... Víctor hacía ciencia. Creaba maravillas, como este tren y esa aberración de maquinista. Janssen pensó que, aun aunque sin sentido de la estética alguna, la sociedad hacía bien en perseguir a incomprendidos como él y Strauss. Después de todo, sin persecución, sin el morbo de lo mal visto por la sociedad... ¿cómo iban a encontrar hombres como ellos la satisfacción de practicar un arte prohibido?

Oh sí. Él era un aficionado al lado de Frankenstein. ¿Debería matarlo, para de algún modo ponerse por encima? ¿Debería dejarle vivo, y aprender todo sobre él? ¿Querría matarle Frankenstein a él si se enteraba de lo que había descubierto? Oh... cuántas preguntas, cuántos secretos...

-Si fracaso o muero en este viaje de locos, al menos habré visto una auténtica maravilla. Un monstruo de la razón, una aberración del ser humano... Magnífico. Sencillamente, magnífico. Ah, mis más sentidos aplausos.-