La cabeza de Elonor era un hervidero de reproches. Podía escuchar una y otra vez el ruido infernal que había hecho su cuerpo al golpear el suelo empujada por McNail acompañado de ese mantra que le recordaba que no podía cagarla. Su trabajo debía ser prefecto y acababa de rozar el suspenso.
Su cabeza había empezado a negar en su intento de alarmar a aquella muchacha que probablemente trabajaba junto al pelirrojo y a pesar de que no le importaba ni la vida de él ni la de ella, no podía dejar el vaivén de su cabeza.
- Metal -llegó a murmurar con la sugerencia de despedida del doctor-. Lo arreglaré.
- Sindy o algo así tendrá una de las llaves -informó al doctor mirándose sus propias manos sin dejar esa negativa con la que se torturaba-. Espero tardar en volver a verle, doc.
lo mismo digo! Lo siento mucho :$
En cuanto mencionó a Sindy, el doctor Janssen agarró con su brazo mecánico el brazo de Strom, obligándola a girarse de vuelta hacia él. "Mateo 7:15." Le soltó el brazo entonces, abrió un momento su maletín, sacó una pequeña biblia y buscó la página a la que acababa de hacer referencia. La arrancó, se la dió, guardó el libro de vuelta en su maletín y se marchó entonces por donde los Zimmerman se habían marchado, no sin antes darle a la compañera unas palmaditas en el brazo a modo de despedida. "Yo también lo espero, señorita Strom."
Se fue por donde los Zimmerman habían ido, en dirección a los vagones de primera categoría. Si informaban al señor Strauss del segundo cuerpo, probablemente le acabarían llamando otra vez para que mirara el cadáver del señor Schrödinger. Una suerte que ya hubiera preparado el diagnóstico de antemano.
"Cuidaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces."
Mateo, 7:15