Partida Rol por web

-Maldita sea- menciona Thal en voz alta, -corramos y subamos porque no creo que podamos con todas ellas- mientras dice esto empieza a moverse hacia la trampilla esperando que Laurie lo siga

– Joder, joder, joder... – Empieza a maldecir la muchacha cuando la antorcha se enciende e ilumina las decenas, si no centenares de ratas que claramente estaban "abandonando el barco" cuando este había empezado a hundirse (o inundarse en este caso). Tenían que salir de allí cagando leches.

Rigel seguía siendo la que más cerca estaba de la trampilla, y aunque no le hace ninguna gracia tener que volver por dónde había venido, menos gracia le hacía quedarse allí para morir ahogada o devorada por las ratas, y parecía la opción más viable.

«Suponiendo que no haya jodido definitivamente los goznes.»

Sea como fuere, si tenían una oportunidad de salir por allí, había que intentarlo.

Rigel vuelve sobre sus pasos caminando ahora con más seguridad al permitirle al menos, la tenue luz de la antorcha, el ver los obstáculos a su alrededor. Aunque la luz se atenúa conforme sube por la escalera.

– ¡Corred! ¡Por aquí! Voy a intentar abrir la puta trampilla.

Saca sus herramientas y vuelve a trabajar sobre los goznes tratando de deshacer sus acciones anteriores en una especie de deja vu siniestro en que alguien había decidido revertir el tiempo.

– Una fiesta de la cosecha de puta madre. Sí señor. –Protesta mientras se maldice a sí misma por haber sido tan concienzuda con su trabajo anterior.

Theris apenas había logrado calmar el dolor palpitante en su cabeza debido al golpe que se dio cuando cayó al rio aparatosamente, cuando el caos estalló en el viejo almacén. La figura de Rigel, temblando en la penumbra, era un alivio momentáneo hasta que escuchó sus palabras: “Un enmascarado… Moran Miller…”. La incredulidad y el miedo se mezclaban en su voz, haciendo que un escalofrío recorriera la espalda de Theris. “No puede ser” pensó, intentando convencer a su mente de que la historia de Rigel era solo fruto del pánico.

El ruido sordo desde el piso superior los hizo a todos girar en dirección al techo justo cuando Thal encendió una antorcha, revelando un movimiento espeluznante en las sombras. Una tromba de ratas se precipitaba hacia ellos, sus chillidos agudos llenando el almacén. Theris sintió el impulso de hacer algo, cualquier cosa, para protegerse, y sin pensarlo demasiado, sacó el trozo de cuero que siempre llevaba consigo.

Murmuró las palabras arcanas que activaban el hechizo de Armadura de mago, pero inmediatamente supo que algo no estaba bien. Las energías salvajes dentro de él se desataron sin control, girando a su alrededor como una tormenta invisible. Avanzó a las escaleras de madera para empezar a subir y antes de que pudiera procesarlo, la vieja escalera de madera, que debía ser su única salida hacia la planta superior, comenzó a prenderse fuego apenas sus manos tocaron el asidero de madera.

—¡Por todos los dioses! —exclamó Theris, retrocediendo rápidamente mientras las llamas se propagaban por los escalones.

El calor y el pánico lo abrumaron por un momento, pero no podía permitirse perder la concentración. Observó el agua que comenzaba a filtrarse lentamente desde el riachuelo cercano y por la fuerte lluvia. Una idea desesperada cruzó su mente. Se agachó rápidamente, hundiendo las manos en el barro húmedo del suelo y embadurnándolas antes de acercarse nuevamente a la escalera en llamas.

—¡Voy a intentar apagar esto! ¡Suban, rápido! —gritó a los demás, su voz elevada por encima de los chillidos de las ratas y el crepitar del fuego.

Con manos llenas de barro, comenzó a trepar por la escalera, sofocando las llamas lo mejor que podía mientras avanzaba. Cada vez que sus manos tocaban la madera, se preparaba para lo peor, esperando que su magia salvaje no causara más problemas. Theris avanzaba torpemente, empapado, con los músculos tensos y el corazón latiendo con fuerza, decidido a controlar el desastre que había desatado. Las llamas chisporroteaban y retrocedían mientras subía, pero el constante temor de que algo más se descontrolara lo mantenía alerta.

—¡Laurie, Rigel, Thal vamos! ¡No podemos quedarnos aquí! —gritó, empujando a los demás a seguir subiendo mientras luchaba por sofocar las llamas y evitar que las ratas los alcanzaran.

El hechizo de Theris pone en peligro una de vuestras vías de escape, siendo Rigel y Thalion los que se llevan la peor parte, puesto que justo estaban intentando abrir los goznes. Laurie cae al suelo para esquivar la llamarada, haciéndose un par de moratones. Pese a ello, y con el agua en los tobillos, vuelve a levantarse a trompicones.

La tenue luz de la antorcha hace visible a la miríada de ratas que va acercándose a vosotros, incluso nadando, puesto que el agua ya está subiendo a un nivel preocupante. Dentro de unos minutos el montacargas, otra de las posibles salidas, quedará inutilizado.

-Que hacesssss- logra gritar a Theris mientras las llamas lo alcanzan a un costado, con las justas se escapa de una muert segura aunque su pierna ha quedado chamuscad.

-Eso duele- grita mientras intenta calmar el dolor. -Riguel, intenta abrirlo ahora que esta quemado no creo que sea dificil-

Rigel, concentrada en su tarea y en las ansias de salir de ahí, de espaldas a su compañeros, no se da cuenta de que Theris se ha convertido de repente en un Rey Midas del infierno hasta que le llega la bofetada de temperatura, el olor a pelo quemado y la exclamación de Thalion. Por supuesto, no tiene el más mínimo tiempo de reacción, pues en una fracción de segundo, la llamarada también le besa a ella la piel de la espalda, arrancándole un grito de dolor que la obliga, de forma instintiva, a soltar la trampilla que ya estaba lista para dejarles salir de allí. 

¿Como era posible que en el mismo minuto tuviera el riesgo de morir ahogada y abrasada?

– ¡Me cago en la leche! ¡Joder! ¡¿Qué cojones ha sido eso?! – Le grita la muchacha a un Theris ya bastante preocupado por la situación. – ¿No puedes simplemente meter las manos en el puto charco y salimos de una vez de aquí? ¡Dioses!

Con el agua en las rodillas y la marabunta de ratas también queriendo huir, la situación es crítica. Los primeros roedores se agolpan donde estáis pero no os atacan puesto que están aterradas. Trepan por donde pueden y van llenando el poco espacio libre que queda. Llegar a la trampilla se complica bastante pero teneis que salir de ahí o moriréis ahogados.

-Mierda- grita Thalion, entre molesto y asustado. Una furia y molestia, nunca vista por sus compañeros le surge de la cara. Y empieza a avanzar 

Una fuerza no conocida ni por Thal hace sacudir sus manos mientras avanza haca la trampilla, empujando y manoteando a las ratas para que se muevan de donde están. Al llegar a la trampilla, aun con la molestia en su rostro y una destreza fruto de su entrenamiento y su linaje. Logra levantar las manos y sin problema alguno abrir la trampilla.

-Vamos por aquí, Rigel, Theris y Laurie- Thal no se mueve y se pone a ayudar a sus amigos a que puedan llegar y subir.

La adrenalina le anestesia en parte el dolor de las quemaduras, mucho más graves de lo que ella misma es capaz de procesar en ese momento. Tiene toda la ropa empapada, lo que quizá impide que las prendas se hayan adherido a la piel quemada. «No creo que nadar con ratas le siente muy bien a las heridas.» El nivel de agua comienza a subir de forma preocupante y las ratas les rodean, les trepan por encima y corren despavoridas por todas partes. Rigel grita cuando se ve rodeada por todas ellas. No el grito de terror cursi de una damisela delicada a la que le produce aversión el tan denostado animal. Es más bien una mezcla de frustración y desesperación por no poder ahora mismo casi avanzar. Aún así, lo consigue, y suelta un suspiro de alivio cuando consigue agarrar con las manos la parte superior de la escalera para poder salir de allí, apoyándose en el hombro de Thalion para darse el impulso suficiente para poder deshacerse de la tensión del agua y salir por la trampilla. Antes de dar el último paso, que la expondría a lo que sea que va a esperarla al otro lado, prepara una de sus dagas, dispuesta a apuñalar a lo que sea que se le acerque mientras termina de salir de aquel agujero. 

Los tres lográis subir al piso de arriba, no sin dificultad. Estáis mojados, heridos y con la ropa quemada.