La puerta allí estaba, entreabierta como la habían dejado y sujeta a duras penas mientras se tambaleaba por el movimiento de los ex-alumnos que seguían apiñándose cada vez más en torno a la pizarra.
Al cruzar ambos no tardaron en asomar sus cabezas por el lado que consideraban más seguro: la esquina más alejada de la marabunta humana.
-Vamos, venid rápido. -Gritó Marcos. A su lado Jimmy buscaba una señal de peligro inminente. Era imposible que estuviesen a punto de escapar sanos y salvos.
¡Nooooo!- gritó cuando vio disparar contra Luis Carlos. Se sentó en el suelo mirando con rabia a Luis Ramón -Era mi amigo, no se dispara a los amigos -su mente estaba hecha un lío. Quería levantarse y golpear a Luisra pero también era su amigo y no se pega a los amigos. No sabía que hacer. Se levantó y se acercó al cadáver de Luis Carlos. Sacó de su bolsillo el roedor disecado que había cogido en el laboratorio y se lo puso en las manos al cadáver -ten, para ti
Se volvió hacia los demás tratando de no ver sus ojos -¿Y ahora qué hacemos?
Al ver la cara de Luisrra al tocar la frente del enfermero Miguel se estremeció - Dios.... - Lo que siguió después le dejó con el gesto petrificado. No tenía muy claro qué sentía. No era pena por Luis Carlos sino más bien alivio culpable. Respecto al matarife era casi tanto respeto como cierto temor. Probablemente si Miguel hubiese tenido coraje hubiese hecho lo mismo, pero no lo tenía. ¿Qué hacía a alguien ser capaz de hacer eso?
Miguel apartó un brazo de la pizarra para coger del hombro al limpiador con tranquilidad intentando calmarle.
Vamos Marcos, sigamos a los chicos... - y tiró levemente de él para que le siguiese a través de la puerta - Luisrra vamos, antes de que venza la pizarra, ¡vamos!
El doctor Martín, si bien había hecho algo de esfuerzo con la pizarra, la mayor parte del tiempo estaba haciendo como que empujaba. Y se le notó aún más cuando se dio cuenta de que Luisra tenía el arma en las manos e iba a cargarse a Luis Carlos.
No trató de impedirlo.
Sí miró para otro lado. Y eso que el tío se había hartado a cargarse ratas con guillotina, pero esto era diferente, ¡dónde iba a parar! Eso sí, no se le saltaron las lágrimas, más bien se alegró de que no hubieran hongos por su parte, y además de que lo hubiera hecho otro.
Los primeros en salir fueron los dos estudiantes, el decano no esperó mucho para seguirles. El resto aguantaron medio minuto los embates mientras intentaban recomponer a un maltrecho Luisra quien recientemente acababa de asesinar a sangre fría a alguien que podría estar enfermo... No había tiempo para pensar en ello como se encargaban de recordar los golpes que se producían al otro lado de la pizarra.
Ésta podría astillarse en cualquier momento y el tiempo era oro. Se coordinaron para propinar un nuevo empujón, éste bastó para conseguirles el tiempo que necesitaban para pasar al otro lado. Sin embargo el peligro aún no se había esfumado pues la puerta estaba abierta. Reconocieron a segrellos quien a cuatro patas intentaba seguirles en la ruta hacia el exterior.
-¡Hay que bajar la puerta! -Gritó Marcos advirtiendo del peligro inminente.
Alguien, se abalanzó a una de las jambas y tiró del tope dejando que ésta por su propio peso se desplomara. ¡Finalmente estaban a salvo! ¿O no? La puerta les respondió vibrando a cada golpe que se producía al otro lado, nadie sabía si aquello iba a aguantar.
Venga posteo para ir avanzando.