Partida Rol por web

Todos en ese momento ven un evento interesante. De repente tres hombres caen al suelo heridos.

"Carajo nos han disparado". Todos se preguntan de donde han venido esos disparos, pero en realidad es que algunas balas han cambiado de dirección, pero eso, sólo lo sabe Llucia.

El hombre herido  salta a una alcantarilla, seguido por el enorme cocodrilo que lo sigue especie de perro.

La escena es algo extraña tres hombres en el suelo heridos, y ustedes observando.

LLego hasta el coche con el resto de mis compañeros siguiéndome. La escena detrás de mi se ha vuelto caótica, con bajas en el bando del Príncipe debido a unas balas que nadie sabe de dónde han salido. En cualquier caso, eso es lo que menos me preocupa. Mis impulsos me llevan a buscar ponerme a salvo, así como tratar de proteger de alguna manera a la mujer que puede dar la cara y defendernos a todos. Una vez parado frente al coche comienzo a buscar las llaves entre mis bolsillos de manera frenética.

¡Mierda! ¡Las llaves!

Doy media vuelta y miro a Daniel, que acaba de llegar junto a mi.

-Fué ella quien condujo hasta aquí. LLúcia tiene las llaves del coche...

Una vez dicho esto miro con resignación hacia la batalla y me encamino hacia donde me parece distinguir a la Brujah.

Las balas se desvían... demasiado. Pero se desvían. Y el hombre escapa, por fin, escapa por la alcantarilla seguido de su animal. Eso era todo lo que necesitaba, pues podía curar sus heridas, y si necesitaba sangre, podía tomarla del cocodrilo que sin duda se dejaría. Llúcia entonces vuelve su atención a la situación que se vive en la superficie, donde tres de los que disparaban se encuentran caídos. Ve a sus compañeros, allí a lo lejos, a salvo. Uno viene hacia ella, Saul. Entonces Llúcia le hace un gesto de que no se acerque, e inmediatamente comienza a caminar hacia él. La conmoción por lo sucedido le ha quitado el primer gesto de sorpresa en el rostro, por la nueva trayectoria de las balas, y le ha puesto uno de decisión.

Pasa al lado de los heridos sin detenerse. Los otros les auxiliarán. Sabe que algo tan simple como balas no matará a nadie que no pueda morir. Pasa a través de la conmoción, de lo extraño, donde todo se ha terminado y se dirige hacia los demás. El príncipe esperará que alguno de los suyos, otro, se meta en las alcantarillas. Llamará cobardes a todos los súbditos que no se han puesto en peligro metiéndose en ellas, los claros dominios del cocodrilo, pero podrá entender sus ánimos de sobrevivir. Ella no piensa hacerlo, pues cree firmemente que con eso ya está asegurado el escape del prisionero. Ahora, le queda asegurar la seguridad de sus compañeros, y la suya propia.

Camina, y llega hacia Saul, que ya ha cortado bastante camino.

- Quizás no debamos irnos. Reich sigue adentro - dice, en voz baja. Echa una mirada, y ve a todos al lado del auto - ¿Todos quieren irse?

Edgar se pone la mano en los bolsillos y se apoya en el auto, cruzando las piernas, como si se encontrará en un paseo en vez que en una escena sangrienta. A la pregunta de Llúcia alza los hombros, dándole a entender que no le importaba la decisión que se tomase.

Que yo recuerde no era nuestro objetivo llevar a Reich, sino a Steve, y parece que éste se va a ir por sus propios medios. Yo no tengo problemas en esperar a Reich, si eso es lo que se decide - y vuelve a alzar los hombros, con una mirada fastidiada en sus ojos.

Tras la huída de Steve por las alcantarillas la agitación en las calles parece disminuir progresivamente. Los vampiros heridos comienzan a incorporarse, mientras otro grupo de fieles al Príncipe se dirige hacia donde el fugitivo ha escapado.

Ahora ya si que no es problema nuestro. Si de verdad ese era nuestro hombre, ya hemos hecho lo que podíamos por él. De todas formas pueden pensar que esto ha sido preparado por nosotros...

LLúcia llega hasta mí, y damos media vuelta en dirección al coche. Sin ningún tipo de preámbulo plantea la pregunta que estaba rondando mi cabeza desde que perdí de vista al prisionero. Edgar, que la ha escuchado también contesta desde el coche, y una sensación de angustia me invade por un momento. Sus palabras, escuchadas por cualquier allegado al Príncipe podrían ponernos en un aprieto; podrían dar a pensar que planeábamos la huída de Steve. En el mismo tono en el que habló la Brujah contesto.

-En cualquier caso creo que es buena idea buscar a Reich. Que todo esto haya sucedido cuando nos hemos presentado ante el Príncipe no nos deja en buen lugar ante sus ojos. Quizá con Reich de nuestro lado no se atreva a hacernos nada. Tan solo quizá...

Subes por las escalerillas, la puerta de la alcantarilla está abierta, y cuando sales ves un caos, unos seis hombres te están apuntando con fusiles.

Sal de ahí ¿Quién carajos eres? Donde está el rubio.

¿Llevar a Reich?. Miro a Edgar con una risilla.  Lo que yo entendí es que teníamos que entregarle algo, ¿ya lo hicieron? Entonces larguémonos de aquí... este lugar no parece muy amigable.

Justo en ese momento, por la misma alcantarilla que escapo Steve y el cocodrilo, sale una figura que para todos es conocida. Es Paolo, pero justo después de salir es encañonado por  6 hombres con fusiles, quien iban en búsqueda del hombre.

Escuchan que uno de ellos dice “Sal de ahí ¿Quién carajos eres? Donde está el rubio.”

Al ver tan acogedora escena Paolo hace lo que mejor se le da hacer. Se vuelve a tirar de cabeza hacia la alcantarilla. La caida le da lo mismo, sabe que se va a hacer daño, pero 6 disparos con rifles... preferia abrirse la cabeza. No sabia quien le iba a atacar, pero si sabia como salir de ésta.

Cuando bajas, notas que alertas a los soldados, de reojo te parece ver que en la superficie estaban tus compañeros. A pesar de que  tratas de huir, el hecho de qué  te hayas movido (porque los hombres al parecer no trataban de atacarte)  encuentras que para tu pesar hay un hombre detrás tuyo que es enorme, te hala  por tus ropas antes de que te lances al hueco, poniendo el cañon del  arma en tu cien.

¿Acaso lo estas ocultando? habla. Grita el hombre desde la superficie. En nombre del principe de Camberra...

Ustedes ubservan lo siguiente. Paolo al ver los soldados en vez de quedarse quieto, trata de huir, pero un hombre enorme detras de él, lo levanta, y no lo deja irse. Le acercan peligrosamente las armas.

¿Acaso lo estas ocultando? habla. Grita el hombre desde la superficie. En nombre del principe de Camberra...

Llúcia gira, atraída por los nuevos gritos, y ve a Paolo. Por un momento se siente confundida, preguntándose por qué justamente ha aparecido allí justo en ese preciso momento. Pero al ver que su acto instinto es intentar escapar a los que le apuntan, y ver cómo reaccionan los hombres de la superficie apuntando sus preciosas armas hacia él, empieza a buscar algo en sus bolsillos sin apartar los ojos de esa dirección.

- Joder, justo ahora... - le escuchan decir.

Saca el manojo de llaves del auto, y lo entrega a Edgar.

- Van a joderlo, vaya momento oportuno para aparecer - Llúcia niega e inmediatamente se da vuelta hacia donde están los hombres apuntándole a Paolo. Su voz se escucha atravesando el silencio tenso, y luego del tono amenazante que le exige respuestas, la suya es más bien simplemente inquisitiva - ¿¡Has escuchado?! ¿¡Has visto al rubio y a su cocodrilo irse por las alcantarillas?!

Su única intención es avisarle a Paolo qué está sucediendo, y que ellos, sus compañeros, están arriba para ayudarlo.

Por fin una cara amiga, esto ya toma otro color

- ¿Sois amigos del rubio? Pues le persigue un cocodrilo, no se si será suyo o que, pero los he visto a uno huyendo del otro por este tunel por el que he salido. Si os dais prisa lo encontrais todavia, y con suerte vivo. - Paolo podia llegar a ser muy locuaz cuando queria, pero desgracidamente, no siempre son buenas noticias.

Aprovechando la confusión generada por la reaparición del nosferatu me encamino hacia el coche. El objetivo es limpiar nuestro nombre; que no nos relacionen con la huída de Steve; pero eso lo puede hacer perfectamente LLúcia. Da la impresión de cooperar con el Príncipe, o al menos de ser capaz de ganarse su aprobación; y seguro que es capaz de hacerlo por todos nosotros mientras nos mantenemos en un discreto segundo plano, a salvo de las conjuras que se traigan entre manos.

Me giro y, tratando de no llamar la atención, comienzo a caminar hacia el coche. Al pasar junto a Edgar hago un ligero movimiento con la cabeza señalando el coche y le susurro.

-Retirémonos un poco. Si hace falta nuestra intervención estaremos cerca. Si las cosas se ponen feas, suficientemente lejos.

El hombre mira al nosferatu y le dice ignorandolos. No estorbes entonces feo... VAMOS!.. hay que encontrarlo. Grita mientras retira al nosferatu casi de un empujon. Otros hombres se meten a las alcantarillas armados hasta los dientes. El principe me matará si no lo encontramos. Murmura.

En ese momento se dan cuenta que estan los tres juntos de nuevo.