¡Y yo digo no! ¡Estos héroes no morirán hoy! la voz que atronaba en la cueva y parecía poner en peligro toda su estructura no era otra que la de Barek, el posadero del pueblo que avanzaba cojeando en dirección a los héroes blandiendo la enorme hacha que había en la pared de la posada y embutido en una pesada armadura que hacía aun mas evidente su cojera. Detrás de el venía la camarera pelirroja ataviada con una armadura de cuero bastante desgastada y enarbolando un espadón a dos manos casi tan grande como Gnimsh y gran parte de los habitantes del pueblo armados con hoces, horcas, hachas y diversos utensilios del campo.
¡Eres tu el que sucumbirá hoy! ¡El tiempo de agachar la cabeza ha terminado, hoy el pueblo de Aenten luchara! las palabras del enano fueron seguidas por vítores por parte de los habitantes de Aenten.
El enano alzo su hacha y se hizo el silencio. El tiempo pareció detenerse en ese mismo instante. De repente con la misma energía con la que lo alzo bajo el hacha hasta apuntar a los kobolds. ¡ADELANTEEEEEEEEEEEEEE! grito y todos los presentes cargaron contra los kobolds pasando a los lados de los sorprendidos héroes.
Mientras estos luchaban con los pequeños reptiles el enano se acercó cojeando a los héroes ese bastardo no debe de salir con vida de aquí, ¡vamos a por él! os dijo señalando al mago.
Cuando volvisteis a centrar la atención en el mago visteis que la bola de fuego que estaba a punto de lanzaros había desaparecido y su pose no denotaba la confianza de hace unos instantes. Al parecer la aparición del bravo enano y los habitantes del pueblo había desbaratado totalmente sus planes.
Habéis ganado esta batalla… pero no podéis ganar la guerra. Los engranajes se están moviendo y ya no hay fuerza en toda Vareia capaz de detenerlos. Tenarem arderá hasta los cimientos… y Malaest le seguirá pronto jajajajajajajajaja. Un brillante destello os ciega y os obliga a cerrar los ojos. Cuando los volvéis a abrir el mago a desaparecido.
Al desaparecer el mago también lo hizo el brillo de los ojos de los kobolds. Al parecer este les controlaba y les imbuía valor, pues nada más desaparecer las pequeñas criaturas se retiraron en desbandada al interior de la cueva. Los habitantes del pueblo alzaron sus armas y gritaron triunfantes, Aenten volvía a ser un lugar seguro y todos estaban vivos. Había llegado el momento de volver a “La Espada Quebrada” a celebrarlo con unas cervezas. Pero mientras todo el pueblo ríe y celebra la victoria de regreso al pueblo los héroes no pueden quitarse de la cabeza las últimas palabras del mago “Tenarem arderá hasta los cimientos… y Malaest le seguirá pronto…”. ¿Qué oscuros misterios acechan en la capital del reino? Tal vez haya que ir a echar un vistazo, o al menos a alertar a las autoridades…
Todo se sucedió a un ritmo vertiginoso. Tan pronto estábamos combatiendo con unos miserables kobolds, como con un ¿poderoso? mago al que en cuanto vio aparecer al populacho armado con cacerolas y cucharones se le hicieron las patitas mantequilla y tuvo que salir corriendo. O es un cobardica de cuidado, o es que tenía una "urgencia" y debía ir a "empolvarse la nariz" a toda prisa.
El caso es que aquella panda de cobardicas que nunca había movido un dedo para librarse de los kobolds por fin había reaccionado, y todos se habían armado de valor para venir a enfrentarse a su pesadilla. Supongo que es el saberse acompañado por Gnimsh el Único lo que les infundió tamaño valor. A mi lado, estaba claro que nada ni nadie podría derrotarlos. Es lo que tiene ser un ser tan excelso, un héroe como no ha habido nunca, que todos se vuelven más valientes y mejores personas en cuanto me aproximo a la zona.
El caso es que ahora, en la taberna, el ambiente había cambiado increíblemente con respecto a la jornada anterior. Ahora todos estaban contentos y felices, festejando una muy fácil victoria. La cerveza -¡Y era buena cerveza, pardiez!- corría por doquier, y todos parecían rebosar alegría (la cerveza es lo que tiene, se compra una dosis de alegría servida en jarra y por una moneda).
No pude evitar el extraer la lira, y comenzar a cantar alguno de los capítulos de mis historias para entretener al personal. Estaban todos tan borrachos que no parecían dispuestos a rebatir la veracidad de mi son, e incluso alguno lo estaba tanto como para agarrar una buena moza y comenzar a bailar entre las mesas, al ritmo de mi lira y el del repiqueteo de las jarras de cerveza al ser alzadas y entrechocadas en un brindis tras otro. Así pues, entoné un alegre pasaje de "El Cantar del Mío Gnimsh":
¡Viva el Gran Gnimsh! ¡Gnimsh el Único!
Valiente y apuesto buen mozo que vino a luchar
Y a la mala bestia que asolaba el reino
Logró de un certero tajo su vida sesgar.
¡Viva Gnimsh el Único, Último Héroe de Malaest!
¡Viva el ser más grande, concentrado como pastilla de Ariel!**
Ahora todos festejamos la victoria del reino
La era de paz que su bondad nos traerá
Al derrotar al ser malvado que tanto tiempo
Nos hubo masacrado, pero que ya nunca volverá.
¡Las mozas bien bailaban, aligerando sus pies!
Tras posar pesada carga de congoja y altivez.
A sus pies rendidas fueron a caer,
una tras otra, buenas mozas, lindas, guapas
bailando en torno al excelso ser.
Y los hombres bien brindaban
ora vino ora cerveza ora hidromiel.
¡Viva Malaest! ¡Y viva Gnimsh el Único!
¡Último héroe de Malaest!
Tras una jarra de cerveza y un pellizco a la nalga de Quenya, entonó otra canción compuesta por él mismo, y jamás escuchada hasta la época. ¿Pero qué mejor que aquel momento de felicidad para compartir con sus nuevos amigos y en su nuevo hogar -pues no pensaba irse del único sitio donde parecía que iba a encontrar dónde vivir respetado tras haber salvado al pueblo- para compartir su más novedoso tema?
¡Los guardianes de Maaaaaalaeeeest
al triunfar el maaaaaal
Sin duda nos saleeeeen a combatir
Por un mundo ideaaaaaal....
Y así, bien contento, subido a una mesa y entonando una melodía gloriosa, Gnimsh el Único se despedía de la aventura. Si en un futuro volveremos a oír hablar de él y de todos sus nuevos amigos, solamente el máster lo sabrá ;)
**Dícese del jabón medieval con el que las lavanderas frotaban la ropa en el río ;)
De vuelta a la taberna tras una lucha en la que yo no había logrado hacer gran cosa y un final un tanto desconcertante con la aparición del mago y de todo el pueblo armado y dispuesto a luchar. Estaba sentado en la barra, tal como hice al comienzo de esta aventura, apurando una jarra de hidromiel. Veía a la gente feliz por haberse librado, aunque quizás solo durante un tiempo, de la amenaza que atemorizó al pueblo durante tanto tiempo, y al pequeño bardo cantando y bailando sobre las mesas. Era curioso, pero al final le había cogido cariño a aquel personajillo. Era molesto, chillón, fanfarrón y un tanto mentiroso, pero el pequeñajo me hacía gracia después de todo. Era curioso sin embargo que pese a haber viajado juntos y haber colaborado para llevar a cabo la misión, el grupo no hubiese acabado más unido. De hecho, apenas habíamos hablado entre nosotros. Al comienzo del viaje no sabía nada de Naolind o Eko, y al final de él seguía sin conocerlos... y probablemente ya nunca lo haría.
Cuando partí de mi hogar, de la casa de mi señor, esperaba vivir una gran aventura llena de peligros, emociones, desafíos y victorias con las que honrar a mi amada. Sin embargo había vivido todo eso y ahora debía regresar sin la gloria del guerrero que ha cumplido con su deber. Había participado y el pueblo era libre de los invasores, pero no gracias a mí. No fue mi espada la que acabó con los kobolds. No fue mi valor el que impulsó a la gente a la batalla. No fue mi sabiduría la que guió en el camino. En la batalla apenas pude alcanzar al enemigo. Apenas había acabado con un puñado de aquellas alimañas. Ayudé cuanto pude, es cierto, pero si no hubiese sido por la maestría en combate de mis compañeros, probablemente habría sucumbido. Los años que había invertido aprendiendo el arte del combate a las órdenes de mi señor habían sido de gran ayuda, pero estaba claro que aún me quedaba mucho que aprender.
Y eso haría. Ahora regresaré a mi hogar, junto a mi amada, y le narraré a ella y a mi señor las hazañas de este viaje, y que ellos valoren si he demostrado tener el honor de alguien digno de pedir su mano. Y si no es así, volveré a partir y no regresaré hasta ser el hombre que debo ser, el hombre que ella merece.
La paladina estaba satisfecha.
Esperaba poder liberar el pueblo del mal que le acechaba y, en lugar de esto, fué testimonio del valor de los aldeanos. Pudieron sobreponerse al terror y levantarse para luchar.
Aquel día Rhean aprendió una gran lección de heroísmo y humildad. Allá donde hubiera bondad y generosidad núnca sería vencido por el mal. Quizás había sido un error pensar que el bien sólo lo defienden los fuertes.
En todo caso disfrutó aquella noche de la fiesta. Apenas conocía a sus compañeros e ignoraba si sus caminos volverían a cruzarse, pero la taberna y la tranquilidad de haber acabado el trabajo les daba tiempo de conocerse mejor. Sus heridas, todavía dolorosas, no eran razón para no pasarlo bien y olvidar las funestas palabras del misterioso mago. Sin duda se trataban de amenazas sin contenido, nacidas de la frustración de ver cómo un pueblo vencido le pasaba por encima.
Esta noche no la pasarían pensando en posibilidades oscuras.
El mago huyó con el rabo entre las piernas... Ya no volverá ^^