Más allá de la protección de la aldea, a veces, dentro de sus límites, en todas partes, a todas horas, están ocurriendo cosas. Sucesos que marcan a sus protagonistas, cambiando sus vidas y a veces, cambiando sus mismas esencias.
La tarde había sido lluviosa, aunque hacía calor debido a que estábamos en verano, Ayla decidió que saldría a buscar unas hierbas para preparar la cena, así que se acercó hasta un pequeño bosquecillo donde sabia que crecían unos hongos que le gustaban mucho, tanto a ella como a Jondalar.
Caminaba tranquila y ya había recogido unos cuantos tenia su cesta casi repleta y cuando ya pensaba en volver hasta su casa, se fijo en uno de los arboles en su parte superior. En él descubrió unas extrañas flores, por su curiosidad subió hasta la copa del árbol para recoger unas cuantas y así poder investigarlas. Así cuando comenzó a descender, quizá por la humedad en las ramas, resbaló cayéndose desde lo alto. Pensó que fallecería, ya que una de sus piernas se rompió y creyó que nunca volvería a andar. pero extrañamente Comenzó a frotar su pierna y usando su fuerza de voluntad consiguió sanar su propia pierna desde ese día supo que tenia una habilidad para curar las heridas de las personas.
-- Jondalar había bajado hasta el río con su ganado para que este bebiera, como hacia todos los días al amanecer, pues sabia que para los animales era muy necesaria el agua ya que se podían volver agresivos si tenían sed, como siempre mientras los animales bebían el buscaba huesos ya que esa era su otra pasión, hasta que un movimiento le sorprendió, pues una de las crías de sus animales se había alejado de la manada, también vio como un león se acercaba y acechaba a la cría.
-- Intento correr para ayudar a la cría pero sabia que no llegaría, así que comenzó ha intentar guiar los pasos de la cría y alejarla del depredador mientras hablaba en voz baja hacia el león y le pedía que se parase y marcharse para buscar otra presa, extrañamente la situación sucedió como Jondalar estaba hablando desde ese día supo que podía hablar y guiar a los animales sin saber muy bien como lo hacia.
-- Espero que ahora este bien, sino dimelo y lo arreglo.
-- Una pregunta, actualmente, que control tengo sobre los animales, solo les cuido y sacrifico para nuestro alimento o ya he conseguido que nos ayuden en algunas de nuestras tareas.
Sargón había encontrado aquella cueva por accidente, mientras perseguía a un animal al cual había dado caza tras herirla con su lanza. El rastro de sangre le había guiado hasta aquel lugar donde la oscuridad dominaba su interior, apenas pudiendo ver por dónde caminaba. Era extraño, el silencio, puesto que debería de escucharse los gemidos de la criatura, a menos que ésta ya hubiera muerto. De cualquier forma, ese detalle no intimidó al joven cazador, quien decidido se adentró en las profundidades de la cueva, acompañado tan sólo de una antorcha que le permitía ver lo que tenía delante.
No obstante, a medida que continuaba caminando, no hubo más silencio, sino más bien un horrible sonido, como si algo se arrastrara en la oscuridad, no había manera de describirlo con exactitud. Lo único que Sargón sabía, era que era un sonido que helaba su sangre, acompañado de otro como si estuvieran masticando algo. En ese momento, supo que lo que sea que hubiera allí, no era algo que él deseara conocer. Aquello, había despertado todas las alertas en su instinto, que parecían gritarle que escapara de allí cuanto antes, que no debía permanecer en ese lugar un instante más. Sin embargo, a pesar de las advertencias, el joven decidió continuar. Estaba claro, ese animal podía alimentarle a él por mucho tiempo, y sin duda, también sería una buena forma de demostrar su capacidad para cazar. No podía regresar, no sin llevarse aquel fruto de su esfuerzo.
Aún así, a pesar de lo que él deseara, el destino parecía estar en contra de sus deseos, puesto que, cuando dio unos pasos más en el interior de la cueva, unas luces azules no tardaron en hacerse presente, iluminando gran parte del sitio, a la vez que mostraba algo que sólo podía ser descripto de una sola manera: una horrible abominación. Aquello producto de las pesadillas más perversas. Una enorme masa oscura que parecía irradiar, en ciertos puntos, una luz azul intensa, se encontraba frente a él, en lo que parecía ser una especie de espacio de gran tamaño en el interior de la cueva, tal vez creado por la misma criatura frente a él. La abominación, parecía estar compuesta también de largos tentáculos, algunos terminando de grandes ojos, los cuales observaban con cierta curiosidad al muchacho. La criatura de nombre desconocido, poseía múltiples bocas, repletas de largos colmillos que intimidarían a cualquier cazador, en especial a alguien tan joven como Sargón.
El joven estaba aterrado, lo sabía más que bien, pero tampoco podía correr. Había aprendido que los depredadores no dudaban en perseguir al que corriera, ya que eso era algo que toda presa haría. Correr te convertía en una presa y Sargón no cometería ese error. Por ende, permaneció allí, observando en silencio a la abominación, intentando no demostrar que tenía miedo, lo suficiente como para orinarse encima. No obstante, la criatura no le atacó, simplemente continuó observándole, como si considerara que, todo aquello, era divertido. Estaba claro que no reconocía al chico como una amenaza.
- Hemos decidido aceptar el alimento como una ofrenda de tu parte. No debes preocuparte, te ofreceremos, a cambio, una oportunidad que no deberías de rechazar. Nuestro nombre es Anzur'Gulhar. Recuérdalo bien. - Expresó la abominación con cierta tranquilidad en su tono. Lo peor, es que no estaba hablando, al menos no allí, sino en la mente del muchacho. Se había introducido en su mente, como si fuera tan sólo respirar para ésta. La sorpresa se mostró en el rostro del muchacho, en el momento en el que habría sus ojos como platos, aterrado ante la idea de que algo así estuviera en su mente, si bien, no tardó en tranquilizarse, no deseando mostrar temor, a pesar de que Anzur'Ghular pudiera, probablemente, aplastarle con tan sólo desearlo. Nunca había visto algo así, y algo le decía que no debía de ganarse su odio. La mejor opción había sido permanecer en silencio y escuchar todo lo que el ser tuviera para decirle. Si eso significaba que no le comería, mejor así.
- Vemos promesa en ti, joven mortal. Vemos la oportunidad de que seas nuestro campeón, aquel que difunda nuestro nombre entre el resto de los habitantes de éste mundo, con el tiempo. Nos rendirás culto, lo demandamos, aunque no pedimos demasiado, al menos no por ahora. A cambio, serás nuestro campeón, y podrás invocar los rayos de las tormentas para eliminar a otro aquel que pretenda hacerte daño. No toleraremos que alguien desee dañar a nuestro campeón, y es por eso que te ofrecemos éste regalo. - Explicó en aquel tono frío, carente de toda emoción, aunque Sargón pudiera percibir cierta chispa de interés en la criatura. Probablemente, aquella unión mental, servía no sólo para transmitir las palabras, sino una parte de lo que la criatura sentía en ese momento... eso significaba que ésta también podía sentir lo que él sentía. En un momento, tras decir aquello, el joven comenzó a percibir un fuerte dolor en su cabeza, como si desearan meter algo en ella, algo que parecía ser cuantioso, y, por ende, generaba aquel dolor tan punzante que comenzaba a ser insoportable para el chico. Sin embargo, aquello no duró más que instante breve, antes de que todo volviera a la normalidad, sólo que ahora poseía un cierto conocimiento en su mente, y una sensación de poder que antes desconocía por completo. Su mente se había abierto a algo fuera de lo terrenal. ¿Qué era aquella criatura? No lo sabía, pero estaba claro que era poderosa. Adorar a algo así, tendría sus meritos, y, de todas formas, no tenía otra opción.
- Ten... esto es una parte de nosotros, permitirá que pueda continuar comunicándonos contigo cuando así lo deseemos. Ahora vete, aún eres muy joven. Recuerda nuestras palabras... difunde nuestro nombre, eres nuestro campeón. Difunde la gloria de Anzur'Ghular. - Demandó, en el momento en el que uno de los tentáculos le arrancaba un ojo a la masa oscura, antes de obsequiárselo a Sargón, para que éste lo conservara. Dicho ojo, no tardó en convertirse en una especie de joya, algo que les vincularía de ahora en más, para que la abominación pudiera hablar con él cuando el muchacho le rindiera el culto que merecía.
Sin desear molestar más de lo debido a aquel ser de gran poder, el cazador optó por retirarse de la cueva cuanto antes. Había perdido su presa, pero había obtenido algo mejor a cambio. Ahora sólo debía cazar otro animal para poder obtener el alimento que deseaba, a la vez que aprendía a usar aquel poder que le había sido obsequiado.
Encuentro místico de Sargón. Espero que sea de tu agrado, director :3 Ahora voy dejando las historias de Ashlultum.
Había una razón por la cual Ashlultum se había separado de sus padres en aquel momento, mientras estos se dedicaban a recolectar frutos en el bosque. Había oído una bella melodía no muy lejos, acompañada del ruido del agua fluyendo. Era claro que alguien estaba cantando mientras se bañaba en el río cercano, por lo que la niña, maravillada con aquella melodía, decidió acercarse a la fuente del sonido. Tal vez la persona que cantaba pudiera enseñarle a cantar de la misma forma. No obstante, al llegar, Ashlultum se sorprendió, ya que, en el agua, se encontraba una mujer, que habría tenido la apariencia de una persona normal, si no fuera por el hecho de que unas ornamentas salían de los costados de su cabeza, dejando en claro que no era alguien normal. Nunca había visto a una mujer así, por lo que aquello llamó el interés de la joven curiosa. La mujer era hermosa, poseía cierto encanto en ella, que no parecía natural, un halo sobrenatural que resultaba fascinante y que no hacía más que tranquilizar e hipnotizar a cualquiera que la apreciara con sus ojos.
- ¿Oh? ¿Una niña? No veo a tus padres, deberías de tener cuidado. Sería una pena que alguien tan adorable perdiera la vida en éste lugar. - Aconsejó la bella mujer, a la vez que le dedicaba una cálida sonrisa a la pequeña frente a ella, si bien no tardó demasiado en abrir los ojos, un tanto sorprendida por algo en especial que había visto en la mortal. Por un momento, soltó una risilla, tan encantadora, que habría derretido el corazón de cualquier hombre, ya sea por su voz encantadora, o por la misma risa en sí, que remarcaba aún más la belleza de la preciosa criatura.
- Ahora que lo pienso, eres muy bonita. De seguro cuando crezcas un poco más, serás la envidia de otras mujeres, y el deseo de muchos hombres... u otras mujeres. Quién sabe. Te daré algo para que seas incluso mejor. - Afirmó la ninfa del río, en el momento en el que comenzaba a salir del agua, mostrando su hermoso cuerpo desnudo, cuyas curvas habrían despertado la lujuria en cualquiera, a pesar de las ornamentas que resultarían extrañas para los humanos. Cuando se acercó lo suficiente a la joven, la cual se encontraba completamente paralizada por el encanto sobrenatural de la mujer, la ninfa no tardó mucho en extender su mano y tocar con el dedo índice la frente de la pequeña, a la vez que le dedicaba una sonrisa divertida, como si estuviera haciendo una especie de travesura.
- Mi nombre es Infiriel, por cierto. Ahora tienes un regalo de mi parte. Tendrás el mismo encanto que yo, un arma poderosa si sabes utilizarla bien. Estoy segura que no me decepcionaras, con lo mona que eres. - Aseguró en un tono amable como si se tratara de una hermana conversando con su hermana pequeña, o tal vez incluso su madre. Tras tocar su frente, apoyó la palma de su mano sobre la cabeza de Ashlultum, con la intención de dedicarle un gesto de cariño, como si la pequeña le hubiera caído en cierta gracia. Por un momento, la ninfa no pudo evitar mostrar una cierta expresión de tristeza, sabiendo que la chica no podría quedarse allí mucho tiempo, ya que sus padres deberían de estar buscándola. Después de todo, no deseaba conflicto alguno con otros seres. Era verdad que podía maravillar a muchos con su encanto y su atractivo, pero no poseía otro medio de defensa. A diferencia de otras criaturas sobrenaturales, ella no poseía habilidades ofensivas, simplemente aquellas concentradas en su belleza.
- Mm, gracias. Mi nombre es Ashlultum. ¿Quieres ser mi amiga? - La pequeña había sentido algo extraño en ella, luego de que Infiriel hubiera tocado su frente, sin embargo, apenas podía comprender el obsequio que ésta le había otorgado, por el momento. Aquello lo descubriría con el tiempo, en especial cuando fuera un poco más grande. Lo que estaba claro, era que la mujer parecía muy amable y muy interesante, por lo que deseaba que fueran amigas.
- Me encantaría. Aunque será mejor que regreses con tus padres, deben de estar preocupados. En otro momento nos volveremos a ver. Puede que yo te busque a ti. Vete, Ashlultum. Espero que disfrutes mi regalo. - Comentó divertida, y un tanto alegre ante el hecho de que la adorable mortal hubiera deseado ser su amiga. Parecía realmente simpática, si bien no podían continuar conversando, no en esa situación. En otro momento se aseguraría de buscarla, la chica era muy adorable como para no apreciar su amistad. Tan inocente, tan amable.
- Está bien. Ahora eres mi amiga, no puedes arrepentirte. - Explicó la chica, emocionada ante la idea de aquella bella mujer fuera su amiga. Lamentablemente debía volver con sus padres, por lo que no podría jugar con ella, o pedirle que le enseñara a cantar aquella melodía. Tal vez luego, cuando volviera a acompañar a sus padres al bosque, a recolectar frutos. Tras haber dejado en claro que a partir de ese momento eran amigas, la pequeña no se demoró demasiado en alejarse, antes de que sus padres la regañaran nuevamente.
Primer encuentro místico de Ashlultum.
Otro año, otro momento en el que Ashlultum volvía a acompañar a sus padres al bosque, y otro momento en el que la pequeña aprovechaba para apartarse un poco de estos para conocer al mundo a su manera, a la vez que recolectaba algunos frutos por su cuenta, deseando ser de suficiente ayuda para su familia. Hacía ya casi un año que mantenía una cierta amistad con la ninfa del río, si bien ésta estaría ausente por un buen tiempo, por lo que le había contado. Parecía que la misma tenía asuntos que atender que requerían que se mantuviera alejada de sus "dominios" por varias lunas. De todas formas, la mujer le había prometido que cuando regresara le enseñaría nuevas melodías que cantar, a cambio de disfrutar de la buena compañía que la chica le garantizaba en ciertos momentos.
Atenta a su pequeña tarea, la joven buscó en el bosque los frutos que sus padres le habían enseñado que debía juntar cuando los hallara. Si bien, aquella atención dedicada a su labor, evitó que notara la presencia de un animal que parecía haberla estado observando en silencio. Cuando por fin Ashlultum se percató de la cercanía de lo que parecía ser un extraño ciervo de pelaje rojizo, no puedo evitar sorprenderse antes de dedicarle una sonrisa amable a la bella criatura. No le haría daño, parecía que tenía hambre, por cómo el animal observara los frutos que había recolectado, por lo que no tardó mucho en sacar uno esos frutos, de su pequeño saco de cuero, con la intención de alimentar a la criatura que se acercó lentamente hacia ella, mientras olía de manera adorable lo que la joven le ofrecía.
Tras notar que no había nada extraño en el alimento que la chica le ofrecía, el ciervo no dudó en alimentarse en silencio, de vez en cuando dedicándole una que otra mirada a la pequeña, como si estuviera pidiendo permiso. Parecía una criatura muy inteligente, sin lugar a duda, y a Ashlultum le hubiera gustado tener una mascota así, aunque sus padres se hubieran mostrado en desacuerdo. Además, era probable que el ciervo se marcharía en cuanto terminara de comer. Sin embargo, de todas las posibilidades que se había imaginado, lo que sucedió en ese momento la sorprendió por completo. El ciervo se había convertido, de un momento a otro, en una bella mujer que se mostró completamente desnuda. Su cabello era rojizo y poseía ciertas características parecidas a las de Infiriel, la ninfa, pero a la vez parecía que había algo diferente en ésta. Parecía más poderosa, a diferencia de la débil ninfa que sólo podía depender de sus encantos sobrenaturales, de sus encantamientos para endulzar a las criaturas. Aquella mujer frente a la niña, era sin duda diferente a Infiriel, y Ashlultum sintió la necesidad de arrodillarse, al percibir un gran peso sobre ella.
- Puedes pararte. Te lo permito. Has sido muy amable conmigo, y me has ofrecido una ofrenda a pesar de no saber quién era. A pesar de que muchos de los tuyos puedan ser tan detestables, tú sabes apreciar a mis creaciones como es debido. - Afirmó la mujer, cuyo cuerpo era una obra de arte, y que parecía irradiar un aura de poder y respeto que Ashlultum jamás había sentido en otros. El ser frente a ella, merecía ser respetado, no debía de enfurecerla, eso era lo que sentía. Tragando con dificultad, la joven simplemente la miró en silencio, fascinada con la belleza sobrenatural de la mujer ciervo
- Puedes llamarme Sarkisian. Todo lo verde es mi dominio, al igual que las criaturas que lo habitan. Tu obsequio será recompensado, aunque también espero que me dediques el agradecimiento debido por el obsequio que voy a darte. - Explicó con un tono de voz que transmitía cierta calidez sobre la niña, al mismo tiempo que calmaba su corazón, y parecía asegurarle que todo estaría bien. Las manos de la diosa buscaron las de la pequeña, y en el momento en el que éstas entraron en contacto, se produjo un brillo tenue que duró tan sólo un momento, a la vez que Ashlultum sentía cómo le invadía una extraña energía, como si le hubieran otorgado una dosis de vida que nunca antes había sentido, como si tuviera más vitalidad que antes, o más bien, como si pudiera transmitir esa vitalidad con sus propias manos a otros.
- Yo soy Ashlultum. ¿Qué fue eso? - Preguntó un tanto nerviosa, con cierto miedo de molestar a la mujer con una pregunta que podría ser muy estúpida de su parte. Sarkisian, en vez de enojarse, simplemente le sonrió de nuevo, como si disfrutara de instruir a una pequeña tan curiosa, aquella sonrisa no hizo más que maravillar a la joven recolectora, quien sintió que la mujer podía ser como una segunda madre para ella.
- Un obsequio, de mi parte. Una señal de que eres una de mis favoritas, por la amabilidad que has mostrado. A cambio, me dedicaras la adoración que merezco, y le enseñaras a otros sobre mí y sobre el respeto que deben de dedicarle a mis creaciones, a pesar de que muchas veces les den caza para obtener alimento. Eso es algo inevitable. Sin embargo, no aceptaré la crueldad, ni el maltrato de mis dominios. Tú, a cambio de tus servicios, podrás sanar a tus seres queridos con tus propias manos y con sólo desearlo. Ese es mi regalo. Espero que sea de tu gusto y lo uses bien, pequeña mortal. - Aquello había sido una explicación de lo que podría hacer, así como también la responsabilidad que recaía en ella, como su elegida, como aquella que poseía uno de los dones de la diosa de la naturaleza. Cuando la joven quiso dar una respuesta a esas palabras, una fuerte corriente de aire la tomó por sorpresa, obligándola a cerrar a los ojos, y, al abrirlos, la mujer ya no se encontraba en ninguna parte, por más que la chica la buscara con la mirada. Había desaparecido, simplemente dejándola con aquel don y una responsabilidad, como una de sus elegidas. Algo en su mente decía que debía de rendirle culto, de pronunciar su nombre para que todos conocieran a tan magnífico ser. Era como una especie de mandato, que había surgido luego de que le otorgara aquel poder.
Segundo encuentro místico de Ashlultum. Y con esto, ya tengo todo terminado creo xP Ha costado jaja
Desde tiempos remotos, a lo largo de generaciones en las noches más frías junto al calor de la hoguera y al compás del rítmico resonar de los tambores, nuestros ancestros han hablado con miedo y reverencia de los espíritus. Seres que escapaban a nuestra comprensión, más allá del dolor, del hambre, de la enfermedad, de la vida y la muerte, con unos designios tan misteriosos que hoy día ni siquiera llegamos a vislumbrar la magnitud de su inmensidad.
Cuando yo era solo un crío mi abuelo me susurraba acerca de ellos, me contaba como la familia del Búfalo Blanco era fuerte y robusta gracias a sus dones, advirtiéndome para que nunca atrajera su ira. Lejos de saber de que me hablaba yo tan solo escuchaba sus historias como cualquier niño en edad de aprender, jugando con las blancas pinturas que hoy día son el símbolo más distintivo de nuestros miembros.
El día en que Talak sintió la llegaba de su hora algunos miembros de la tribu le acompañaron en un arduo viaje hasta una lejana cueva, llevándome a mi con ellos con tan solo nueve inviernos. Acamparon frente a ella haciendo una gran hoguera, cantando, tocando y bebiendo hasta caída la noche festejando como nunca antes se había visto. En aquel momento mi abuelo me tomó de la mano, todos permanecieron en silencio, tan solo el rumor de los tambores no acompañó a medida que nos adentrábamos en las tenebrosas profundidades de la lóbrega gruta. Yo, pequeño e indefenso tan solo lucía mis pinturas y un pequeño taparrabos cuando unas figuras de animales fantasmagóricos aparecieron ante nosotros hablando en una lengua desconocida para mi pero al parecer no para mi abuelo.
En aquel momento no comprendía nada, a día de hoy se que yo mismo seguiré sus pasos tarde o temprano. Como un árbol viejo que se pudre dejando una semilla atrás de si, él confió el legado de nuestro clan en mi imponiéndome una gran responsabilidad sobre mis hombros la cual todavía no llego a comprender. No recuerdo mucho de lo sucedido después, todo fue muy confuso, sin embargo un gran frió lo envolvió todo llegando a penetrar incluso en mi alma. Luego no se muy bien como pero empecé a comprender a aquellos animales, algo en mi interior ponía poco a poco sentido a aquellos guturales bramidos. Un enorme Búfalo fue el primero en hablarle.-Talak emprende su viaje de regreso a nosotros y tú Hankal apenas empiezas el tuyo. Un don se marcha y otro es otorgado, tú serás ahora nuestro siervo, tal vez un día guiaras a tú gente con nuestra ayuda y sabiduría. Ahora márchate y crece, pero recuerda siemrpe que este lugar nos pertenece, a nosotros y a los muertos; no vuelvas sino es para que alguien emprenda su ultimo viaje.- cuando desperté ya estamos de regreso al valle, el sol estaba en lo alto y mi padre me llevaba a cuestas; había dormido casi un día entero. Desde entonces a veces entre la naturaleza ellos han venido a mi, en forma de detalles que pasan desapercibidos para ojos inexpertos: un animal demasiado espléndido, un sorbo de agua fresca en un día caluroso, una brisa imposible en un momento de ahogo. Siempre distantes, siempre cautelosos, vigilándonos desde la distancia, velando por un ciclo que no alcanzo a entender.
Cuando se han dirigido a mi nos hemos acercado con mutuo respeto, transmitiendo su voz a los míos en las veces que ha sido necesario. No siempre ha sido fácil, incluso me han tomado por loco en algunas ocasiones pero ciertamente gracias a sus consejos hemos sobrevivido hasta el día de hoy, aunque fuera solo por eso merecen el mayor de nuestros respetos y temores. Quien sabe que nos deparará el futuro, que extrañas peticiones pueden darse en los día venideros, por el momento tan solo debemos evitar su cueva un precio pequeño a cambio de un mar de posibilidades.
Letterio salió a recoger material como cada mañana a una cantera cercana. El sol de octubre no calentaba mucho el ambiente y el frio nocturno aun era tangible. Finas agujas de frio atenazaban sus dedos y sus manos las cuales llevaba resguardadas con unos mitones hechos con la piel de la cabeza de un conejo. En las noches mas frias incluso sus dedos se azulaban por el frio, aunque solo pasaba en los inviernos mas severos.*
Iba renqueante apoyandose en un palo que habia pulido a base de frotarlo contra ascuas y lo habia endurecido lo sufiente como para aguantar su peso al no poder apoyarse en la pierna derecha, la cual le quedo bastante inutilizada hace unos cuantos años tras un ataque de un dientes de sable que asaltó al grupo de caza con el que iba. Antes de que el resto de cazadores pudieran quitarselo de encima el animal trituró la pierna de un mordisco.*2
El sol dejaban iluminaba unas marcas en el brazo izquierdo de Letterio, frutó de un resbalón yendo, precisamente, a por materiales. Una mala posicion al andar debido al dolor de la pierna herida y un apoyo debil en su cayado, hicieron que cayera colina abajo rascandose el costado izquierdo.*3
Una vez llegó pasó un largo rato comparando piedras, queria hacer unas buenas hachas ese dia y necesitaba unos materiales de la mejor calidad, sacó una tira de carne ahumada que habia llevado para comer y la masticó con cuidado ya que le faltaban dos piezas dentales en uno de los laterales de la boca*4 Un mal espiritu lo estuvo atormentando durante dias hasta que finalmente el chaman de la tribu lo encerro en esos dientes y logro extraerlo. Los delirios de los 3 dias siguientes fueron terribles, sin embargo pudo sobreponerse y continuar.
Quizas otra cosa no, pero Letterio era muy tenaz y tenia una fuerte voluntad, aunque el mundo era duro y los debiles por regla general no duraban mucho. Por ello pese a todas sus dolencias Letteria tenia el convencimiento de que necesitaba volverse indispensable para el grupo para asegurar asi su sitio y el de su familia.
En estos pensamientos continuaba cuando decidió volver, llevaba en su saco de piel unas cuantas piedras que habia considerado aptas para lo que tenia pensado hacer y lo llevaba a la espalda, el vaiven del saco rascaba una pequeña zona que le picaba a menudo*5 y que si bien no era dolorosa, en las noches de verano podia llegar a ser muy molesta.
*Arteriopatia Periferica Obstructiva clase IIa
*2 Accidente Grave
*3 Accidente
*4 Caries sin curar en las piezas 11 y 12
*5 Psoriasis leve
Alpurnia se hallaba enfrascada en el cuidado de lso animales que estaban encerrados en una cueva cuando su marido volvió de recolectar piedra.
Esparcía semillas y verduras en no tan buen estado a los animales para que comieran, aquel era un desperdicio menor que debian de sufrir a cambio de beneficios como la lana que tanto los calentaba en las frias noches como la deliciosa leche de las ovejas preñadas. Alpurnia tenia muy buena mano con los animales, aunque fuera una ironia, pues su mano derecha estaba incompleta* a la falta de 2 dedos, lo cual la dejaba util aunque menos funcional, debido al ataque de un cerdo salvaje que trataron de capturar. Esto provocaba que se hubiera vuelto habil con la mano izquierda aunque ni por asomo a como lo era con la derecha, pese a ello podia trabajar. Ella era la que solía encargarse de los animales, lo que casi nadie sabia era el por que era tan buena.
Un dia cuando era pequeña jugaba cerca del rio encontró una cierva recostada bajo un arbol en una escena de lo mas bucolica, lo fuera de escena era que la cierva estaba por dar a luz. Aquella cierva la miró entonces y algo en su pequeña mente supo que la dejaría acercarse si lo hacia, asi que eso hizo, se acercó y la ayudó durante todo el proceso, el cervatillo se puso en seguida de pie y comenzó a andar.
La cierva tambien se irguió al cabo de medio minuto de descanso y la miró nuevamente a los ojos, los cuales le quedaban a la altura de los suyos, lentamente acercó la cabeza hasta que las frentes de ambas chocaron y entonces ocurrió, una fuente de conocimientos brutal entró como un torrente desbordandose. A la que se separaron la cierva habló*2.
- Gracias, tu bondad no sera olvidada por mi ni por mi estierpe, en agradecimiento te he otorgado la capacidad de hablar con cualquier animal, siempre que estes en peligro o necesites ayuda grita y alguien vendra a socorrerte.
Desde entonces Alpurnia ganó la capacidad de hablar con todos los animales, aunque no solian tener conversaciones interesantes, pero le era de mucha utilidad para calmarlos y guiarlos o para averiguar sobre sus dolencias.
Pese a ello ha habido veces, como en el caso del cerdo salvaje, que poder hablar con los animales no la ha salvado de sufrirlos, en cierta ocasión un gato montañes, del cual no sabia que habia invadido su territorio, la asaltó dandola un garrazo a la cabeza y le hizo un corte con las uñas desde mitad del pomulo hasta la oreja, la cual desgarró*3.
*Defecto 1 Poco diestra
*Secuela
*2 Poder mistico
*3 Cicatriz en pomulo izquierdo
*3 Falta parte de la oreja izquierda, poca audicion en ese oido
En el último año el intenso calor del verano nos arrebató a nuestro primer hijo, fueron momentos muy duros para Dala y para mi pero después de haberle llorado le insistí en que debía irse junto con mi abuelo para que los espíritus no concedieran otro hijo; uno fuerte y sano. Ella al principio no lo entendió, sin embargo viendo cuan importante era para mi no dijo nada más al respecto.
Emprendía sin saberlo un viaje, el cual me cambiaría por siempre.
Solo, en mitad del viaje rodeado de lo salvaje cargaba con lo junto para llevar el cadáver de mi hijo envuelto en hojas de palmera a su reposo eterno, esperando que no se pudriera demasiado antes de poder dejarlo en la cueva de los espíritus. Encendía una pequeña hoguera por las noches tratando de mantener alejados a los carroñeros que se acercaban movidos por el olor y el rugir de sus vacíos estómagos. Dormía poco, a veces incluso subido a los arboles para poder escapar de ellos, mi único consuelo para seguir adelante era la esperanza depositada en aquellos extraños seres; intentando mantener una vieja tradición movido por la desesperación y el dolor que sentía al haber perdido a mi único hijo.
Al mediodía del tercer día pasaba cerca de una manada de búfalos cuando pude ver como unas leonas atacan a la manada, tuve que moverme deprisa para que la estampida no acabase conmigo. Los animales enfermos, las crías y los lentos quedaron atrás, yo entre ellos dado que no podía competir con un búfalo a la carrera ni en mis mejores momentos; eso me convertía en una presa más para las famélicas leonas. Corría desesperadamente por mi vida mientras mi maldita pierna no daba más de si, aunque los leones se fijasen primero en presas más grandes no me perdonarían si me ponía al alcance de sus fauces. No me di cuenta a tiempo de que las leonas nos habían estado empujando hacia un trampa, un desnivel en el terreno en el cual nos vimos encerrados una joven cría y yo. Por fortuna para mi yo era más parecido a un mono, pudiendo trepar por la pared hasta un saliente rocoso, me intentaba mantener lo más alejado posible de las fieras que saltaban una y otra vez tratando de bajarme a zarpazos; arrojándoles piedras mientras la inquieta cría balaba desesperada dejado de mi sabedora de que su fin estaba cerca.
Poco a poco el hambre iba ganando terreno a la cautela, al fin y al cabo no podría mantenerlas a raya eternamente, no se si era el miedo que sentía a que alguna de esas bestias pudiera llegar hasta mi para devorarme vivo o que no veía claro mi ascenso. Un único error y la caía sería mi final, no tenía más opciones que esperar.
Cuando las leonas empezaron a hostigar a la cría sus lastimeros lamentos se extendían a lo largo de la estepa, creía que caerían en saco roto pero me equivocaba, parecía que la madre se negaba a marcharse y no solo eso sino que cargó contra las leonas lanzando a una por los aires mientras trataba de romper el cerco para darle una oportunidad a su cría para huir durante la confusión del combate, pero la pobre cría estaba herida y muerta de miedo quedándose agazapada en un rincón bajo mi saliente. Las leonas se abalanzaron sobre la madre sin piedad, algunas de ellas sufrieron embestidas, cornadas, coces en incluso alguna de mis pedradas pero al final la presión fue demasiada y la madre entregó su vida por la cría; mientras arrastraban su cadáver entre varias para poder devorarla con calma a la sombra aproveché para marcharme pero al mirar atrás algo en mi interior me detuvo.
La lastimera cría trataba de seguir a su madre renqueando levemente por la herida en su costado, si permitía aquello ese noble sacrificio habría sido en vano; agarré a la cría por la cola y estiré hacia mí tratando de alejarla de las fieras que le enseñaban los dientes instándola a marcharse. Tuve que poner todo me empeño dándole palmadas en el lomo y asustarla varias veces hasta que por fin la vi correr hacia los suyos, un gran macho rezagado parecía vigilar la escena pendiente de intervenir. Daba la sensación de que me estuviera vigilando con una extraña inteligencia en sus ojos, incluso sonriendo pero la situación era demasiado tensa como para poder detenerme a evaluar tan sutiles detalles.
Continué mi viaje hasta llegar a la cueva, cuando llegué preparé una gran hoguera canté y toqué el tambor durante un día entero anunciando así mi llegada. Aquella noche cuando entre para dejar el cadáver de mi hijo solo estaba el gran búfalo blanco esperándome en la amplia gruta.-Hoy he visto lo que hiciste, los niños a veces no comprenden el sacrificio de sus padres. Tu me has honrado al traer a tú hijo, has arriesgado tú vida por él y has salvado a uno de los míos por tanto sin saberlo has comprendido una lección sobre la vida y la muerte. Yo te daré las fuerzas que hoy te fallaron para honrar ese sacrificio, acércate y escucha.-durante horas permanecí callado y en silencio escuchando historias de un pasado remoto donde los hombres vestían pieles de animales. Sus conocimientos fueron mucho más allá enseñándome a escuchar mi animal interior y a asumir su forma, a convertirme en uno con mi totem, a ser el búfalo por dentro y por fuera.