Partida Rol por web

           " Por favor señores! Todos ustedes detengan se de inmediato, levanten sus manos después de soltar las armas!  Que no me interesa hacerme responsable de aquél necio, tonto y salvaje que no pueda detener se un momento para pensar que si insisten estarán perdidos "    

          Dijo con autoridad la viuda Sforza solo un momento antes de hablar al señor Hardestat como si fueran iguales, dando por entendido que la primera vez no le había escuchado o simplemente la había ignorado, pero sin amilanarse por eso:

          " Yo, la duquesa María Borgia, viuda de Sforza daré la palabra de las familias Borgia y Sforza en prenda por la reacción de los caballeros, mientras que usted pueda contener a los suyos para que dejen con vida y buen estado de salud a todos y cada uno de nosotros, prometiendo les que con gusto colaboraremos en lo que nos sea posible para que den ustedes con ese grupo de monstruos, aunque como dice el gitano ... tal vez les podríamos ayudar si contáramos con la mayor información posible al respecto de ustedes. sus conflictos y de que manera ahora se relacionan con nosotros "    

Por supuesto que no soltaría mi cimitarra, pero por el momento, la enfundé, preparado por si el momento llegaba de volverla a sacar. De todos modos no solté palabra alguna, solemnemente escuchando cómo los demás hablaban con el comandante enemigo. Algunos estaban muy nerviosos, y querían respuestas lo más rápido posible, sin pensar quizá que el hombre que teníamos delante podía aburrirse de nosotros y decidir que era más rápido pasarnos por encima y perseguir a sus verdaderas presas, lo que hacía que le pregunten cosas, cuando era claro quiénes iban a ser los interrogados esta noche.

Tras oír los parlamentos, y estimando que la rendición y posterior interrogatorio constituyen mi única vía de salvación, envaino aliviado la daga y abro los brazos en muestra de rendición.

Me uno a los gestos de Jean Baptiste y Abdul Al Hazim: Envaino el arma y levanto las manos en señal de rendicion.

Normalmente en esta situacion estaria jadeando, pero inmediatamente me doy cuenta de que llevo tiempo sin respirar...

No paro de ver nuevas y nuevas cosas de mi situacion, y eso me extraña y a la vez me hace sentir una extraña euforia, como si todo lo que me pasase fuese una maravilla

Vi a mis compañeros relajarse guardando las armas y rendirse.

Cuando oí hablar a la Duquesa esbocé una sonrisa picara en mi rostro. Estaba claro que pertenecía a la nobleza, pero el gitano lo dejo aun mas claro siquiera antes de empezar. Queríamos vivir y haríamos lo necesario para ello.

Relajé mi posición y miré a Roderigo. Mientras le hacía un gesto de agradecimiento con la cabeza, guardé mi espada.

-Monsieur.. - Dije dirigiéndome a Hardestat.- Ayudaremos, mas no queremos pesadas cadenas. -Dije cruzándome de brazos aun delante de la duquesa en señal de protección.

Los cuerpos se arremolinaban por todos lados. Tanto los esclavos de Claudius Guivani como antiguos compañeros de mesa yacían a nuestros pies. Incluso Paul. Quise evitarle el dolor del rechazo el primer día. Yo tenia razón. Malditos sean los que querían ayudarle!! Y ahora yacía con los demás cuerpos. Al final no lo salvé de nada. Triste destino el que predecía para nosotros.

Seguía peleando, pelear era lo único que le daba algo de sentido a toda aquella locura. Matar enemigos le hacía sentirse bien, saber que estaba haciendo. También estaban los deseos de venganza contra Roderigo, que era el que les había conducido al infierno hecho castillo. Quería matar a aquel hombre, desgarrarlo. Sentía un odio como nunca había sentido por nadie, tanto era así que quería arrancarle el cuello con sus propios dientes. Sin embargo no podía, estaba luchando contra un ser enorme, un animal más bestia que humano, que le imposibilitaba llegar a su objetivo. No era capaz de vencer, no era capaz de sobreponerse.

Por suerte comenzaba a ser más consciente. Comenzaba a escuchar a su alrededor, las palabras de las personas allí presentes. Al parecer su bando, si es que se podía decir que él estuviera en uno, quería negociar, pactar una tregua. Pietro no quería eso, quería matar a aquel maldito cochero estafador, pero en ese momento no podía. No había opción y su furia era más controlable en aquel momento. Por eso mismo, Pietro decidió mantenerse a la espera en una actitud defensiva hasta ver como iban avanzando las cosas.

Agradezco piedad señor- dice la mujer con su  vestido ensangrentado- prometo decir todo lo que sé, pero por favor pare esta carnicería, dice la mujer a punto de llorar, pues en su interior además del miedo algo más profundo ocurría.

El hombre los mira a todos en postura de dialogo, pero aún con desconfianza por más que trataba de aceptar las palabras del cochero, mientras en una esquina, furioso Pietro Pagliuca  se movía con ánimos asesinos mostrando intensión de dirigirse donde estaba Handestadt al lado del cochero, y si bien su objetivo era el segundo el líder no vio con buenos ojos que uno de los presentes estuviera en ánimo agresivo mostrando indicios de poco control (o como algunos decían)  de riesgo de frenesí. Sin embargo el hombre enorme que lo tenía por el cuello no lo soltaba, este parecía tener mucha más fuerza, y parecía no estar dispuesto a dejarle ir. Pietro siente como poco a poco el hombre va apretando más sus manos, no siendo para nada una locura pensar que con la fuerza que mostraba podía arrancarle la cabeza. Sin embargo era evidente que no lo soltaría y que estaba esperando las ordenes de Handestat para darle o no muerte.

Mientras todo eso ocurre de manera paralela y algunos de ustedes dan explicaciones y aceptan la situación el líder  dice:

-Es obvio que  decidieron volverlos en mi contra, pero dado que os explicáis yo les daré una oportunidad de vivir por lo menos un poco más.. dejad las armas soldados,  menos tú Aurelius, no quiero que ese salvaje se me acerque a mí, ni a mi servidumbre,  encadenarlo y dejarlo vivo, si no aprende a controlar su ira animal  será deber matarle, aunque creo que soy muy generoso en estos momentos.

Se detiene en cada uno y en sus preguntas, y luego de escuchar les dice: Sois ahora seres de la noche, vampiros, superiores e inferiores al mismo tiempo, no sois nada en nuestra sociedad , no sabéis nada y posiblemente no vivan lo suficiente para sabee. Agradecer a Roderigo  esta oportunidad de darles un "poco" más de vida, pero mientras tanto no importa si soy duquesa o  mendigo, todos pasaran por mis normas... y moriran bajo mis reglas.

Estas personas son gente buena mi señor- dice el hombre- agradezco en especial aquellos que me defendieron ante las palabras de Lothar- mira al hermano Giuliano Piccolomini ahora deformado- siento que es justo que se les de una oportunidad, dado que han sido victimas de los traidores señor..

Eso lo veremos en mi castillo, no es momento de discutir,  arrestad  y encadenad a estos hombres y mujeres,  sabremos si podre darles luego muerte.

En ese momento les mira, y todos no tienen ni la más mínima duda que en caso de que algo ocurriese, este hombre no tendría piedad.

Registren el castillo,  necesito que  revisen todo, si encuentran algo  de importancia ya saben que hacer.

Y siendo así,  cada uno de ustedes es encadenado y llevado afuera del castillo. Pietro Pagliuca   le es puesto un saco en la cabeza, y es encadenado y atajado con unas “Varas de sangrado” que atacan al vampiro sacándole la sangre y quitándole la fuerza. Inconsciente Pietro Pagliuca    es arrastrado hacia la salida.