Partida Rol por web

Aquella extraña mutación de las zorras infernales dejó helado a Marius. No podía creer el horror que tenía delante y sin embargo, allí estaba. Aquella visión le atormentaría el resto de sus días, sin embargo, quiso seguir luchando. No obstante, las fuerzas no le acompañaban y sus intentos por destruir la pesadilla que tenía frente a él, fueron del todo infructuosos.

- ¡Protégeme del horror Sigmar! - Imploró con los ojos inyectados en sangre y la mirada desencajada.

Los conocimientos arcanos del hechicero contribuían al conocimiento de este tipo de situaciones y protegían su cordura. Aún así la visión de semejantes horrores no dejó que se concentrara en sus tareas.

La situación estaba empezando a mejorar, ya que había caido una de las diablillas, por lo que lanzo otra andanada de ataques sobre otra cercana para aprovechar nuestra ventaja.

Buri apenas puede esquivar las terribles zarpas de las diablillas y puede sentir como unos mechones de su barba salen volando por un tajo que bien podría haberle partido en dos el rostro. Se alarmó con un gimoteo, ya que era bien sabido que la perdida de la barba de un enano presagiaba solo desgracias para el mismo. Trastabilló hacia atrás con desequilibrio apenas contenido y empuñó su hacha y escudo con fuerzas renovadas para reanudar la ofensiva.

Lastimoso fue aquel ataque para el enano, ya que sus golpes no solo parecieron rebotar inofensivos ante la piel convertida de las criaturas, si no que el mango del hacha amenazaba con salir volando fuera del alcance de sus dedos.

El combate se recrudecía a cada instante. La lucha había pasado a ser una carrera por la supervivencia ante aquellos seres aparecidos del infierno del placer.

Marius no fue capaz de acertar con sus golpes a las diablillas, su monstruosa forma sembró con imágenes de pesadilla su cerebro. Lo mismo le pasó a Luis de Alcocer, sin embargo el Estaliano se las ingenió para poder asestar un tajo y una estocada al la diablilla más cercana.

Mordrak y Buri echaron mano de la resistencia mental enana y las artes de la hechicería para no ceder ante la pesadilla, pero a cambio sus habilidades se vieron mermadas y no sutieron efecto alguno.

Eldillor, de la casa Birlithe, fue el único que no pareció afectado y consiguió que su espada penetrara en su impura carne. 

                                                                             ***

Pero, durante el combate, un estallido resonó en la ciudad entera. Y luego otro y otro y más estallidos sonaban cercanos lanzando cascotes, madera e impura carne por lo aires. Los cañones cada vez sonaban más cercanos y el suelo comenzaba a temblar a causa de los impactos. El fragor de la batalla librada en el castillo parecía menguar a cada momento que se recrudecían los bombardeos.

En vuestro interior os preguntábais que estaría pasando, pero las diablillas no parecína sorperndidas ni dispuestas a dejar de luchar.
A pesar de su horrible aspecto, una seductora sonrisa asomó a sus lascivas bocas.

Eldillor no pudo evitar la monstrusa pinza de crustáceo de la diablesa que se clavó en su muslo profundamente. A cambio el elfo asesto un tajo ascendete y utilizando el arco, descargó un tremendo golpe sobre la diablesa.

El demonio pareció flaquear durante un instante ante otra explosión cercana. El fuego había comenzado a devorar el tejado de la casa donde estábais y esa distracción le había supuesto fallar su ataque.

El hechicero sangraba pero no era nada serio. El último ataque contra él había flaqueado y esa oportunidad fue aprovechada para golpear al demonio, aunque sin daño aparente por desgracia.

- ¡Pagareis hasta por la última muerte provocada! - Gritó Marius antes de acertar por fin con su mangual, sobre una de aquellas furcias.

El impacto fue brutal y el combate, poco a poco se iba decantando del lado humano. Esperaba no tener que lamentar bajas.

Aunque el estruendo del exterior atraía la atención de Buri, el enano sabía que si malgastaba un instante en algo que no fuese luchar por su vida entonces no quedaría nada por que luchar. Aprovechó el placaje grupal que habían realizado sobre las diablesas para contribuir con su propio ataque.

Levantó el hacha y arrojo todo su peso en un tremebundo golpe que voló directo al pecho de la que había atacado el hechicero a su lado.

Poco a poco, con esfuerzo y valor, e ignorando todo lo que se nos estaba enviado destrozando nuestras mentes y sobreponiendome a mis heridas, que no eran pocas, estabamos empendo a ganar, siempre y cuando Myrmidia (o Sigmar y Ulric para mis compañeros imperiales), no nos dieran la espalda, pero de momento estaba consiguiendo hacer todo el daño posible a estos aberrantes seres.

El combate había cambiado en un momento decisivo, y gracias a Sigmar, para bien. Los dioses habían atendido vuestras silenciosas plegarias concediéndoos la fuerza necesaria para acabar con el enenmigo.

La risa de placer de la Diablilla cuando el esgrimista le atravesó el pecho anunció la casi total erradicación de esas diablillas cuando su cuerpo desapareció sin más. Tan solo quedaba una, la cual se relamió los labios, dio un sorperndente salto lateral y os dedicó un beso lanzado al aire antes de salir riendo del edificio como una jovenzuela que se haya divertido con sus amigos.

Solo una diablilla quedaba viva, la cual estaba a punto de huir, pero yo no estaba en condiciones de seguirlas, mis heridas no eran lo suficientemente graves como para haberme impedido luchar, pero no estaba en condiciones de seguir sin ayuda sanitaria, "Me gustaría seguir a esa hideputa, pero creo que lo mejor sera escapar antes de ese ser llame refuerzos, estoy demasiado malherido como para perseguir a nadie"

- Tenéis razón Luis. - Convino Marius. - Además, tenemos un objetivo prioritario a darle muerte a esa zorra con alas. 

Aunque el plan de Buri no acababa de convencerle era lo mejor de tenían y la suerte de sus camaradas dependía en gran parte de su éxito o fracaso. Si se dejaban matar, sus compañeros lo tendrían mucho más difícil para sobrevivir y además... Estarían muertos. Algo que Marius no contemplaba corto plazo.

- ¡Vamos, démonos prisa! - Exclamó. - ¿Por dónde?

-Hacia el oeste. Seguiremos serpenteando por als callejuelas. ¿pero qué...?- Mordrak no pudo acabar la frase debido a que un lado de la casa donde os encontrábais se derrumbó de repente.

El humo del fuego y el polvo convirtió el lugar donde estábais en algo inhabitable, más si el resto de la casa cedía y caía sobre vosotros. Todos os ayudásteis para salir de allí, a la destrozada calle, donde otro espectáculo os esperaba.

Al salir las salvas de fuego caían por doquier. Destrozaban casas, demonios y todo cuanto estuviera a su alcance, mas no se acercaban a a fortaleza. El terror comenzó a reinar entre las filas del caos que no comprendían muy bien qué ocurría.
Al mirar al cielo los demonios alados caían al ser atacados por un ser alado con cabeza de águila y cuerpo de león. Grifos los llamaban y eran realmente impresionantes, pero lo más impresionante era que montando aquella criatura se encontraba un caballero que cada vez que alcanzaba a uno de los demonios un destello, como el de un rayo, iluminaba el cielo y el demonio caía hasta estrellarse y desaparecer en una nube de polvo arrastrado por el fuego y el viento.

Otro cañonazo se oyó desde el muelle y la calle volvió a vibrar ante el estruendo del impacto. Fuego, humo, balas de cañón silvando por doquier y allí, en lo alto de la muralla de la fortaleza de Hargendorf se alzaba un brillo antinatural de esperanza y salvación. El alto sacedote Alförd Jacobsen guiaba a sus hombres en un último esfuerzo por la defensa, retomando la fortaleza donde los demonios habían penetrado y empujándolos muralla abajo.

Pronto los demonios voladores huyeron en desbandada perseguidos por el caballero del grifo y otro clamor, más conocido para vuestros oídos, comenzó a filtrarse y retumbar entre los escombros y cascotes de la ciudad. Un ejército de hombres irrumpió desde los muelles como un vendaval acabando con toda marca del caos.
Sacerdotes de sigmar entonaban un cántico de gloria y purificación entre martillazo y martillazo. Una compañía de enanos aprestaron sus armas de fuego en un rugido de fuego y humo que acabó con la vida de muchos guerreros del caos y demonios. Hechiceros de la orden del fuego incineraban enemigos como un mar de llamas que rugía indómito, sembrando la destrucción y dispersando al enemigo.

Los tan ansiados refuerzos habían llegado y las tropas del caos comenzaban a dispersarse.

- ¡Jajaja! - Río de alegría Marius. - ¡Ya era hora! - Excalmó.

Aunque su plan genial para salvar la situación ahora perdía importancia, seguía estando contento de que aquella pesadilla estuviera a punto de acabar. No serían los héroes de Hagendorf, pero poco le importaba mientras él y todos sus compañeros pudieran salvar la vida. Lo único que estaba claro era que, cuánto antes acabara aquello, menos hombres buenos caerían en combate y eso era lo realmente importante.

- ¿Seguimos con el plan? - Les preguntó a sus camaradas. - Podemos seguir con el plan. Aunque parezca que la victoria está cerca, no sabemos si los guerreros del caos pueden reorganizarse y contraatacar. ¿Qué me decís?

Estábamos salvados, no solo la fortaleza estaba resisitiendo, sino que un ejercito, posiblemente de la provincia imperial, ya estaba aquí, lo cual, sin que estos bastardos del caso hicieran nada salvo aceptad su destino, habríamos ganado, "Estoy con Marius, creo que debemos seguir con el plan, no hay que dejar que estos hideputas margen de maniobra"