Cada uno por un motivo, cada uno de un modo u otro pero todos estabais en el Punto Seguro de Madrid, situado en el aeropuerto militar de las afueras. El sitio contaba con unas buenas vallas que os protegían y de suministros suficientes aunque no abundantes. La gente se contaba por miles y poco a poco cada vez venía más gente. Eran los primeros días de la infección pero ya se notaba el éxodo de ciudadanos.
Allí estaba desde el más pobre hasta grandes mandatarios como el presidente del gobierno Rajoy, Ana Botella, numerosos ministros, la Familia Real... Y un contingente enorme de soldados, unos 200 que intentaban velar por la seguridad de todos.
Pasaron los días y no había indicios de que todo esto iba a acabar, todo lo contrario, cada vez llegaba más gente y cada vez había más gente infectada en el ala sur del complejo. Los atraían a esa zona para que así los refugiados pudiesen entrar por el ala norte. La comida ya era fuertemente racionada y aunque no pasabais hambre comenzaba a notarse pues más de uno, y de cien, reclamaba más comida.
Los científicos allí asentados trabajaban día y noche para conseguir un antídoto, una razón, con que atacarlo... pero no había noticias sobre un avance.
Las semanas comenzaron a pasar y la gente se desesperaba más y más. Había algún pequeño brote del virus entre la gente del complejo pero siempre lo aplacaban con severidad y se convertía en tan sólo un rumor, un rumor mortal pero que nadie hacía el debido caso. Comenzaron a salir los soldados para conseguir suministros pero no siempre salía bien. De unos 200 soldados ya sólo quedaban 150. Y lo que era aun peor, volvían muchos enfermos, con mordeduras y arañazos. Y la gente de fuera, bueno, dejó de haber gente de fuera.
A los tres meses la situación era insostenible. Los soldados decretaron la ley marcial y se crearon toques de queda, el que las incumplía era expulsado fuera del complejo. La gente, que ya restaba la cifra de 2.000 cuando semanas antes eráis casi 2.400, comenzaba a confabular en contra de lo que les tocaba vivir y pensaban en derrocar a los soldados, pero eso nunca sucedió.
El virus comenzaba a acusar fuertemente a los que allí vivían. Miles y miles de infectados abarrotaban los alrededores de la instalación. El olor y la higiene eran pésimas, la comida tan sólo era de un plato al día y casi siempre con comida que era mejor no preguntarse de donde venía. La cifra de personas allí dentro ya bajaba hasta los 1.750.
Pero lo peor estaba por llegar...
El bullicio hacía que cada vez más y más zombis se acercasen y que eso dificultase el poder salir al exterior a por suministros por lo que ya escaseaban. Los militares dejaron de dar comida a los refugiados y se atrincheraron en el edificio principal con las personas importantes, apostaron guardias y amenazaron con disparar a cualquiera que entrase allí.
Y todo estalló. Un grupo de gente había conseguido esconder armas a los militares, incluyendo una docena de granadas... Y dieron buen uso de ellas.
Eran las 05:00 am y una sonora explosión os alertó, Venía del edificio principal. Rápido salisteis de los lugares donde dormíais y pudisteis ver una extensa humareda.
Entre los soldados que acudieron raudos a el lugar del incidente fue Roberto, un soldado que estaba en contra de todo esto de dar de lado a los civiles pero que sabía que él solo no iba a poder cambiar las cosas.
Esa explosión pronto se olvidó ya que otras 3 comenzaron con el anterior ritual. El humo comenzaba a ser notorio y partes de la fachada comenzaba a ceder. Los cristales estallaron en forma de cuchillas clavándose algunos en los soldados y civiles cercanos. Las balas silbaban en el aire y los cuerpos comenzaron a caer. Los soldados intentaban contener el brutal, aunque torpe, ataque de los rebeldes pero el número de insurgentes era mucho más elevado que los militares.
Una puerta trasera de un garaje comenzó a abrirse y Roberto no podía creer lo que veía. Iban a usar aquel tanque que habían traído al principio del incidente contra la gente.
- ¡No hay otra opción!
Es lo que gritaba cada soldado al que el militar intentaba detener.
La puerta se abrió y el tanque aplastó a varios de los que estaban allí intentando abrir la puerta por la fuerza. El cañón apuntó hacia un gran grupo de rebeldes que disparaban hacia el interior. Y... ¡PUM!
Los trozos de carne volaron por todos los lados, la sangre salpicó muchos metros más allá y los cuerpos casi habían desaparecido. Muchos de los presentes quedaron en estado de shock, paralizados y muchos otros comenzaron a vomitar tras la escena.
Alrededor del recinto los zombies se agitaban más y más y una de las puertas que se usaban para entrar y salir no había sido cerrada correctamente debido a las prisas y de ser perseguidos por los zombies comenzaba a ceder.
En una de las plantas superiores Gerónimo estaba encerrado con dos científicos más por órdenes del hombre al mando, por su seguridad. Se impacientaba más y más y cuando el edifico temblaba más allá de lo permitido su estómago se encogía...
El tanque comenzó a avanzar y su destrucción iba aumentando más y más, el fin se acercaba y estabas de mierda hasta el cuello.
Continuará...
Roberto comenzó a darle vueltas a como escapar de allí pues estaba claro que todo estaba perdido. En la planta baja poco podría hacer. Apenas podía moverse escondiéndose de las balas que volaban ya sobre su cabeza y tuvo una idea, el helicóptero de la azotea, pero necesitaba munición y algo de suministros antes de partir.
La gente se volvía a esconder en sus "dormitorios" pero eso era imposible del todo. El tanque avanzaba dando cañonazos allí por donde pasaba dejaba un reguero de sangre y muerte que pocos soportaban ver. Un grupo de rebeldes se acercaba al tanque buscando cada ángulo del mismo para así poder llegar hasta él. El cañón acertó a uno de los grupos pero el resto llegó hasta el vehículo arrojando una granada al interior del mismo. Una explosión resonó entre el metal y gritos sonaban ya del interior. Abrieron la escotilla y dispararon, matando al los del interior. ¡PUM!
La puerta cayó y los zombis comenzaron a entrar. Los más cercanos a esa puerta comenzaron a correr pero los espectros, ansioso de carne, alcanzaron a casi todos al instante. Empezaron a entrar en tromba y cada vez eran más y más. Los civiles comenzaron, aun con los disparos, a huir hacia el edificio central, buscando seguridad, una seguridad muy incierta debido al estado del edificio y al conflicto pero se les antojaba una mejor opción que ser devorado por los muertos.
Algunos pudieron recoger sus cosas pero otros no por lo que recordaba mucho a los éxodos judíos hacia su propia muerte, pero esta vez en vez de un hombre con bigote detrás tenían a miles de seres hambrientos, de su carne.
Roberto comenzó a cargar dos mochilas con toda la munición y comida que pudo cuando vio a los primeros civiles entrando. Eran un hombre con sobrepeso junto a una chica adolescente. Una mujer de mediana edad con muchos apuntes en sus manos y en la mochila, pues estos asomaban y otra mujer, de aspecto joven. Los miró y recordó porque él estaba allí, estaba para protegerlos y no para abandonarlos a su suerte.
- Venid, acompañarme, vamos a salir de aquí todos los que podamos.
Guiados por Roberto el grupo comenzó a subir las escaleras hasta que llegaron a las últimas plantas y vieron como unos hombres con bata salían de una sala. Roberto los reconoció como los científicos.
- Rápido, acompañadme todos, saldremos de aquí con los helicópteros.
Todos los científicos salvo uno rehusó de seguirlo pues tenían familia ahí abajo y corrieron raudos en su ayuda.
Al fin estabais en la azotea y ahí estaban dos helicópteros, gobernando la escena. Vuestro grupo se dirigió corriendo hacia uno de los aparatos. Otras personas os siguieron y otros tantos a tres militares, dos hombres y una mujer, hacia el otro. Montasteis rápido y animasteis a los que os seguían a subir pero uno de los civiles sacó un arma y os encañonó.
- ¡Bajad todos o juro que os mato, yo saldré de aquí y mi familia y nadie lo va a impedir!
Y disparó. El disparo alcanzó de lleno en el pecho de otro superviviente que debido a que no estaba aun sujeto se precipitó hacia fuera del helicóptero. El hombre se asustó de su propio disparo lo que ayudó a que Raúl pudiese cerrar la puerta.
- Rápido, si abrimos otros intentarán lo mismo, aquí está todo perdido. - dijo el regordete-
Y el aparato, junto al otro comenzó a ascender en el aire alejándose de la zona. Lo que antes era un refugio seguro ahora era un hervidero de criaturas devorando a otras aun vivas. El tanque se movía torpemente conducido por los rebeldes pero eso no detenía el avance de los muertos.
Y ese era el fin de vuestro Punto Seguro, yendo con un destino incierto y sabiendo que teníais parte de culpa de que futuro que esa gente corría.
Ambos aparatos se alejaron aunque con rumbos diferentes. Fuisteis hacia el sur hasta que el helicóptero dijo basta y el combustible se acabó, aunque con suerte pues Roberto no os llevó a un sitio en vano. En mitad de varios pueblos había una fortaleza (ficticia) que antiguamente servía de abastecimiento para los rebeldes en la Guerra Civil y podría usarse como punto seguro. Estaba apartado, amurallado y provisto de lugares donde poder vivir y mantener una vida lo más normal posible. Además tenía un sistema de alcantarillado que comunicaba con el pueblo más cercano, lo que facilitaría el acceso a las tiendas del mismo y poder abasteceros. Y así lleváis viviendo unos meses aquí. Asegurasteis la entrada principal, adecuasteis la fortaleza y parace que todo va bien, por ahora...