Te revuelves incómodo. Una mala postura, te has quedado dormido en el sofá. Las velas que no recuerdas haber prendido están a punto de consumirse y los primeros rayos del amanecer se filtran por tu ventana. Ha sido todo un sueño, verdad?
Ni rastro de la música ni las visiones perturbadoras. A lo lejos, el sonido del oleaje rompiendo contra las rocas y un delicioso olor a algo cocinándose que inunda el apartamento... bacon? si lo pusiste tu, no debería estar carbonizado? Cuanto tiempo llevas tirado en el sofá? Tu ropa no huele a sudor y estás recién afeitado.
El televisor está configurado en modo silencio. En la pantalla se reproduce una escena de acción protagonizada por algún actor famoso. No recuerdas la película pero tienes la sensación de haberla visto antes... no obstante, el gruñido de deseo de tu estómago te hace posponer tus investigaciones para más tarde.
Sobre la mesa de madera de la impoluta cocina descansa un plato de huevos con bacon estratégicamente colocados para formar una cara sonriente. Dos rebanadas de pan tostado y un zumo de lo que parece ser naranja complementan la escena. Sin embargo, la plancha está fría y la tostadora no tiene siquiera rastro de una miga en su interior. La nevera está encendida y bien aprovisionada de verduras, pescado y carnes. Una pequeña tarta con un cartelito sobre ella de "feliz cumpleaños" destaca sobre todo lo demás.
¿Qué diablos está pasando?
Escena de Abend.
La cálida temperatura del agua te despierta. Pétalos de rosa desprenden una fuerte fragancia que llena el baño de un olor dulce y relajante. No recuerdas que ha sucedido... te has quedado dormido? Es posible. Desde luego debías de estar muy cansado ya que la botella de champagne sigue sin abrir y el plato de comida todavía aguarda a que alguien lo pruebe.
Te duele la espalda, quizás sea porque te has quedado dormido en una bañera... varias velas colocadas estratégicamente están a punto de extinguirse. Cuanto tiempo llevas en el agua? Acaso importa?
De alguna habitación contigua llega un ruido de algo de cerámica quebrándose contra el suelo. Parece que no estás solo...
Escena de Blonde.
-Eh, vamos cariño. Despierta dormilón!-
La voz resuena en la habitación pero allí no hay nadie. Los primeros rayos del amanecer comienzan a filtrarse por los amplios ventanales, rompiendo la penumbra que inunda el lugar. Estás tumbado en la cama, desnudo y empapado de sudor, como si acabases de despertar de una espantosa pesadilla.
Escena de Fisher
Despiertas acunada por el lejano sonido de las olas. Te duele la espalda, pues te has quedado dormida la noche anterior en la hamaca, junto a la botella de vino y a las dos copas que aguardan ser llenadas. Dos copas? Eso quiere decir que no estabas sola.
Con un bostezo, te desperezas. Ignorando los pinchazos de dolor de tu espalda. En la barbacoa portátil todavía queda algo de asado frío que hace que tu estómago gruña de deseo. Desde el interior te llega el sonido de algo de cerámica quebrándose contra el suelo... parece que es cierto que no estás sola.
Escena de Morgan
Despiertas arrullada por el suave sonido de las olas... estás tumbada en una confortable hamaca... las primeras luces del alba comienzan a filtrarse por los amplios ventanales, revelando la silueta del maravilloso jardín interior que te rodea... donde estás? qué ha pasado?
Entonces lo recuerdas todo.
Instintivamente te levantas de un salto del asiento en el que dormías y resbalas, derribando un pesado jarrón de cerámica que se estrella contra el suelo quebrándose en mil pedazos.
Tal y como se quebró tu alma cuando la vibración se apoderó de ti.
Escena de Orange.
El primer pensamiento de Abend fue de alegrarse de no haber perdido sus recuerdos, que ahora le parecían más preciosos que nunca, pero ya unos momentos de parpadeos confusos después estaba a punto de dudar de sus recuerdos más recientes, de hecho de todo lo que había pasado tras el despertar en el tubo bajo supervisión de Mok – estaba a punto de hacerlo, cuando el sonido del oleaje desde fuera ingresó en su mente. Sí, aún tenemos que ser aquí… tiene que haber sido real...
En la cocina vio el plato dispuesto para él. Para él, o más bien, no para él. Ni fue su cumpleaños, ni nadie quien lo conociera tan bien como para desearle feliz cumpleaños habría jamás tenido la ocurrencia de servirle bacón y huevos, alimentos que él, como vegano, no tocaba ni en sus sueños. Este hecho le advertía poderosamente de la artificialidad de esta escena, pero muy real, al contrario, era el hambre que le roía.
Halló verduras y pan en la nevera, puso verduras crudas sobre el pan y lo masticó así, mientras que caviló sobre cómo iba a proceder.
Primero, se aproximó, aún comiendo, de las ventanas para mirar fuera y comprobar si en los contornos de la costa podía hallar de nuevo los de la isla en la que había despertado antes – o al menos se recordaba haberlo hecho...
Al par que lo hacía, también trataba de escuchar sonidos corroborando la presencia de otra persona en el apartamento – el desayuno no se habría preparado sólo...
Una duda. ¿Conozco la habitación? ¿Estoy (o lo parece) en mi casa, o es un lugar nuevo?
No. Es totalmente desconocida.
Fisher fijó su mirada en un punto concreto de la cama mientras iba calmando sus respiración. Ya estaba tan acostumbrado a estos terribles despertares que hasta tenía una técnica para recuperar la tranquilidad. Cuando lo consiguió, comenzó a analizar la situación.
¿De quién había sido esa voz? Le resultaba familiar, pero no podía confirmarlo. Seguramente había sido parte de la pesadilla. ¿Y esta habitación? ¿Era el apartamento que le había proporcionado la Compañía? Desde luego, tenía muy buena pinta.
Se levantó de la cama y salió en busca del baño. Después de hacer sus necesidades matutinas echaría un vistazo a toda la casa, antes de darse una buena ducha. ¿Vivía sólo, o habría alguien más allí? Pronto lo averiguaría.
Abro los ojos alarmado, me he quedado dormido en la bañera? Intento incorporarme y al hacerlo siento una puntada en la espalda. El dolor punzante era una clara respuesta a su pregunta, probablemente haya dormido en una mala posición.
Miro a mi alrededor, la luz de las velas casi extinguidas es suficiente para divisar un plato con de comida ya frio y una hielera con una botella de champagne. He vuelto a beber? Tantos años tratando de evitar la bebida… será por eso que no recuerdo nada de ayer? No, la botella está sin abrir.
De pronto escucho un ruido en la habitación contigua, y salgo expulsado de la bañera, agarro lo primero que veo a modo de arma para defenderme, y sin siquiera agarrar una toalla para taparme, voy al encuentro del origen del ruido. Antes de entrar a la habitación llego a darme cuenta de que mi “arma” es un peine. Me hubiese sido más útil la toalla… pienso finalmente.
Fueron esos débiles y apacibles instantes antes de la tormenta los que realmente, muy en el fondo, le desconcertaron, como si algo ya viniese anunciando lo erróneo de todo aquello. Pestañeó con pesadez, dejando su iris inundarse de la espesa claridad que vibraba en el lugar. El color verde se mezclaba con la amalgama de azules y ocres, acentuando la sensación tropical. Poco a poco las líneas se aclararon y el tacto de la superficie saltó a escena señalando el confort minimalista que la rodeaba.
Duró un instante.
Los recuerdos cayeron en torrente sobre su pecho, penetrando la fina capa de conciencia sin orden ni quietud, como dispuestos a arrasar con toda la artificial calma que se habían esmerado en crear. Su cuerpo se tensó, saltando de la camilla en un acto reflejo bajo la sensación de amenaza. ¿Amenaza de qué? Había emociones subyacentes que permeaban, palabras, retazos inconexos de angustia, ahogo y miedo. ¿Anomalía? Despertar. Habían vuelto a despertar. ¿No?
Cálmate...
Inspiró. Expiró. Inhaló. Dejó escapar. Se ahogó de nuevo en aire. Vació por completo sus pulmones... Y la calma había regresado, o lo intentaba. Se irguió buscando el centro de su cuerpo, estudiando brevemente el resto de la habitación. Aquella debía de ser su casa. Era, ciertamente, impresionante, aunque el término inglés le gustaba más: breathtaking. Tras paladear buscó dónde estaba el agua, agua fresca que llenó su boca y sació su sed. Al menos la sed física, no la de respuestas. Después se hizo con una talla con la que recoger los pedazos de cerámica de la pieza que había estrellado sin querer. Por un instante pensó en que quizá tenía algún valor sentimental, pero el regusto artificial y hasta cierto punto frío de todo aquello hizo que desechara la posibilidad enseguida. Cuando no hubo más piezas por el suelo, dejó el rebullo sobre la hamaca y salió en busca de alguien más.
No era la clase de persona que invitaba a la conversación, pero en aquel instante ansiaba compañía casi tanto como respuestas. Respiró. Ya llegaría todo.
Asumo que esta vez sí estoy vestida ¿?
Abrí los ojos y lo primero que debía hacer fue una mueca de dolor ante la incomodidad de alguna posición adquirida. Sin embargo, con los ojos aún entrecerrados divisé la botella de vino y las copas. Hubiera jurado que nada de eso era mio si tan solo recordara en dónde demonios me encontraba.
Con cierta lentitud, tratando de cuidarme del dolor, me incorporé y puse de pie con un poco de dificultad. No sabía si había sido el producto de la hamaca o de una señora borrachera como las que sentía que no me pegaba hacía tiempo.
Dos copas, pensé.
Entonces recordé fugazmente a mis compañeros. ¿Qué? ¿Eran un sueño? ¿Orange andaría por allí? ¿Abend? ¿Alguien?
Pero como siempre, algo más captó mi atención. Comida. Comida que había sobrado, evidentemente, y que siempre sabía mejor después de horas y horas de sueño. Tomé un poco de aquel asado y le pegué un par de mordiscos antes de sentir que un estrepitoso sonido a rotura se oía dentro. Había alguien más...
Bueno, de seguro era mi acompañante en la noche de copas pero la verdad es que no lo sabía. Además, me sorprendía despertarme siquiera con pantalones. Tomé entonces la botella de vino por el pico. La verdad es que no estaba segura de nada de lo que estaba pasando, por tanto, si aquel sujeto trataba de no propasarse iba a partirle la crisma y seguir comiendo el asadito, claro.
Espié.
Con una mezcla de cautela y torpeza, os vais moviendo por el lujoso apartamento confirmando que ninguno de vosotros está solo y preguntándose que diablos ha pasado y por qué estáis aquí.
Había un trabajo, de eso estáis seguros. Sin embargo, indagar más allá de aquel hecho os causa el mismo efecto que un fuerte botellazo en la cabeza. Sea lo que sea que haya pasado, ha debido ser una noche intensa.
Aquellos que hayan elegido conservar los recuerdos recuerdan retazos de una vida anterior dado que el borrado a pesar de no ser completo, se ha llevado gran parte de la vida anterior a la terrible experiencia.
Abend, al terminar el pan con verduras ante los ventanales del salón, giró abruptamente sobre sus talones escuchando los pisos de alguien entrando en la cocina. Inmediatamente después oyó que se movió la sartén sobre la plancha y los sonidos de alguien comiendo furtivamente.
Se acercó lentamente, con cautela, a hurtadillas, y luego miró tras la esquina dando en la cocina.
Aunque luchaba a duras penas para mantener sus recuerdos, le alegró mucho que al instante recordó el nombre de la joven mujer animada. “Morgan!” exclamó, sonriendo al par como la veía sostener la botella de vino. “Espero que no vayas a saludarme rompiendo la botella esta en mi cabeza. Ya me basta con la jaqueca que tengo.”
Entró en la cocina y señaló la tarta con el cartelito con la barbilla. “¿Serían tus cumpleaños? Porque los míos no lo son.” Echó de nuevo miradas rápidas en su derredor. “¿Ya has visto a alguien más aquí? ¿Supongo que tú tampoco recuerdas haber preparado el desayuno?”
- ¿Abend? ¿Eres tú? -y entonces pensé en las dos copas y mi corazón latió más rápido y más fuerte, mas al ir escuchando sus preguntas me percaté de que él tenía tanta idea de qué hacía allí como yo-. Pues la verdad que no tengo idea de lo que ha pasado, cómo llegamos aquí o con quién. No creo que sea mi cumpleaños, pero venga la tarta -y, así nomás, tomé una porción de aquella delicia y me la puse de lleno en la boca. Despertar siempre me daba hambre-. ¿Quiedesh? -inquirí con la boca llena.
Miré a mi alrededor y los lujos me llamaron la atención. Eran pocas cosas las que recordaba pero al menos estaban entre ellas los nombres de mis compañeros.
- Tú me recuerdas a una película... pero... No estoy segura cual -dije a Abend obserbando su peinado y vestimenta-. En fin. Veamos si podemos encontrar al resto, ¿no?
Se alegraba que se tratara exactamente de la Morgan tal como la recordaba, porque con las rarezas que ya habían ocurrido, casi no le habría sorprendido si ella hubiera mostrado un comportamiento alterado, diferente al que identificó como su carácter: espontáneo, abierto, curioso. Y por supuesto no podía menos la Morgan esa que de probar de la tarta.
Sonrió por su comentario. “¿Une película? No me digas...”
Pero asintió de inmediato con seriedad a su proposición. “A ver quien más está en esta casa. Con suerte nos topamos con los demás de nuestro selecto grupo…”
Entra en cada cuarto, uno tras otro.
Había escuchado voces, o su eco al menos, rebotando en las paredes de aquel amplio lugar. Terminó de recoger los pedazos de la vasija con la toalla, dejándolos envueltos sobre la tumbona. Entonces se movió descalza y silenciosa como un gato, notando el frescor del suelo en la planta de los pies.
—Oh. Abend —dijo con una ligera sorpresa en el tono al ver la silueta del hombre recortada en el umbral. Sintió un extraño confort arraigado en la familiaridad de tenerle cerca, a él y a la otra mujer. —¿Estáis bien?
No entendía bien la naturaleza de aquella pregunta, pero sintió la necesidad hacerla tras una punzada de desasosiego que no terminaba de desprenderse de su mente.
Aparecí justo por detrás de Abend para observar la situación pues la voz de Orange se me había vuelto muy característica.
- ¡Eres tú! -exclamé dando un saltito en el lugar al tiempo que animadamente me le acercaba.
Orange no parecía particularmente de las personas que más contacto físico tuvieran con otras, por tanto decidí que abalanzarme encima de ella no estaba dentro de mis opciones. Sin mencionar que siempre tenía cara de que iba a patearnos el trasero.
Mas no pude ocultar la enorme sonrisa y me paré junto a ella al tiempo que trataba de hilar algunas preguntas coherentes y no parecer la persona más rara sobre la fas de la... Bueno, no sabía en dónde demonios estábamos.
- Orange, ¿tú recuerdas cómo llegamos aquí? ¿O qué estabas haciendo antes de despertar?
“Orange”, se esbozó una lleve sonrisa en el rostro muchas veces tan hermético de Abend. De hecho, ya había sonreído dos veces en un plazo de tiempo muy corto: primero al reconocer a Morgan. “Sí, estamos muy augustos, salvo la jaqueca.”
Sus ojos cayeron en la toalla por entre los pliegues de la cual pudo entrever trozos de cerámica rota. “Veo que ya has cambiado un poco la decoración.” Estudió su alrededor y se creyó trasladado de pronto a un refugio Spa. “Menuda habitación.”
“¿Cómo, no sabes nada de lo que ha pasado antes?” inquirió Abend oyendo la pregunta de Morgan a Orange. “Lo que me falta recordar es cómo llegamos de la playa aquí, pero por lo demás...”
Miró la una, luego la otra mujer, curioso de saber cuán extensa había sido la borradura de memoria en ellas. O tal vez la suya había sido la más extensa de todas…