Snargle se queda mirando extrañado a Kale – me-cá-ni-co? - Piensa sin mientras una enorme gota de sudor recorre frente. Bueno, podemos hacer varias cosas:
- Podríamos ir a ingeniería, en popa, e inutilizar los propulsores... - esboza un tímida sonrisa que denota cierta picaresca – o podemos inutilizar su timón con el garfio de el Búho. Lo que diga el capitán.
Mira al capitán en espera de aprobación, al ver como encañona al pobre guarda le comenta:
- Capitán no es necesaria tanta violencia, es un pobre guarda, con que los amorzacemos y encerremos en una celda habrá suficiente. Estoy seguro que cooperaran al saber que es su única salida de salir de esta.
Se acerca rápidamente hacia el guarda tendido y le comenta :
- Verdad que que quiere salir de esta? Total, siempre podemos decirle a la señora Bishop que le “invite” a tomar el té – Cuando comenta la palabra invitar suena más a un “hay peores opciones” que a una invitación.
Mientras mi capitán se decide entre usar el garfio e inutilizar sus propulsores, yo me digno a opinar sobre el tema:
- Snargle, yo creo que sería mejor atacar a su propulsión, ya que si utilizamos el garfio de El Búho, podríamos quedar enganchados a la Mano del Pesar... y no me apetece.
Tras decir esto, veo como Lady Blackbird se sienta en un rincón de su celda. Me arreglo un poco, intento peinar mis cabellos y me acerco a su prisión:
- Creo que necesita mi ayuda, señorita Blackbird. Ahora mismo la rescato.
De nuevo saco el trocito de metal. <<Hoy te estás portando...>>. No logro abrir la puerta, y la "ganzúa" cae junto a los pies de Lady Blackbird. Recojo la pieza, no sin antes acariciar la suave piel de la señorita.
- Perdón, Lady Blackbird, al tenerla tan cerca me puse nervioso y se me cayó la ganzúa. ¿Podría echarme una mano - <<donde quiera...>> pienso - desde ahí dentro?
Le echo una gélida mirada a Arkam -Será algo torpe, pero demasiado presto con los dedos- aunque mis labios sostienen una media sonrisa. Me incorporo lentamente mientras lo horado con una mirada asesina y una sonrisa impávida.
— Por supuesto— replico, al mismo tiempo que desprendo una fíbula de oro que pende del canesú de brocado de mi blusa. —Quizá esto le sirva mejor —agrego y extiendo mis dedos para alcanzarle la presea. —Pero le suplico que me lo reintegre después de utilizarlo. Es un recuerdo de mi fallecida abuela.
Luego me retiro hacia el fondo de la celda y espero que el 'cerrajero' cumpla su tarea. -Pero confieso que es un patán bastante atractivo, aunque algo... ¿Cuál es el vocablo preciso? Mojigato, sí, "de fingida timidez y humildad." Lección número 456 de gramática, impartida por el anciano profesor Habemus Orfilus. ¿Qué será de la vida del benemérito anciano?-
-Kale, deja que yo me encargue de las celdas y tú ocúpate de estos guardias. No los pongas juntos, podrían intentar hacerse los héroes. Mételos en distintas celdas y tira la llave al Salvaje Azul.
El Capitán Vance deja al guardia y se levanta. Se acerca a unas palancas junto a la silla donde se sentaban los guardias a descansar y acciona una de ellas. La puerta de la celda de Lady Blackbird se abren con un estruendoso chirrido y Cyrus Vance se acerca a ella ofreciéndole la mano.
-Señorita, si me permite, la ayudaré a salir de ahí. Tendremos que dejar el té para otro momento. -Y volviéndose a Arkham añade-: Aprende a usar la cabeza antes que esas largas manos, chico.
En la mirada de Cyrus hacia Kale no hay ni reproche, ni cariño, ni compasión. No hay nada. Quizás un pequeño atisbo de esa mirada atenta de un profesor hacia su alumno más brillante. Pero ni siquiera de eso se puede estar seguro.
Escucho las palabras de mi capitán y le digo seriamente:
- Sí, mi señor. Lo tendré en cuenta para la próxima vez. Señorita, tome su broche, no quisiera molestarle más.
Tomo aire, me vuelvo, y al llegar donde está el guardia, golpeo fuerte su cabeza <<Ya no se quejarán más... ninguno>>. Lo arrastro hasta una de las celdas, la cierro con las palancas, las cuales golpeo también con rabia para inutilizarlas un poco. Entonces miro a Snargle, luego a mi capitán y le repito:
- Señor, su galantería es digna de un caballero, pero ¿podríamos saber qué hacer ahora? ¿Garfio o propulsores?
Después de recuperar mi fíbula y mi libertad, hago pie en el pasillo mientras barajo las cartas con que jugamos. No me place separarnos, somos pocos y ellos nos superan sobradamente en número, en conocimiento del territorio y en estrategias. Por otra parte, ¿cuán factible es sabotear una nave insignia del imperio? Quizá lo más acertado sea aprovechar estos minutos que obran a nuestro favor como un as en la manga. Los imperiales ignoran aún nuestra jugada, así que contamos con el factor sorpresa y, por si fuera poco, sabemos donde se encuentra emplazado El Búho. Además, podríamos…
— Capitán Vance, ¿por qué no abordamos su nave sin más preámbulos? Aunque lográsemos dañar al Mano del Pesar, hecho harto difícil, están las naves de caza que en este momento descansan junto a El Búho. De todas formas, tendremos que lidiar con ellas. Es inevitable. Creo que lo más oportuno es aprovechar el momento, aún no saben de nuestra fuga y, por otra parte…
Mis ojos se vuelven hacia nuestros prisioneros que, amordazados y maniatados, yacen en el lugar que nosotros ocupábamos antes y una idea hace luz en mi cabeza. Entonces, en un susurro, recreo aquel pensamiento sopesando sus posibilidades.
— Quizá sería apropiado que Arkam y usted vistiesen los uniformes de nuestros anfitriones, pasaríamos desapercibidos. Dos guardias imperiales conduciendo unos prisioneros no provocarían suspicacia alguna…hasta el momento de abordar El búho, por supuesto. ¿Qué opina?
Mientras aguardo una decisión de quien comanda aquel manojo de piratas, abotono mi chaqueta y coloco la fíbula otra vez en su sitio, con parsimonia, como si tuviese toda la eternidad por delante. Luego realizo una minuciosa inspección de mis uñas y exhalo un lánguido suspiro. –Indudablemente necesitan algunos retoques.- Y es entonces cuando un sutil carraspeo atrae mi curiosidad. Me giro y mis ojos se cruzan con una tornasolada mirada de matices ocres, cerúleos y grana. Entonces, le regalo la mejor de mi mejor sonrisa a la señorita Bishop.
— ¿Señorita Naomí...?
El afamado y viejo contrabandista, Cyrus Vance mira a la jovencita con una ceja arqueada y sus facciones se endurecen un instante.
-Señorita, quizás sea usted mejor contrabandista que yo por sus... largos años de experiencias robando, saqueando y huyendo de las naves imperiales... ¿Quiere gobernar mi nave y a mis hombres? -Cyrus cierras los ojos y respira hondo-. Discúlpeme. Que nos atraparan fue culpa mía. Nunca debí ser tan confiado. No volverá a pasar. Kale, vístete con las ropas de uno de esos inútiles.
Cyrus coge a uno de los guardias, lo vuelve a golpear y se viste con sus ropas. Le quedan algo ridículas. Quizás por su edad, quizás porque haya engordado un poco últimamente; pero al menos, llevan una gorra. La cara del Capitán del Búho es archiconocida por los Imperiales, e ir a cara descubierta sería un error. Hace un fardo con sus ropas y se las da a Snargle.
-Goblin, lleva esto por mí. No me gustaría perder mis ropas. -se vuelve hacia las chicas y añade-: Señoritas, traten de parecer cautivas, por favor. Como si estuviésemos atrapados en una nave Imperial. Y, señorita Bishop, si es tan amable y no es molestia para usted, ¿podría encontrar nuestras cosas y/o algunos explosivos? No harán mucho, pero al menos podríamos inutilizar algún que otro conducto de la nave de camino al Búho. No sé, quizás... los conductos de refrigeración, por ejemplo. El garfio es demasiado arriesgado, y no quiero trastear ni recorrer toda la nave en busca de los propulsores. Y ahora, vámonos. Estamos perdiendo unos minutos preciosos.
- Sí, señor - digo al Capitán cuando me dirijo al guardia inconsciente.
Me cambio las ropas ahí mismo, sin sentir ningún pudor, cosas peores he hecho a la vista de todos. Después le doy mi ropa a Snargle, con un gesto en la cara de <<Bueno, ya que llevas unas, te da igual llevar otras...>>
- Estoy a sus órdenes, capitán. Cuando usted mande.
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Frunciendo el ceño Snargle coge la ropa de sus dos compañeros y la lleva apilada como si de una enorme bola de ropa camino a un lavandería se tratará.
- ¿Alguien más necesita hacer la colada? - Dice y esboza una leve sonrisa.
Acto seguido sigue al grupo atento a cualquier inconveniente.
Mi sangre bulle como un río tormentoso y tiñe de carmín mis mejillas —¿Pero quién se cree que es para regañarme como a una chiquilla?— Aprieto mis puños y mi mirada relampaguea de furia. Podía tolerar sus veladas insinuaciones, al fin y al cabo era un hombre, pero aquello… —Y por si fuera poco, “señorita, quizás sea usted mejor contrabandista que yo por sus... largos años de experiencias robando, saqueando y huyendo de las naves imperiales...” ¿De qué supone que viven los nobles? ¿De la filantropía? La única diferencia entre nobles y piratas es que los nobles huelen a perfumes exóticos, conocen la etiqueta y roban y saquean para la Corona, porque pagan los impuestos establecidos por el imperio para ‘legalizar’ sus fechorías. Más de un afamado conde podría dar cátedra de piratería.— Respiro profundamente y sólo una muda y altiva mirada responde a las palabras del capitán Vance.
Entonces me vuelvo y derramo mi mirada hacia el sobrio y elegante decorado tachonado de argénteas estrellas, mientras espero que los hombres truequen sus vestidos por otros más acordes a la ocasión. Y exhalo un largo suspiro. —En parte, me lo tengo merecido, ¿por qué negarlo? Regla número once, Manipulación de Primates Superiores, merienda en la recámara de mi madre. “Natasha, recuerda estas palabras: nunca impongas tus ideas a un hombre, ni las sugieras. Una dama sabe obrar sin pronunciarse siquiera; una dama no pide, entreabre la puerta para que aquello que desea sea cumplido sin mediar más que una mirada, una sonrisa o un suspiro. Debes actuar de manera tal que ellos crean que hacen según su albedrío aunque sólo obedezcan nuestros designios. Los hombres, mi querida niña, son el brazo ejecutor de nuestros antojos, tarde o temprano hacen lo que nosotras queremos que hagan.”—
Cuando el capitán Vance y Arkam dan por concluida su metamorfosis, me vuelvo y recojo unas esposas, nos calzarán perfecto para la puesta en escena, colocadas en las muñecas sin aherrojar bastarán para simular nuestra condición de prisioneras. Le entrego una a la señorita Bishop y me coloco la otra.
— Cuando el capitán lo disponga…— exclamo con una sonrisa.
Al fin y al cabo, el capitán Vance ha mostrado cierta autocrítica de la que muchos nobles carecen, ha efectuado un ‘mea culpa’ público en detrimento de su orgullo y esa es una cualidad muy rara, pocos se animan a un paso semejante. Es algo muy elogioso de su parte, me pregunto si yo soy capaz de algo así.
Contemplo la escena inmóvil en medio del pasillo de comunicación de las celdas, con los brazos cruzados y una ceja enarcada, apoyando el peso de mi cuerpo en la pierna derecha. Mi rostro es una máscara, un rictus impenetrable que reanaliza uno a uno el comportamiento de la tripulación que hemos contratado: los juzqué aptos, y parece ser que me equivoqué. No volverá a ocurrir. Pero permanezco serena mientras uno a uno van recuperando la libertad; sólo el desabrido comentario del capitán hacia Lady Blackbird tensa momentaneamente mi labio inferior: la disculpa no tapa la afrenta, que anoto mentalmente para su posterior procesamiento. Sólo abro la boca para responder a la orden de buscar explosivos.
- Capitán – le contesto mientras acaricio mi mentón, bajo el cual dos antiguas cicatrices se cruzan en forma de equis – su disculpa a la señorita Blackbird no compensa su impertinencia, y lo que es peor, no esconde su manifiesta ineficiencia. Se le contrató para que efectuara un transporte sencillo hacia los Restos de dos pasajeras, con la única condición de que nos mantuviera lejos de embarcaciones como esta – y describo un arco con mi mano, tal vez de maner un tanto teatral, señalando las celdas de la Mano del Pesar - empresa en la que, dejeme decirle, ha fracasado miserablemente. Nadie le niega el mando sobre su nave, pero le recuerdo que aun estamos lejos de ella. Por tanto, no espere que acatemos sin más sus órdenes. Dicho lo cual ¿de verdad espera que una nave imperial almacene sus explosivos en sus instalaciones carcelarias?. ¿Cómo puedo buscar en otras estancias con las manos esposadas?. Fingir ser cautivas es un buena plan, no precisamente de su autoría – aquí sonrío a Lady Blackbird – y en lo único que estoy deacuerdo es en que aquí perdemos nuestro tiempo – me coloco a la altura de mi pupila, a la que guiño un ojo, con las manos falsamente esposadas - ¿podemos irnos?.
Vance y Kale avanzaron por la sección de las celdas hasta llegar al final, dónde otra puerta les impedía salir. Con una de las llaves conseguidas del cinturón de uno de los soldados, llegaron a un pasillo marcado con el número 4 y la letra B, y un cartel de metal debajo que ponía: "Celdas Sección Celdas B1-8"
Kale, más precavido, se asomó por el pasillo para comprobar que no hubiesen guardias allí también. Cuando se aseguró de que no había nadie, todo el grupo salió de la sección de las celdas poniendo en marcha el número cómico.
Lo malo era saber ahora hacia dónde tenían que ir... O bien a la izquierda, o bien a la derecha...
¿Que no demos vueltas por la nave para no ser descubierto? ¿Recuperar lo objetos personales de la señora Bishop?¿Que debe de llevar dentro? ¿Dinero? ¿Joyas? ¿Documentos secretos? ¿Fotos familiares? ¿Objetos sexuales de última generación? Seguramente debe ser algo, como mínimo, curioso. Pensaba Snargle mientras olía la fragancia "the sobac" que dejaban a su paso las ropas de sus dos compañeros de nave. De vez en cueando soltaba un pequeño suspiro al imaginarse la escena. Dos piratas vestidos con uniforme que les quedaban bastante grandes, sobretodo a Kale. Dos damas medio disimulando que estaban cautivas, aunque en su cara se denotaba un fuerte desagrado con la situación, algo que les iría bien, y un goblin lavandero. Snargle hizo memoria de los pasos que les habían llevado hasta las celdas. Y entonces comentó:
- Creo que es hacia la izquierda. - Y enarcó una ceja.
En camino.
La extravagante comitiva avanza por los pasillos guiados por la intuición y la memoria del goblin quien apuntala la marcha. Hacia la izquierda. El búho, navegar el Salvaje Azul, Los Restos: palabras que me saben a como un dulce en manos de una niña traviesa. Vuelvo mi mirada hacia la señorita Bishop, una mirada interrogante —¿Saldremos de esto?— y arrugo el ceño, preocupada. Unos pasos más allá, próximo al recodo que conduce a las escaleras —¿Dársena principal-subnivel cuatro, dijo Snargle? Tan próximo y tan lejos sin embargo. El Búho duerme y espera—, nos topamos con dos imperiales que conversan en el pasillo. Entonces se vuelven y nos miran. O eso creo. Tengo la mirada clavada en el piso; mejor dicho, en la puerta entreabierta que asoma detrás de uno de los soldados. Es el depósito donde guardaron nuestras pertenencias, pero aún no las archivaron. —¿Cómo lo sé? Es muy sencillo. Tras un rápido recuento de las estrellas plateadas que jalonan los muros descubrí un efecto fotoeléctrico provocado por las mismas. Según una antigua idea de Newton, la luz está compuesta de partículas y estas partículas... No es momento de bromas, Natasha. Al punto.— Desde donde estoy parada puedo contemplar el maletín y el paraguas de la señorita Bishop, y también…
¿Y ahora? Pues, ahora es el turno de la tripulación del Búho. Las damas somos prisioneras y como tales tenemos… las manos atadas. Sonrío para mí. —¿Qué nos depararán nuestros compañeros de ruta? Puedo sospechar el accionar de Vance y Arkam, ¿pero el goblin? Es pequeñajo…— Sin mover un músculo, como una máscara hierática, espero aquello que sea que ocurra.