Como respuesta al jarl le ofreció una mirada serena, un mensaje obvio pues del mismo modo que la miel no estaba hecha para la boca del asno no todas las palabras habían de ser escuchadas por los oídos que no están preparados para recibirlas.
A su alrededor se levantaron los hombres que estaban sentados y los que estaban en pie apuraron sus cuernos entre gruñidos rezongantes y arrastrar de pies marcharon poco a poco en nocturna procesión vaciando la sala.
Con el salir de los hombres entró el frío de la noche y Daana consideró brevemente el recuperar su capa de marta, arrugada y abandonada en el banco donde había estado sentada. Sin embargo caminó hasta el jarl e hincó una rodilla en el suelo, inclinando la cabeza con respeto haciendo que el cabello cayera desde sus hombros creando una cortina oscura que ocultaba la visión de su rostro desde el flanco izquierdo.
-Mi jarl-dijo apoyando la yema de los dedos de una mano en el suelo, buscando la estabilidad que aún le hacía falta.
Cuando Audun habló Daana alzó la mirada y se incorporó, respondiendo al nombre que le habían puesto cuando llegó al lugar.
-Ella-no la nombró pues la mera mención sobre su presencia en la visión debía poner en sobreaviso a los cuatro hombres que había en la sala de la naturaleza sobrenatural de la dama- nos guiará por las cumbres nevadas de las montañas, solo a nosotros. Es lo único que se me ha mostrado nítidamente. Después todo se vuelve difuso, hay una caza pero no son a los lobos si no a un cuarto hombre-miró a los tres compañeros que había designado antes de volver a mirar a su jarl- habrá dolor y se derramará sangre, mi jarl... después de eso todo se volvió negro- tragó saliva y subió una mano blanquecina hacia el ave de su hombro, que abrió el pico para pellizcarle los dedos sin hacer fuerza, como si supiera que la völva no había completado su mensaje, quizá comprendiendo la incertidumbre de la mujer sobre la última parte mostrada. Fuera como fuese, cuando el jarl pareció inspirar hondo y tomar de nuevo la palabra, Daana volvió a hablar- lo último que vi fue una cámara en penumbre y una gran roca vacía.
Inclinó de nuevo la cabeza y el cuervo basculó su tamaño de una pata a otra, balanceándose sobre el hombro en actitud protectora.
El corazón de Ingvarr se inflamó por el relato de la völva. Había mucha gloria en sus palabras, cualquier scando podía verlo. Sus ojos se serenaron de repente, como si el licor hubiera desaparecido de repente de su mente. Olvidó cuantos planes había imaginado para esa noche y no dijo nada, excepto un asentimiento como única forma de comunicación. Las manos a la espalda, en señal de confianza con quienes tenía próximos. El tatuaje le picaba en la piel de la cara. ¿Habría ocasión de hacer valer cuantas virtudes quedaban aún en él? Ingvarr llevó la memoria de viaje a las antiguas extensiones de años pasados, donde la nieve se mezclaba con los malos recuerdos. Por eso, cada invierno bebía más de lo habitual, por eso contaba historias inventadas, por eso cantaba, bailaba y copulaba sin freno, porque tenía miedo al invierno. Y el miedo para un scando es siempre motivo de fiesta.
Ya iré poniendo más, chicos. De momento, toca ser sosegado, que el pobre Ingvarr está pasando una media cogorza seria.
Con poco lentitud, a medida que el resto de los hombres salían del salón, Naúl se fue acercando ante el jarl. Procurando no caerse... ni balancearse demasiado.
Finalmente, cuando este habló con la volva, el cazador decidió que no importaba gran cosa de lo que estaban hablando. Ya sabía lo que necesitaba. Por la mañana, temprano, partirían de caza. Era lo único que necestiva saber por el momento.
Jörmun se acercó en cuanto su jarl lo requirió, parecía que estaba en lo coerto, y que las últimas semanas el carácter del jarl así como sus prácticas sexuales se habían vuelto extrañas y solitarias, haciendo caso a la magia y no a las personas que eran las que llevaban a cabo la vida, pues los dioses hablaban mucho, o eso decían algunos, pero ninguno venía ayudar nunca.
Escuchó las palabras de la völva con cuidado pero no dijo nada que no hubiera podido decir un niño pequeño asustado o que ha bebeido alcohol sin que sus padres lo sepan. No se fiaba, pero cumpliría las órdenes dadas por su jarl.
Cuando el jarl los despidió asintió con la cabeza, echando una última ojeada a la völva de pelo negro y se infecta ave, así como al cuenta cuentos de Ingvarr y el cazador Naúl, el único en el que podía confiar un poco en esa extraña expedición que daría inicio al amanecer...
Ayer tuve un sueño muy raro. Vi como tres hombres de porte noble seguían a un cuarto que huía de ellos como vil cobarde carente de honor. Entonces el grupo se topó con un campamento donde un grupo de guerreros descansaba. Era más numeroso y uno de ellos un berserk fuerte de gran tamaño, intervinieron. Hablaron entre sí y lucharon entre ellos mientras el fugado aprovechaba la confusión para salir corriendo. El suelo blanco se tiñó de sangre y tuve un extraño sentimiento de tristeza que no me abandona. Yo miraba en el sueño a través de los ojos de un lobo enorme que dirigía una manada que vigilaba la batalla. Tenía la esperanza que me aclararías algo de esta especie de sueño, los dioses me hablaron pero no entiendo su idioma. ¿No puedes ayudarme a librarme de esta congoja y obsesión?
La mujer negó con la cabeza.
-La única forma de libraros de la congoja, mi jarl, es nuestra partida pues con ella los sueños no os acosarán y el devenir de los dioses habrá de cumplirse. A nuestro regreso- los que regresen, añadió para sí- podréis saberlo todo, el significado de vuestra visión y su conclusión mas ahora temo que no hay palabras que los dioses hayan dado que no os haya transmitido ya. Y lo que vos visteis solo tendrá sentido cuando os traigamos las nuevas... y no podréis comunicarnos al resto la conclusión de vuestras revelaciones, pues ese mensaje era solo para vos, mi jarl.
- Bien, si no tenéis nada que decir podéis retiraos - responde Audun recostándose en su sillón adornado con pieles - Mañana os espera un día duro, podéis partir entonces con mi bendición, y las dioses espero.
-Mi jarl- dijo respetuosa al jarl Knudson incorporándose y retrocediendo varios pasos de espaldas para retirarse a las dependencias que ocupaba.
Jörmun se espera a que el resto abandonde el lugar para agradecer a su jarl que lo escoja par auna misión de vital importancia y muy especial para el mismo jarl, ya que puede hacer cambiar el humor de Audún que lleva días si no semanas sin dormir ni ser él mismo.
Ingvarr sonrió con espuma en la barba y se retiró. Descubrió al llegar a su catre que tenía una jarra en cada mano. No sabía cómo habían llegado hasta sus manos, pero le parecieron excelentes compañeras de sueño, mejores que las atenciones de una mujer fogosa. Debía descansar, dormir, soñar con el amanecer, o con lo que los dioses quisieran atormentarlo. No se le ocurría nada que fuera a parecerle mal agüero después de aquella noticia.
Bastante perjudicado, especialmente por el alcohol ingerido, Naúl sale del salón del jarl tras despedirse torpemente. Se fue hacia la periferia del pueblo donde tenía un cubierto, poco más que un saliente con una piel curtida haciendo de pared y tejado, donde le servía tanto para curtir las pieles de las bestias que cazaba como para tumbarse a dormir... ya que carecía de casa, por haberla quemado meses atrás.
Una vez todos abandonaron la presencia del jarl, Jörmun se arrodilla ante él y le dice:
- Señor, puede confiar en mis servicios y haré todo lo posible par aque terminen sus pesadillas y que el pueblo pueda abastecerse como es debido para el largo invierno. ¿Pero de verdad cree en las palabras de esa völva de pelo negro?
- Te conozco bien y confío en ti más que en cualquier otro - responde con un tono apagado pero afable - agradezco tu preocupación y sé que harás todo lo posible para cumplir tu cometido aunque lamento prescindir de tu presencia por lo que pueda pasar - se hace un gesto con su mano para que el enorme guerrero se incorpore - ve a descansar y vigila a esa mujer de pelo negro.
Los aventureros disfrutan de su última noche tranquila bajo techo. A saber cuando volverían y bien saben los dioses que quizás tengan que pasar muchas noches en la intemperie, con los ojos puestos en el cielo abierto y un suelo duro como colchón. Cada cuál en su hogar con sus propios pensamientos, ¿que destino les deparaba más allá de la aldea? Sólo el tiempo podía decirlo.
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