La noche pasa rapida, las fuertes bebidas y la seguridad de vuestras habitaciones os proporcionan un sueño facil, descansados os despertais y uno a uno os vais reuniendo en la planta baja donde os espera un desayuno de pan y leche fresca, la posada esta semivacia al parecer todos los mercaderes se han levantado bastante antes que vosotros y ya han abandonado el establecimiento.. actualmente solo quedan en el, el joven que prepara los desayunos la joven que los sirve y un par de guardias que toman un ligero desayuno apoyados en la puerta mientras vigilan la calle.
Los que ya tengais claro que hacer, podeis hablarlo, y si alguno desea irse sin decir nada mensaje solo al director
Yo deseo abandonar la partida, así que te pido que me elimines de la partida, director.
Tras la resaca de la noche anterior, me despierto aturdido pero a la vez contento -la celebración de la despedida de Donnar mereció la pena- pensé.
Una vez abajo, me senté en una de las mesas de la posada y me dispuse a comer algo de pan y un poco de leche, a la espera de que Agape y Gunnar aparecieran...
Entreabrí los ojos y los cerré de golpe al notar el rayo de luz quemarme las retinas. Me giré en la cama, gruñendo y me dispuse a seguir durmiendo. Fruncí el entrecejo y me llevé las manos a la cabeza. Me incorporé y gemí de dolor.
-Maldita sea- murmuré-. No pienso beber más.
Me levanté de la cama sin recordar cómo había llegado hasta allí la otra noche y abrí la ventana para despejarme un poco. Sentí la brisa fría golpearme en la cara y sonreí. Contemplé el cielo azul inmaculado, sin ninguna nube y pensé que no iba a ser un mal día. Suspiré y, tras arreglarme un poco y lavarme la cara con el agua que había en una jarra, salí de la habitación con el estómago quejándoseme.
Bajé hasta la planta baja y tomé un poco de leche de una jarra y algo de pan. Miré a mi alrededor y vi a Drago ya desayunando en una de las mesas.
Me acerqué a él y tomé uno de los asientos libres, mientras bebía un largo trago de leche.
-Buen día- saludé, sonriendo-. ¿Qué tal? ¿Buena noche, mi querido amigo?- pregunté, pícara-. Seguro que sí, se te nota en la cara, bribón- reí.
Eché un vistazo a mi alrededor y localicé la capa y los guantes que se me olvidaron la otra noche. Me levanté un segundo y recogí mis pertenencias, sacudiéndolas un poco de migas de pan. Volví a tomar asiento al lado de Drago y seguí tomando el sencillo desayuno obviando el martilleo que sentía en mi cabeza.
Me aclaré la garganta y miré fijamente a Drago con una sonrisa en los labios.
-Que sepas que ayer me quedé con las ganas- le susurré, enarcando una ceja-. Eso no se le hace a una mujer- advertí-. Al menos, espero que anoche te lo pasaras muy bien por los dos- deseé, mordiéndome el labio inferior-. Y que tengas fuerzas reservadas para mí... otra noche- se me ensanchó la sonrisa.
Os informo de que doonar ha abandonado la taberna sin decir nada a nadie.. probablemente no lo volvereis a ver..
Gunnar se levantó con ánimos renovados, se pertrechó para el viaje y salió dirigiéndose hacia la taberna escaleras abajo. En la sala rápidamente divisó a sus compañeros, la joven Ágape y el caballero Drago.
Se acercó a ellos y se sentó en una silla libre.
-¿Que tal la noche compañeros?,¿Se ha movido mucho tu cama Ágape?- dijo riéndose.
-¿Que tenéis pensando que hagamos ahora?- preguntó mientras se llevaba un pedazo de pan a la boca.
Saludé a Gunnar con un gesto de la mano y seguí bebiendo de mi jarra. Al escuchar sus palabras, dejé el recipiente sobre la mesa con un ruido sordo y miré a Gunnar con una ceja enarcada.
-¿Mi cama?- repetí-. Mi cama demasiado quieta ha estado esta noche- respondí, irritada-. Así que, no hablemos del tema- zanjé el asunto y seguí bebiendo.
Eché un vistazo, distraída, a la posada y me pareció que ésta era mucho más grande ahora vacía que anoche siendo regentada por todos los comerciantes de todas las ciudades de alrededor. Escuché la pregunta de Gunnar y lo miré.
-Antes de decidir nada- interrumpí, cruzándome de brazos-, ¿habéis averiguado quiénes son los de la "compañía del Acero Rojo"?- pregunté-. ¿Lo sabéis?- inquirí.
-No, no lo hemos averiguado, se fueron antes de decirnos nada-le respondió-pero parece que eran un grupo con ganas de demostrar que, como decía mi abuelo valían para algo mas que para mascar madera- añadió.
Tras comprobar que a pesar de la resaca, Agape no se había olvidado de la Compañía del Acero Rojo, miré hacia el camarero y le grité:
-Por favor camarero, necesito algo de información a cambio de una moneda...
Tras ver que el camarero se acercaba hacia nosotros, le lancé una moneda al aire, siendo recogida por el joven hábilmente:
-¿podría decirme que es la Compañía del Acero Rojo y a qué se ocupa?
Descuento 20 monedas de la fiesta de anoche y 1 moneda por la información del camarero.
Escuché las palabras de Gunnar y puse los ojos en blanco.
-Pues, qué bien- murmuré, un tanto irritada.
Terminé la jarra de leche y miré por el rabillo de ojo al los guardias que estaban apostados en la puerta.
"Seguro que ese par sabe algo", pensé, al tiempo que Drago llamaba al muchacho y, directamente, le preguntaba. Enarqué una ceja y lo miré.
-Muy bien, Drago, así se hace- felicité-. Tú te gastas el dinero y yo sacio mi curiosidad- sonreí-. Perfecto.
Miré al joven y fruncí el ceño.
-¿Y bien?- pregunté-. ¿Qué se supone que es esa "compañía del Acero Rojo"?
El camarero recibio gustoso la moneda y abandono su trabajo para conversar contigo.
-No es ningun secreto que desde hace semanas los mercenarios se estan reuniendo en la ciudad, es mucho peor de lo que crees constantemente hay robos, duelos con armas, borrachos en las calles, es una situacion que no nos gusta pero no hay nada que podamos hacer en principio no inflingen ninguna ley kalasase por lo que no podemos reclamar ayuda y nuestros guardias son insuficientes para controlarlos..
El joven hace una pausa y desvia la mirada hacia los guardias de la puerta para comprobar si le han escuchado.
-Al parecer el grupo mercenario que vos a nombrado es quien esta detras de esta concentracion de soldados.. si los rumores son ciertos pretenden atacar cuna de lobos una ciudad en las montañas al este de la ciudad, el conde no sabe que hacer ya que no puede participar activamente en el conflicto pero tampoco quiere dar de lado a una ciudad vecina aunque sea de un estirpe diferente..
Tras oir al joven le vuelvo a preguntar:
-¿De cuantos hombres está compuesto el grupo de mercenarios? ¿El Conde no tiene tropas suficientes para doblegar a estos bandidos?
Mientras esperaba las respuestas le hice una última pregunta:
-Háblame del Conde dueño de esta ciudad, su carisma y virtudes, y de paso indícame donde podría encontrarlo para hablar del asunto.
Escuché atenta las palabras del hombre, mientras me distraía jugueteando con unas migajas de pan que habían quedado en la mesa.
Levanté la vista de las migajas en cuanto Drago habló y apareció en mi rostro una sonrisa.
-¿Qué pasa, Drago?- pregunté con sorna-. ¿Te vas a encargar de toda esta situación?- se me ensanchó la sonrisa y me sacudí las manos, dejando caer las migajas que tenía en los dedos-. Veo que tú no pierdes el tiempo- indiqué, mirándolo-. De acuerdo- continué, como si hubiera tomado una decisión-. Gunnar y yo también nos apuntamos- informé, mirándolo con una sonrisa y sin esperar a que el mencionado aceptara.
Gunnar adoraba esa faceta de Ágape, le encantaba que la joven pícara hablase por él. Nunca fue un niño muy hablador, disfrutaba escuchando, y ahora a su edad no había cambiado un ápice. Eso no significaba que fuese mudo, ni que con la compañía adecuada este aprendiz de aventurero sorprendiese con largas reflexiones.
Así que cuando la muchacha se refirió a él simplemente se limito a asentir a Drago.
-El conde es un buen hombre, es bastante joven hace 5 años que subio al trono y la ciudad nunca habia estado tan a gusto hasta ahora.. me temo que la guardia de la ciudad sumara 50 hombres contando oficiales. y estamos hablando de unos 100 mercenarios mas otros 200 alojados fuera de la ciudad..si deseais hablar con el conde podreis encontrarlo en el castillo los guardias os llevaran ante el si se lo decis..
Escuché con atención las palabras del joven y alcé las cejas en cuanto dijo la cantidad tan desorbitada de mercenarios.
-¿Tantos?- murmuré, más para mí misma que para los demás.
Desde luego no era una cantidad banal, y había que sopesarlo con cuidado y actuar con precaución. 200 mercenarios no son cosa para decidir en un segundo y menos cuando tan sólo actúan por dinero y juran lealtad al mejor postor... hasta que aparece otro.
Suspiré y eché un vistazo a los guardias. Me encogí de hombros y me levanté.
-Yo me encargo- comenté, dirigiéndome hacia los hombres apostados en la puerta-. Vuelvo enseguida.
Me aclaré la garganta para llamar su atención y puse la mejor de mis sonrisas, aquélla que solía poner para hacer que la señora que no se decidía por las telas, terminara eligiendo la más cara en la tienda de mi tío.
-Disculpad- dije, con voz dulce-. Me preguntaba si os importaría llevarnos a mí y a mis compañeros al castillo del conde- expliqué-. Tenemos asuntos de los que tratar con él de suma importancia. Quedamos en reunirnos con él- mentí, para evitar que preguntasen cómo una chiquilla y dos guerreros tenían relación con un noble- hace unos días. Por favor- pedí-, ¿nos ayudaríais?- pregunté.
Tras observar a Agape sonreí al ver que había leído a la perfección mis pensamientos. Hablar con el Conde de la ciudad era lo más sensato y una vez allí sopesaría si era posible ayudar a la ciudad o no.
Me limité a observar como Agape intentaba convencer a los guardias a la vez que miré a Gunnar y le susurré:
-¿Siempre es así de impulsiva?
Gunnar observó atento la escena y al ser mencionado el Conde no pudo impedir que su mente volase pensando en el aspecto del joven aristócrata.
-No se si siempre, pero al menos la mayor parte del tiempo-le respondió a Drago.
Los soldados acceden a llevaros, avanzais por las calles con rapidez mientras manteneis una charla relajada con los guardias, caminais por una zona de comercios cuando los guardias fijan su mirada en un trio de mercenarios ebrios frente a un puesto de articulos exoticos entre los cuales destacan numerosos fuegos artificiales, el dueño les grita de malas maneras y los borrachos rien y parecen querer continuar la broma, los soldados os indican que os detengais y se dirigen a calmarlos, los mercenarios reaccionan mal y en apenas un segundo se inicia una trifulca, unos de los mercerios agarra un atorcha de la pared y intenta atacar torpemente con ella, la antorcha acaba sobre los fuegos artificiales y antes de que tengais tiempo para reaccionar os encontrais corriendo perseguidos por una multitud de fuegos multicolor y pequeñas explosiones..
Separacion en escenas individuales