Partida Rol por web

El sol del medio día proseguía su avance inexorable al ocaso, aunque aun faltaban unas cuantas horas antes de la llegada de la noche.

El viaje habia transcurrido sin mayores sobresaltos, los 5 os habias reunido unas cuantas villas atras cada uno por sus motivos y desde hacia al menos una semana continuabais el viaje hacia Zurich y la campiña de la Provenza os saludaba dia tras dia regalandoos un aire fresco en comparación con las bibliotecas de los magi y unos rayos de sol deliciosos cada mañana. Abril era el mes de las flores y eso se notaba en los campos y en el humor de la gente, la naturaleza tendía a crecer y a regenerarse para perpetuarse y alli estaba una vez mas, plantandole cara al invierno.

Os encontrabais en el año 1400 de Nuestro Señor y por fin habiais conseguido superar el Guantelete del aprendiz y con la mayor suerte de que el mismo año en que se os considera Magi de pleno derecho se os convoca a vuestro primer tribunal donde podreis daros a conocer y podreis conocer a otros magi.

Y alli os encontrabais, camino a Confido Fieri, el siguiente pueblo en vuestra hoja de ruta a donde llegareis con toda probabilidad antes de que caiga la noche. La mula seguia su lento paso cuando Giorgio rompió el silencio.

- Confido es un pueblo, bonito, muy bonito si señor. ¿Habian estado ustedes antes por estos lares?

El vascón Gorka era el componente más fácil de ver del grupo: enorme, desmesuradamente grande, su gigantesca talla hacía que su presencia allí fuera imposible que pasara desapercibida. Un gigante armado sería la expresión que más fácilmente invadiría las mentes de los magi. Porque portaba una maza de guerra de grandes dimensiones al hombro, un arma que cambiaba de posición cada cierto rato, prueba de que además pesaba incluso en las manos de aquel hombretón. No había dicho nada en todo el camino, su feo rostro ceñudo, casi irritado. Era de suponer que debía ser un custos en camino hacia el Tribunal para reunirse con su magus, el que tenía que proteger, uno que se podía suponer poderoso o con recursos para poderse permitir semejante guardián… pero nadie lo sabía a ciencia cierta. Bueno, tal vez Giorgio, pero éste miraba al gigante con cierto recelo y no soltaba prenda. Como tampoco lo hacía respecto de Auria, mujer de formas contundentes(2) que iba a la zaga de las largas zancadas de Gorka, una mujer vestida con ropas burguesas que no perdía de vista al vascón y, sumisamente, atendía a todas sus necesidades. Miradas fugaces de la mujer hacia los componentes del grupo dejaban entrever el miedo que sentía, si bien no era fácil distinguir si era por la presencia del gigante o por el Don de los magos del grupo.

La realidad, siempre tan distinta de la imaginación, era que Gorka, el recién nombrado Magnus miembro de ExMiscellanea, flamante nuevo aprendiz de Urtza de Doissetep (la famosísima y poderosísima Alianza del Tribunal Provenzal)(1), estaba muy contento de este viaje. Con él abandonaba su vieja Alianza en busca de “prados más verdes”, alejándose de enemistades enquistadas y en pos de un nuevo destino, en este caso de manos de Giorgio, con quien le había puesto en contacto su mater. Por otro lado, como siempre, tenía que vigilar que Auria no hiciera de las suyas, puesto que tenía una importante especialidad en meterse en problemas de los que tenía que sacarle Gorka, así que sus miradas de control no eran precisamente amorosas. Aquella mujer le desesperaba…

Por supuesto, Gorka respondió a Giorgio con un bufido de desaprobación, un bufido que sonaba a "bonito, ya, claro, muy interesante...", aunque en realidad lo que le pasaba al vascón por la cabeza era más bien un "como si hubiera tenido tiempo de hacer turismo con mi aprendizaje...".

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Los pelos que había enrollado alrededor de su dedo se partieron, provocando una mueca de incomodidad en su rostro. Esto le sirvió para calmarse un poco. Durante diez segundos. Aún no podía creerse que estuviera pasando. ¡Su primer Tribunal! ¡Ya estaba cerca! Estos días se había sentido tan eufórico que muchas veces bajaba de la carreta y se adelantaba varios metros, tratando de liberar con ejercicio toda su emoción contenida. Habría querido compartir su alegría con los demás viajeros, pero no se había atrevido. Por nada del mundo querría crear situaciones tensas con gente que lo acompañaría durante días. Más si resultaban ser miembros de la Orden.

Sin embargo sus esfuerzos no bastaban para ocultar del todo su interés por el gigantón. Aquel porte era colosal, más propio de un gigante que de un humano. Se moría de ganas de saber si en verdad aquel hombre tendría sangre mágica en sus venas. Le sonaba algún rumor sobre alguien como él, más por mucho que se esforzase no lograba acordarse de nada útil. Más de una vez se había acercado a preguntar y todas ellas se había alejado, intimidado por el rostro severo de aquel hombre. Y por su imponente maza, claro. Dios bendito, aquella cosa parecía capaz de convertir a un hombre en pulpa de un solo golpe.

Al oír al joven responder al conductor no pudo evitar acercarse, fascinado. Solo una vez había oído tal acento, pero estaba seguro de su procedencia. Iberia. Tierra de grandes reinos, abanderada de la fe cristiana y último resquicio de Europa donde aún habitaban los infieles. ¡Y este hombre era un mago que procedía de allí! Su prudencia saltó por los aires, necesitaba decir algo y aquella parecía la ocasión perfecta. 

—Jamás he estado, no —dijo a Giorgio. Bien. Frases cortas, despacio. Sé cortés, como si estuvieras ante un obispo. Tragó saliva antes de girarse hacia el joven íbero— Angelus de Bonisagus. A mí también me gustaría saber esas nuevas de Doissetep. Si no osmolesta... —añadió apresurado.

La única respuesta que obtuvo Alejandro del gigante fue un gruñido de desaprobación. El motivo de aquel no quedaba claro, pero el más probable era que Gorka no hablaba latín y que el hecho de que intentaran hacerlo con él era como si le trataran de monaguillo o capellán, incomodándole. Era difícil imaginar que las razones reales del disgusto de Gorka eran dos, primero usar la palabra "castillo" para referirse a la Alianza más poderosa de toda Provenza, sino de toda la Orden, y segundo que utilizasen el nombre de su mater. "Urtza", cuando aparecía en labios de otro mago diferente de Gorka, lo hacía para ser tachada de bruja, una infame maga vasca miembro de Casa Ex-Miscellánea que de forma inexplicable había logrado ingresar en Doissetep. Que preguntara, además, por él mismo, cuando trataba de dejar atrás su pasado, tampoco ayudaba a mejorar su ánimo.

Angelus, por su lado, no pudiendo contener por más tiempo su bocaza, reveló también su naturaleza de mago de la Orden, como si no le bastara con tener el Don para anunciarlo a los cuatro vientos.

Acostumbrado por lustros de mentiras y hasta cierto punto cómodo con la impresión de bruto que solía dar, Gorka decidió que lo más sencillo para no tener que pasarse el resto del viaje dando explicaciones y justificándose era hacerse el tonto.

─Amén ─dijo con su grave voz, casi inhumana, como si no entendiera nada de lo que habían dicho pero reconociera el idioma de los clérigos y diera una torpe respuesta a la perorata supuestamente litúrgica que le acababan de dirigir. Por si acaso...

Junto a la comitiva que comenzaba a relacionarse viaja una mujer seguramente más mayor que la mayoría, pues aparentaba no menos de la treintena. Su saludo al subir fue poco más que una sencilla inclinación de la cabeza, y nada delataba que perteneciese a la orden: portaba ropas campesinas y un zurrón de buen tamaño, el cual se descolgó mientras tomaba un asiento en la carreta. Del mismo extrajo una larga túnica, esta sí de mejor calidad, en la que se podía apreciar tras un par de giros un sigil de la casa bonisagus. Tras varias vueltas, parece encontrar alguna pequeña rasgadura que estaba buscando, así que extrayendo también de la propia bolsa una aguja y un fino hilo del mismo color de la túnica, comienza a remendarla con gran atención y cuidado.

Dado que tampoco da la sensación de poseer el Don, lo más lógico es pensar que se trata de alguna grog que va a reunirse allí con el resto de su alianza o algo semejante. Las pocas ocasiones que separa la vista de su labor es para contemplar los campos floridos con un aire melancólico.

A un lado de la carreta se encuentra Leonor. Su mirada se encuentra perdida en los campos que ven pasar en su camino hacia la siguiente parada y no muestra especial interés en la conversación de los que se encuentran en ella. No le interesa lo más mínimo las noticias que puedan haber de esa tal Urtza y de Doissetep. Es más interesante ver como con la primavera los campesinos vuelven a los campos a ayudar a la naturaleza a hacer crecer de nuevo los cultivos.

Es más, si no fuera porque ese transporte es la forma más rápida de llegar a Zurich, preferiría estar caminando. Pero, por supuesto, eso supondría un retraso en su llegada y no sería aceptable. Además, ¿qué pasa con esas personas? ¿Serán todos así? 

Desvía la mirada desde los campos hacia los que se encuentran en la carreta con ella. Son demasiado extraños, a su forma de ver. 

La joven que se sienta frente a mí, en cierto modo, me resulta bastante menos ajena a mí que el resto de los integrantes de la carreta, el gigante con aspecto seco y el otro, que aunque parecía de mi tierra y se había presentado como un Bonisagus hacia el íbero, se le notaba como al joven que se había quedado dormido más preocupados por los asuntos de la orden que otra cosa. Así pues, la primera vez que abro la boca es hacia Leonor, dirigiéndome a ella en un latín tan correcto como el de la mayoría de los aprendices.

- Bonito, ¿eh? -le digo a modo de inicio de conversación, simplemente para abrir la opción de una conversación, aunque también admitiendo una réplica tan simple como un asentimiento y el silencio si no gustaba de hablar.

Giorgio escuchaba a los magi hablar cuando uno le preguntó por la duracion del viaje.

- Mis señores -contestó en un latin bastante fluido- viendo como esta llendo el viaje en cuestion de tiempo y que aun nos quedan por atravesar un par de macizos, yo diria que en algo mas de dos semanas arribaremos a nuestro destino. Sin embargo, podriamos atajar por la cuenca del Walensee y ahorrarnos unas 3 o 4 jornadas, pero hay pocos pueblos cerca de la cuenca, por lo que habria que dormir a la intemperie y las noches aun refrescan, si me permiten la observación.

Tarda un momento en darse cuenta que Mía habla con ella. Acostumbrada a viajar sola o solo en compañía de su mentor, no está demasiado pendiente de si se dirigen a ella o no. Su mirada, de un verde brillante un tanto inusual, se dirige de nuevo hacia el interior de la carreta. Se posa en la mujer que tiene frente a ella.

Asiente a su afirmación en forma de pregunta. Entonces recuerda que a veces hay que interaccionar con las personas y hablar.

-Sí. Simboliza la esperanza de un nuevo día tras la oscuridad de la noche.

La mujer también parece un poco ajena a la conversación de los cuatro hombres que les acompañan. Eso hace que sienta cierta... simpatía por ella. Su mirada se desvía de nuevo al exterior.

-Soy Leonor - le dice a la mujer, recordando lo que su mentor siempre le ha dicho.

Hay que presentarse a las personas.

Asiento a las palabras de Leonor, y mi gesto parece iluminarse un poco con ello. Casi se deja ver un atisbo de sonrisa, pero murió antes de nacer.

- La esperanza del nacimiento de algo nuevo... -comento con voz pausada.

Me mantengo en silencio unos instantes y entonces niego con la cabeza, claramente espantando algún pensamiento que me había cruzado por la mente.

- Es una época dura y laboriosa para los campesinos, pero también alegre. Haber aguantado el invierno y volver a sentir el calor y la brisa. Las fiestas. -enumero, y entonces respondo a su presentación- Yo Mía, de Bonisagus.

Ante la frase del conductor, me giro en esa dirección para encarar a los cuatro hombres de la carreta.

- A menos que nos sean muy necesarios esos días para llegar a tiempo, mejor seguir la ruta establecida. No me preocupa dormir al raso, pero tampoco es algo que me apasione. -concluyo.

Entonces, cerrando las últimas puntadas del arreglo, corto el hilo sobrante con los dientes, dejando un arreglo con unas puntadas bastante prietas, difícil de ver. A pesar de estar hecho el arreglo, doblo la prenda y la guardo con cuidado pues evidentemente ni me voy a cambiar la ropa que llevo ni me la voy a poner encima con el calor que hace.

- ¿De dónde procedéis, Leonor? -pregunto con tono casual, simplemente por conversar de algo y hacer el viaje más ameno.

Solo asiente a lo primero mientras continúa con la mirada fija en el exterior. Los campesinos ya comienzan a recoger pues con la caída del sol no hay nada más que les retenga a la intemperie. Pronto les tocará a ellos poder descansar de la larga jornada de viaje en esa carreta incómoda y un tanto apretada, todo hay que decirlo. No es que sea cómodo viajar con tanta gente en un mismo lugar.

-Inglaterra. Aunque dejé mi hogar hace mucho tiempo.

Su mirada se torna melancólica unos instantes, pero vuelve a la normalidad pasados unos minutos. Ya ni siquiera recuerda realmente su hogar, solo recuerda las sensaciones y las emociones. Si ahora le pidiesen que les guiase hacia allí, no podría hacerlo.

-¿Vos?

Angelus sintió como si una pesada piedra cayera en su estómago ante la cortante respuesta del gigante, o más bien medio gigante. Lo miró por un momento, tratando de discernir cuán enfadado podía estar, más aquel rostro y la postura no le decían nada, ni siquiera una pequeña pista. Su instinto tomó las riendas y de pronto se encontró agachando la cabeza mientras murmuraba una excusa que por las prisas salió en su idioma natal.

—Je suis désolée...

Tratando de evitar un conflicto mayor, acortó su paso hasta quedar ligeramente rezagado de la carreta. Sin embargo Giorgio habló una vez mas y una vez más Angelus no puedo evitar contestarle.

—¿La carreta notendrá problema? Deser así creoqueuna rutamás rápida nosbeneficiaría atodos. Puedoayudar conelclima si se convierteen un problema...

Alejandro mantuvo su sonrisa, aunque un tanto insegura, al ver la reacción de Gorka. Estaba razonablemente seguro de que se trataba de ese aprendiz del que había oído hablar. ¿Qué haría si no en una carreta llena de magos herméticos, como parecía ahora que eran?

- Lamento si os he ofendido, señor. – se disculpó amablemente ante Gorka – No era mi intención. Tan solo me presentaré y no os molestaré más, si ese es vuestro deseo. Respondo al nombre de Alejandro de la casa Exmiscellanea... – dijo esperando un poco más por si había alguna reacción positiva por parte del gigante tras revelarle su casa.

Tras la breve interacción con el gigante se bajó de la carreta para caminar un rato junto a la misma, tal y como hacían Angelus y Leonor. Ya había descansado mucho y aquellas dos parecían estar manteniendo una conversación más agradable.

- Yo estoy de acuerdo con Mía. – añadí uniéndome a la conversación – No tengo tanta prisa por llegar. El camino es bonito y la compañía interesante. – dije sonriendo amable – No sé si me oyeron, mas me presentaré de nuevo. Como le dije a nuestro acompañante, respondo al nombre de Alejandro de la casa Exmiscellanea. – hizo una pausa para mirar a Mia y Angelus – Mi Parens tiene en gran estima a vuestra casa. Por desgracia en nuestra residencia no había ningún miembro de la misma. - antes de girarse a Leonor - ¿Os puedo preguntar por vuestra casa, Leonor? - preguntando con amabilidad pero sin disimular su curiosidad como un niño.

─Ah, ExMiscellanea. Eso es otra cosa ─dijo en un burdo latín que sonaba especialmente grave en boca del semi-gigante─ Los magos se burlan de mi mater por bruja, seguro que a ti te han hecho lo mismo. Lo entiendes, ¿eh? *Ese* tipo de magos ─añadió con su enorme dedo gordo derecho, apuntando a los bonisagus─ Remilgados y arrogantes, no tienen ni idea de cómo es la vida de verdad.

Tras la sorprendente revelación, Gorka se dispuso a proseguir con su habitual mutismo, pese al acercamiento que había hecho con el otro ExMiscellanea. Sólo interrumpió dicho enfoque cuando una idea asaltó su cabeza y se dirigió de nuevo a Alejandro.

─Ah, y diles a las señoritas que si nos alejamos de los caminos claros, nos adentraremos en caminos de bandidos, bestias o ambas cosas. Ni puta gracia. Y ya se pueden valer de sus hechizos para sacar el carro del barro, porque ese no es mi trabajo...

Alza una ceja mirando al mago que se ha presentado como Alejandro. Hay algo en él que no le inspira confianza, quizá su actitud... que parece que quiera caer bien a todo el mundo.

-Claro, podéis sentiros libre de preguntar, pero mía es la libertad de responderos.

De todas formas, parece que el ambiente se está caldeando. El gigante que les acompaña no parece muy feliz por la presencia de los dos Bonisagus y parece que preferiría viajar solo que en compañía de los demás. Aunque no entiende si por señoritas se refiere a Mía y a ella o a los Bonisagus. Seguramente, lo segundo.