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La noticia del asalto a la guardia sorprendió al joven soldado, y de alguna forma reforzó su voluntad de limpiar su ciudad de los que su compañero enano había llamado skavens.

Isenbert seguiría trabajando con la guardia del Capitán Baerfaust, y para poder mantener a su familia trataría de ganar algunas monedas gracias a los negocios del señor Weiss. Siempre que tuviera oportunidad, intentaría investigar por su cuenta todo lo relativo a las ratas de las cloacas. Y seguiría en contacto con los compañeros que hicieron posible el descubrimiento del cadáver de su hermano, en especial con el honorable enano y el decadente noble.

A pesar de no haberme recuperado del todo, bajamos a las cloacas a buscar a los skaven pero fue totalmente en vano. Después de horas recorriendo los canales subterráneos volvimos al punto de entrada para recoger los cadáveres de los caídos y terminar el día, con un amargo sabor de boca, en la fiesta de Weiss, cosa que a ninguno de nosotros nos apetecía en especial en aquél momento. 

A la mañana siguiente, las noticias corrieron como la pólvora, habían asaltado la guarnición de Averheim, matando a todos los soldadso y el cadáver del skaven gigante había desaparecido. A pesar de la oposición de los soldados, como bien reflejan la sangre de las armas, fueron derrotados. Al llegar a la escena y ver las marcas supe que fueron los skaven, no querían que nadie supiera que estaban allí pero nosotros lo sabíamos y al mirarnos entre nosotros, ni siquiera hizo falta palabra alguna, los cuatro ibámos a dar caza a los skaven de Averheim, hasta nuestro último aliento.