Personaje PNjotizado (momentáneamente).
Grim entonces entró en la posada. Nadie le había visto llegar. Desde que éste se os unió notásteis que era un tipo algo extraño (no se fiaba demasiado de las cosas y a veces era paranoico). Tan sólo se acercó a la mesa y os contó que tras escuchar las historias de los populares (y fatídicos magos), había salido para ver "el ambiente" de aquella villa, y contrastar algunas ideas. Aseguró que todo el mundo (o al menos esa era su impresión) tenía miedo a los magos y a sus caballeros, los de Idhún, y pese a ello nadie podía hacer nada: azadas y rastrillos no eran suficientes como para combatir sus tremendas espadas...
Fue entonces cuando Mor Brandilor tornó el rostro en alegría y tranquilidad al escuchar vuestra última respuesta. Se levantó enseguida y os dió la mano. Incluso avisó al posadero para que os preparara un par de habitaciones: si habíais de ser vosotros quien salvara a Xermalud no iba a permitir que durmiérais en cualquier lado. El posadero supo de ésto y se alegró, y mientras mandaba a su mozo a limpiar las alcobas del piso de arriba, éste comenzó a preparar unas viandas para el grupo: cecina, queso, algunas bebidas típicas locales que amenizarían vuestras gargantas, y odres de agua fresca. Aquello podríais recogerlo...
... al día siguiente -señores-. Y es que mañana mismo debéis partir. No os preocupéis por el camino. Le diré a un pastor que no vive muy lejos de aquí, Tori, que os encamine: nadie mejor que ellos para saber por donde andar. Mañana, antes de salir, os entregaré parte del pago, como adelantado.
Entonces Mor Brandilor dió un último trago a su bebida, la pagó y se marchó por la puerta. De momento ya teníais tarea que cumplir... Poco a poco los parroquianos se iban yendo de la posada, hasta que quedó el comedor vacío. El sueño poco a poco parecía querer apoderarse de vuestros párpados.
Si queréis hacer una intervención antes de comenzar el viaje, adelante.
Samen escucha el relato de Grim sobre los aldeanos. Sabe que es un tipo meticuloso, seguro también por ser un poco paranoico, y si dice haber captado la atmósfera general en el pueblo, se puede confiar en su aseveración. Entonces, queda descartada por completo la posibilidad – aunque Samen ya la consideraba mínima – que las víctimas en toda esta historia no fueran los aldeanos. Para el joven monje, entonces, no queda ningún obstáculo para aceptar la misión.
Cuando comienza ponerse fatigado, aún dice a Shawak: “¿Rayo destructor? Tienes que estar bromeando. Ya sabes bien que no soy más que un curador, a lo menos, es la única clase de magia que me aprendieron y que mi fe me permite utilizar. Esto, y conjuros protectores… escudos invisibles… eso. Pero de los últimos no me enseñaron nada antes de enviarme al mundo.”
Se prepara una mochila en la que en la mañana pondrá parte de sus provisiones y también pregunta al posadero por algunas hierbas de las que sabe que pueden acelerar conjuros de curación – hierbas bastantes comunes, de las que la mayoría de la gente ignora sus calidades sanadores que la magia puede despertar en ellas.
Samen mira a Shawak con cara casi compungida. „La verdad es que ahora lamento un poco que nunca me enseñaron más que la magia de curación en mi orden. Algunas habilidades para el combate no me vendrían mal, y si fuera solamente para defenderme en los lugares inhospitalarios de Thalabinor… Sin embargo, tranquilo, no me hace falta recordar conjuraciones de curación, estoy entrenado en esto.
Lo que pasa es que en mi orden también enseñan conjuros de protección, pero en esto no me entrenaron, porque decidí concentrarme sobre aliviar las penas de las razas poblando esta tierra…“ Se paró un momento, como buscando sus palabras. „Como te lo explico… si tienes la aptitud para una clase de magia, pero no estas entrenado en ella gracias a la enseñanza de maestros, puedes descubrirla y aprenderla por tu propia cuenta, pero es un camino mucho más aleatorio y difícil...“
Siente que sus palabras faltan un poco en coherencia también por la falta de sueño. „Bueno, mejor que descansemos ahora. Lo primero, primero.“
Klonerdart abrió su petaca, sentado en el borde de la cama de la posada y rebuscó entre sus cosas, hasta hallar una pequeña bolsa de cuero, con unas cuantas monedas de la región, también encontró un par de frascos de vidrio vacios, por si tenía que hacer alguna solución y su viejo libro rojo, tan desgastado y polvoriento, que debía pasar las páginas con la punta de los dedos para que no se deshicieran. Buscó una página en concreto y leyo unas palabras para si mismo.
Aquella noche descansásteis en la posada sin coste alguno, y lo que es más importante, con la certeza de obtener un pequeño adelanto de vuestra recompensan a la mañana siguiente. Los jergones eran lo suficientemente cómodos como para abandonar por unas horas las armas y descansar huesos y músculos por completo. Afuera hacía frío.
Escena cerrada. Seguimos en la siguiente.