Partida Rol por web

Henry Jr sale corriendo como nunca antes lo había hecho. A los pocos segundos desaparece de tu vista. Es el momento que aprovechas para acercarte a tu esposo...

Está completamente despellejado. Las cuencas de sus ojos han reventado, y horribles hormigas salen por ellas. Está aún en peor estado que Roger Evans, lo cual ya es mucho decir.

Estira el brazo y te agarra la mano. Aunque te da una grima horrible el estado en que se encuentra, y notas su mano en carne viva, la agarras con fuerza. Se está muriendo, ya ni siquiera dice nada...

De pronto, exhala un último suspiro, aprieta tu mano, y al instante se relaja... Henry ha muerto...

Unos instantes para sollozar es lo que se te permite. Nada más. El bosque es tan cruel como para no permitirte ni un momento más de agonía psíquica.

El instante te percatas de que varias hormigas se están subiendo a tus pantalones. ¡Esas dichosas y extrañas hormigas! Te das cuenta de que el suelo está infestado de ellas.

Me echo a correr, en la misma dirección en la que se fue mi pequeño, quitandome los pantalones como puedo, limpiandome la piel de toda hormiga que pueda ver. Las lágrimas seguían brotando de mis ojos - Adiós... cariño... - susurre, sollozante, esperando que me escuchara, donde quiera que estuviese. 

Corrí por el bosque, lejos, esperando encontrar a mi pequeño. No quería que viera a su padre morir y ya lo había conseguido.

Desde donde está, Henry es incapaz de saber si hay más de esas hormigas en la carretera. Aunque estuviese de pie sobre ella, sería difícil verlas, dado el color oscuro del alquitrán. Sin embargo, lo que sí sabe es una cosa: ¡¡sí que hay donde él está!!

Asi pues, sin pensarselo dos veces, agita el zapato intentando hacer caer a las hormigas, para después correr hacia el borde, y ponerse a bajar intentando mantener el equilibrio. Es probable que se caiga, pero espera haber conseguido bajar lo suficiente como para que el golpe no sea demasiado brusco.

Corriendo como alma que lleva el diablo, sin los pantalones, y ya sin hormigas recorriéndote la piel, vas a la velocidad del rayo en pos de tu hijo. De pronto, mientras corres, te parece percibir un sonido familiar... ¿No ha sido eso el ruido de un coche circulando por una carretera?

Tomas el rumbo de la procedencia del sonido. Al cabo de un minuto que te ha parecido una hora llegas al borde de un pequeño barranco, como de 4 metros. y abajo... ¡Una carretera! ¡Has encontrado la salida!

Te pararías a dar gracias a Dios por ello, de no ser porque en la parte superior, donde te encuentras ahora, también hay bastantes hormigas, y porque acabas de ver una pequeña figura deslizándose por la escarpada pared del barranco. ¡Es Henry Jr! ¡Está intentando el descenso hacia la carretera!

No digo nada, no sea que vaya a despistarle. La ladera parece peligrosa y lo único que me faltaría por ver sería morir a mi hijo. ¡No por Dios!.

Miro a los lados, a ver si en algún lado la pared se hace más baja y es posible bajar por ahí. Si no, pues bajaré... 

Te das cuenta de que, precisamente por donde está bajando tu hijo, es la zona más asequible para bajar. Ninguna zona en concreto lo es, pero Henry Jr, con buen criterio, decidió intentarlo por la zona con más salientes a los que agarrarse.

Henry, por desgracia, pisa un saliente que se desprende, y a medio descenso cae. Se estrella contra el suelo, sintiendo más dolor del que había sentido nunca hasta ese momento.

No le da tiempo a reaccionar para llevarse las manos a su pierna derecha, que es la zona que se ha llevado el mayor impacto, cuando siente algo caer a su lado. Es su madre, que trataba de descender tras él, sin que éste lo notase para no distraerlo en el descenso. No obstante, agarrar mal un saliente la hizo perder el equilibrio y correr la misma suerte que su hijo, o peor, pues Henry cayó de frente, apoyando las manos y las rodillas para amortiguar el golpe (de ahí a que posiblemente el inmenso dolor se deba a que se ha partido algún hueso de la pierna derecha, por no hablar de la sangre que brota de las heridas de las palmas de sus manos), mientras que Sammy ha caído de espaldas. no se ha roto nada, pero el dolor en todo el cuerpo ha sido tan inmenso que por un instante creyó perder la consciencia. No obstante, una fortaleza física poco común la hizo mantener la cabeza en su sitio, y no perder el conocimiento.

Aaaaasssshhhhh - proferí un grito que surgió desde lo más profundo de mí tras semejante caída. Era un milagro que estuviera viva, y todas y cada una de los doloridas partes de mi cuerpo me lo estaba recordando en ese momento, mientras las lágrimas brotaban de mis ojos sin quererlo. Los gemidos y suspiros de dolor se iban sucediendo mientras intentaba, en vano, levantarme de mi posición, tumbada boca arriba sobre el asfalto. - Joder!! Dios como duele!! Aahh!! - grité de nuevo al intentar doblar mi torso para incorporarme y notar como mi espalda me dolía más que nunca, lo que me obligó a volver a tumbarme.

Pero, sin saber como, habíamos escapado de aquellas hormigas... al menos, eso pensaba, y no tenía demasiada cabeza para indagar más en el tema. No sabía como era que estaba viva y mi pequeño... - ¡¿Henry?! - le llamé, desde mi estática posición - ¿Hijo, estás bien?.

Henry Jr empieza a ser consciente de sus heridas poco a poco. En un primer momento sólo estaba asustado por la caída, pero poco a poco va sintiendo un intenso dolor, sobre todo en la pierna. En las manos no sabe qué sensación es más intensa, si dolor o escozor.

Empieza a llorar, poco a poco al principio, y más fuerte al final, al fin y al cabo sólo tiene diez años. Ve a su madre caer, pero su propio dolor es demasiado intenso. Se acerca a ella despacio, como puede, y se acurruca sobre ella, llorando

Intento levantarme, a trompicones, mirando atrás a la ladera, acurrucando a mi niño entre mis brazos.

Tranquilo Junior... tranquilo... ya está... Mamá está aquí... - digo, observando los alrededores, rezando porque un coche pase y nos recoja o algo, mirando a ver si vienen más de aquellas monstruosas hormigas... 

Los dos acurrucados en el suelo, sangrando, heridos, doloridos, notando un malestar físico y mental como nunca antes lo habíais sentido. Sois la viva imagen de la desesperación. Habíais logrado abandonar el bosque, pero a un precio demasiado alto: la muerte de Henry Padre, y haber vivido un infierno que dejaría secuelas físicas y mentales de por vida.

Pero... ¿Es que no podía salir nada bien aquel aciago día?

Entre sollozos y gemidos de dolor, sentís de pronto el sonido de un coche aproximándose. No va demasiado aprisa, y sus faros iluminan durante apenas un par de segundos a las dos figuras. El conductor se queda petrificado, incapaz de frenar en un primer momento por la impresión, aunque unos metros más allá, lo hace, dando marcha atrás.

En cuanto se pone a la par con los heridos, baja del coche de un salto, y se aproxima a vosotros. Se echa las manos a la cabeza, y sin mediar palabra, toma en  brazos a quien le parece que está más grave, la joven madre, y la deposita en el asiento trasero, recostada. Tras cerrar la puerta, se aproxima a Henry Jr con una manta en la mano, y tras envolverlo en ella, lo mete en el coche, en el asiento del copiloto. Henry se deja llevar, sin oponer resistencia, pues está tan agotado que ya no se puede permitir moverse ni un milímetro más.

En cuanto ambos estáis instalados en el coche, el conductor se vuelve a sentar frente al volante y arranca que parece un cohete. Sortea las curvas como si de un piloto de carreras se tratase, nervioso, sudando.

-¡Dios, Dios, Dios, Dios! ¡En mi vida había visto imagen semejante! No os preocupéis. El hospital no está muy lejos. Voy todo lo aprisa que puedo- le temblaba algo la voz, y os hablaba sin dejar de mirar fijamente hacia delante.

Sí, el hospital... Aquellas palabras parecían una bendición. El hospital... Todo iba a acabar por fin. Os curarían, y podríais volver a la vida normal, sin Henry, pero a la vida, lejos de aquellas asquerosas criaturas semejantes a hormigas...

Hablando de las hormigas, ambos, a causa del dolor de la tremenda caída, habíais dejado de sentir el escozor indescriptible de las picaduras de vuestras piernas, pero ahora que por fin os estabais relajando, aún muertos de dolor por el tremendo impacto y las fracturas, pero menos tensos por saber que el final de vuestra espantosa aventura iba a tornar a su fin, comenzasteis a sentir de nuevo el horrible escozor. Casi simultáneamente, ambos os mirasteis el estado de las picaduras...

Al levantar la pernera de vuestros pantalones, visteis que las venas de vuestras piernas estaban hinchadísimas, como las de una mujer con poderosas varices. Daba auténtico asco ver aquellos conductos sanguíneos tan terriblemente inflamados. La hinchazón ya recorría toda la pierna...

Y... ¿Qué era aquello? ¿Qué era lo que os provocaba aquel inmenso dolor?

Por las venas, notabais una serie de bultitos moverse en el sentido de la circulación de la sangre... Al acercar un poco la vista...

¡Hormigas!

Decenas de hormigas avanzaban irremediablemente por los conductos de vuestras piernas, en dirección a todas partes de vuestros cuerpos. Al instante, aún presas del terror, comenzasteis a notar agudo dolor en todas partes, como si os estuvieran mordiendo por dentro...