¡Thor estaba decidido a cumplir con su promesa! El relámpago cayó sobre el pie de Galactus atravesándolo hasta llegar al marillo bajo su suela, donde un Thor magullado era imbuido por la electricidad y el poder del rayo. El Padre de Todos no era llamado el Dios del Trueno por nada, sus nietas no habían heredado el privilegio y la responsabilidad a Mjolnir, él era leal a Thor quien ahora empujaba con fuerza a Galactus, separándolo de su siniestra máquina y evitando que pudiese consumir tan facilmente Midgard.
Galactus profirió un grito desgarrador, para él era algo tan poco común que por unos segundos sintió miedo. Estaba más débil de lo que nadie pudiese suponer. Aquella entidad cósmica no estaba perdida, había aplastado insectos tan molestos como aquel.
- ¡SI ASÍ QUIERES HACER LAS COSAS... - escupió iracundo, pues todo su temor se había convertido en devastadora cólera - ¡SERÁS DESTRUIDO! ¡PERO ANTES, TE OBLIGARÉ A OBSERVAR COMO ESTA ROCA A LA QUE PROTEGES MUERE SIN QUE PUEDAS HACER NADA PARA DETENER LA VOLUNTAD DEL DEVORADOR DE MUNDOS!
Sólo el vacio del espacio logró detener la voz de Galactus que ahora hacía que los oídos de Thor sangrasen.
Recuperando el equilibrio, frunció el ceño y observó a la criatura que osaba retarle.
- ¡ERES INSIGNIFICANTE PARA MI! - le advirtió, cargando el puño para golpearle.
Thor debía sentir su poder, todo el cuerpo de Galactus estaba rebosante de energía, y aquel poder no podría ser contenido sin más, si Thor no interceptaba el golpe la Tierra quedaría partida por la mitad y su promesa habría acabado, y si sólo lo intentaba absorber o parar él moriría sin remedio. El puño se desplazó a la velocidad de la luz hacia el Padre de Todos, en lo que para cualquier criatura sería el final de una vida.
Debía reaccionar, rápido y contundente si quería resolver aquella situación, aunque, en aquel momento, todo parecía perdido para el Dios.
Thor miró con ira a Galactus. No lo permitiría... Cueste lo que cueste - pensó en una fracción de segundo. Una fracción tan corta como intensa, que apelaba a su siempre estricto y recto sentido del deber. La ira de Galactus alimentaba la ira del padre de todos. Ira contra ira.
- ¡NO LO VOY A PERMITIR, GALACTUS! - gritó tratando de dar la misma intensidad a su grito que el que había proferido minutos antes aquel aterrador ser, que ahora había pasado por ser considerado una montaña indeseable por el padre de todos.
Al ver el puño de Galactus ir hacia Midgard y hacia él mismo. Se lanzó hacía él, aguardando aquel golpe que bien podría destruirlo. Trataría de absorber el impacto con Mjolnir.
- Lo siento, Frigg, Ellisiv, Atli... - pensó mientras se dirigía a toda velocidad hacia aquel puño descomunal.
La fuerza divina de Thor se concentró y golpeó atravesando su pie por completo directo hacia su cabeza donde el daño sería aún más peligroso para la entidad cósmica. A una velocidad endiablada, un haz de luz recorrió la distancia, imposible para alguien capaz de sobrevivir a aquel encuentro ver algo de aquella batalla salvo los daños y los estruendos que se generaban instantes después de las acciones.
La energía divina del padre de todos chocó de lleno con la cabeza de Galactus, arrebatandole uno de sus dientes y deformando su mandíbula que ahora estaba desencajada. No consumió a Thor, pero si trató de devorar toda aquella energía, sin mucho éxito. Herido de orgullo y en su forma física presente, la entidad gimió de rabia.
Thor descendía dolorido después de consumir buena parte de su energía, y del cielo, brotó el vómito morado de aquella fuerza de la naturaleza. La garganta crujió al desprender de su estómago una energía mucho más pura que la liberada por el padre de todos, ahora llovía en cascada sobre el dios una marea de energía cósmica que no pudo evitar en su momentánea debilidad.
Dolía, ardía, era más de lo que podía sostener sobre sus hombros. Quemaba como miles de supernovas estallando justo por debajo de su piel. Y aquello no fue nada comparado con el puñetazo que descendió entre el vómito de energía. La tierra casi se divide en dos cuando Thor cogió impulso ante el puñetazo mortal de necesidad. Atravesó de lado a lado la Tierra, sin pasar por el núcleo, lo que la salvó de partirse en cachos.
Pero había polvo y rocas por doquier cuando recuperó la consciencia después de perderla momentaneamente. Sus heridas apenas se cerraban, todo ardía, pero no había llamas, ni humo, sólo restaba el dolor en el cuerpo divino del padre de todos. La cuenca de su ojo quemaba como la última vez que había sostenido algo más que aquel parche negro. Su espalda estuvo a punto de partirse...pero lo que se había quebrado era otra cosa.
Al ser consciente de su posición, observó a Galactus, debilitado tratando de consumir Midgard con aquel ingenio mecánico y mágico, y a su espalda, la Luna se había quebrado por completo. Ya no habría más luna para la Tierra, sólo pequeños asteroides que descenderían para castigar su superficie o crearían un débil y patético anillo de piedrecitas.
Aquel símbolo de romanticismo, de profundidad, la luz en la noche, aquella trascendencia, borrada de un plumazo. Las mareas se descontrolarían si alguna vez retornaba a la vida. La Luna, ya no existía ni existiría jamás.
Thor tenía pocas fuerzas, pero no se había quebrantado su determinación. ¿Dejaría que Galactus prosiguiese o seguiría atacándolo con todas sus fuerzas?
Se me ha colado ahi una "h" no se debido a qué, sorry
Thor apenas podía sostenerse. Aún así, su determinación era férrea: intentaría impedir que Galactus acabase con la tierra aunque eso supusiera su propia vida. Y bien mirado, era posible que eso sucediese. Agarró su martillo con fuerza. Poco a poco iba regenerándose su cuerpo.
El tiempo que estuvo agarrado al martillo no era ni de lejos, el suficiente para la regeneración de su cuerpo, pero se encontraba con algo más de fuerza. Vio a Galactus dirigirse de nuevo hacia Midgard. Observó, con un dolor indescriptible, lo que había quedado de la luna, pero no tenía tiempo para lamentar su pérdida. Había sido su culpa, sin duda.
Se dirigió a Galactus y no dudó en lanzarse con su martillo sobre aquel artilugio a la espalda de aquel dios. Trataría de romperlo o hacer mella en él. O, al menos, distraer a aquel ser de su objetivo.
- ¡Galactus! - bramó para infundirse más coraje a sí mismo que por otra razón. - ¡Aún no me has derrotado!
Trataría de captar y distraer la atención de Galactus sobre Midgard... Aunque sea lo último que haga - pensó.
Cuando el Padre de Todos recuperó el conocimiento sus ojos se abrieron a duras penas. ¿Había ganado...? Pronto comprobó la falta de dolor, aún más preocupante su ausencia que su presencia, apenas podía mover algo en su cuerpo, a excepción de los ojos. Buscó entre la sangre que nublaba su visión a Midgard y lo que había quedado de la luna. Pero no encontró nada. ¿Había perdido? ¿Cuánto tiempo...?
Buscó la respuesta en el firmamento que le rodeaba. Aquellas estrellas, aquellos cúmulos y dibujos, no se correspondían con la vía láctea. Estaba a miles de años luz, pues así había sido la fuerza de sus golpes al chocar. No había rastro de Galactus, Thor estaba lejos, y su apreciado martillo había quedado quizás igual de lejos. A aquella distancia, tardaría mucho en llegar si lo llamaba, y...¿de que serviría? Había quedado claro que no podía ganar contra un Dios de la naturaleza, una entidad cósmica cuya existencia misma atendía a la necesidad de devorar mundos como Midgard. No podía herir a un Dios con el martillo, no lo suficiente como para matarlo u obligarle a huir.
¿Dónde encontrar el valor o el arma capaz de doblegar a un Dios?
Si había una solución a aquel conflicto, debía ser raudo, tal vez fuese demasiado tarde de todos modos...
Sus dedos comenzaron a flexionarse con dificultad. Empezaba a notar su propio cuerpo, aunque se refeneraba, sus heridas eran tan graves que no bastaba con eso. Tardaría meses en recuperarse, tal vez años.
Apenas un ser insignificante en medio del universo... - pensó sin piedad. Apenas podía moverse, aunque comenzaba a sentir algunas partes de su cuerpo. Si todo estaba perdido... si Galactus había ganado... si Midgard había desaparecido... pulverizada... así como la luna. Thor se hallaba en ese estado, dejándose llevar por las diferentes fuerzas del universo. Se encontraba roto... tan roto como su promesa.
Poco a poco recuperaba movilidad. Mjolnir, el martillo - pensó amargamente - un arma fiel y poderosa, a la vez que inútil contra un ser tan monstruoso como Galactus. Antes de recuperar la total movilidad de su cuerpo, o buena parte de ella, cerró los ojos concentrándose en su maltrecho cuerpo.
- Apenas recuerdo la última vez que me hirieron - pensó sin piedad sobre sí mismo - la última vez...
Entonces un arma poderosa arrojada a un vórtice se apoderó de su mente. El arma de Gorr, arrojada por él mismo en los confines del universo. Tal vez... - pensó - tal vez la esperanza no esté perdida del todo.
Con una última esperanza, una idea clara en su mente, fue recuperando la movilidad y se puso en camino hacia aquel sitio que sólo él mismo conocía, aunque no sabía si ya era demasiado tarde.
La solución del padre de todos era sumamente arriesgada, suponía arriesgarlo todo por Midgard, eso incluía arriesgarse a sí mismo. Pero su vida estaba llegando a su fin. No era una cuestión de heridas físicas, sino de cicatrices emocionales. Thor había perdurado en el tiempo, ahora como una reliquia, e igual que el planeta que le dio tantas alegrías y le inspiró a ser un mejor Dios, Thor se había convertido en una roca yerma. Sus nietas estaban ahí para sucederle, si se mantenían unidas. Pero ni ellas juntas podían enfrentar a Galactus.
Se dirigió rápido hacia el lugar. No tanto como si hubiese tenido la ayuda de Mjolnir, pero notaba que éste estaba siendo mucho más útil en otro lugar. Decidió no llamarlo, tardar un poco más, para no arriesgar directamente la vida de alguna de sus nietas. La visión del agujero negro se hizo realidad sólo estando relativamente cerca, era, en apariencia, un lugar diminuto, en la inmensidad de las galaxias, había mermado pero aumentado la oscuridad en su interior. Sin el martillo atravesarlo sería como sentir su cuerpo despedazado, tirado por bestias de cargas en direcciones opuestas, una tortura que incluso para este Dios suponía un notable dolor.
Como si tratase de introducirse en el vientre de una madre como un recién nacido, en aquel acto en contra de las leyes naturales, se introdujo en la oscuridad sin ser descuartizado. A duras penas era capaz de avanzar en lo que ahora era un medio tan denso como las arenas movedizas para él. No veía nada, pero su intención guió su ojo y su mano de carne y hueso hasta la empuñadura de la espada.
El momento había llegado...
La corrupción de la espada oscureció su corazón puro. Salió del agujero negro, casi expulsado por él, contra toda lógica, como si aquella atracción desease desprenderse finalmente de aquel arma maldita. Miles sino millones de dioses fueron despojados de sus vidas por aquel filo, notaba su poder.
Su ojo se oscureció hasta ser reemplazado por la oscuridad corrupta. Cansado, no podía luchar contra lo que realmente deseaba, matar a Galactus. El arma, como con voluntad propia, seducía a Thor a hacerlo, haciendole consciente de que era una posibilidad nada descabellada.
Era el fin de Thor...el nuevo, había llegado, como una nueva era de oscuridad. No había que resistirse. Salvaría Midgard, destruiría a Galactus, y quizás luego, moriría habiendo sacrificado su alma ante la corrupción de aquella espada.