Apenas estuve un rato descansando, sacando fuerzas para poder usar mi poder de curación y al menos cerrar las heridas. Me levanté como pude, y poniendo mucha fuerza de voluntad para ello, pues lo último que deseaba era moverme de allí. Caminé unos pasos, los justos para recuperar la lanza y miré el cuerpo sin vida de aquel ser... Debía continuar.
Proseguí mi camino ayudándome con la lanza a caminar y no caerme. Esta no era manera de recuperar fuerzas pero ya había perdido demasiado tiempo. Unas millas después, vi una atalaya hecha con troncos de madera y en ella un guarda. Desde que inicié el viaje, nada ha sido lo que parecía ser. Tentado de escuchar a mi sexto sentido pero cansado y maltrecho por lo ocurrido hacía unas horas, avancé hacia la torre mientras gritaba al guarda.
Hola!! Estoy herido, necesito ayuda!! - exclamaba mientras continuaba caminando hacia allí, pendiente de los movimientos del hombre y de su voz.
Ok, pero nos toca revisar las monedas, me da que no apuntamos algunas de ellas.
Estás a escasa distancia de la torre cuando el guardia, que lleva un rato mirándote pero inmóvil pese a tus gritos, te sale al paso y te exige que declares tus intenciones, con rostro duro y ajeno a tus heridas. Adviertes que el soldado lleva la malla roja de los soldados de Durenor y caes en la cuenta de que has llegado a la frontera de este país. Necesitas encontrar la manera de que te deje pasar.
Intuyes, además, que ese guardia es un leal soldado de Durenor. Si intentaras sobornarle, o te pillara en una mentira, sin duda lo consideraría como un grave insulto y te atacaría.
no te preocupes por el oro... Puede que lo pierdas todo, o ganes más en poco, quién sabe jaja O.o
Estoy cansado, herido y el guardia parece que no tiene ganas de hacer de buen samaritano. Al menos desciende y sale a mi encuentro. No puedo perder el tiempo explicándole toda la misión y el viaje tan duro... ni que casi muero en el combate aquel con el cambia-formas. Sonrío al hombre mientras me mantengo apoyado en la lanza, la cual he usado de bastón todo este tiempo.
- Mi nombre no importa, ni de donde vengo, pero si la misión que debo cumplir... la cual he jurado salvaguardar con mi vida. Sólo puedo decirte que si caigo antes de cumplirla, todos estaréis condenados al yugo de los Señores de la Oscuridad. - Extendí mi mano y mostré el Sello de Hammerdal al guardia. - No pido mucho, tan sólo llegar a mi destino con vida para completar mi encargo. Sonreí al hombre nuevamente mientras retiraba de su vista el sello.
El guardia mira con temor reverencial el magnífico anillo. La leyenda del Sello de Hammerdal es muy popular entre los habitantes de Durenor. Se dice que, de entre todos los tesoros del país perdidos, el Sello de Hammerdal es el único que sus ciudadanos no desean que retorne. El gesto angustiado del guardia muestra a las claras que conoce el terrible significado del anillo.
- No voy a impedir su urgente misión, pero no puedo ayudarle más que indicándole el camino hacia Port Bax. Siga por ese sendero forestal y llegará a una bifurcación junto a un roble enano. Tome el sendero de la izquierda: es la vía más rápida.
Das las gracias al leal guardia y te internas una vez más por el bosque. Al cabo de una milla más o menos, llegas a la bifurcación y tomas el sendero de la izquierda. Conduce a un puente de piedra que cruza el Rymerift. Las aguas del Rymerift tienen sobre una milla de anchura y hasta dos millas en su punto más ancho.
Ante el puente hay un indicador:
A PORT BAX 3 MILLAS
Dejas escapar un suspiro de alivio, pues en menos de una hora podrás estar allí...
*****
Al anochecer del décimo día de tu viaje divisas por primera vez la magnífica ciudad de Port Bax. Como un diamante colocado sobre un tapiz de terciopelo verde, la ciudad resplandece con sus torres a la pálida luz de la luna, que parece como si fuera de cera. Al norte está el puerto y la formidable flota de guerra de la armada de Durenor. Al este, más allá de las murallas cubiertas de musgo, se extiende el bosque de Durenor. Y al fondo, sobre la cima de una colina, se alza un castillo soberbio, gloria que corona la bella ciudad portuaria.
Entras en Port Bax por una puerta sin vigilancia en la verde muralla de la ciudad y recorres las oscuras calles hacia el puerto. Al torcer por una avenida bordeada de árboles distingues a tu derecha los grandes sillares de piedra de edificio abovedado.
Te detienes y lees en una placa metálica:
AYUNTAMIENTO
A pesar de lo tardío de la hora, la puerta principal está abierta. Estás a punto de entrar, cuando de repente recuerdas otra cosa, historias que te contaba un viejo maestro del Kai cuyo nombre era Halcón Prudente. Fue cónsul en Port Bax durante muchos años y conocía y amaba esa ciudad como cualquier natural de Durenor. Te acuerdas de que decía que el consulado daba a la playa Alin, en el sector naval de la ciudad.
A tu izquierda hay un letrero que apunta hacia la avenida:
AL SECTOR NAVAL 1/2 MILLA
Convencido de que ésa es la dirección correcta, caminas confiadamente por la avenida bordeada de árboles. Al final de la avenida, la adoquinada calle tuerce bruscamente hacia la derecha. Frente a ella hay un alto edificio de piedra con una placa sobre la puerta:
Ves que la calle adoquinada termina en una elevada muralla. En esa muralla hay un portillo rojo custodiado por dos soldados. Al otro lado de la muralla divisas los mástiles de los barcos amarrados en el puerto. Sin tener muy claro por donde seguir, debes decidir por dónde pasar o seguir dando una vuelta.
Me alegré de que aquel guardia hiciese lo que hizo. Me había ayudado más de lo que el mismo creía. No sólo me había puesto en el buen camino, sino que evitó una pelea innecesaria donde yo tendría todas las papeletas para perder.
Me interné en el bosque y fuí siguiendo el camino entre los árboles y arbustos, usando la técnica del camuflaje. No esperaba encontrarme con más enemigos en este trecho, pero tampoco esperaba que aquel moribundo fuese un cambiaformas. Respiré aliviado al ver el cartel que me indicaba la distancia a Port Bax. Descansé lo justo para reponer fuerzas y continuar mi marcha. Estaba demasiado cerca como para detenerme ahora.
Se me hace extraño que la entrada por las murallas de la ciudad esté desprotegida y más aún por la noche, así pues procedo a caminar con cautela por la ciudad, amparándome en las sombras. El ayuntamiento abierto tan tarde me hace pensar en un asalto a la ciudad, a fin de cuentas, no me he encontrado con ningún guardia en el tiempo que me he movido por ella.
Iba a entrar, pero recordé las historias de Halcón Prudente sobre la ciudad, así pues me pareció más Prudente buscar aquel edificio donde fue consul durante tantos años. Si podía contar con algún aliado allí, estaba seguro que sería en el consulado. Seguí los carteles hacia el puerto una vez allí me encuentro con guardías custodiando una entrada. Por fin! pienso para mi cuando los veo en la lejanía.
También está la atalaya del puerto cerca de mí. Puedo preguntar en ambos sitios, pero los guardias me inspiran más confianza que el edificio cerrado y decido probar suerte con ellos. Me acerco lentamente pero visible, para que me detecten de lejos. Continúo usando la lanza de bastón para caminar. A unos tres metros freno el paso y alzo mi mano para saludarles con ella.
- Disculpen, quizás puedan ayudarme - les dije con educación y esperé su respuesta.
Uno de los guardias da un paso hacia adelante, con gesto serio y formal, te saluda de la misma manera y, antes de que puedas siquiera hablar o preguntarle algo, te exige que le muestres tu salvoconducto. Tú, que ni siquiera sabes de que están hablando, niegas con la cabeza. Ellos, nerviosos o tal vez siguiendo órdenes que desconoces, echan mano al acero hasta que das un paso atrás.
Consternado, te das la vuelta y miras alrededor.
No era precisamente la respuesta que esperaba, pero al menos no terminó en derramamiento de sangre. - Perdón, perdón - me disculpaba mientras retrocedía lentamente. - No quería molestar.- añadí antes de darme la vuelta y respirar aliviado al comprobar que todo se quedó en una amenaza.
Retrocedí siguiendo mis mismos pasos y miré hacia las callejuelas de la ciudad. Tentado en perderme por ellas, recordé la atalaya del puerto. Allí habría gente y quizás fuesen más sociables que los guardias. A pesar de no gustarme la idea de entrar en el edificio cerrado sin conocer el lugar, me encaminé hacia él mientras trataba de que mi sexto sentido me orientase un poco esta vez... Estaba claro que decidir no era lo mío.
Estás en un gran vestíbulo vacío. Frente a ti hay dos puertas y encima de cada una de ellas un rótulo de metal.
Estaba claro que decidir no era lo mío.
Pues las que te quedan jajaja
Genial.. yo sólo quería información.. y ahora, ¿qué? pensé nada más ver la entrada y los carteles que me señalaban a dos lugares distintos. Los dos capullos custodiaban una puerta roja...
Me aseguré bien de leer que puerta era la correcta y caminé hacia la puerta blanca ROJA. No sabía si eso funcionaría así, pero era lógico pensar que el «Salvoconducto Rojo» sería el de la puerta roja. Así que llamé antes de entrar y luego crucé el umbral de la puerta.
Pues las que te quedan jajaja
Jo-der.. ya veo ya xDDD
Entras en una espaciosa oficina llena de libros y archivadores. Un hombre con el uniforme de oficial naval de Durenor está sentado delante de una gran mesa.
Te mira de forma inquisitiva desde detrás de un enorme libro y te dice:
- Debe tener algún negocio muy urgente en el sector naval para solicitar un Salvoconducto Rojo a estas horas tan tardías. Tengo que ver sus documentos de acceso y examinar la autorización del oficial de la comandancia.
Maldices en silencio, pues no tienes nada de eso, pero decides no darte por vencido, necesitas información, y te has cansado de dar vueltas.
- Necesito acceder al Consulado de Sommerlund, es un asunto de vital importancia - dices mientras sacas el Sello de Hammerdal y lo pones a su vista -. Sabéis lo que es esto ¿verdad?
El hombre contempla el Sello con una mirada de sorpresa y consternación. Sin decir palabra, se levanta de su silla y te invita a seguirle por una escalera de caracol que conduce a una cámara abovedada. En ella se encuentra el capitán de la guardia del puerto. El capitán escucha con atención lo que le dices sobre la guerra en Sommerlund y sobre tu urgente misión.
- Extendedle inmediatamente un salvoconducto rojo - ordena -. Máxima prioridad.
Recoges el salvoconducto, abandonas la atalaya y te diriges a toda prisa al puesto de guardia del puerto. Uno de los guardias da un paso hacia adelante y te exige que le muestres tu salvoconducto. Tú le muestras los papeles.
El soldado te saluda y te permite entrar por la Puerta Roja. Caminas por una plaza abierta, iluminada por las altas farolas que bordean el muelle. Para tu alivio, ves las columnas de mármol del consulado de Sommerlund y sobre él la familiar bandera con el sol de tu país ondeando al viento fresco de la noche.
Cuando subes las escaleras de piedra, eres reconocido por los guardias de servicio en la puerta principal. Desaparecen en el interior y vuelven en seguida acompañados por un oficial alto y con el pelo gris. Su expresión de inquietud pronto se torna en una sonrisa de alegría al reconocer tu verde jubón y tu andrajosa capa del Kai.
- ¡Ésto es más de lo que habíamos esperado! Gracias a los dioses está vivo, Señor del Kai. Las escasas noticias que nos han llegado desde el oeste nos habían causado gran alarma.
Te invita a entrar y eres conducido inmediatamente ante el cónsul de Sommerlund, el lugarteniente lord Rhygar...
Tu primer encuentro con el lugarteniente lord Rhygar ha sido para ti una enorme sorpresa. Habías esperado encontrarte con un viejo servil, como lo son muchos de los cónsules de los países meridionales que infestan con sus delegaciones la corte de tu Rey. El hombre provisto de una pesada cota de malla que tienes delante no es ni viejo ni servil. Pronto compruebas que el lugarteniente lord Rhygar es un hombre excepcional.
Nacido de padre sommerlundés y de madre durenesa, ha llegado a ser una especie de héroe legendario en esa ciudad. En la última década ha mandado a los ejércitos de las naciones aliadas logrando varias victorias sobre los bárbaros de las heladas tierras de Kalte. Prudente en la paz, valeroso en la guerra, no podrías desear un mejor compañero para tu búsqueda de la Sommerswerd, la Espada del Sol.
Rhygar ordena que se te sirva un suntuoso banquete. Es con mucho la mejor comida que has probado desde que estalló la guerra. Durante el festín recuerdas los acontecimientos que te han llevado a Port Bax y reflexionas sobre el tremendo reto que aún te espera. Después de la comida Rhygar hace llamar a su médico, el cual te revisa las heridas. Sus pociones y cuidados te reponen. Después te aconseja que duermas, pues a la mañana siguiente deberás salir con el lugarteniente lord hacia Hammerdal.
Al día siguiente, por la mañana temprano, eres conducido a un jardín interior situado en la parte posterior del consulado, donde ya te esperan montados a caballo Rhygar y tres de sus mejores soldados. Serán tus guardaespaldas y guías en el camino de 230 millas que aún te separa de Hammerdal. Las calles de Port Bax están comenzando a cobrar vida mientras atraviesas cabalgando la ciudad. Al cruzar la puerta de las mohosas murallas, confías en coronar con éxito tu misión.
Durante tres días con sus noches has cabalgado a lo largo del camino real que sigue su ruta por el valle del río Durenon. A lo lejos se divisan los picos de las montañas de Hammerdal, una de las cordilleras más elevadas de todo Magnamund. La capital está situada en el centro mismo de esas montañas.
Es la mañana del día demiocuarto de tu expedición. Habéis acampado junto a una cascada donde las rápidas aguas del Durenon caen desde una altura de más de 120 pies. Estáis a punto de partir cuando arriba, en el camino forestal, aparece un grupo de seis jinetes con cascos, bloqueando la salida de vuestro campamento.
El lugarteniente lord Rhygar exige que te dejen pasar, añadiendo que eres portador de un despacho real. En Durenor es delito de alta traición impedir el paso a un mensajero del Rey, pero por desgracia a los encapotados jinetes no les parece impresionar la advertencia de Rhygar y permanecen donde están.
- Si no atendéis a razones, quizás nuestras espadas os obliguen a apartaros - dice Rhygar. Saca su espada y ordena a sus hombres que ataquen.
Una intensa aura de maldad rodea a esos jinetes encapuchados. Tu sentido del Kai te advierte que no sigas a Rhygar y a sus hombres en su impetuoso ataque. Lanzas un grito de aviso para detenerles en su carga, pero es demasiado tarde. Tus voz se pierde entre sus gritos de batalla y el estruendo de los cascos de sus monturas.
Cuando Rhygar y sus hombres se acercan al galope a los jinetes, uno de los encapotados saca de debajo de su vestimenta una negra vara. De su extremo sale disparada una intensa llamarada azul que explota bajo el caballo de Rhygar y arroja a éste de cabeza en la densa maleza. Los hombres de Rhygar atacan furiosamente con sus espadas. Las afiladas hojas cortan limpiamente las capas y los cuerpos de los enemigos, pero observas que no producen ningún efecto, pues son Helghasts, crueles capitanes de ejército de los Señores de la Oscuridad. Tienen la habilidad de adoptar formas humanas, pero son invulnerables a las armas normales. El encapotado que porta la vara lanza una horrible carcajada que te lacera la mente. Está utilizando contra ti un poderoso ataque psíquico que a duras penas logras contener gracias a tus habilidades. Comprendes que el enemigo os supera en número y debes actuar rápidamente si quieres sobrevivir a esa emboscada.
Al menos elegí bien el color. Pensé cuando por fin crucé la Puerta Roja y ví la bandera de mi país ondeando al viento. Tuve una cálida bienvenida y los mejores cuidados que jamás pensé encontrar en esta dura misión.
Mis heridas fueron sanadas y pude dormir a pierna suelta sobre una cama, sin temor a ser asaltado por la noche. Al día siguiente, ponen a mi disposición un grupo de leales guardias y un corcél para completar mi misión y mi viaje. No tardamos en partir y, por fortuna, parece que las oscuras sombras del enemigo no han llegado aún a estas tierras.
En el cuarto día de viaje a caballo por esos lares, nos topamos con un extraño grupo de jinetes encapuchados, los cuales nos bloquean el paso, a la par que parecen desafiar a los guardias de la ciudad y a mi misión. De pronto mi sentido Kai me dice que hay algo más que se oculta tras ellos y que lo mejor es huir.
- ¡¡No!! ¡¡Rhygar!! ¡¡Es una trampa!! -exclamé, pero era demasiado tarde. Ante mis ojos ví como uno de esos hombres sacaba una vara la cual, con un destello azul, hizo que Rhygar saliese volando de su montura, perdiéndose en la maleza. Sus fieles y valientes hombres, no se detuvieron y continuaron el ataque. Pero esas criaturas eran inmunes a las armas comunes y yo sólo disponía de una lanza y ellos eran demasiados.
En otras circunstancias, me hubiese enfrentado a ellos sin dudar, ayudando a mis compañeros de viaje a derrotar a esos seres. Pero en esta ocasión, ellos eran mi escolta y debían protegerme a mi y a la misión. Aprovechando que estaban todos distraidos en el combate, descendí de mi montura y la azoté para que huyese lejos, mientras me adentraba en la maleza, buscando cobijo y refugio en ella.
Vi el tocho y dije: lo logré!!!!
Pero ya veo que no xDDD
El bosque está cortado por una escarpada pendiente en el borde de vuestro campamento y en tu precipitada huida tropiezas y caes de bruces entre los árboles. Quedas tendido boca abajo en una maraña de espesos helechos. El choque de las espadas y los gritos horribles de los Helghasts resuenan en el bosque a tu alrededor.
Te encuentras aturdido y no puedes moverte hasta que una mano te agarra del brazo y te levanta. Es Rhygar. Tiene la cara ensangrentada y su armadura está abollada y chamuscada.
- Debemos escapar de esos demonios. Contra ellos de nada sirven la fuerza y las armas - Te mira con un brillo que no sabes identificar -. Pero tú ya lo sabías.
Vislumbras las siluetas de seis Helghasts en el camino forestal que pasa por encima del lugar donde estáis Rhygar y tú. Permanecen absortos en la matanza de los hombres de Rhygar y no advierten cómo vosotros huis al amparo del bosque de la ladera.
Durante seis horas corréis sin descansar. Los Helghasts van por el camino real y os veis obligados a atravesar las estribaciones abruptas y cubiertas de árboles para evitar el riesgo de ser capturados. Muchas veces sientes que ya no puedes seguir adelante, pues el dolor y la fatiga son insoportables. Pero cada vez que desfalleces, eres reanimado por Rhygar. Te maravillas de su resistencia, ya que no es ningún joven y lleva la pesada armadura de los caballeros de Sommerlund.
Al caer la noche, llegáis a la entrada del Tarnalin, el túnel occidental que atraviesa las montañas de Hammerdal. Los tres túneles de Durenor fueron excavados durante la Edad de la Luna Negra y cada uno de ellos tiene una longitud de más de cuarenta millas y pasa a través del enorme círculo de la cordillera de Hammerdal hasta la capital. Los túneles constituyen las únicas vías de acceso a la ciudad.
Rhygar se sienta a tu lado y saca pan y comida de su mochila.
- Come algo, Lobo Solitario. Debes reponer fuerzas para el viaje a Hammerdal, pues desde aquí debes aventurarte solo a través del Tarnalin. Yo me quedaré aquí y detendré al enemigo mientras pueda combatir. No discutas. El éxito de tu misión es lo único que importa.
Si Rhygar ha de refrenar a los Helghast, necesitará un arma mágica, puesto que su espada de nada sirve contra esas criaturas y lo sabes.
Aún no. ¡Pero queda menos!
Sin dudarlo durante más tiempo me interno en el bosque, la buena o mala suerte me hacen caer por una zona escarpada que no había visto en mi huída. Al menos la flora del lugar amortigua algo mi caida y la misma me hace alejarme del enemigo. Pero siento como alguien me agarra del brazo y me levanta.
- ¡Rhygar! ¡Te hacía muerto! - me alegré de verle, aunque hubiese preferido que no nos hubieran encontrado. - Tus hombres... - miré hacia atrás, seguían luchando.
- Sí, lo sabía... traté de avisaros, pero fue demasiado tarde. Pero no perdamos más tiempo. - miré por última vez hacia atrás y en silencio, agradecí a los hombres de Rhygar su sacrificio y el tiempo que nos estaban dando para alejarnos cada vez más de nuestro enemigo.
Corremos sin descanso alguno durante horas. Rhygar, con esa armadura, su edad... ¿cómo lo hace? De no ser por él jamás hubiese llegado tan lejos en tan poco tiempo. Era como si fuese inmune al cansancio y la fatiga. Al anochecer estábamos frente a la entrada de Tarnalin. Montamos un campamento para descansar y comer algo y Rhygar me contó su plan.
Sopesé sus palabras durante unos instantes y cerré los ojos, recordando todo el camino hasta allí. - Me has ayudado mucho y ahora expones tu vida frente a unas criaturas que sabes que no puedes vencer con tu espada. - Le dije tras abrir los ojos, con voz seria y solemne. - Eso dice mucho a tu favor, Rhygar. - cogí la lanza y se la tendí. - Te ruego entonces que aceptes mi lanza para que tengas más oportunidades frente a los Helghasts. Es mágica y puede herirles y matarles.
A ver que sorpresa me da Rhygar... miedito me da, que gente noble en esta aventura, mi personje y gracias xD
Con un gesto de sorpresa, Rhygar acepta la lanza y asiente. Seguramente no logrará frenarles mucho tiempo, ni siquiera con el arma mágica, pero hará lo posible, lo sabes al mirarle a los ojos.
Te despides de Rhygar y penetras en el Tarnalin, una maravilla digna de verse. Con más de cien pies de altura y de anchura, el túnel recorre la parte más distante de la cordillera de Hammerdal hasta llegar a la capital. Por lo general está muy concurrido con el tráfico de carros y de gente que van y vienen de Port Bax. Pero cuando entras en él, lo encuentras
desierto a excepción de una carreta de frutas volcada. El camino que desaparece en el interior alumbrado con antorchas está vacío y silencioso.
Al avanzar por la calzada pavimentada, te invade el inquietante presentimiento de quizá los Helghasts han llegado al Tarnalin antes que tú. Sin poder hacer nada, continúas. Al cabo de casi una hora de caminata, el túnel se bifurca en dos.
Intuyes que el ramal de la izquierda es la ruta más rápida hacia Hammerdal, unas dos millas más corto que el de la derecha. Antes de llegar a la bifurcación atraviesas un gran charco que se ha formado en el centro de la calzada. Observas dos hileras de huellas, del tamaño y forma de botas de hombre, que salen del agua y se internan por ambos túneles. Las pisadas están aún húmedas y deduces que han debido de ser hechas en los últimos veinte minutos.
Desprovisto del único arma que puede vencer a los Helghasts, me despido de Rhygar no sin antes desearle buena suerte y prometerle una ronda en alguna taberna de Hammerdal, una vez acabe todo esto.
Me adentro en el túnel y me maravillo ante él, pero el tráfico nulo de mercaderes y viajeros me hace pensar que hemos llegado demasiado tarde y que la lanza me haría falta para llegar a Hammerdal, pues si eran los Helghasts los encargados del destrozo de la carreta de frutas...
Preferí no pensar en ello y avancé por el largo pasillo, alumbrado por antorchas y donde tan solo se oía el eco de mis pasos. El camino se bifurca y debo tomar una decisión, mientras pienso si coger el camino corto o el largo, me doy cuenta de que hay un charco de agua, el cual ha sido pisado recientemente y las huellas, aún húmedas, se dividen en ambos caminos. Cierro los ojos un instante... la lógica me dice que vaya por el camino más corto, pero decido ir por el largo.
La razón es evidente, si debo llegar cuanto antes a Hammerdal, cogeré el camino corto... y si el enemigo piensa eso, lo tendrá más vigilado que el camino largo... Así pues continúo por el camino de la derecha, procurando no hacer demasiado ruido al caminar mientras agudizo mi oído.
Después de caminar casi una milla por el desierto túnel, ves unos escalones cortados en la roca a tu izquierda. Conducen a una plataforma que recorre el techo del túnel y es utilizada para colocar y encender las antorchas que lo iluminan. Tu Sexto Sentido te advierte que algo maligno se esconde en la oscuridad de la plataforma. ¿Ha fallado tu intuición? ¿Tal vez vigilan todos los caminos?
Llevo tiempo caminando y deseando llegar. Todo está tranquilo y en silencio, cuando algo llama mi atención. Mi sexto sentido me advierte de un peligro cercano, el cual detecto en altura. Por un momento me tienta ir hacia él y enfrentarme a lo que sea, pero por otro... no tengo la lanza y si es un Helghast el que se oculta allí, puedo darme por muerto.
Y mientras viviese habría esperanza. Así pues seguí el camino de regreso a la bifurcación, esperando tener más suerte por el camino "ya no tan corto".
Delante de ti ves una diligencia de pasajeros similar a las que se utilizan en la ruta costera de Ragadorn. Los caballos han sido desenganchados y el carruaje parece vacío. Debajo de él descubres los cuerpos de tres soldados tendidos en el suelo y cubiertos de sangre. Tu Sexto Sentido te previene de que la diligencia encierra una maligna presencia. Otra vez.
¡Siento la tardanza! He estado muy alejado de CU estas dos últimas semanas actualizando solo lo necesario e imprescindible. Pero ya me pongo contigo bien ;)
Sopeso la situación durante unos instantes. Ambos caminos están bloqueados por una presencia similar. Ambos esperan pillarme desprevenido. El de la plataforma es quizás el más complicado para esquivar. Si salta sobre mí o tiene armas arrojadizas el enfrentamiento estaba asegurado.
Además, regresar nuevamente hacia atrás me haría perder muchísimo más tiempo a la par que cansarme considerablemente. El momento era el ahora y el lugar, este. No había que plantearse mucho más, salvo como pasar.
El de la diligencia al menos tendría que salir a por mi... y verme... si pudiese pasar pegado a ella, agachado y en sigilo, no me vería y luego podría alejarme de allí tan rápido como mis piernas me llevasen, pues en lo que tarda en salir... Por un instante recordé la lanza, pero aún teniéndola, era un combate que prefería evitar.
Traté de acercarme con sigilo, buscando los puntos por donde no se me pudiese ver, aunque sabía que, en el momento que la diligncia se moviese un ápice, debería salir corriendo de allí hacia la ciudad... y eso hice.
Tranquilo, todos tenemos nuestros altibajos ;)
Tus habilidades del Kai, tu duro entrenamiento en técnicas de sigilo y camuflaje, parecen dar sus frutos. Usando las sombras y los recovecos que posee la pared de roca, cruzas sin perder ojo la diligencia. Acabas de dejarla atrás, cuando oyes un ruido a tu espalda. Instantáneamente, te das la vuelta y escudriñas las paredes y el techo sin ver nada en la oscuridad del túnel. Pero sabes que hay algo, tu sexto sentido te previene de ello, algo peligroso que se acerca. No pierdes el tiempo, y echas a correr.
De repente resuena en la oscuridad un grito que te hiela la sangre. Contemplas petrificado los ojos incandescentes de un Helghast, delante tuya.
Cuando intenta estrangularte con sus dedos, el terror te hace gritar y caes al suelo. La horrible criatura te destroza la capa con sus negras garras...
Quizás te sirva de algún consuelo saber que tu muerte fue piadosamente rápida. Los dedos del Helghast te desgarraron y quemaron el cuello en pocos segundos. Pero ahora el Sello de Hammerdal va camino de Helgedad, la ciudad de los Señores de la Oscuridad.
Tu vida y tu misión encuentran aquí un trágico final.
¡Ya lo siento! Pero la verdad es que te sentenciaste dando la Lanza Mágica. Como bien dijiste, ¡aquí gente buena y noble la justa, y el protagonista debe ser el que menos!