Partida Rol por web

Con esfuerzo, lograste superar el salto y tener acceso a la siguiente estancia.

Abriste los ojos de par en par al comprobar que en aquella sala (6) se encontraba una imponente estatua de una mujer con ropajes egipcios.

En el suelo había una inscripción que cualquier experto podría desencriptar sin ningún problema, sin embargo dicho conocimiento se escapaba de tu control.

Bajo el pedestal de la estatua se encontraba un medallón circular.

Parecía estar hecho de oro macizo con lo cual aquella reliquia podía ser el mayor tesoro encontrado hasta ahora.

-Tranquilo, ella volverá -aseguró Theodore, palmeando a Brendan en el hombro-. Es una mujer muy capaz.

El egiptólogo arrojó la colilla de su cigarro recién acabado al foso que tenían frente a ellos. Estaba seguro de que lo que había allí abajo debían de ser cocodrilos, aunque tampoco tenía mucho interés en comprobarlo.

-Quedaos aquí, no tardaré en volver -dijo, en tono nervioso-. Voy a... estirar un poco las piernas.

Sin más, Theodore retrocede sobre sus pasos hasta abandonar la sala 7. Desde el umbral de la estancia, Helen y Brendan pueden ver cómo se enciende un nuevo cigarrillo y echa a andar a través del pasillo PJ.

Convencido de que podría haber una pirámide oculta en aquel templo de Bastet, Theodore se dirige en solitario a la sala 5. Tras haber examinado con detenimiento el mapa, se halla casi seguro de que, de haber una pirámide, estaba debe de encontrarse en el centro del templo.

Nada más acceder a la sala (5), pudiste ver que en el suelo había un jeroglífico grabado que a ojos de un experto como tú podía ser fácilmente traducido.

El sol es justicia

La sala encerraba un gran secreto: estaba vinculada a un dispositivo que estaba ubicado en el centro de la sala; se trataba de un pequeño pedestal donde sobre él recaía lo que parecía ser un pequeño rompecabezas donde había que colocar una serie de piezas en un orden concreto.

Por desgracia, la puerta que había tras de ti se había cerrado ¿significaba aquello que no se podía salir de allí hasta resolver el puzle?

Por desgracia no había nadie más allí que pudiese ayudarte… ¿qué ocurriría si se tardaba demasiado en resolverlo o se hacía de manera incorrecta? Mejor no querer comprobarlo.

"La que has liao, pollito" pensó Theodore, respirando hondo cuando vio que se acababa de quedar atrapado dentro de aquella estancia.

Según su lógica, aquellas piezas azules y amarillas estaban formadas por grupos de al menos tres de ese mismo color. "Bien, es como un tres en ralla" se dijo, muy convencido de su teoría. "Solo tengo que formar líneas de tres piezas de un mismo color".

Seleccionó en primer lugar una de las piezas azules justo una fila de tres piezas azules en el flanco norte. Luego, colocó la otra pieza azul que estaba a la misma altura en la intersección en forma de L que formaban seis piezas azules. Entonces se decidió a colocar dos de las piezas amarillas sobre una línea de piezas amarillas en flanco sur. Tras esto, optó por colocar otra de las piezas amarillas, esta vez junto a tres de las piezas del flanco oeste, mientras colocaba una cuarta pieza de color amarillo junto a una L amarilla en el flanco norte, a la diestra de la pieza azul que había colocado antes. Con esto, le quedaban tres únicas piezas aules, que decidió desplazarlas hasta un grupo de seis piezas azules en el extremo oeste.

De esa forma, había logrado distribuir todas las piezas azules a lo largo del puzzle, formando grupos de más de tres piezas, y había hecho lo mismo con las piezas amarillas marcadas con un ankh. Solo le quedaban, por tanto, tres únicas piezas amarillas, sin estar decoradas con un ankh en su interior, motivo por el que había decidido dejarlas para el final.

-Que sea lo que Ra quiera -murmuró, con un suspiro, desplazando aquellas tres piezas hacia el flanco norte, sobre una de las otras filas de piezas amarillas.

Las piezas del puzzle encajaron perfectamente mostrando la silueta de un sol con un ojo de Horus en el centro. Segundos más tarde la puerta que te había dejado encerrado en la sala se desplazó para permitirte abandonar el lugar con total libertad: habías superado aquella prueba.

Definitivamente, entrar en la sala 5 no había sido una buena idea. De no haber sido un maestro jugando al tetris durante los años ochenta, el egiptólogo estaba seguro de que no habría logrado encajar todas las piezas.

Suponiendo que Evelyn todavía estaría haciendo de las suyas y Helen y Brendan continuarían en la sala 7, Theodore se decidió a continuar explorando por su cuenta. Había visto demasiadas películas de terror para saber qué era lo que le ocurría a quienes se separaban del grupo, pero, por suerte, el cincuentón sabía que no estaba en una película del terror. Aunque reconocía que haber visto a aquellas famélicas leonas, vivas después de aparentemente haber permanecido encerradas durante siglos en aquel lugar, le producía escalofríos. Era el tipo de experiencia que un método científico no podía explicar.

Sin darle muchas vueltas, Theodore decidió echar a caminar hacia la sala 4, esperanzado en hallar pistas que vincularan aquel templo con la existencia de la pirámide oculta que llevaba una década buscando.

-Tentemos a la suerte... -murmuró el egiptólogo, sabiendo que se estaba jugando la vida al deambular solo por un templo egipcio plagado de trampas.

Helen se quedó mirando a Brendan un poco tenso por haberse quedado allí y sin comprender muy bien la razón de que su colega se fuera de allí dejando a la mujer que se había ido a investigar. Dedicó una sonrisa a su cliente y se marchó detrás del egiptólogo. Ahora mismo vuelvo. Le dijo yendo detrás de él.

Helen se acercó a Theo y le colocó una  mano en el hombro con la intención de entender los motivos que le habían llevado a marcharse. ¿Por qué te has ido y nos has dejado solos en esa sala, Theo? ¿Has averiguado algo como para querer investigarlo por tu cuenta? Creo que separarnos es una mala idea, esto está lleno de trampas y si te pasa algo no habrá nadie para ayudarte.

Lo primero que hizo Evelyn al recuperar el aliento fue examinar la sala. Lo primero que captó su atención fue una enorme de una mujer, presumiblemente egipcia. -Es hermosa -murmuró para sí misma. Sacó el teléfono móvil y le hizo una foto a la escultura. Luego recordó que allí no había nadie para regañarla, así que se acercó y acarició un poco la estatua, sintiendo la piedra en sus dedos. 

Otro vistazo le mostró los jeroglíficos en el suelo. -Me lo imaginaba -volvió a susurrar entre dientes. De nuevo, hizo una foto para enseñársela a sus compañeros cuando se reuniera con ellos. Una imagen vale más que mil palabras. 

Por último, vio el medallón de oro bajo la estatua de la mujer. Tras captar la imagen con el móvil, los engranajes de su cabeza comenzaron a trabajar como nunca. ¿Debía coger el artefacto, o dejarlo en su sitio? ¿Sería esa la llave que les indicara la salida, o una trampa mortal? Miró a la inscripción, tratando de decidir si aquellos jeroglíficos significaban esperanza o muerte. Cualquiera de las dos iba igual de bien con el pájaro, el cocodrilo, o el señor de lado. 

Recordó que habían caído en aquel laberinto por culpa del colgante que llevaba en el cuello. No creo que el arquitecto haya puesto dos trampas iguales. Espero que no. No quiero morir aquí. Evelyn alargó la mano y, muy despacio, agarró el medallón. 

Theodore se detuvo en seco al ver que Helen se dirigía a él, antes de que entrara en la sala 4.

-Tienes razón, Helen -dijo el egiptólogo, esbozando una ligera sonrisa-. Este sitio está plagado de trampas. Acabo de salir de la sala 5 por los pelos. Se cerró la puerta y había una especie de puzzle sobre el Dios Sol que he tenido que resolver en tiempo récord para que pudiera abrirse.

-He descubierto algo, sí -observó las paredes de la cueva, mientras daba una calada a su cigarrillo-. Mis últimas investigaciones indican que, bajo este templo de Bastet, se halla oculta una pirámide secreta. Ya lo sospechaba antes de que trajésemos a ese matrimonio, pero ahora estoy convencido. Mi padre también lo creía. Si consigo encontrarla y demostrarlo -se formó una expresión de amargura en el rostro del egiptólogo-, podré llegar donde él nunca pudo. Quería explorar esta última sala -señaló a la sala 4 con un gesto de cabeza- antes de reunirme contigo y con la parejita. Aunque no quiero ponerte en peligro, Helen. ¿Qué prefieres? ¿Volvemos con los tortolitos o echamos un vistazo?