Partida Rol por web

La carga del dornita había sido impetuosa, pero también bastante torpe. Nacida en realidad de la desesperación y del terrible pavor que le provocaba aquella criatura aberrante e imposible, que impresionaba a la supersticiosa mente del bárbaro como la viva representación del Dios Oscuro.

Por eso su golpe había pasado lejos del pequeño objetivo, sin provocarle siquiera el más leve rasguño al niño-muerto, que contra-atacó rápidamente con su cuchillo y obligó al imponente sujeto a pasar bruscamente a la defensiva.

Por supuesto, también estaba el hecho de que Durghall no había alzado el arma en un combate real desde hacía años. Más de una década, quizás. Desde que los sobrevivientes de su pueblo se habían convertido en una triste partida de forajidos, acosados y perseguidos por los esbirros de la Sombra sin descanso.

Y en cualquier caso, aquello había durado bastante poco. Apenas unos cuantos meses. Y cuando el grupo finalmente terminó por desbandarse, el norteño simplemente había optado por errar solitario por la tundra, lejos de cualquier problema o situación amenazante.

Se había dedicado a cazar poco más que zorros y comadrejas, tendiendo trampas y sin arriesgar demasiado el pellejo, y con el correr de los años sus capacidades de combate habían ido mermando, los otrora fornidos músculos entumecidos y debilitados por la trágica indolencia.

Sin embargo, tal parecía que los últimos rescoldos de furia bárbara todavía ardían en el pecho del guerrero. Pues al esquivar el tajo lanzado por el pequeño, su cuerpo había reaccionado de manera intuitiva, iniciando una serie de movimientos que su mente no creía recordar, pero que habían sido practicados hasta el hartazgo durante sus años de juventud.

Con una velocidad llamativa para alguien de su porte (y de su edad), Durghall había girado sobre su eje para esquivar el ataque. Y aprovechando el mismo envión que ese movimiento le proporcionaba, se había deslizado un paso hacia su izquierda, colándose por el flanco de la criatura para atravesar sus defensas.

Más importante aún, toda aquella primitiva y torpe coreografía tenía también como consecuencia (quizás inesperada) que le permitía imprimir una tremenda inercia al brutal palazo que el norteño descargó sobre su pequeño enemigo...

Tarde del 2° de Halail del año 101 de la edad oscura (Turno 7)

El combate parecía haber llegado a su fin de forma cruenta e inmisericorde. Durghall y Ulfrin no habían dudo, y a penas habían entrado en batalla, habían descargado toda su furia contra aquellas abominaciones producto del oscuro y corrupto poder de Izrador.

Primeramente Wendell había intentado atacar de nuevo, pero su proyectil no habría dado en el blanco; y mientras aquello ocurría, Manfred y Girolamo avanzaban a la batalla con paso seguro pero sin prisas. A lo lejos, pudieron ver como Arvin escapaba trepando por un acantilado, probablemente era demasiado para el sarcosano.

Seguido de ello, se presentó el ataque de Durghall seguido poco después de la carga del enano Ulfrin, dando cada uno cuenta de un solo golpe de uno de los niños caídos. Ahora aquellas abominaciones se encontraban en el suelo con feas heridas y aparentemente muertes, no obstante, ya habían estado muertas antes.

Cuando por fin llegué, o mejor dicho, me acerqué, al sangriento combate que había tenido lugar, me permití un par de segundos para tomar aire, bajando el cuerpo y apoyando las palmas de las manos en las rodillas. Por suerte, no estaba acostumbrado a estos sprint ni carreras, y este había sido corto, pero intenso.

Bien hecho chicos, muy buen trabajo. Habéis acabado con ellos comento alzando la cabeza, y estirando una mano, con el puño cerrado y el pulgar alzado hacia arriba ahora tendremos que decapitarlos. Lo suyo sería incinerarlos, pero creo que podría ser peligroso hacerlo. El Legado o uno de sus orcos podría ver el humo, y entonces no habría servido de nada todo esto. Hablaba, pero no me acercaba demasiado a los cuerpos, no fiándome todavía de que estuvieran muertos, o inanimados mejor dicho.

Al ver que Arvin había estado buscando una vía para rescatar al muchacho, me incorporo ¿Qué tal está el muchacho? no sabía bien qué iban a hacer con él, porque llevarle con nosotros sería un suicidio, y no creo que se fuera solo. Quizás Arvin tuviera una ocasión para salvar también a Hamil, y que le recibieran como un héroe en el pueblo.

Mientras hablaba, ponía una piedra en la honda, atento a cualquier movimiento de los caídos.

Cuando se deja de escuchar el ruido, haciendo mi ruta, me asomo para acercarme al niño que llora. Veo a lo lejos como han sobrevivido todos... bueno, salvo los que ya estaban muerto. No escucho bien de lejos lo que dicen, pero veo a Girolamo señalando sus cabezas*, por lo que me puedo despreocupar un poco por la parte en que vuelvan a alzarse.

Me alegro de que hayan sobrevivido, pero ahora me importa el niño.

A medida que me acerco me fijo en su cuerpo, por si tiene alguna herida mortal... no he querido decir nada al resto, pero es posible que esté muerto y no lo sepa, ni él ni los otros Caidos. Debo asegurarme.

Si está vivo, le convenceré de que se baje.

-¡Eh muchacho, aquí! ¡No te preocupes, no te quiero hacer daño! ¿Estás bien? ¿Cómo te llamas?

Al notar que tanto el caído que era su objetivo, como el otro habían dejado de respirar... o lo que fuese que hicieran los caídos para mantenerse en pie, Wendell se sintió algo más seguro. El primer problema que habían encontrado en la búsqueda de las cavernas había sido superado sin sufrir demasiado daño.

Tras escuchar al gnomo, se acercó al cadáver más cercano y empuño una de sus dagas, sacándola de la caña de una de sus botas. El defensor observó con cuidado al niño ahora doblemente muerto y se preparó para decapitarlo, aunque no sin sentirse algo afectado por sus propias intenciones - Si, en el pueblo solíamos quemar los cadáveres. Ahora veo porqué - comentó moviendo su arma de uno a otro lado, buscando la forma de cumplir la tarea que se había autoimpuesto.

Jonad golpeaba en la pierna, en lugar de en el hombro como gesto de felicitación a su compañero Durghall. Los enemigos habian caido, pero ¿Había terminado todo?

El pequeño se coloco junto a Durghall rodeando el cuerpo del caído y con lanza en mano pegaba pequeños pinchazos esperando que no hubiera respuesta.

- Wendell  cortar ¡Vamos! Dijo instando a no perder tiempo en la lengua del comercio. 

Una sensación agridulce se apodero al observar el rostro del niño fallecido, que podía parecer tener la misma edad que su hija... Ella no podía acabar así. No. Se convenció en su interior, algo que le resultaba fácil gracias al efecto de las setas que aun duraba... aunque tambien se termino preguntando ¿Cuando dejaría de necesitarlas, cuando podría volver a sonreir de manera sincera?

Cuando el momento de lucidez paso, el pequeño volvio recuperar su eterno gesto despreocupado, acompañado de aquella sonrisa tan artificial, como conocida por todos.

El golpe había sonado húmedo y brutal, como el de un melón maduro al ser reventado por un arma sin filo. Pero había también en ese crujir grotesco un dejo aberrante y anti-natural, que no solía apreciarse al abrir ninguna fruta, provocado en este caso por el estallido de los pequeños huesecillos del niño muerto.

En todos sus años errando por los caminos, el "viejo" Finn nunca había escuchado nada parecido. Al menos, provocado por su propia mano. Y la sensación que lo invadió fue de una profunda tristeza, acompañada también por el más puro asco...

Con el semblante desfigurado por la pena, el imponente sujeto volvió a golpear con su nudoso cayado la mano del pequeño que aún aferraba el precario cuchillo, hasta que consiguió apartar el arma de las inmediaciones. Luego de ello, simplemente retrocedió unos pasos y se mantuvo alerta, atento a cualquier sorpresa que la criatura pudiera guardar.

Al acercarse y observar aquella acongojada mirada, el llamado WENDELL pudo ver también un mudo agradecimiento por parte del norteño. Que fue confirmado cuando este le dedicó un sutil asentimiento al descubrir lo que su camarada se proponía a hacer.

Tal parecía que la furia del bárbaro tenía sus límites, después de todo...

Mi hachuela se incrusta con fuerza en el frágil cuerpo del niño, haciendo que salte por los aires la sangre. El crujido de sus huesos partiéndose o la visión de sus entrañas no es algo que un hombre desee guardar entre sus recuerdos mas este es un mundo cruel para todo el mundo y ser quien blande el arma, no hace que lo sea menos contigo. El chico perdió la vida, yo un poco más de humanidad.

Veo como su cuerpo cae y mi rostro es serio pero triste. Ese pobre niño tiene una familia que aún espera verle con vida, un padre así como yo lo fui alguna vez. Esas personas no volverán a verle y él no volverá tampoco a saber de ellos. La muerte funciona así y casi nunca permite una despedida.

"Pero no es mi culpa. El chico ya estaba muerto y ahora solo habría hecho daño. Si hubiese visto a sus padres, probablemente les habría devorado."

Suspiro, resignado pero agradecido de aquella pequeña gota de razón que se niega a abandonarme y me permite lidiar con la atroz escena y el resto, no menos terrible, que debo hacer a continuación. Dejo caer mi hachuela izquierda, sabiendo que todavía le queda trabajo a la derecha.

Pongo una rodilla sobre el suelo y tomo la cabeza del cadáver del pelo. Lo estiro, intentando levantar su mentón para tener el cuello despejado con la tierra como base. Sin pensarlo más, descargo el filo de mi arma para separar la cabeza del cuerpo y así darle descanso a la atormentada alma de este chico.

Manfred vio que el combate había acabado y se dirigió corriendo hacia donde estaba el niño en el árbol, quería ver si se encontraba bien o había que ayudarlo. Una vez frente a él le habló: - Estás a salvo baja si puedes... le dijo de forma rápida mientras miraba por si estaba herido.

Tarde del 2° de Halail del año 101 de la edad oscura (Turno 8)

El combate había finalizado, los caídos habían sido derrotados ya ahora en el suelo, sufrían el final que merecían. Era cruel cortarles la cabeza desde la perspectiva humana, pues como decía sabiamente Girolamo, quemarles podría ser contraproducente para su misión; y la opción de regresar con los cadáveres hasta el poblado sería una locura en todo sentido. Y sin embargo, era sumamente piadoso terminar ahora con su existencia y liberar sus almas de la oscura influencia de Izrador, aunque claro, seguían estando atrapadas debido a la ruptura.

Ulfrin no perdió tiempo, y apenas el gnomo terminó de hablar, este ya descargaba su fuerza con el hacha en el cuello del niño con el que había combatido. El golpe fue firme y seco, cercenando por completo la pequeña cabeza del que otro fuera un niño que se esforzaba por ayudar a sus padres cazando en aquellos lugares.

Wendell quiso hacer lo propio con el segundo de los cadáveres, pero armado solo con sus dagas, pronto se dio cuenta de que la tarea no sería nada agradable de ver, y mucho menos de llevar a cabo. Por tanto, todos dejaron la tarea en manos del enano, el cual seguramente ya había presenciado situaciones similares.

Manfred por su parte, tras el segundo golpe de Ulfrin con su hacha, llamó al tercer pequeño para que bajara, afirmándole que ya estaba a salvo, pero este parecía estar en pánico, y aunque claramente les entendía, parecía tener serias dificultades para bajar pues sus brazos y piernas apenas le respondían.

En eso se encontraban cuando de la ladera por la que partiera antes, vieron llegar a Arvin, quien quizá al ver finalizado el combate, había cobrado el valor para regresar. Este mismo también clamaba al pequeño para que bajase, aunque al mismo tiempo se cercioraba a la distancia de que éste no tuviese ninguna herida.

Parece que está ileso, salvo algunas contusiones, lo que me hace pensar que está bien... salvo los traumas que arrastrará toda su vida. Cuando veo que andan dilucidando como hacerles bajar, me acerco al enano y pido y miro al resto, buscando un traductor.

-Traducidle, por favor. Creo que si el niño intenta bajar por si mismo en su estado, puede caerse y abrirse la cabeza. Es necesario que le bajemos nosotros. Mis brazos no son fuertes, pero si el enano apuntala mi bastón por un extremo, con la ayuda de otros más fuertes, y el niño se agarra al otro extremo, podrá descenderlo con suavidad evitando tropiezos.

Revisando más de cerca al niño, confirmo lo que ya ví, siempre susurrando para no asustarle.

-No és un caído. Sé de casos de Caídos que han tardado en comprender su situación, pero sigue vivo, sus heridas són leves. Probablemente una pelea antes de que lograran esas lanzas. Pero no podemos llevarlos con nosotros... alguién tendrá que volver con él y dar la noticia.

En esos momentos miro de reojo al que aconsejé en su momento que se quedara en el poblado:

-Es una tarea importante, debes hacerla tú. Eres el más joven y el más fuerte -cuestionable, pero subirle el ego debería funcionar para darle importancia y que no replique- es importante que el niño llegue sano y salvo. Y tú también. Tienes que dar paz a las madres que los buscan.

Y aliviar a tu padre, niño tontorrón.

Tras limpiar su daga con cuidado en los escasos ropajes de los caídos, Wendell procedió a enfundarla suavemente en la funda oculta en su bota.

Luego de observar la tarea del enano se acercó al árbol, cerca del cual había aparecido Arvin, escuchó sus palabras y murmuró - Espero que tengas razón - antes de cerrar un par de veces sus manos para calentar los músculos de sus dedos y saltar hacia la rema más cercana. Tras asegurar su agarre, se elevo sobre la misma y utilizó sus piernas para comenzar a ascender por el árbol, acercándose lentamente al pequeño

Manfred se congratuló que tanto Arvin como Wendell se tomaran el tiempo para ver como bajar al niño, Wendell se preparó entonces para trepar por el árbol. Manfred mientras esperó, quería calmar al muchacho pero no sabía mucho sobre cómo dialogar para calmarlo, y antes que meter la pata ante tan delicada situación prefirió esperar para ver cómo se desarrollaban los hechos. De todas formas se puso abajo donde estaba el muchacho por si este le daba por saltar poder cogerlo...

Después de separar la cabeza de uno de los niños, me acerco al otro y repito el trabajo pues mi arma es la más apropiada para hacerlo de una forma que no sea una desagradable carnicería. No es que importe demasiado para los cadáveres pero sí para el niño que está mirando y para mitigar la consciencia de mis compañeros.

En eso veo como Arvin vuelve, después de haber huido de la batalla y se dirige a ver al niño sobreviviente. Se acerca a mí y comienza a decir algo pero no me interesa lo que tiene que decir alguien que huye de la batalla contra un no-muerto, mucho menos el de un niño pequeño humano.

Me alejo de él mientras habla y me dirijo hacia los cadáveres, sin saber si con la decapitación basta. Comienzo a cercenar sus brazos a la altura de los hombros, pensando que quizás con ello, si vuelven a animarse, por lo menos no podrán blandir armas.

La imagen de Ulfrin desmenbrando a aquellos niños, aunque entendible no dejaba de ser algo asqueroso para el poco estomago del montaraz. Apartando la mirada, esta se centro en el pequeño que quedaba con vida y que gracias a su llegada. Se preguntaba que harían con el una vez bajara de ahí ¿Lo llevarían? No parecía lo más acertado si tenían que ser rápidos y silenciosos. Entonces... ¿Quién lo acompañaría de vuelta?

Mientras el enano hacía su trabajo, preferí no mirar, pues me recordaba a un carnicero preparando la carne para venderla, así que me dediqué a mirar las montañas, la zona por la que debíamos de avanzar, y mirando también la zona por donde debería de estar el legado. 

Estos retrasos eran un contratiempo, pero habría que esperar que ellos también tuvieran algún imprevisto. Si bien eran un grupo numeroso, también era más lento organizar, dirigir y coordinarlo que un grupo como el nuestro, más ágil y fácil de coordinar.

Solo espera que ese muchacha bajara ya del árbol y que Hamil se lo llevara junto a sus padres. 

El semblante del norteño se ensombreció de preocupación ante las dudas del llamado WENDELL. Y por la extraña mueca que se dibujó en su rostro, casi parecía compartir la aprehensión de su camarada ante los obstáculos que se presentaban para cumplir con la macabra tarea que tenían por delante.

Sin embargo, antes de que el bárbaro pudiera figurarse siquiera en su mente la aberrante imagen de WENDELL serruchando la cabeza del pobre niño con aquella hoja miserable, el enano se encargó del asunto con decisión y presteza... y también quizás algo de oficio. Y en poco tiempo la situación estuvo resuelta.

Al menos, en cierta medida... pues luego de decapitar a los pequeños, el enano se había encomendado con dedicación a la desagradable tarea de desmembrar cada uno de los cuerpecitos, en lo que parecía ser el procedimiento adecuado para terminar con aquellas aberraciones.

Por fortuna, para ese entonces el viejo FINN ya se había alejado del lugar, apresurándose a tomar posición justo debajo de las ramas del árbol que sostenían al último de los niños perdidos, y ello le evitó presenciar el macabro espectáculo. Quién sabía si su castigado estómago todavía podía soportar tales lances...