Encima del equipaje se dibujo una interrogación, ¿Acaso la votación de su elegido no era para ser devorado por el mismo? Molesto y furioso, quiso abalanzarse sobre los guardias que se llevaban su almuerzo para devorarlos a todos, pero por alguna extraña razón sus pies no parecían por la labor de moverse.
- Una fuerza te obligó a condenarlo? - digo entrecerrando los ojos, lo que marca aún más las cicatrices que están alrededor - No zerán fuerzaz de laz mazmorraz no? Laz mizmaz fuerzaz que hacen que el caballo hable quizáz?
El bibliotecario mira horrorizado como se llevan a Vimes. El hombre, pese a su desprecio por el mundo en general y sus constantes gritos, le caía bien. Al fin y al cabo, era miembro honorario de la guardia. Dando un saludo con su largo brazo, y con los ojos brillantes por las lágrimas, el bibliotecario se despide para siempre de Vimes.
- ¡Ook!