Partida Rol por web

Aquellos dos pastores querían "jarana" a la vista de cualquiera que en esos momentos entrase. Lo cierto es que sólo defendían lo suyo.

Resumen turno 1:

Yabiz intentó golpear a puño limpio al pastor que se abalanzó sobre él. Sólo consiguió acertarle en una pierna sin causarle demasiado daño:

Daño: 2 (sin protección) (/2 por pierna): 1 punto de daño.

Tras ello, que el que divisó a Lotario tomó su cayado, y arremetió contra el calvo cantarín, sin logar acertarle por fortuna. Sin embargo, estaba hoy el integrante de aquel grupo de bandidos como inspirado, que tomó su terciado y le dedicó una puñada que el pastor no olvidaría en mucho tiempo.

Daño: 11 (sin protección) (/2 por brazo): 5 puntos de daño.

¡¡Quietos, quietos!! -el viejo intercedió, separando a Yabiz y al otro. Algunos de los parroquianos se lanzaron contra Lotario, reduciéndolo entre unos seis o siete, mientras que el pastor herido de puñada se lamentaba junto a la barra...

¡Tu calla, viejo! -dijo Xaquín, que tenía la mano en la parte de atrás de su cintura, lugar donde guardaba su impoluto filo-. Éstos quieren yesca, y la van a tener... -murmuró-. Fue entonces cuando el de los ojos claros se lanzó contra el que se te había lanzado, puñal en mano, intentando arrebatare la bolsa en medio del jaleo y la confusión armada. El posadero se llevaba las manos a la cabeza.

En ese preciso momento, un puñetazo voló hasta el rostro de Xaquín, haciéndole torcer su cabeza en un gesto de dolor y confusión. El impacto había sido metálico, procedente de los guanteletes de placas que el viejo aún tenía vestidos. El arma del ladronzuelo salió volando, perdiéndose entre las botas de los presentes y el pataleo de Lotario intentando zafarse. Xaquín cayó al suelo, y allí golpeóse la cabeza. Quedó entonces como inconsciente, pues no abría los ojos (mas tampoco había señal de sangre por ningún lado).

En pocos momentos, se había formado un escándalo bastante severo. Los lugareños dieron la razón a las vícitmas del intento de robo, y como era de esperar, el posadero quiso evitar toda confrontación y mal ambiente en su negocio. Decidió que allí no podían estar, y justo cuando casi ordena a su fuerte criado de cuadras que echara a aquellos cuatro tipos allegados (vosotros tres, ladrones, y el viejo de las armaduras), el susodicho caballero intervino.

¡Tened, posadero! -le lanzó entonces una bolsa sobre la barra, que tintineaba a monedas-. Veinte maravedíes. Por los destrozos de la sala, et para el pago de la afrenta contra aquestos dos señores. Será mejor que también haga pagar a un médico para que le vean a ése la herida -se refería al que aún se aquejaba de su severo tajazo en el suelo-. Et que así nos vamos en paz, si es que no le importuna -et al decir ésto último, el viejo armado llevóse la mano a la su espada, como si estuviera listo para desenvainarla y arrasar con la posada entera-. El taberero asintió, alejándose de los problemas, y entonces soltaron a Lotario. Entre Yabiz y el "calvo cantor" cogísteis a Xaquín y salísteis de la posada...

Una vez fuera, algunos clientes se asomaron a la puerta, cerciorándose desde la distancia que os largábais de allí. Si, pero ¿a dónde? En plena noche, y en escapando de cazadores, que ahora estábais a malas con los de una posada. Sin duda que sería el chascarrillo de los días venideros en el lugar.

¿¡Qué diantres habéis hecho!? -os regañó entonces-. ¡Os dije que nada de problemas, y mucho menos peleas et armas!

¡Pocas bolsas se me resisten viejo! ¡Son demasíadas jornadas sin ver un mísero maravedí! - Increpó Yabiz mirando de reojo al que parecía iba a ser su nuevo compañero de aventuras. Y bajando el tono de voz y hablando más pausadamente prosiguió - De todas maneras el conflicto se ha zanjado rápidamente y no estamos mucho peor que unas horas atrás. Al menos nos ha dado tiempo a meternos algo caliente por el gaznate. - Y además esos gañanes han tenido su merecido, incluyendo a Xaquín... - pensó aviesamente Yabiz aunque reservose de no declararlo en voz alta.

Y mientras el grupo de bandidos bajo la mirada atenta de los parroquianos congregados en la entrada se alejaban de la posada y se adentraban en la noche, un pensamiento le asaltó repentinamente. Como la discreción no es cosa de moriscos criados en lupanares, Yabiz lo materializó en forma de exabrupto dirigiéndose al viejo. - Y ahora que lo pienso... ¿Por qué gastar 20 maravedís en salvar el pellejo a unos desconocidos? A mi no se me ocurre nigún motivo por el que yo hiciere tal cosa. A no ser que esperase alguna contrapartida a modo de pago. - Y siguiendo con los pensamientos en voz alta murmuró entre dientes - O que 20 maravedís no supongan una fortuna porque dispongo de muchos más en algún sitio...

¿Acaso no basta con haberos salvado la vida? -dijo el viejo-. ¡Qué ardides tenéis en la cabeza como para dudar tras haberos sacado de allí! -Lotario estaba un poco soprenido, al igual que tu, por cómo se desenlazó el flamante espectáculo de la posada-. ¿¡Querédeis robar bolsas y tomar oro!? ¡Adelante! ¡Yo vos diré dónde hay algo de gran valor! Id al este, desde este punto, siguiendo la vereda. La Cruz de Mayenza. Una vieja y valiosísima cruz de plata te espera, ¡de plata maciza! Se encuentra en las ruinas del castillo de Vimianzo, ubicadas en pleno bosque. A un día de camino. A fé mia que si vos hacéis con ella, se acabó para vosotros robar el resto de vuestra vida, pues holgar podréis y no meteros en problemas prevendréis...

El tono, a decir verdad, era como de reproche. Xaquín comenzaba a despertarse...

En ignorando la reprimenda del viejo y en prestando toda la atención al asunto de la cruz, Yabiz miró al caballero fijamente mientras decía - A ver si me entero un poco mejor... ¿Está diciendo que conoce la ubicación de un tesoro escondido? Parece que la fortuna por fin nos sonríe, pero por Alá viejo que me sigue escamando en demasía toda esta situación. - Y en haciendo una breve pausa el malcarado árabe prosiguió - No termino de entender cuál es su papael en todo este teatro y qué espera de nosotros primero sálvandonos con oro y después con plata. - ¿No opinas tu lo mismo Lotario?

La duda me corroe, Yabiz... -dijo Lotario, que ya parecía más calmado que allá adentro-; empero que mi madre también decía que a caballo regalado... -quedó en el aire el refrán-. En fin... a mi también me interesa esa cruz, ¿a quién no? ¡Háblenos más de ella, señor!

Pero el viejo armado no dijo nada, no respodió al goliardo.

Haríais bien haciendo caso a vuestro compañero. Et al menos mostrar algo de agradecimiento -señaló hablándote-. Bah, dejadlo estar. No os culpo. Sois jóven e intrépido. Cualquier cortesía es vana si os dedicáis a lo que os dedicáis... -aquella frase te resonó en la mente, y te sonó a medio insulto-. No quiero nada de vos, ni de éste otro -señaló a Lotario-, será mejor que me vaya...

Entonces, el viejo se dió media vuelta y caminó en sentido contrario de donde, segúns sus palabras, debía andar aquella magnífica cruz.

Juro que esto es lo más raro que me ha pasado en la vida, Lotario. - dijo Yabiz mientras cabeceaba - Primero nos salva de una buena tunda, si no de algo peor, después nos dice dónde se halla un magnífico tesoro que nos mantendrá por el resto de nuestras vidas y desaparece por las buenas. - Y tras suspirar levantando una clara vaharada en la oscura noche profirió - Compañero Lotario, dirijamos nuestros pasos para saciar tu curiosidad en esperando que esto nos conduzca a mejor fortuna que la que hemos tenido hasta ahora.

¿Un peso inútil? -preguntó Lotario-, mira... se está despertando... -Efectivamente, Xaquín parecía recobrar la consciencia. Había sido un mal trago del que ahora se despertaba-. Venga, ¡ayúdame con él Yabiz! ¡Despierta Xaquín! -decía golpeándole en la cara para que se espabilase-.

¡Espera compañero Lotario!¡No le abofetees la cara con saña! - Dice el bandido mientras posa su mano sobre el hombro de Lotario - Que de despertares bruscos después de un golpe secuelas podrían aparecer, y deseamos lo mejor para Xaquín. Acomodemosle en un buen lecho de hojas que le permita recuperarse del golpe poco a poco mientras conversamos sobre los siguientes pasos a dar en un futuro cercano y tratar el desagradable tema de cómo repartirnos las ganancias. Podemos ser tres a repartir, pero maneras hay de tocar a más... -

Estás sugiriendo que... -murmuró Lotario-. Nosé, Xaquín es un buen bandido, aunque claro... tampoco lo conocemos de hace mucho...

Ahí se quedó la cosa mientras le preparásteis un lecho en pleno campo, tan a la intemperie que pasar así la noche, efectivamente, lo mataría de frío.

¿Y si lo quedamos en la puerta de la posada? -propuso el calvo-, pese a que está despertando, poco propicio para viaje estará en unas pocas horas, et quien sabe si estará en sus máximas posibilidades... ¿¡Qué hacemos, Yabiz!? ¡Una cruz de plata! -decía como relamiéndose los labios-.

Bueno, compañero Lotario, yo lo único que deseo es lo mejor para nosotros. Y teniendo en cuenta que Xaquín, además de prometernos grandes ganancias de las cuales no hemos visto ni un sólo maravedí, no tiene necesidad de verse embarcado, en su estado de convalecencia, en la búsqueda de un tesoro de incierta existencia sugerido por un vetusto y misteriosos caballero. - dijo en voz queda Yabiz - Además, Xaquín no ha oído nada de tal tesoro. Así que me parece buena idea dejarlo cerca de la posada para que pueda ir a resguardo de la helada una vez se recupere del fuerte golpe. A fin de cuentas, no podrá decir que seamos gente sin escrúpulos... ¿Me ayudas a llevarlo más cerca de la posada?

Mmmm... -pensó Lotario- paréceme bien, ¡carguemos con él hasta la entrada! Bueno, espera... -entonces se replanteó el problema-. Dejémoslo en el establo de la posada, en la parte trasera. Si ven otra vez a Xaquín allí lo relacionarán con nosotros, y puede que le den otra paliza... Una, dos, ¡tres! -y en volandas lo cogísteis, et que empezásteis a ir pasito a pasito, a pleno pulso a llevarlo a la apestosa cuadra sin un mísero círio o vela que la alumbrase-. Et que en estando cerca, vísteis allí cerca un montonzuelo de bálago recién cogido, más frío que un cuchillo puesto a helada; et que a la de tres dejásteis caer levemente el cuerpo de Xaquín, que otra vez parecía conmocionado-. Durante un segundo os comió la conciencia, persiguiéndoos por vuestra mente; empero que cualesquier otro lo hubiera dejado allí tirado, que hacer eso por un, como quien dice, un extraño, no era menester de todo el mundo.

Et poniendo pies en polvorosa, fuísteis al este, en dirección a la costa, según las palabras de aquel misterioso (según Yabiz) caballero de las armas. ¿Acaso no habríase inventado lo de aquella cruz para que le dejárais en paz? Tampoco parecían así su manera de ser.