Partida Rol por web

Reflexiono sobre la sugerencia de Vastin, con los brazos cruzados y expresión pensativa.

—Me preocupan más Stella y Lionhardt y saber si están bien, pero tienes razón. La prioridad es ocuparse de Dion, aquí y ahora. Tenemos que aprovechar que está con el mismo problema que nosotros antes de que encuentre aliados capaces de causarnos problemas.

Me giro hacia Osaku cuando menciona lo de las monedas.

—¿Cómo que no valen nada?— escucho lo que dice después y me muestro indignado mirando hacia el analizador —Ignoro cómo funcionará ese artilugio, pero si le dice que las monedas no son de oro o de platino se equivoca. ¿O acaso usted está tratando de engañarnos con alguna clase de picaresca?

Extiendo la mano para que me devuelva las monedas, y en cuanto lo haga le entrego a Yandra la de platino.

—¿Pero entonces, no llevamos todos el mismo tiempo aquí?—Pregunto cuando el joven mago… o actualmente libro confiesa que lleva mucho tiempo allí.—Y cómo vamos a encontrarlo, este lugar parece enorme y hay muchísimas personas, sin mencionar todos esos artilugios que se mueven de un lado a otro más rápido que un caballo.

—¿Electromagnetico?.—Pregunte algo confundida mientras pensaba en lo que decían.—¿Se refiere a cuando son atraídas por un imán o un rayo? Claro que no tiene, todo el dinero en curso pasa por manos de los alquimistas de la corte para eliminar esas propiedades. Asi cualquier comerciante con una piedra iman puede averiguar si es oro en curso legal o ha sido acuñado a espaldas de los reinos.

Mire durante unos momentos a nuestros acompañantes antes de hablar.

—Supongo que es algo parecido a vuestras franjas en los papeles.—Dije mientras volvía a tomar mi moneda de platino.—También resulta un útil disuasorio para evitar que los magos ferromanticos intenten dedicarse al robo. Al no estar las monedas bajo influjo de los imanes, no pueden ser atraídas por dichos magos.

Si bien la primera parte era un conocimiento extendido en nuestras tierras, lo segundo era algo más específico de lo que pocas personas tenían constancia.

—¿Entonces no sirven por precisamente ser seguras?

Me giro hacia Yandra, pues no había caído en ese detalle, y luego vuelvo a girarme hacia Osaku.

—Es verdad, no había caído en eso... disculpe mi tono de antes, señor Osaku— me acaricio el mentón reflexionando sobre lo que dijo Yandra —Puede que pasase lo mismo si lleváramos esos papeles a nuestro mundo: no tendrían ningún valor al no ser de curso legal allí. Rayos, esperaba que nuestro fondo nos ayudara aquí de alguna manera.

Si Osaku me devuelve las monedas las guardo en mi bolsa, consciente de que no sirven de nada. Me cruzo de brazos pensativo, buscando alguna alternativa.

—Aparte de buscar pistas de Dion tendremos que buscar alguna manera de financiarnos para poder mantenernos aquí y reparar o sustituir nuestro equipo. Yo, aparte de mi formación como caballero tengo conocimientos de forja y herrería. ¿Tenéis alguna idea, por favor?

La pregunta la lanzo a todos.

—¿Picaresca? ¿En serio? —Osalu niega con la cabeza, resoplando—. No, ¿por qué lo haría? Si estas monedas se ven espectaculares, hasta me da lástima no poder quedármelas. O bien podría, pero te daré sólo cincuenta yenes por cada una.

—Claro, es así —añade Moro, poniendo cara de circunstancias—. Imagina que vamos a cambiar estas monedas al banco, las darán de falsas y no creo que acepten la excusa de que el detector no las cuela porque un alquimista de otra dimensión modificó sus estructuras. Ah, y no acepten ese trato, después de todo, de donde vienen, estas cosas siguen valiendo, e imagino que tienen la esperanza de volver, ¿no?

Y entonces surge el tema del trabajo.

—Forja... No, dudo. Creo que tendríamos que explicarles algunas cosas sobre eso.

—Lo lamento, chicos, pero aquí yo me basto y me sobro. ¿Qué tal el restaurante familiar de la esquina, frente a la plaza?

—O pueden ayudar a mamá en el dormitorio —opina Gakuto—. Por cierto, ¿ya decidieron dónde se quedarán?

—En el dormitorio. Ni en broma les llevo estos dos ...tres a mi abuelo al templo, no tengo ganas de explicar tantas cosas.

Mientras tanto, Yandra sigue escuchando a Vastin, sosteniéndolo todavía en sus manos.

—Ustedes sí, yo no. El tiempo es relativo, Yandra, pero en serio, hay cosas que no vale la pena explicar.
Luego de una pausa, mientras la elfa pregunta por localizar al villano, Vastin continúa:
—Les será fácil encontrar mapas, los habrá por todas partes, pero ustedes los encontrarán confusos y complicados. Yandra, usa tus sentidos élficos, que esos no se han debilitado con la transición de planos. Trata de guardar lo que te queda de magia para localizarlo de ese modo, que a fin de cuentas, su esencia la recuerdas, ¿verdad? Será diferente ahora, porque no la estará ocultando para engañarlos, pero te ayudaré a distinguirla y notar la diferencia. Además, será fácil de reconocer entre las personas de aquí.

—Restaurante familiar... eso suena a algún tipo de taberna, ¿verdad? Podría ser una buena idea, en ese tipo de lugares se suele obtener información de los viajeros, ¿verdad?— digo, bastante ignorante de cómo funcionan los negocios de restauración aquí. Me giro hacia Momoyo —Si lo que le molesta es explicar nuestra situación, podría hacerlo yo mismo. Pero si la verdad es que no quiere llevarnos al templo, solo dígalo abiertamente. A mí no me importa trabajar o ayudar en el templo o en los dormitorios mientras podamos tener un techo sobre nuestras cabezas.

Miro a Vastin un momento y me acerco a Osaku.

—¿Podemos llevarnos a Vastin aunque sea prestado, señor Osaku? No tenemos con qué pagarle que sea de curso legal, pero podría al menos entregarle alguna de mis monedas que tanto le ha gustado.

Un pequeño escalofrió me recorrió la dorsal cuando mencionaron trabajar en una taberna. No era precisamente el tipo de trabajo al que estaba acostumbrada. A decir verdad, el único trabajo real que había tenido había sido actuar como emisaria entre el Virwynn y Bremonia.

Manteniendo silencio sobre el tema del trabajo me me quede un tanto pensativa ante las últimas palabras de Vastin, mi ceño estaba ligeramente arrugado.

—No sé si eso es realmente así, pero todo parece diferente, con la poca cantidad de natura que hay aquí casi no puedo comunicarme para distinguir las esencias.—Llevaba ya un tiempo preocupada por ello, como si notara mis sentidos entumecidos por algo.—¿Quizá hay algún lugar donde haya gran cantidad de vegetación? ¿Quizá ese templo que mencionáis? Creo que allí funcionaria mejor, los templos siempre tienen una buena conexión entre planos.

Estaba aun pensando en la forma de localizar a Dion cuando escuche a Laius.

—¡Oye! Que Vastin no es una cosa, es nuestro amigo.—Me queje indignada sin soltar el libro, es decir a Vastin, cuando vi cuando empezaban a negociar el hecho de llevarnoslo.

—Es como una taberna, sí —responde Takuya, riendo—. ¿Por qué esa cara, Yandra? Te verías muy bonita con el uniforme... digo, eeh, no, lo siento.

—No, negativo —dice Osaku, inmediatamente luego de que Laius le pide a Vastin—. Aunque no recuerde haberlo comprado, si lo hice, gasté dinero en él y me da igual que sea amigo suyo o del primer ministro, quiero al menos recuperar la misma cantidad y les cobraré lo apropiado. Tampoco pienso prestarlo, aprendí por las malas cuando era adolescente que eso es algo prohibido para los amantes de la lectura que quieren cuidar bien sus libros.

Casi que es visible la gota de transpiración saliendo de la máscara de Vastin en la tapa del libro.
—N-no se preocupen, aquí estoy muy bien, Pueden venir a visitarme. Háganlo...

—Y ahora opino que quizás lo mejor sea el templo, porque mamá querrá una mensualidad y no tienen con qué pagarla, al menos de momento.

—No, ey, quiero que te quede claro que me da igual llevarte a donde sea —replica Momoyo ofuscada a Laius—. Lo que no me da igual es tener que explicarle cosas al abuelo que no entiendo ni yo misma.
Luego Yandra explica aquello y su gesto pasa a ser de confusión, levantando las cejas.
—Pues... vegetación hay, tenemos un jardín, pero... em...
—¡Hay que ver a Yanni vestida de sacerdotisa!
Momoyo le da un codazo en el estómago a Gakuto casi de inmediato, dejándolo sin aire y rodando por el suelo, esforzándose en respirar. Luego le dedica una mirada de soslayo a Takuya, que también parecía que iba a decir algo, pero se traga sus palabras, casi literalmente.

Ante la total negativa del hombre a que nos lleváramos me gire hacia los jóvenes que nos habían estado acompañando.

—No puedo creérmelo, ¿En este país aún se permite el tráfico de personas?.—Preguntó alarmada ante la idea de que tales prácticas aún se estén llevando en algún lugar. Mi raza había sufrido en la antigüedad por culpa del esclavismo y allí estaba viendo como querían hacerme pagar por recuperar a mi amigo.

Sin darles tiempo a responder ya había girado sobre mis talones y estaba mirando al dependiente.

—Señor, le ruego que piense lo que está haciendo, no está hablando de un libro, ¡Es una persona!—Viendo como por aquel camino no iba a lograr nada fruncí el ceño y pose el libro en el mostrador sin llegar a soltarlo.— No es un objeto de lectura que pueda tener acumulando polvo hasta que decida leerlo… ¡Si es que acaso puede! ¿Me puede explicar quién le va a comprar un libro con cerradura?—Digo mientras muestro el sello con orificio que hay en el propio.

Después de aquel argumento intentando di un pequeño suspiro bajando el tono que había ido aumentado sin darme cuenta.

—De verdad, entiendo su posición pero comprenda la nuestra, no tenemos de ese dinero que usáis y lo único que puede permitirnos volver a nuestro hogar es nuestro amigo.

Ni siquiera Yandra logra convencer a Osaku. Me acerco a ella y pongo una mano sobre su hombro para tranquilizarla.

—No te preocupes. Cuando encuentre trabajo y consiga dinero de curso legal rescataré a Vastin de este lugar— me dirijo hacia el señor Osaku, muy serio —Más vale que cuide bien de Vastin hasta ese momento.

Me acerco a Momoyo.

—Por favor, guíenos hasta el templo. Yo me ocuparé de explicar a su abuelo nuestra situación, no se preocupe por ello.

Osaku se lo piensa detenidamente, mirando el libro que es Vastin y luego a Yandra.
—Aunque no se pueda leer, un libro que habla es...
Se rasca la cabeza, poniendo un gesto con la cara de que todavía no está seguro de qué decir.
—Bueno, no, asustará a los clientes si por venganza de que no se los doy decide actuar como fantasma.

El libro se estremece, aún con la gota simbólica saliendo de la cara.
—No haría eso, señor Osaku, comprendo que necesite dinero a cambio, es lo justo.

—Sí, respecto a eso, me estarán debiendo cinco mil yenes.

—Yo cobraría más, pero bueno. Y tú no me trates de usted —le dice Momoyo a Laius, incómoda—. Me da grimita.

Con Vastin bajo el brazo de Yandra, salen de allí para dirigirse al templo. Osaku bosteza mientras se despide de ustedes y se va detrás de las cortinas.

...

El frente del templo mayor de Kawasaki les recuerda mucho a los presentes en Yamato, por no decir que es igual. Luego de subir las escaleras ven un vasto patio con docenas de monjes entrenando al unísono, practicando movimientos de quién sabe qué arte marcial. Junto a un grupo de ellos ven a un anciano que ya está más allá de la vejez. Es pequeñito y muy arrugado, sin pelo en la cabeza, pero con una larga barba blanca y cejas espectaculares.

Momoyo suspira y se adelanta para saludarlo.
El viejito se da vuelta y los ve, frunciendo el ceño casi inmediatamente. Su mirada se alterna entre Laius, que presenta moretones en la cara y los nudillos y cojea muy sutilmente. Acto seguido, le da un pescozón a la muchacha.
—¡Aich!

—¡Has estado buscando peleas en la calle! ¿Aún no te entra en esa cabezota que lo tienes prohibido?

—No fui yo, viejo tonto —reprocha ella, poniendo morritos y doliéndose la cabeza—. Bueno... sí... ¡Pero ya estaba así cuando me lo encontré!

El anciano ignora a su nieta para acercarse más a ustedes, observándolos con detenimiento.
—¿Y qué están haciendo estos europeos en el templo? ¿Son turistas? Si buscan un tour que vayan a hablar con Lu.

—Eeh, sí, son turistas, pero no quieren una visita. Quieren quedarse.

Al terminar Momoyo la frase, su abuelo la mira por encima del hombro, levantando una ceja.

—No tienen dinero y no pueden pagarse un hotel.

—Curioso... ¿Les han robado? —les pregunta ahora a ustedes—. No existe un turista sin dinero. ¿O es que quieren ahorrar?

—Le estoy agradecido señor Osaku. Le pagaremos en cuanto consigamos el dinero, tiene mi palabra— miro a Momoyo extrañado —Lo siento mucho, pero es mi forma de hablar hacia la gente que no conozco. Me educaron para ser respetuoso, y solo tuteo a las personas con quien tengo mucha confianza y no exigen etiqueta, pero intentaré hablarle... hablarte de otra manera.

Al llegar al templo primero me impresiono por el poco respeto que muestra Momoyo hacia su abuelo. Me acerco al anciano e inclino cortésmente la cabeza.

—Buenos días, señor. Yo soy Laius Pendragon y ella es Yarandrala Ianlana Loggervia. Estamos en un apuro por un "accidente" que hemos sufrido y al parecer tenemos un problema con nuestra moneda, por lo que no tenemos con qué pagar. Tenemos un asunto muy importante del que ocuparnos que nos ha traído aquí y nuestro país de origen no puede proveernos de ayuda. Por ello querría pedirle si tuviera la amabilidad de poder permitirnos el alojarnos aquí de manera temporal, estaríamos dispuestos a ayudar en el templo o incluso pagar el alojamiento cuando encontremos trabajo a cambio. Si tuviera la amabilidad de ayudarnos estaría muy agradecido.

Después de agradecer al señor Osaku salí de la tienda sonriente junto a Vastin, ahora sería un libro, pero seguía siendo nuestro compañero. Además el precio que había dicho que teníamos que darle carecía totalmente de significado para mí, no sabía si esa cifra era mucho o poco.

Durante el trayecto no dudaba en ir preguntando cosas sobre lo que veía, buscando un significado a todo aquello extraño que no había en nuestro mundo. Quizá la llegada al templo hizo que me relajase, pues de alguna forma lo que había allí si tenía parecido con algo conocido.

Incline levemente la cabeza cuando Laius nos presentó al anciano.

—Señor, no somos turistas, no era nuestra intención venir a este país en un inicio, así que no tenemos dinero. Necesitámos un lugar donde poder pasar las noches hasta que podamos volver a casa y su nieta comento que quizá podríamos contar con un sitio de forma temporal aquí.

El anciano los oye en silencio mientras dedican su breve explicación. Asiente sin dudarlo un segundo.
—Nuestra hospitalidad no conoce límites —responde—. Da igual de donde vengan o quienes sean, podrán quedarse hasta que encuentren una forma de pagarse un sitio apropiado.
—Bueno, fue más sencillo de lo que esperaba.

—Tenemos un cuarto libre. Estarán un poco apretados, pero no me parece que vaya a importarles.

—Es por acá, vengan.

Momoyo los conduce por un pasillo exterior techado. Al costado izquierdo ven parte del jardin, con algunos monjes meditando al aire libre. Están todos vestidos con gi de artes marciales, excepto por uno de ellos, que lleva un equipo deportivo de chandal y pantalones color aceituna.
—Y mi cuarto está al lado, si necesitan algo díganme.
Cuando entran, ven que la habitación está completamente vacía, salvo por una mesita en un rincón. Es un suelo de tatami de tres por tres, con un placard en una de las paredes donde descubrirán que están los futones para echar en el suelo.

—¿Estarán cómodos aquí? Tal vez debamos pedirle dos habitaciones en lugar de una.

—Muchísimas gracias, señor. Agradezco su comprensión y amabilidad— respondo en agradecimiento esbozando una sincera sonrisa.

Sigo a Momoyo hasta nuestra habitación, la cual es un poco pequeña pero parece suficiente para los dos. Miro dentro del placard para ver lo que me parecen unas especies de sacos de dormir.

—Gracias, Momoyo. Si necesitamos algo os... te lo haré saber— me giro hacia Takuya —Hemos dormido en sitios peores, estará bien por ahora— vuelvo a dirigirme hacia Momoyo —¿Puedo preguntar..te una cosa? ¿Hay algo que pueda hacer por aquí para ayudar? Tengo mucha experiencia en herrería y algunos conocimientos de carpintería debido a la profesión de mi familia, y quisiera retribuir la amabilidad de vuestro abuelo después de que nos acomodemos y visitemos esa taberna que llamáis restaurante.

Se me nota que me cuesta un poco hablar con Momoyo con menos formalidad. No estoy acostumbrado a tutear sin más a gente a la que apenas conozco.

Realizo un pequeño asentimiento con la cabeza en un esbozo de gratitud ante la rápida respuesta del anciano.

—Gracias.— Me unó al agradecimiento antes de empezar a acompañar a Momo hacia la habitación

Una vez llegamos allí me sorprende la pregunta de si estaremos comodos y quizá por primera vez en lo que llegue una ligera sonrisa se asoma en mi rostro.

—Llevamos las últimas semanas acampando en territorio enemigo cuyo propietario era un liche… Viento, polvo, ramas muertas y un ojo abierto por si algún enemigo llegaba. —Comenté pensando en lo que tuvimos que pasar antes de llegar a la guarida de Dion antes de sonreir nuevamente.—No creo que tengamos problema en apañarnos con un sitio con cuatro paredes, techo  y un suelo limpio.

Cuando escuche como Laius se ofrecia a ayudar en lo que pudiera asentí dándole la razón.

—Actualmente no sabemos muy bien cómo funcionan las cosas aquí y no sabremos cuánto tardaremos en encontrar a Dion, pero si, debemos retribuir de alguna forma la ayuda ofrecida, si hay algo que podamos ayudar contar con nosotros.

No había mencionado ningún trabajo en concreto porque estaba tan perdida en aquel mundo que no sabía en que podría ayudar.

—Herrería... —repite Momoyo, dudando—. No lo sé, tal vez. No usamos muchas armas por aquí, pero quizás si alguna herramienta se rompe, acudiremos a ti entonces.

—Hmm. No soy quien para rechazar tan formidable ofrecimiento. —El maestro Kawakami se acaricia la barba mientras piensa—. ¿Y dicen que son guerreros en el extranejero? ¿Son soldados?

Sin esperar respuesta, se aleja por el pasillito a paso acelerado, domestrando una forma demasiado ágil de moverse para la edad aparente que tiene.
—¡Lu! ¿Puedes venir un momento? —lo oyen gritar en el patio.
—¡Voy, maestro! —responde una voz masculina, con un acento muy marcado, lo notan del todo similar a como si alguien de las islas Xi'an estuviera hablando yamatés.

—Ah, me parece una buena idea, la verdad —sonríe Momoyo, cruzando los brazos y asintiendo—. Aguantaste más de diez segundos peleando conmigo sin sufrir dolor tú, Laius, eso no es poca cosa.
Hace una pausa, para mirarte fijamente a los ojos.
—No, diría que es mucha cosa. Me interesa saber dónde aprendiste a resistir así.
Y luego se dirige a Yandra:
—Eso otro que hiciste con las plantas es magia seguro.
Mira a ambos lados, procurando que no haya nadie más, y se acerca a ustedes hablando más por lo bajo.
—Aquí se supone que la magia no existe. Si tienes que recurrir de nuevo a eso, hazlo de forma disimulada. Lo mismo para el libraco ese, que se mantenga calladito en público o tendrán problemas.

Les da unas palmaditas en los hombros a ambos a la vez, uno con cada mano, y se va de ahí.
—Tengo que ponerme a estudiar, así que nos vemos.

—Lu, helos aquí.
El viejo maestro aparece de nuevo en la habitación, trayendo consigo al monje que habían visto recién que llevaba un chándal verde oliva.
—Muy buenas tardes. Soy el maestro asistente, Lu Yi. 

—Estos chicos nos van a ayudar con las prácticas. Será interesante hacer una especie de intercambio cultural y ver qué tienen los extranjeros para enseñarnos, ¿les parece bien? No les daré horarios, arréglense como les plazca.

—Puedo arreglar cualquier herramienta, fabricar clavos, herraduras, hacer bisagras para puertas y ventanas... cualquier cosa que requiera manipular metal. Mi familia lo lleva en la sangre desde hace muchas generaciones.

Me giro hacia el anciano después de escucharle.

—En mi caso así es, señor. Recibí un entrenamiento riguroso en el arte de la espada y la...— digo hasta que veo que el anciano se va rápidamente —...caballería. Vaya, parece en un formidable estado de forma. ¿Acaso es un maestro guerrero o algo así vuestro abuelo, eeh... Momoyo?

Me giro serio hacia ella.

—La verdad es que parecía que atacabas a matar. Lo que soy ahora ha sido fruto a un riguroso entrenamiento, aunque es verdad que me siento más debilitado y mi magia ha perdido potencia— escucho en silencio la advertencia de la chica —Entiendo, no quieres que asustemos a la gente ni llamemos atenciones indeseadas. Tampoco nos conviene que ocurra eso.

Regresa el anciano proponiendo que ayudemos con el entrenamiento.

—Soy Laius Pendragon, mucho gusto— me presento educadamente ante Lu Yi —Claro, señor, estoy a vuestra disposición para lo que necesiten. No estoy muy versado en las artes marciales, solo conozco algunas maniobras de defensa sin armas y domino el arte de la espada y la caballería, sin embargo si puedo ser de ayuda pídanmelo por favor.

—¿Soldado? Técnicamente…—Antes de que acabar ala frase ya se había marchado.—soy una diplomática…—Termine ya la frase sin mucho sentido antes de encogerme de hombros y atender a Momo.

— No es que no exista… es que es mas escasa.—Respondí a su aviso.— Si, la cantidad de magiculas del ambiente están en una cantidad mucho menor que en nuestro mundo, por eso nuestra magia es menos eficaz. Además, están mezcladas con otra cosa que no identifico.—Confirme a Laius antes de que el anciano volviera a llegar acompañado.

La propuesta de intercambio cultural distaba mucho de la razón por la que en un principio había preguntado si éramos soldados.

—Ah, Yandra, encantada de conocerle.—Dije poniendo la mano en el pecho a la par que decía mi nombre.—Sera interesante conocer vuestra cultura a la par que enseñar parte de la nuestra. Tengo conocimientos con el uso del arco y doble espada, pero probablemente nada que no hayáis visto antes.

Luego de media hora de Lu explicando los detalles del entrenamiento en el templo y los roles que ocuparían ustedes en el trabajo, deciden salir a investigar. Takuya y Gakuto se habían quedado en la entrada conversando y al verlos se acercan a ustedes.
—Ya es un problema menos entonces —comenta Gakuto.

—Parece que sí, ya están bien acomodaditos.

—¿Tú no estabas estudiando?

—Exacto. Ese es el tiempo verbal correcto. ¿Esperabas que me quedara encerrada allí mientras ustedes se divertían dando vueltas por la ciudad con estos dos personajes?

Tras haber recorrido un rato, Vastin les llama la atención para intentar conversar.
—Ejem. ¿Podríamos parar un momento en esa plaza? Tengo algo importante que decirles.
Y entonces explica:
—Seré breve. De verdad. Conozco la forma en que podrían regresar a casa, pero en teoría. Llevarlo a la práctica puede ser un poco...

Gakuto se distraía mirando alrededor, hasta que algo le llama la atención y señala en esa dirección.
—Ey, ¿Ese no es el personaje de Momo de Hunter Quest?

Por la vereda de enfrente ven pasar a unos muy confundidos Stella y Lionhardt. Éste último se lo ve muy afligido, contrastando totalmente con su estado de ánimo habitual.

—Caramba, sí.

—Es evidente que son amigos de ustedes, ¿no?

Ha sido interesante e instructivo ver el entrenamiento que hacen en el templo. ¡Son como los yamatenses de nuestro mundo! Tras agradecer la información e indicarnos el trabajo que haríamos allí le agradezco la demostración y guía amablemente.

—Sí, la verdad es que ya nos hemos establecido. Ah, y ya me he acostumbrado a estas extrañas prendas, son realmente cómodas. Cielos, a Augus le habría encantado vivir esta experiencia...— me doy cuenta de que expresé en voz alta eso último —Ah, lo siento, no es nada.

No es la primera vez que Yandra me escucha mencionar a mi hermano pequeño Augus, pero nunca le he hablado de él.

Seguimos a los chicos y atiendo a las palabras de Vastin acerca de que podríamos regresar a nuestro mundo.

—Haremos lo que sea necesario, pero solo después de que nos hayamos ocupado de Diego.

Me giro al escuchar a Gakuto.

—¿Me vais a explicar de una vez qué es eso de Hunter Quest?— pregunto, quedándome parado al mirar hacia donde señala éste, reconociendo a Stella y Lionhardt —¡Yandra, son Stella y Lionhardt!

Voy rápidamente hacia ellos, corriendo con soltura gracias a estas cómodas zapatillas que hacen que apenas sienta el contacto del suelo.

—¡Stella! ¡Lionhardt! Menos mal, me alegra ver que estáis bien— digo con una amplia sonrisa que refleja lo aliviado que estoy de verles con vida. Pongo la mano sobre el hombro del grandullón y levanto la mirada buscando su cara —Me extraña verte así, amigo mío. ¿Dónde está el gran y alegre Lionhardt que conocemos? Ah, Yandra está aquí, y también encontramos a Vastin aunque... bueno, él está un poco diferente pero sigue con vida que es lo que más importa.