Partida Rol por web

—Esa persona sería el señor Osaku. Lo he estado estudiando y resulta ser muy compatible.

—¡Es una locura esto! —exclama Stella, distraída con lo que le está enseñando Laius—. Si tuviéramos algo así en el ejército, se nos esfumarían miles de problemas. ¿Te imaginas lo rápido que sería la comunicación?

La cara en el libro siempre permanece inerte completamente, pero pueden notar un dejo de abatimiento en su expresión, sobre todo cuando responde a Yandra nuevamente.
—Me temo que eso es imposible, Yandra. El sacrificio debe ser voluntario, no podemos engañarlo porque de ese modo nunca sabría lo que está haciendo y entonces no lo podría hacer en un primer lugar. Además, ¿estás sugiriendo darle el poder de un profeta a Diego? ¿Tienes una idea de lo peligroso que sería eso? Y con ello mis recuerdos y conocimientos. No, Yandra, no es viable.

—Sí, parece una locura, es increíble— afirmo con entusiasmo a Stella —Así que al final es bastante complicado. Dudo mucho que el señor Osaku accediese de buena gana y concuerdo con que sería muy mala idea recurrir a Diego.

Me dejo caer hacia atrás, quedándome tumbado con expresión pensativa. No, pensar no es lo mío pero siempre puedo aportar ideas. Pero esta vez no se me ocurre nada.

—Pues a mí no se me ocurre nada, lo siento. Ya sabéis que lo mío es más bien músculos, tenacidad y trato con la gente.

—Am...
A Vastin se le escapa una risilla nerviosa, mientras que los demás siguen husmeando en la computadora que tienen delante y preguntándole a Gakuto sobre la interfaz.
—Bueno, ehe, puedes usar ese trato con la gente para convencer al señor Osaku —le dice el libro a Laius.

—Tenéis razón…— Admití cuando dijeron que era una mala idea usar a Diego. — Quizá aún sigo reticente a dejarle sin castigo, pero no sería buena idea darle el conocimiento necesario para volver.

Mis brazos se cruzaron y mi espalda se apoyó sobre el respaldo. Era evidente que no me gustaba aquel plan. No me agradaba la idea de que otro sufriera un sacrificio por nosotros.

— ¿No hay… otra forma? ¿Exactamente en que consiste ese “sacrificio”? ¿Él también se convertirá en un libro parlante? —Era evidente que tenía aún muchas dudas en la cabeza. — Dudo que Laius tenga tanta labia como para convencerlo de algo así y si la tuviera tampoco querría engañar a alguien. No me parece… correcto hacer que otro pague el precio para que nosotros podamos volver a casa.

Con aquello quedo en evidencia la otra opción que estaba planteando, no volver a casa.

—No, no pienso recurrir a engaños— digo afirmando lo que dijo Yandra —Tampoco me siento cómodo con esa idea, casi que prefiero aceptar que tendremos que quedarnos aquí y dejar esa opción para alguna emergencia o esperar a que aparezca otra manera de volver a casa— me giro hacia Stella —Lo siento, Stella, sé que querrás regresar al reino cuanto antes y ver a tu padre pero así están las cosas.

Cierro los ojos tratando de procesar mejor la situación. No podré ver crecer a Augus ni convertirse en un hombre hecho y derecho, y un futuro sabio. Ni a mis padres, que en esta fecha tendrán mucho trabajo en la forja y necesitarán un par de manos extras. Ni a la señora Pendelton, quien siempre me regalaba unas manzanas y bromeaba acerca de casarme con su hija. Son muchas las caras que no podré volver a ver si no hallamos otra forma de volver a nuestro mundo. Y por otro lado, de haberla Yandra se quedaría atrás para vigilar a Diego.

—Esto es un asco...— digo clavando la mirada en el techo.

—No digas eso, Laius. ¿Dónde está el héroe que todo el tiempo dice que siempre hay esperanza? Entiendo que estems en una situación difícil, pero vamos, de peores hemos salido.

—¡Eso es cierto! Aunque no podamos encontrarla así a la primera, quizás con un poco más de investigación lleguemos a algo. Hay que tener paciencia.

—Por cierto, puede que exista la forma de que no sea el mismo profeta el que haga el sacrificio. Él podría ser el mediador, mientras que el precio lo paga otro. Ahí sí que le podríamos dar a Diego su merecido.

—El sacrificio es siempre distinto, es imposible predecir qué se perderá. Yo he perdido mi cuerpo, pero podría perderse la consciencia, las emociones, la vista, un brazo o una pierna. Depende de lo costoso del viaje.
Tras una diminuta pausa, se apresura a decir:
—¡Pero que eso no les haga querer quedarse atrás! ¡Quiero que todos regresemos, nadie menos!

—No es eso. No es que me haya rendido, pero precisamente por eso no pienso recurrir a engaños o a sacrificar a un inocente. Prefiero quedarme aquí y buscar otra vía a eso. La cosa cambia si podemos hacer que Diego pague las consecuencias en lugar del profeta, sí que estoy abierto a eso así que debemos investigar si es posible.

—¡Pero que eso no les haga querer quedarse atrás! ¡Quiero que todos regresemos, nadie menos!

—Nadie se quedará atrás— me levanto —Necesito estirarme un poco. Gakuto, ¿tu madre necesita algún arreglo en la residencia? Se me dan bien las manualidades.

—Creo que por el momento no tiene mucho más sentido darle vueltas. Necesitamos dinero de este mundo y para eso tendremos que pasar una temporada aquí. —Informe mientras me cruzaba de brazos. — Quien sabe, quizá este sitio no esté tan mal y el sacrificio no sea necesario.

Aquello ultimo lo había dicho pues tras ver con el dispositivo un mapa del lugar, el sitio tenía mucho más bosque de lo que había visto, quizá al ser aquello una gran ciudad por eso no había muchos árboles, pero el mapa indicaba lo contrario en las áreas colindantes.

Han pasado tres semanas desde que aparecieron en la ciudad de Kawasaki. En ese tiempo aprendieron a vivir el día a día con las nuevas tecnologías extrañas que se les habían presentado, conocieron varios lugares interesantes donde hacer compras o pasar el rato, pero, por desgracia, ninguna herrería. Lo más parecido a eso fue una tienda de antigüedades, donde un señor se dedica a trabajar metales para hacer artesanías y, las que resultaban ser armas de verdad, eran hechas a pedido y llegaban a precios desorbitados.

Diego no hacía nada sospechoso, más bien se limitaba a actuar como persona normal y atender a los clientes con amabilidad y entusiasmo. Casi no parece él mismo.
Poco antes de finalizar el primer mes, vuestro jefe les entrega unos sobres con dinero.
—Les sería más conveniente abrirse una cuenta en el banco, pero bueno, mientras tanto, la paga la recibirán en mano, de esta forma —les explica.
Dentro de cada sobre hay ciento cuarenta mil yenes. Ya les explicaron vuestros nuevos amigos el valor de este dinero y, con ese sueldo, ya podrían permitirse varias comodidades.

En este tiempo ya me había adaptado a la vida en esta ciudad. Desgraciadamente no hay una herrería en todo el lugar por lo que voy a tener que arreglar mi armadura por mí mismo como pueda.

He estado documentándome sobre el mundo en bibliotecas, la televisión e internet. También parte de mis ratos libres los he dedicado a reparar cosas tanto en el templo como en la residencia de la madre de Gakuto y a los vecinos de los alrededores. Por mis orígenes sé hacer bastantes cosas con metales y madera, mi padre me enseñó bien.

Por mucho que me cueste creerlo, Diego no ha hecho nada sospechoso en todo este tiempo. De hecho parece una persona normal, y eso me crispa por dentro. Sé que estará tramando algo, pero está siendo cauteloso y paciente.

También he estado todo este tiempo visitando a Lionhardt y Stella, asegurándome de que estén bien y ayudarles con lo que necesiten.

Con el sobre en mano reflexiono sobre el tema de crearme una cuenta bancaria. No es mucho dinero pero puedo permitirme el ahorrar algo. Tras la explicación del jefe miro de reojo a Yandra.

—Vamos a tener que pedir a los chicos que nos asesoren sobre el tema de crearnos una cuenta bancaria si vamos a querer tener esto en un lugar seguro. Pero lo primero de todo, comamos algo que tengo hambre. He conocido un sitio donde sirven unas ensaladas deliciosas. ¿Te vienes?

—Eso van a tener que hacerlo ustedes mismos —les dice Takuya, respecto a la cuenta.

El grupo de héroes se halla almorzando durante un día libre en el sitio que propuso Laius. Takuya y Momoyo los acompañan, pero Gakuto está ayudando a su madre en el dormitorio.

—Sí, pero no. ¿Y qué hay con las identificaciones? Esta gente no existe, Moroh, necesitan presentar documentos que no tienen y será una tranza hacerlos. Mejor que les sigan pagando el dinero en la mano y ya.

—Bueno. —Takuya encoge de hombros—. Mientras no sospechen que son inmigrantes ilegales, supong oque no habrá problemas.

—¿Y bien? ¿Ya han hecho planes? ¿Qué van a hacer con el pobre Osaku?

Vastin está apoyado sobre la mesa y responde con duda y titubeos, fácilmente perceptibles por más que sea un libro.
—Ah, em, perdonen pero... Le dije que viniera.

Todos se lo quedan mirando.

—¿Cómo has hecho eso? En ningún momento te separaste de nosotros. 

Antes de que pudiera responder, oyen la campanilla y entra una pareja con niños. Pero antes de regresar al asunto, entra Osaku agradeciendo al hombre por sostenerle la puerta. Los encuentra enseguida porque Lionhardt es Lionhardt.

—¿Cómo les va? Ha pasado un tiempo. ¿Ya han podido adaptarse a todo esto?

Parece ser que sin identificaciones no podremos crearnos una cuenta bancaria, eso va a ser un problema.

—Es verdad, tendremos que seguir cobrándolo en mano. Espero que esta situación no se alargue demasiado.

Entonces llega Osaku.

—Sí, hemos podido adaptarnos bien, gracias por preguntar. Este mundo es muy diferente al nuestro pero tenéis muchas cosas interesantes— echo mano del sobre con mi sueldo y saco 5.000 yenes —Te debíamos esto por Vastin, ¿verdad? Gracias por dejar que nos lo lleváramos.

Sobre lo de qué hacer con Osaku, no pienso usarlo como profeta mientras no averigüemos una forma de evitar que sufra las consecuencias.

—La verdad, señor Osaku, queríamos plantearle una cuestión— miro a mis compañeros por si me permiten explicarle la situación, y si es así lo explico —Evidentemente me negaría a llevarlo a cabo mientras exista el riesgo de que usted sufriera las consecuencias. Eso siempre y cuando quisiera ayudarnos, por supuesto.

Osaku frunce el ceño, extrañado, pero después levanta las cejas mientras se sienta con ustedes.
—¿Consecuencias? ¿De qué están hablando?

—Sí. Lo que sucede es que...
Vastin pasa a contarle todo. La situación de ustedes y lo que necesitan para volver.
—No es doloroso ni difícil, pero está el problema del sacrificio. Se arriesgará a perder algo.

—Entiendo.
El señor los mira uno por uno, cada vez más sonriente, hasta que al final echa una risilla.
—Claro que los ayudo —responde, sorprendiendo a Stella y a Lionhardt—. No necesito arriesgarme, porque no tengo nada que perder. Nadie me extrañará en casa porque vivo solo y en mi tienda de empeño no tengo nada especialmente de valor, sólo algunos objetos a los que les he agarrado algo de cariño. Si puedo serle útil a unos chicos tan majos, entonces no me importa pagar cualquier precio.

—Está seguro, señor Osaku? ¿Y si se convierte en libro?

—Supongo que me encajaría, ¿no? Imaginen a un libro vendiendo libros.

—Se lo agradezco enormemente, señor Osaku. No todo el mundo accedería a ayudar de esa manera a unos desconocidos, y usted está dispuesto a echarnos una mano a pesar del riesgo. Que sepa que ocurra lo que ocurra yo le ayudaré en todo lo que esté en mis manos.

Sonrío divertido ante su ocurrencia.

—Un libro vendiendo libros... eso a mi hermano menor le encantaría verlo. Le encanta la historia, los misterios y las cosas curiosas y raras.

Miro a Vastin.

—Este tema parece que ya está hecho. ¿Qué toca ahora, Vastin?