Partida Rol por web

El señor Russell no pudo evitar sentir como, en su afán de querer quebrar rápido la puerta bloqueada para escapar cuanto antes junto al resto de sus compañeros. No solo sus intentos habían sido imposibles dada su condición física que cargaba desde aquel fatídico encuentro con el señor Learmonth, sino que la herida que llevaba del hachazo que había recibido se sintió lo suficiente como para empezar a sangrar nuevamente. Por si esto fuera poco, el haber golpeado varias veces la puerta había dejado un buen daño sobre la totalidad de su brazo derecho así como su hombro ¿Se habría roto? Todo parecía indicar que así era pues aunque la adrenalina estaba cumpliendo un trabajo excepcional para que el hombre no sintiera absolutamente, podía jurar que había escuchado el particular sonido del hueso saliendo de su lugar, lo suficiente para que pronto, sintiera una vez mas no solo ese nuevo dolor sino el que ya tenía cargando en la espalda y que gracias a Gregory había sanado un poco tan solo. Que el médico del grupo le ayudará sería lo ideal pero... estando en aquel estado de locura con las arañas que había en todos lados esta opción se miraba muy lejana, lo único que sabía era que estar mas tiempo dentro de aquella casa causaría que todos murieran calcinados y no solo eso, sino que muy probablemente Jettie Learmonth estaba a punto de darles alcance a todos.

Y sin mas... el cuerpo del alienista, quién había aguantado lo suficiente hasta ahora terminó por perder fuerza entre todos los daños físicos que esa misión le había traído consigo, causando que cayera al suelo a pocos metros antes de salir de la puerta que daba a la parte de atrás de aquella casa del demonio, sus piernas parecían haber perdido por un momento toda capacidad de seguir adelante debido a su condición, la cual estaba claramente sensible por todos los ataques y daños que había estado recibiendo hasta ahora, lo mejor sería comenzar a actuar con mas prudencia, no fuera que aquellos daños incrementaran y le sacaran un boleto mucho mas alto, no podía permitírselo, no después de haber aguantado tanto y seguramente estando a punto de ser rescatados, pues sus compañeros parecían estar bastante agitados por salir de ese lugar.

Aunque Gregory estaba intentando hacer su mejor esfuerzo para salvar y ayudar a aquellas arañas, estas de un momento comenzaron a correr como locas, descontrolándose por unos segundos de las ordenes que el médico hábilmente estaba ejecutando, de igual forma pudo ver como aquella tarántula que había permanecido sobre su hombro no se bajo como el hombre estaba pidiéndole, por supuesto la transtornada mente del señor Palmer no entendía que aquellas arañas estaban simplemente corriendo del fuego y aquella sobre su hombro era incapaz de bajarse por el simple hecho de estar muerta y pegada contra sus prendas, sin embargo su mente no miraba eso, no podía... —Gregory... no podemos salvarlas, necesitamos salir y reconstruir nuestro ejercito ¡Debemos irnos! Saldrán aquellas que sean mas fuerte pero el fuego y el hambre son superiores a nosotras— La araña se escuchaba triste, destruida por la perdida no solo de su hogar sino de su familia y era algo que en esos momentos el señor Palmer podía entender a la perfección, entendía lo que era estar lejos de su familia e incluso ese miedo a morir lejos de ella, después de todo el médico había pensando en mas de una ocasión ya que esa granja sería muy seguramente la causa de la muerte de todos los miembros del grupo de rescate. No podía abandonar a su general así de fácil ¿No? Ahora que muy seguramente su ejercito terminaría mermado por el fuego y el peligro que suponía encontrarse con Jettie Learmonth de frente, no quedaba mas que acatar el consejo de la araña y abandonar a las demás para poder reagruparse y reconstruir el ejercito, era fácil pues los arácnidos podían reproducirse rápidamente, si... tan solo necesitaba encontrar una buena fuente de alimento para todas las que llegaran a sobrevivir, e incluso aquellas que pudiera encontrarse en el camino una vez saliera de aquella casa del demonio.

—Palmer... debes ayudarnos ahora mas que nunca, y a cambio podrás tener un imperio con nosotras, debemos ir y encontrar a las supervivientes... ella se acerca, se acerca— El tono de aquella araña indicaba peligro, como si estuviera muy consciente de que su enemigo era aquella mujer, la que estaba poseída por un demonio y tenía aquellas muñecas que parecían ser almas horrendas a los ojos de una transtornada mente como lo era la de gregory. Estaba claro que la araña sabía que aquella mujer se acercaba, por lo que salir de allí y encontrar una forma de rehacer su equipo tenía que hacer su prioridad, después de todo sus compañeros no estaban en optimas condiciones, las arañas tendrían mas fortaleza que todos los demás que claramente estaban rotos en mas de una manera... Por supuesto él no lo estaba, era imposible.

Todos los presentes pudieron alegrarse de ver como su compañero, el robusto guardabosques lograba asestar un fuerte golpe a la puerta y lo graba abrir sin muchas complicaciones la misma, esto por supuesto no solamente les daba una salida fácil y rápida para escapar de aquel fuego que se comenzaría a propagar mucho más rápido ahora que estaba a un nivel considerable en tamaño y ferocidad, sino que también les ahorraba el tener que ir hacia el salón principal y enfrentarse a la mujer de la casa para salir desde esa zona. Por supuesto el que no se encontraba del todo feliz era el alienista del grupo, quien en su intento de salir por la puerta que estaba bloqueada anteriormente, golpeó la misma con todas sus fuerzas sin ningún éxito y más bien término dañándose a sí mismo.

Todos los presentess pudieron ver como el señor Russell caía al suelo de forma débil y con sangre comenzando a salir de su espalda, la cual tanto el médico del grupo como la detective podían saber qué había sufrido un gran daño gracias al señor Learmonth, muy seguramente el haber intentado golpear aquella puerta le había salido caro.

Por si esto fuera poco, ahora no solamente estaba el señor Gregory alucinando con aquellas arañas a las que se empeñaba en salvar y en decir que eran sus aliadas, cómo si estás pudieran escucharle y acatar sus órdenes ¿Tal vez dentro de su mente asi era? Pero la realidad era que aquellas enormes tarántulas podría significar un peligro latente para todos en el grupo, su veneno podría hacerles un gran daño y en especial a aquellos que se encontraban heridos cómo lo era Russell o incluso Cornelius mismo quien por su lado comenzó a hablar y actuar como si estuviera en otro lugar completamente, saliendo por aquella puerta primero que todos y mirando hacia la dirección en dónde un enorme corsel se encontraba, Dexter era el único que podía identificar aquel caballo, pues se trataba del animal de aquel vigilante qué había muerto achicharrado; John Nisbet.

En esos momentos parecía que Cornelius podía ver algo más en aquel enorme animal, hablando de invitarles a todos a su boda ¿Estaba en la misma posición mental que el médico del grupo? Estaba claro que mientras más miembros del equipo de rescate cayeran ante la locura y la demencia que aquella horrible granja podía traerle a cualquiera, más indefensos se encontrarían si en algún momento tuvieran que enfrentarse a la señora que había provocado todo aquel mal en primer lugar (O al menos es a lo que todo apuntaba) Jettie Learmonth. Y por supuesto en esos momentos ganar tiempo suficiente para que los refuerzos pudieran llegar y rescatarles era lo mas esencial.

Ahora que tenían una salida óptima hacia el exterior de aquella casa podían escapar del fuego, sin embargo tenían que ayudar al alienista a salir de allí, burlando aquellas tarántulas que intentaban correr desesperadamente del fuego y que por supuesto estarían más agresiva de lo normal debido a esto mismo, mismas tarántulas que comenzaron a acercarse peligrosamente al señor Russell quien era el único que se hallaba tirado. Por otro lado tampoco era la mejor idea dejar al inspector de policia solo pues si tomaba aquél caballo podría perderse ahora si para siempre, quien sabe su imaginación a donde pudiera llevarle en ese estado en el que se encontraba.

La hermosa y radiante prometida del inspector de policía lírico una radiante sonrisa cuando el hombre invito a sus compañeros a unirse a tan maravillosa celebración, podía ver todo lo que estaba sucediendo a su alrededor y las cosas que claramente estaban horriblemente mal en aquella granja tan maldita y alejada de las manos de dios, sin embargo para el todo esto estaba completamente bloqueado gracias a que su mente había dejado de pelear por encontrar una solución, era mucho más sencillo y gratificante escuchar y ver a la hermosa mujer que estaba arriba de aquel caballo. Era su día y por supuesto no había nadie que pudiera quitárselo, la dama que le estaba esperando rápidamente le hizo el espacio suficiente para que Cornelius pudiera montar el corcel y aunque rápidamente la tormenta que estaba rugiendo con furia fuera de la casa de los Learmonth le dejó empapado, para él hacía un excepcional día soleado, incluso aquellas tarántulas que amenazaban a todo su grupo parecían vitorearle y lanzarle ovación tras ovación por su día, venían con Gregory después de todo ¿No?

-Vamos bobito, tenemos un largo camino que tomar si queremos llegar a tiempo... ¡Miranos! ¿Que pareja llega tarde el día de su boda? Solo nosotros ¿No?-  bromeo aquella mujer para apurar el paso del inspector, mientras al mismo tiempo señalaba con una mano la dirección que tenían que tomar para llegar a la zona donde se llevaría a cabo la ceremonia, justo por donde habían llegado en primer lugar  a aquella granja, estaba claro que al menos su mente sí que recordaba cómo salir de allí basándose en cómo habían llegado en primer lugar. Y lamentablemente no había espacio suficiente para todos sus compañeros en aquel caballo, pero al final ellos podrían llegar más tarde a la fiesta ¿No? Los novios tenían que ser los primeros o si no la fiesta ni siquiera se llevaría a cabo.

Al salir miré a Cornelius hablándole a la nada. - Per... pero... ¿qué le pasa? ¿No se dá cuenta de que no hay nadie? - Preguntaba precisamente yo, quien hablaba con una araña enorme aplastada en mi hombro y que creía tener un ejército de tarántulas a mi disposición, sin darme cuenta de que al subirlas y hacerlas correr por toda la sala, ponía en peligro a los demás. Pero mi mente perturbada las veía marchar en formación siguiendo mis indicaciones.

General me volvió a hablar y la miré unos segundos antes de responderla. - Aún tienen tiempo para salir, General. Además han logrado abrir la puerta, lo que les pilla más cerca de la salida. ¡Corneta mayor! ¡Toque nueva retirada! ¡Salimos por la puerta con los demás humanos como yo! - Exclamé buscando a la tarántula corneta, la cual no veía en aquel momento, pero que su toque sonó de inmediato.

Orgulloso de mi mismo, observé como las tarántulas cambiaban de dirección e iban hacia la puerta.

Hasta el gesto de mi rostro, mi mirada había cambiado. Me sentía poderoso y más duro, casi inmortal... bueno, a tanto no, de lo contrario no querría salir de allí y huir de aquella mujer.

- Se que temes por ellas yo también, pero en situaciones como esta es cuando aflora la fuerza de cada uno. En la naturaleza siempre sobrevive el más fuerte, General. Es una lección dura, pero mira, están casi todas fuera del agujero. Pronto lograrán estar con nosotros en el exterior. - Le dije a la araña y al ver la puerta abierta ya no necesité seraparme de ella.

- Míralas, General, siguen saliendo. No hace falta ir a buscarlas. Además, los supervivientes se buscan cuando ha pasado la catástrofe no mientras está ocurriendo. Es mejor salir fuera y hacer que todas se reunan en un punto. Cuando pase el peligro iremos en busca de las demás... y cuando hablo del peligro, me refiero no solo al fuego, sino a ella. - Y con estas palabras salí al exterior, para empezar a reunirme con los míos, los de dos patas y no de ocho.

- No podemos marcharnos aún, Cornelius, debemos esperar a que mi ejército salga de la granja. - Dije refiriéndome a las tarántulas, evidentemente. - Necesitaré toda vuestra ayuda para enfrentarme a esa bruja y que no logre salir de la granja, que arda en ella y luego rescatar a mis pequeños soldados.

Tras el fuerte golpeo de Dexter con su hombro, la puerta cedió. Un golpe de aire fresco golpeó al guardabosques, que aprovechó para llenar sus pulmones del aire fresco y húmedo del exterior. 

A su lado, Russell comenzaba a sangrar tras el sobreesfuerzo de intentar tumbar aquella puerta. Dexter le miró unos segundos ¿Estaba herido ya de antes? Se preguntó, cuando la imagen del caballo de John Nisbet volvió a cruzarse con su mirada mientras Cornelius salía tras de él.

—  ¿Qué está diciendo? — preguntó a su compañero mientras lo miraba caminar sin esperar respuesta alguna. Estaba claro que parecía que estaba delirando de nuevo, tal y como el también había sufrido él mismo.

Miró a Blanche y Gregory. Este último seguía con aquella relación extraña con las arañas y con aquella que tenía muerta en su hombro. — ¡Blanche, Gregory! Salgan e intenten detener a Cornelius, va a por ese caballo. Yo me encargo de sacar a George.

Su cabeza daba vueltas, a punto del delirio de todo lo vivido, pero sabía que ahora mismo el grupo le necesitaba. Tragó saliva mientras repasaba con sus ojos nerviosos a todos sus compañeros.

— No te dejaré aquí, compañero… — se agachó, agarrando a George de la zona de los sobacos. Quería sacarlo arrastrando de allí, aquellas arañas eran peligrosas para alguien en su estado y aquel fuego no ayudaba. — ¡VENGA! — chilló a Gregory y Blanche — SALGAMOS DE UNA VEZ DE ESTA PESADILLA.
 

De nuevo el dolor, uno que siempre intentó a toda costa evitar y volvía reincidente a ello, lo odió con todo su ser. Más aún cuando se desplomó tras haber escuchado ese crack en el húmero. Había sido un golpe muy duro y si a esto se le agrega el hachazo, volvía a desquiciarse con su compañera ya que por culpa de su estupidez, él estaba herido. Ella provocó ese corte, solamente ella. 

Intentó levantarse pero no tuvo fuerzas para ello y cuando su amigo se acercó, apenas pudo decir un gracias. Intentó aferrarse a él para ver si podía levantarse, estaba fracturado pero no inválido y las piernas seguían siendo fuertes, podía marearse por la perdida de sangre, pero no mucho más, incluso con el dolor agonizante que tenía. 

—Tengo... Tengo un maldito hachazo en la espalda por culpa de Blanche... Maldita—dijo resentido, la odiaba—. Intenté hacer las cosas bien hermano, intenté... Pero la inoperancia de ella me jodió... Me jodió... 

Sin más buscaría salir junto a su amigo Dexter, podía caminar, podía seguir. Al menos hasta llegar al exterior, no aguantaría demasiado consciente, eso lo tenía claro, pero quería salir y como Gregory iba con las arañas en el mismo sentido, era cuestión de apurarse. 

Que todos sus compañeros, tarántulas incluidas, le estuvieran felicitando y ovacionando hizo muy feliz al inspector. Más feliz de lo que ya estaba al saber que ese día iba a casarse con la mujer más hermosa, paciente, inteligente y buena que había conocido. Todos estaban haciéndole un paseillo para él lo recorriera hasta el corcel que los llevaría a los dos hasta la iglesia.

Era un hombre sumamente feliz y eso se le notaba en la cara. Por primera vez desde que lo conocían Cornelius mantuvo una sonrisa en sus labios que hacía brillar todo su rosrtro.

—Tienes razón querida. Solo a nosotros se nos ocurre llegar tarder a nuestra boda —dijo de buen humor, como si se tratase de una broma entre su amada y él.

Apurando el paso, Corenlius se acercó al formidable animal sin dar muestras del pánico que, en otras circunstancias, le hubiera provocado el caballo. Pero ahora no tenía nada que temer, su futura esposa era una jinete consumada y se veía hermosísima con su traje de boda subida en el espléndido animal. Y él, aceptando la mano tendida, se subió al caballo para no perder más tiempo.

—No se demoren amigos... Les espero en la iglesia —dijo a sus compañeros, sintiendo la calidez del abrazo que su amada le daba al sujetarlo por la cintura—. No quiero que el cura piense que nos hemos arrepentido... ¿Verdad querida?

El fuego se elevaba cada vez más alto, consumiendo todo a su paso, pero para el inspector el calor y la luminosidad de las llamas no era otra cosa que el día más radiante que se podía pedir para una celebración semejante. Ni la lluvia, ni los truenos, ni la oscuridad o el barro le iban a hacer pensar lo contrario.

Blanche estaba haciendo todo lo posible para no distraerse con la locura literal que estaba sucediendo, Gregory seguía con su conversación unilateral con la araña muerta en su hombro, mientras Cornelius apresuraba su carrera hacia el caballo que estaba justo afuera. La mujer evitó suspirar por lo bajo y detenerse a lamentarse por un momento, tenía fuego y una loca detrás, no podían perder tiempo.

Así que, solo asintió a las palabras de Dexter, escuchando una parte de las palabras de George, a las que rodó los ojos, pensando seriamente que era culpa del hombre, no de ella, pero decidió ignorarlo, no era el momento, y se apresuró a alcanzar a Cornelius que estaba subiéndose al caballo.

—¡Cornelius! Vamos, detente ¿A dónde vas? Tenemos que permanecer unidos — la detective se había parado frente al caballo, con las manos en alto intentando que el animal no se moviera de su lugar, pero pendiente de que el inspector no decidiera simplemente saltarla y terminara lastimada al ser arrollada, no quería saber que podía sucederle al hombre si se iba en ese estado sin que nadie lo ayudara.

Ahora que todos los presentes habían salido de aquella casa, podrían sentirse un poco más seguros del fuego que estaba consumiendo por dentro aquella vieja y podrida construcción de los Learmonth. No tardaron mucho en escuchar como un fuerte sonido salía de aquella casa, indicando que seguramente ya estaba comenzando a ceder ante las llamas. Por supuesto estando fuera también tenían otros peligros de los cuales estar al pendiente y es que la tormenta seguía rugiendo con furia, haciendo que una mezcla de elementos bastante extraña estuviera coexistiendo con el simple propósito de llevarles a todos cada vez más hacia la locura (Al menos a aquellos que aun no habían cedido a la misma por supuesto).

Tanto George como Dexter tenían ahora una preocupación más sobre sus espaldas, gracias a la fobia que ambos hombres tenían hacia la propia tormenta, este último ya había experimentado de primera mano cómo era sentir el impacto de uno de esos desgarradores truenos justo a su lado, y estaba claro que no podía repetir la experiencia...

Por otro lado, los que parecían estar en su propio mundo de fantasía era el inspector de policía y el médico del grupo, quiénes seguían más centrados en lo que sus respectivas mentes parecían dictarles, ignorando hasta cierto punto los peligros latentes que había a su alrededor. Cornelius ya se encontraba sobre aquel caballo y si no le prestaban la suficiente atención, podría salir galopando a toda prisa sin  que pudieran detenerlo, especialmente en esos momentos quiénes los únicos íntegros eran Blanche y Dexter pues el alienista estaba cargando ahora con una herida mucho mas severa gracias al daño que se había hecho al intentar abrir la puerta anteriormente.

Pero por supuesto aquel horrible lugar era incapaz de dejarles unos cuantos minutos de respiro tan siquiera, a ese punto todos debían estar acostumbrados a que esto sucediera y es que, de un momento a otro escucharon todos los presentes una desgarradora risa llena de locura y peligro, una que les dejo a todos sin excepción helados y en un estado de peligro latente. Junto a esta risa se pudo escuchar como la zona de la casa mas cercana a todos cedía de golpe, cayendo casi la totalidad de la pared y dejando a la vista el pasillo por el cual habían todos caminado al menos una vez. Esto por sí mismo no fue realmente lo preocupante, sino que alguien salió de golpe de aquella zona, la mujer por la que toda esa locura había empezado en primer lugar incluso desde días antes de que todos los presentes llegaran a la granja, aquella que había llevado a dos hombres adultos a la locura y la cual aun ocultaba tantos secretos y males dentro de ella. Jettie Learmonth les había dado alcance...

La señora de aquella casa donde el mismo demonio moraba se presentó ante todos los presentes, con una particular y anormal sonrisa que podría dar escalofríos por días a cualquiera que la mirara el tiempo suficiente (En especial a aquellos quienes tenían una mente perturbada) y por supuesto aunque aun tenía un porte angelical, esta vez habían ciertas diferencias en ella que causaban un gran impacto en esos precisos instantes; Su mirada había cambiado completamente, pues en vez de pupilas parecían ser ojos felinos, unos ojos que se asemejaban a aquella pintura del leopardo humanoide que todos sabían ahora que se trataba de Ose ¿Acaso estaban delante de ese mismísimo demonío? O eran de nuevo creaciones de la propia mente dañada que todos tenían para esas alturas.

Asi mismo, llevaba cargando en uno de sus brazos la muñeca que habían encontrado en la zona pantanosa y que Jettie junto con su esposo habían declarado que era su hija desaparecida. Misma muñeca que parecía tener una mirada mas real y penetrante a como la podían recordar, en su otra mano, Jettie Learmonth cargaba una arma bastante amenazante y es que, la empuñaba de tal forma que no dejaba ni un punto débil en su semblante.

Se trataba de una pequeña hacha de mano, y antes de que cualquiera pudiera hacer algo, una nueva risa salió de sus labios, una que penetró hasta lo mas interno de todos los allí presentes. Dejando claro que era ella el último enemigo que quedaba en esa granja de locos, ella y su hija que también podía helar la sangre de cualquiera.

-Señores... señorita ¿Acaso pensaban que podían salir tan pronto de mi humilde morada? Donde quedaron los modales, supongo que ninguno de ustedes fue capaz de ser iluminado ¿Cierto? Tenía tanta fé en alguno de ustedes, si, eran perfectos- Comentó casi como si tuviera lastima de todos los que estaban allí delante de ella, pasando su mirada felina lentamente en Cornelius y seguido a él, en el médico del grupo -Me compadezco de sus mentes, tan débiles y al mismo tiempo, tan fuertes que incluso pueden actuar mas que ustedes- Suavemente soltó un suspiro, indicando que sabía muy bien la variación mental que estos tenían y que, eran incapaces en esos momentos de comprender la realidad de sus imaginativas mentes.

-Señorita Blanche... usted no esta tan mal, despues de todo las mujeres podemos ser mas iluminadas que los propios varones- Prosiguió, centrandose en la detective con una sonrisa ladina, antes de volver a reir con una demencial locura -Lastima que el pecado esta en su corazón... el asesinato es imperdonable en el reino de nuestro señor ¿Sabía señorita? ¡Usted asesinó a mi pobre y querido esposo!- La culpó mientras le sañaba con un dedo de forma amenazante, usando la mano con la cual tenía su hacha sujetada firmemente, mismo dedo que suavemente viajó hasta posarse en George, quién seguía sangrando de la espalda y era incapaz de usar uno de sus brazos ahora.

-Justo tan pecadora como aquél quien... cobardemente trata de culpar a otros y no es capaz de cargar sus propias cruzes ¡Ah! Tan lamentable, usted era el que mas esperanzas tenía tal como ya le había dicho antes- Se llevó con estas palabras su mano a su mejilla, como si estuviera decepcionada antes de centrarse en el último de los integrantes del grupo que había allí; Dexter -Señor Dexter ¿Cree que todo este esfuerzo es necesario? Su mente... si, lo puedo ver claramente, debería hacerle caso a su mente y regresar a ese hermoso paisaje que miró antes ¿No lo puede ver? Solo hace faltar mirar a su alrededor- Una mirada mucho mas penetrante surgió en aquella mujer, la cual parecía saber todo de todos y que estaba utilizando ahora al robusto guardabosques para terminar de romper su mente, si este no se defendía lo suficiente.

Si lograba romper a Dexter, seguramente las cosas podrían complicarse mucho mas para todos ¿Acaso ella lo sabía? Y por eso estaba actuando contra este antes de hacer algun otro movimiento... -Señor Collins, debe añorar mucho su hogar ¿Cierto? Estoy segura que si sigue su propia voz interna lo encontrara ¿Porque seguir evitandolo? Sabemos que eso solo le dara mas dolor- Asi terminó la mujer de hablar, la adorable e indefensa mujer que habían conocido no estaba mas, en cambio era alguién que parecía poder hundirles en cualquier momento, mas allá de lo físico por supuesto. Aquella mujer estaba en otro nivel, incluso la lluvia ni siquiera parecía lograr tocar sus ropas...

A pesar de su demencia interna, el médico era capaz de entender y alertarse por el peligro latente que Jettie emanaba por todas partes. Incluso su ejercito de arañas reaccionaba a esta mujer de inmediato, comenzando a dispersarse y correr como locas sin seguir las ordenes que habían estado acatando casi profesionalmente. A pesar de las palabras que la mujer estaba diciendo, lo que comenzó a llamar la atención del hombre fue aquella maldita muñeca que esta cargaba en uno de sus brazos, sus ojos casi tan reales como el de su propio hijo le miraban fijamente... Y prontó comenzó a escuchar una melodia, una que salía de aquella muñeca.

La canción que aquella entidad demoniaca estaba entonando causó que el señor Palmer sintiera su piel completamente helada, podía reconocer aquella canción, era un clásico de su amada tierra natal, una canción que él mismo había cantado en mas de una ocasión cuando era niño pero que en esos momentos, parecía estar sacada de una pesadilla. La letra parecía distorsionarse cada tanto y prontó, el hombre se encontró a si mismo rodeado de esa voz infantil e irreal que la muñeca poseía.

Esto por supuesto causó que su mente se hundiera mas y aquella araña en su hombro, ganará mas poder en él. Casi como sí está tuviera más capacidad para influir en sus acciones y decisiones, después de todo aquel arácnido había surgido de la imaginación del médico cómo forma de autodefensa aunque esté no estuviera consciente de esto. Y en esos momentos ante tanta presión psicológica que aquella muñeca del demonio y la propia Jettie expulsaban, no tenía mas remedio que hundirse mas en la demencia. Era eso o ser destruido por aquella melodía que seguía sonando, taladrando sus oídos y repitiendose una y otra vez...

El médico pudo ver y sentir como la araña que tenía sobre su hombro se comenzó a retorcer y alterar ante aquella influencia que la muñeca estaba ejerciendo sobre ambos, aquella canción seguía inundando por completo los oídos del señor Palmer, causando que esté no fuera capaz de concentrarse en nada más que en aquella melodía.

-Palmer... debemos huir, nuestro ejercito es fuerte pero no podemos contra esto, de la retirada, debemos hacer mas grande el ejercito antes de atacar de vuelta- ​​​​​​ ​​​​​​​​​​​​aquella araña estaba en lo correcto en esos momentos, realmente Gregory no era capaz de pensar correctamente y lo que aquel arácnido decía, seguramente era lo más acertado en su situación actual. Su cuerpo poco a poco se comenzó a llenar de esa necesidad de salir corriendo lo más pronto posible de la influencia que aquella muñeca y la mujer tenían en esos instantes, seguramente luego podría volver a buscar venganza, si aquellas arañas que estaban de su lado se hacían más grandes y poderosas, pronto podrían ser capaces de incluso destruir aquella presencia demoníaca ¿Cierto?

Sí bien el alienista en esos momentos se encontraba bastante débil por el daño físico que había ido acumulando hasta esos instantes, la presencia de Jettie Learmonth solo agravó más las cosas para el, no solo por el hecho de que seguía culpandole de complicidad por lo que había sucedido en el granero sino también, porque está parecía estarse mofando de su condición. Por supuesto a todo esto se tenía que sumar aquella muñeca del infierno qué parecía estarle mirando en todo momento con aquellos ojos hiperrealistas, y pronto comienzó a escuchar una melodía saliendo de esta misma entidad...

Aquella canción era bastante conocida por el hombre y especialmente por muchas niños qué solían cantarla y usarla para sus múltiples juegos infantiles, sin embargo alguien tan versado como lo era el alienista sabía muy bien el origen de esta canción. La cual era una apología a una de las épocas más oscuras del continente europeo; la peste negra... ¿Porque estaba cantando aquella muñeca esa canción? La melodía poco a poco se fue intensificando, taladrando los oídos de George y causando que este quisiera arrancarselos si era posible, pues la misma no solo aumentaba en intensidad sino que también, se comenzaba a escuchar cada vez mas distorsionada.

¿Acaso aquella muñeca estaba tratando de indicarle que todos allí estaban enfermos? Tal vez era una forma de decir que morirían a causa de aquella locura que a todas luces, se trataba de una enfermedad y que curiosamente, él se dedicaba a diagnosticar... Algo estaba muy claro, aquella entidad era más de lo que cualquier hombre podía soportar.

El guardabosques del grupo recibió un ataque directo de aquella mujer que en esos momentos parecía una entidad demoníaca más que aquella granjera qué se había presentado a todos ellos en un principio. Por supuesto esto no solamente altero por completo al robusto hombre sino que también removió efectivamente aquel trauma que le había quedado desde que él y su compañero Cornelius entraron en aquel granero... Las palabras de Jettie Learmonth causaron que la mente de Dexter por unos segundos regresará a aquella ilusión de estar en los terrenos boscosos y hermosos en los que había crecido, aquella ilusión qué había logrado contrarrestar en su momento pero que en esos instantes volvía a atacarle sin misericordía ni tacto.

Parecía que todo estaba en su contra de un momento a otro, aquella mujer, la horrible tormenta que caía sobre de él y por si todo esto fuera poco. Aquella muñeca del demonio comenzó a tararear y cantar una canción de cuna de una forma tenebrosa pero al mismo tiempo, como si buscara terminar de romper su cordura completamente...

La canción parecía referirse precisamente al bosque, de una forma tétrica pero al mismo tiempo tentadora, pronto todos sus sentidos comenzaron a quedar atrapados en esta melodía la cual se iba intensificando al punto de incluso taladrar los oídos del pobre hombre. Esto sin contar que los ojos hiperrealistas de aquella entidad demoniaca estaba clavados en él. Torturando y llevandole al limite de la cordura que aún su mente estaba tratando de buscar desesperadamente, sin embargo todo en aquella maldita granja parecía estar en contra de esto.

Sí bien para la detective, aquella mujer empuñando una arma tan peligrosa era el peligro más latente que podía haber en esos momentos, pronto su atención se vió concentrada en aquella muñeca que llevaba Jettie Learmonth en uno de sus brazos, aquella que era según Pennelope, su hija y la cual parecía estarle mirando fijamente con aquellos ojos hiperrealistas, la mirada de aquella muñeca sin duda comenzó a remover algo en el interior de Blanche y por si esto fuera poco. Pronto comenzó a escuchar una melodía saliendo de esta misma entidad demoníaca, melodía la cual se iba intensificando cada vez más y más en esos precisos instantes.

Aquella canción era conocida por Blanche bastante bien, seguramente la llego a cantar en más de una ocasión cuando era niña, y por supuesto le escucho en muchas más ocasiones gracias a qué los niños solían emplearla dentro de sus juegos infantiles. Sin embargo para los adultos como ella esta canción también tenía otros significados, pues se trataba de una apología a la peste negra que asolo Europa durante una de sus épocas más oscuras ¿Porque aquella muñeca estaba cantando aquello? ¿Acaso se trataba de una forma de decirle que todos iban a morir a causa de alguna enfermedad? Tal vez una enfermedad mental pues en esos momentos la mayoría de sus compañeros estaban pasando por situaciones en las que su cordura estaba completamente rota.

Por supuesto la mujer no tuvo tiempo de pensar o analizar mejor las cosas pues pronto, aquella canción comenzó a intensificarse e incluso distorsionarse a medida que la muñeca seguía cantando. Comenzando a incluso taladrar sus oídos y haciendo que sus sentidos cayeran ante la influencía que esta entidad emanaba, sin duda alguna tanto Jettie Learmonth cómo aquella figura de porcelana eran un nivel completamente diferente a todo lo que habían enfrentado en esa granja maldita...

Incluso para Cornelius, quién estaba completamente rendido ante la locura, era imposible no reaccionar ante la presencia de aquella mujer qué había aparecido de forma amenazante. El cuerpo completo del inspector de policía quedó helado ante la presencia no solo de aquella mujer sino que también de la muñeca qué está llevaba consigo y parecía que en cualquier momento aquellos ojos hiperrealistas se clavarían en el... esto le llevó a que su mente se hundiera todavía más en un intento de autodefensa, mientras observaba como su amada prometida se llevaba ambas manos a los oídos, completamente aterrada ante la presencia de Jettie Learmonth. -C-Cornelius... debemos irnos, ya... ¡Ya! Nuestra boda esta a nada de empezar ¿Recuerdas?-  la mujer comentó de forma alterada, Cómo si está fuera una simple proyección de su mente para indicarle que tenía que salir de allí antes que Jettie le hundiera mucho más en su demoníaca presencia.

Aunque su mente estaba completamente rota en esos instantes, el inspector de policía claramente recordaba todo sobre la señora Learmonth y por supuesto sabía que escapar de allí era una gran necesidad, hacerle caso a su mujer y a la imaginación de su propia mente era lo mejor que podía hacer si quería resguardarse de la cruel realidad que vivía dentro de aquella granja. Además ¿Que era mejor que escapar de allí junto a su prometida? Tenía que llegar a su boda después de todo, no podía perder el tiempo en ese lugar ni mucho menos desperdicíar ese momento tan feliz tratando de entender a aquella mujer loca y su muñeca. Aunque él mismo estuviera completamente loco sin siquiera saberlo, era mejor no saberlo...

Jettie, la niña-muñeca, aquella canción que tantas veces canté en mi infancia que ahora sonaba a pesadilla. Mi sangre se heló al igual que mi cuerpo. Durante unos segundos no supe reaccionar. No pude hacerlo. La canción de mi tierra natal resonaba en mi cabeza una y otra vez y fue mi fiel General quien logró sacarme de aquel estado.

- ¡TOQUE RETIRADA CORNETA MAYOR! - Exclamé sin dudarlo. - ¡NOS REENCONTRAREMOS CUANDO REUNAMOS MAS FUERZAS! - Ordené a mi ejército de arañas que huían del mal más que del fuego y ver como me hacían caso de nuevo me hizo sentirme más poderoso. Tanto que me giré hacia Cornelius, quien estaba subido a aquel caballo y le agarré con fuerza.

- ¡No eres digno de esta montura! ¡Solo un comandante en jefe como yo puede usarlo para dirigir a sus tropas! - Y tras exclamar aquello, tiré de Cornelius con la intención de clara de hacerle caer del caballo para montarlo y así poder controlar la retirada y la mía propia... - ¡Qué alguien me ayude antes de que se marche y me deje sin dirigir a mi ejército como debo! - Exclamé pidiendo ayuda a los demás para derribar a Cornelius, porque parecía estar demasiado bien sujeto a esa montura.

Qué narices…

Sus ojos iban pasando de aquella muñeca a Jettie de forma nerviosas. Aquellas cosas estaban dispuestas a todo para con tal de acabar con todo lo que se interpusiera en sus caminos, y por desgracia, el quinteto era una de aquellas cosas.

Las palabras de aquella mujer al dirigirse al guardabosques hicieron que sus ojos se abrieran aun más su podía. Sus palabras entraban en su cabeza, de tal forma que hicieron que con sus grandes manos apretara sus oídos para intentar, inútilmente, que sus palabras taladraran su cerebro.

Pero aquella canción… Aquella canción era mucho peor…

Cayó de rodillas, notando la lluvia en su espalda, quedando al lado de George. Sus manos seguían apretando sus oídos… 
Aun en contra de la obligación de su cerebro, Dexter levantó la cabeza clavando su mirada en la de aquella muñeca que seguía cantando. Sus ojos hicieron estremecerse aun más que con aquella tormenta.

— Qui… Quiero volver…
 

Era un todo, jamás lo reconocería incluso delante del mismísimo demonio. Estaba lleno de pecados, tantos que ni siquiera era capaz de cargar consigo, pero nunca iba a hacerse cargo de lo sucedido con Blanche porque había intentado manejar la situación, había dado lo mejor de sí y la inexperiencia de la chica les jugó en contra, el precio caro por el exceso de confianza se manifestó en un hachazo en medio de la espalda que ahora sangró sin cesar. 

Por ello apretó los dientes, se contuvo mientras que en su interior el caos comenzó a reinar con fuerza. Ya no era la tormenta solo, era todo el contexto en el que se encontraba y no era capaz de lidiar con tantos estímulos, con la decadencia misma de una situación que se le escapó de las manos como si fueran granos de arena. Se encontró perdido, lejano, ausente incluso en medio de la tempestad, haciendo eco sordo a las palabras de la mujer y a su alrededor, abrazado como chiquillo atemorizado debajo de la lluvia. 

Lo había intentado, con todas sus fuerzas y aún así, colapsó bajo el agravio de lo inevitable.