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Noche sobre Venecia

La Tempestad tras la Mentira

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28/02/2008, 19:01
Director

Poco a poco el otoño se vio forzado por las propias leyes de la naturaleza a ceder paso al invierno y el frío estrechó su cerco sobre la Dama del Mar. La noche pasada, la más fría del presente año, fue testigo de la primera nevada de la estación y, aunque leve y presurosa como el rubor de una joven, dejó los tejados y las riberas cubiertos de blanco. Sin embargo, durante el día de hoy un sorprendentemente cálido sol ha ido borrando durante la jornada toda huella de la nevada. Quizás a la noche vuelva a repetirse el proceso… poco queda para la hora oscura.

El sol se ponía ya sobre la laguna, arrojando sus rojizos destellos que iluminaban campanarios y pórticos. Las aves que ejercían su dominio sobre las islas, palomas, gaviotas y gorriones en su mayoría, retornaban ya a sus tejados buscando el cobijo necesario hasta el día siguiente. Los aromas de las especias en los mercados, en los que los comerciantes recogían ya sus mercancías, dejaban el protagonismo a las cálidas fragancias de los festines que se preparaban ya para la cena. Pronto sería el momento del anonimato, de la cara de porcelana, de las fiestas y el placer.

Para Alexandrya Erlenmeyer todo aquello carecía de sentido. Tras su último trabajo despertó en una cama solitaria, vacía, pues sin la presencia de Jacques cualquier lugar estaba vacío para ella. No recibió aviso alguno de su salida o de su ausencia, aunque él nunca lo daba. De eso hacía ya dos días y no había vuelto a ver a Jacques. No resultaba del todo extraño y no era la primera vez que su mentor desaparecía un par de días sin dar explicaciones, sin embargo algo en su interior le decía que esta vez era diferente. Algo había ocurrido. Tenía la incongruente certeza.

Por ese motivo se debatía como un león enjaulado en aquellas habitaciones, pasando de una ventana a la siguiente, esperando ver en algún momento el regreso de Jacques. Éste se produjo poco después de anochecer y Alexandrya no lo vio llegar. Era de esperar, a él nunca se le percibía hasta que era demasiado tarde. Unas llaves, la cerradura se abrió. Debía ser él.

Notas de juego

De momento postea sólo para el director hasta nuevo aviso. Gracias.

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28/02/2008, 19:13
Alexandrya Erlenmeyer
Sólo para el director

Notas de juego

¡Qué emoción! Lo haré, lo haré =)

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01/03/2008, 20:10
Director

Poco a poco el otoño se vio forzado por las propias leyes de la naturaleza a ceder paso al invierno y el frío estrechó su cerco sobre la Dama del Mar. La noche pasada, la más fría del presente año, fue testigo de la primera nevada de la estación y, aunque leve y presurosa como el rubor de una joven, dejó los tejados y las riberas cubiertos de blanco. Sin embargo, durante el día de hoy un sorprendentemente cálido sol ha ido borrando durante la jornada toda huella de la nevada. Quizás a la noche vuelva a repetirse el proceso... poco queda para la hora oscura.

El sol se ponía ya sobre la laguna, arrojando sus rojizos destellos que iluminaban campanarios y pórticos. Las aves que ejercían su dominio sobre las islas, palomas, gaviotas y gorriones en su mayoría, retornaban ya a sus tejados buscando el cobijo necesario hasta el día siguiente. Los aromas de las especias en los mercados, en los que los comerciantes recogían ya sus mercancías, dejaban el protagonismo a las cálidas fragancias de los festines que se preparaban ya para la cena. Pronto sería el momento del anonimato, de la cara de porcelana, de las fiestas y el placer.

Sin embargo, para Luchia Briani todo aquello quedaba demasiado lejos en estos momentos. El palazzio Briani hervía de actividad incluso a aquella hora tan tardía. Los criados iban y venían cargados con ornamentos y piezas de menaje para los preparativos. El señor, Pietro Briani había ordenado que todo estuviese listo para la celebración que tendría lugar la noche siguiente. Se trataba de un banquete para festejar el éxito de su última expedición comercial, la cual se había llevado a cabo con la colaboración de otros dos socios, y de camino echar a la cara de cuantos asistieran su reciente éxito y bonanza con un despliegue de lujo nunca antes visto. Al menos hasta ahí era lo que sabía Luchia y todo ello procedente de segundos labios y habladurías, pues su marido apenas le contaba nada sobre los negocios que llevaba a cabo. Se había enterado de que cuatro barcos procedentes de oriente habían atracado apenas dos días antes en la laguna, el cual era el mismo tiempo que llevaba Pietro sin pasar por el Palazzio. Estaba sola, sola con la servidumbre.

Precisamente Marcello, uno de los criados del señor Briani, que hacía las veces de su secretario personal, la informó de que un hombre la esperaba en el recibidor de la mansión.

-Mi señora, se trata de un hombre que dice trabajar para uno de los socios del Señor Briani. Por lo que parece viene de su parte y desea verla. – Luchia no fue capaz de percibir nada fuera de lo normal en las palabras de Marcello, aunque la propia petición en sí, así como al hora de la visita, si que resultaban bastante extrañas.

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01/03/2008, 20:34
Director

Poco a poco el otoño se vio forzado por las propias leyes de la naturaleza a ceder paso al invierno y el frío estrechó su cerco sobre la Dama del Mar. La noche pasada, la más fría del presente año, fue testigo de la primera nevada de la estación y, aunque leve y presurosa como el rubor de una joven, dejó los tejados y las riberas cubiertos de blanco. Sin embargo, durante el día de hoy un sorprendentemente cálido sol ha ido borrando durante la jornada toda huella de la nevada. Quizás a la noche vuelva a repetirse el proceso... poco queda para la hora oscura.

El sol se ponía ya sobre la laguna, arrojando sus rojizos destellos que iluminaban campanarios y pórticos. Las aves que ejercían su dominio sobre las islas, palomas, gaviotas y gorriones en su mayoría, retornaban ya a sus tejados buscando el cobijo necesario hasta el día siguiente. Los aromas de las especias en los mercados, en los que los comerciantes recogían ya sus mercancías, dejaban el protagonismo a las cálidas fragancias de los festines que se preparaban ya para la cena. Pronto sería el momento del anonimato, de la cara de porcelana, de las fiestas y el placer.

Sin embargo, para Gino Murano todo aquello quedaba demasiado lejos en estos momentos. Su situación actual hacía de él un hombre abatido y resentido con el mundo. Trabajaba para un hombre cuya ocupación, en la mayor parte de las ocasiones, era la trata de esclavos. Precisamente dos días atrás acababan de atracar en la laguna cuatro barcos procedentes de oriente que regresaban tras lo que podría considerarse el acuerdo más lucrativo que su patrón había cerrado desde que Gino trabajaba para él. Las bodegas de las embarcaciones venían repletas de Ducados, miles de ellos. Su patrón, junto con los dos socios con los que había compartido esta empresa, se relamía de placer y se frotaba las manos con el buen fin de la operación… y Gino sin embargo se encontraba hasta arriba de trabajo y papeles, los cuales debía poner en orden lo antes posible. Para mayor irritación por su parte, acababa de recibir un encargo de lo más extraño. Su patrón le había pedido que marchara al Palazzio Briani, mansión en la que vivía uno de sus socios, Pietro Briani, e hiciera entrega a su esposa, la Dama Luchia Briani, de un pequeño cofre y una nota en sobre cerrado. Debía identificarse convenientemente y dejar claro que tanto el cofre como la carta procedían de su marido.

Así, se embarcó en una góndola privada y se encaminaba acompañado por la cada vez más oscura noche al corazón de la bella Venecia.

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02/03/2008, 15:30
Signore Gino Murano
Sólo para el director

Cubierto por una oscura capa impermeable de buena calidad, el signore Gino se removía inquieto en su asiento de la góndola mientras esta se deslizaba por las calles de Venecia. Su instinto le decía que nada bueno podía haber en ese mensaje, para empezar porque se lo había entregado su poco moralmente aceptable patrón, a quien sufría más que respetaba, y para continuar porque le resultaba evidente que tal mensaje no procedía de su marido. El hecho de que, además, no fuera a poderse enterar de las maldades y maquinaciones que pudiera acontecer a su alrededor le sumia en un profundo malestar.

Finalmente, el signore Murano decidió que no podía simplemente dejarse llevar y hacer de vil mensajero. Debía saber el contenido del cofrecillo y del mensaje, y todavía conocía a algunos elementos que sin duda podrían ayudarle a desvelarlo. Con voz firme indicó al gondolero que torciera por las calles, encaminándose a un barrio mucho menos recomendable. Era una voz amable pero firme, que se reconoce como cordial, pero que se sabe que puede llegar a ser terrible. Al llegar a la vieja casa que era su destino, llamó a la puerta con la señal que le reconocía como un cliente fiable y dio instrucciones a Filippo, el barquero, para que aguardarse en la góndola discretamente. Su fidelidad a su persona, por supuesto, sería discretamente recompensada. Gino siempre había preferido usar los incentivos positivos al látigo, las fidelidades acaban pudiendo más que el propio dinero...

- Sólo hace falta un trabajo mediocre, ni siquiera muy bueno, para abrir esta caja sin dejar marcas y volver a sellar la carta si mayores problemas. Si se dan prisa jamás podrán sospechar nada...

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02/03/2008, 17:42
Alexandrya Erlenmeyer
Sólo para el director

Alexandrya se movió con inmediatez. Las sombras de la noche habían caído por las ventanas, y sólo unas trémulas velas alumbraban puntos estratégicos de las habitaciones. Ella nunca estaba en aquellas donde la luz trascendiera por las ventanas; nunca dejaba delinear su figura hacia el exterior, una defensa más de su colección. Y casi su sombra no se notaba, mientras atravesaba en puntas de pie los pisos de madera, de una punta a la otra, hacia la entrada.

Los ojos despiertos y abiertos, con una sensación a la mitad de la calma y la adrenalina, se llevó una mano a la pierna. Sus dedos diestros recorrieron la hoja del cuchillo hasta el mango, un punto intermedio de balance entre ellos, dispuesta a sacarlo al mínimo movimiento fuera de lo esperado. Dejó de caminar, se detuvo en el mismo silencio contra una pared que la amparaba, y permaneció en alerta.

Nunca podía bajar la guardia. Cualquiera podía conseguir una llave. No importaba cuánto pareciera que era Jacques, cuántos movimientos se le hubiera adelantado: nunca podía suponerlo hasta poder comprobarlo. Era una de las lecciones que más le había repetido, una de las palabras que más la había formado.

Nunca bajes la guardia; nunca te dejes llevar por lo impulsivo de los sentimientos. Úsalos para que sean tu fuerza, tu movimiento, pero no tu muerte.

Alexandrya todavía sentía el pulsar en su cuerpo de esa certeza extraña, irreverente. Jacques le había enseñado, también, a escuchar a su intuición como si fuera un razonamiento más de una cabeza fría. Los dos días de ausencia, acostumbrada ausencia, se habían hecho eternos y raros: confiaba plenamente en él y sus habilidades, nunca había tenido dudas a pesar que se preocupara de cómo estaba, de que siempre estuviera ansiosa esperando que regresara entero. Pero ese latido dentro, ese repetido latir que le llenaba los oídos y la mente, y le gritaba sobre que algo había sucedido…

Inhaló hondo. Parecían largos minutos desde que se había movido, pero sólo habían pasado segundos. Ése era su entrenamiento: ése era su arte. La puerta no había terminado aún de abrirse del todo. Nadie había pasado al interior todavía. Los pensamientos se agolpaban en su cabeza. La adrenalina agudizaba todos sus sentidos. Retuvo la respiración para bajar las pulsaciones, inclinó la cabeza, y esperó.

Si ponía un paso dentro sin decir limpia noche, su cuchillo recibiría al intruso.

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06/03/2008, 17:56
Jacques Bunsen

La llave hizo su trabajo y la puerta se abrió con un ligero chirrido. Las bisagras no estaban aceitadas con la intención de delatar a cualquiera que pusiese un pie en la estancia sin ser invitado.

Una sombra se proyectó hacia el interior de la habitación, apenas una silueta, pero más que suficiente para que Alexandrya reconociera en ella a su mentor. La joven cerró los ojos unos instantes, como él le había enseñado y se concentró en el segundo de sus sentidos. Su nariz le confirmaba lo que sus ojos habían leído en las sombras, el olor de Jacques, inconfundible.

-Limpia noche... aunque demasiado húmeda para mi gusto – la contraseña se vio alargada contra su voluntad por el carácter travieso y rebelde del hombre. Siempre jugueteaba al límite de las cosas.

Su voz fue la tercera confirmación que ponía rostro al cuerpo que aún no había atravesado la puerta. La clave fue la cuarta.

Jacques entró finalmente y dedicó a su pupila una cálida sonrisa. A pesar del loable intento por ocultar su fatiga y su desasosiego a Alexandrya no le pasaron desapercibidos los pequeños detalles: las ojeras muy marcadas que indicaban que había estado sin dormir toda la noche, quizás incluso las dos noches pasadas; la ausencia de brillo en su mirada que únicamente desaparecía cuando se veía asaltado por una gran preocupación; la lentitud de sus movimientos que... ahora que lo pensaba jamás le había visto moverse de aquella forma. Estaba como aletargado.

Jacques volvió a sonreírle. Todas sus preocupaciones volaron.

-Veo que te mantienes en alerta a pesar del tiempo transcurrido desde mi marcha. Bien eso está bien. Siento haber tenido que estar fuera tanto tiempo. – alargó su mano para acariciar con el dorso frío la mejilla derecha de Alexandrya -. Mañana por la noche tenemos un trabajo.

Aquello era típico de él. Un halago y una frase neutra. Sin decir más se dirigió hacia la sala contigua y se dejó caer pesadamente sobre el camastro, aunque no obstante mantuvo sus ojos clavados en los de ella.

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06/03/2008, 18:17
Director

Aún podía recordar la contraseña: tres golpes en el marco, espaciados, y al finalizar un simple comentario sobre la humedad del tiempo.

La puerta se abrió a los pocos instantes y un rostro vivaz, aguileño, escrutó al hombre que se encontraba frente a ella. Tras escuchar las palabras del signore Murano asintió con la cabeza y extendió la mano para tomar ambos objetos junto con el pago establecido por ello. Con el cofre, la carta y el dinero en posesión de su anónimo anfitrión la puerta volvió a cerrarse dejando al comerciante en la frialdad de la calle.

El tiempo fue pasando y Murano comenzó a preguntarse en lo que podría llegar a ocurrir si una vez abierto el cofre su contenido fuese demasiado tentador para las manos que lo manipulaban. ¿Y si le cambiaban lo que ocultaba en su interior? Él no lo había visto anteriormente con lo que no se daría cuenta de ello. Tendría problemas, graves problemas. Y lo peor era que no podía acusar a nadie pues se descubriría a sí mismo. Sin embargo no siguió por ese camino argumental y dedicó su mente a otros asuntos. Nada ganaba preocupándose por ello ahora que ya no había vuelta atrás.

Cuando la puerta volvió a abrirse poco después el mismo hombre de antes volvió a aparecer ante él. Le hizo entrega del cofre y la carta y ambos se veían exactamente igual que antes de haber salido de las manos del comerciante.

-El cofre contiene un colgante con un gran rubí incrustado en él. Su valor es bastante elevado. El contenido de la carta está copiado en este trozo de papel – sin decir más y sin esperar respuesta por su parte, el desconocido entregó un documento a Murano y la puerta se cerró de inmediato.

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06/03/2008, 19:34
Signore Gino Murano
Sólo para el director

- Ve hacia el Palazzio Briani, date prisa y olvida lo que has oido, si alguien lo descubriera nos azotarían a ambos -dijo con frialdad no encubierta Gino.

Un valioso rubí. No me extraña que haya sido tan escueto, no debe querer tener nada que ver con el asunto, un rubí es demasiado valioso para que alguien como él pudiera venderlo fácilmente y no podría deshacerse de él antes de que hubiera un escabroso ajuste de cuentas. Pero el rubí sólo le habría puesto nervioso, ¿qué es lo que pone la carta? ¿qué me tenía reservado mi "señor"? -su mente era un torrente de pensamientos agitados.

Mientras el gondolero dirigía hábilmente sus esfuerzos para llegar cuanto antes al palacio, Gino se acomodó de nuevo en su asiento, desplegando con gran cuidado el trozo de papel. La curiosidad le invadía los sentidos, quería saber el contenido de la carta, ansiaba averiguarlo todo...

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06/03/2008, 21:26
Dama Luchia Briani
Sólo para el director

¿Le habrá pasado algo? Igual por ese motivo se ha estado retrasando, si fuese eso, es normal que hayan mandado a este señor a estas horas para hablar conmigo. Las malas noticias … Quizás … ¡No, no! Tengo que dejar de pensar de esta manera.

No llegaba a entender porque no aceptaba su vida, ¿por qué no era capaz de aceptar todo lo que la rodeaba? Sabía, desde muy temprana edad, que ese sería su destino. Había nacido mujer, así que su felicidad no importaba. Cuando fuera mayor la casarían con quien les interesara y debería dejar que otros, su padre y luego su esposo, dirigieran los hilos. No comprendía porque no podía dejarse llevar por la corriente, de esa forma, todo sería mucho más fácil.

-Lo recibiré en la biblioteca. Acompáñelo, Marcello.

Terminó de revisar la selección de aperitivos para que Marcello se hiciese cargo (no le gustaba dejar las cosas a la mitad, siempre y cuando pudiese evitarlo), y se dirigió hacia la biblioteca con paso firme intentando reprimir cualquier pensamiento o ilusión sobre la visita que la esperaba. Aunque era una empresa bastante difícil, ya que todo aquello que la envolvía le recordaba que éste no era su lugar, o al menos, que no quería que fuese su lugar. Todo le resultaba absurdo: el bullicio, las carreras, los insensatos y pretenciosos arreglos para la fiesta…

Ni siquiera se ha molestado él mismo en decirme nada, ni siquiera ha pasado por aquí. ¿Qué pretende mañana? ¿Aparecer como un invitado más? Claro que no. Llegará diez minutos antes de que todo empiece, lo revisará y mostrará su desacuerdo, al menos, en la mitad de los detalles que él mismo no ha sido capaz de prever. Su toque debía estar en todo.

Cuando deambulaba por las habitaciones observaba todo aquello que su esposo había elegido o “aprobado” con cierto aire de solemnidad. Todo había sido seleccionado con mucho cuidado. Siempre había sabido con precisión lo que le gustaba y lo que quería. Todo lo que la rodeaba era un reflejo de Pietro, veía su mano por doquier.

Se paro delante de la puerta de la biblioteca, tomo aire y entro con aire majestuoso.

-Buenas noches. Por favor, le ruego disculpe la demora, señor…

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07/03/2008, 12:49
Director

Recostado contra el asiento de terciopelo rojo de la góndola y arrebujado en su capa de invierno Gino abrió el documento que le habían entregado.

“Aquello que tiene un valor por encima de lo excepcional ha sido creado para permanecer en cercanía por lo que os ruego que luzcáis este colgante para la fiesta de la noche de mañana.
Vuestro con Amor...“

Al tratarse de una copia y no del original le fue imposible reconocer por la caligrafía del mismo si el mensaje había sido escrito por Pietro Briani, el marido de Luchia, o por su propio señor, Iacomo Slanciato. Muy capaz era de ello, pero ¿qué pretendía de ser así? ¿Quizás éste estuviera enamorado de la mujer de su socio? ¿Había una tercera persona y quizás Iacomo tan sólo era un intermediario?

La verdad le era esquiva a Gino que pasó casi todo el trayecto hasta el Palazzio Briani meditando sobre la cuestión.

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07/03/2008, 13:23
Signore Gino Murano
Sólo para el director

No veo a mi señor haciendo las veces de intermediario. Apostaría por una intriga ya sea por la dama ya sea por obtener algo a ella asociado. ¿O tal vez sembrar la discordia en la casa Briani? En cualquier caso yo soy fácilmente identificable como siervo suyo, así que no le importa ser reconocido como el que ha hecho llegar el mensaje y el collar. Por más que lo pienso no logro ver la razón de este encargo... Y el dejar claro que tanto el mensaje como el cofrecillo venían de parte de su marido, no me tranquiliza nada. Por mucho que me desagrade estoy obligado a ser partícipe, nada puedo hacer... ¿o tal vez sí? -meditando, meditando, la góndola se acercaba ya al Palazzio Briani.

Tras detenerse la góndola en su atracadero, Gino agradeció al sirviente su trabajo con el gesto y con una cálida mano en su hombro, llamó a la puerta y esperó a que le contestaran.

Debo conseguir llevarle en persona el cofrecillo y ver la nota para reconocer la letra, aunque también podría haber sido falsificada, siendo socios tiene oportunidad de haberse hecho con algún papel que le permita copiar la letra. Dios, cómo me molesta no saber lo que va a pasar ni el porqué. Tal vez la Dama comente algo que pueda ser útil y las sugerencias de un siervo siempre pueden ayudarla... -pensó durante los últimos momentos antes de acceder a la gran casa.

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10/03/2008, 11:58
Director

Gino no tuvo que esperar demasiado pues al poco de llamar a la puerta ésta se abrió a pesar de lo tardío de la hora. Un criado vestido con una librea bastante lujosa apareció ante él y le inquirió por el motivo de su visita. Al identificarse y solicitar ver a la Dama Luchia Brianni el criado le respondió que debía esperar mientras consultaba a la señora si ésta deseaba recibirle.

Así pues Gino quedó de nuevo esperando ante una puerta cerrada, comenzaba a convertirse en una costumbre en esta fría noche.

Finalmente la puerta volvió a abrirse y el criado le permitió acceder al edificio.

-La señora Briani le recibirá en la biblioteca – le informó de forma escueta. El tono de voz del sirviente no era desagradable, pero parecía haberle molestado tener que ocuparse de un invitado tan entrada la noche. Se trataba del mayordomo principal de la casa, Gino le había visto en alguna ocasión haciendo también las veces de secretario del señor Briani.

El sirviente le guió hasta una amplia estancia lujosamente decorada. Gino estaba acostumbrado a la ostentosidad de la que los nobles venecianos hacían gala, no en vano él se había codeado de cerca con varios de ellos, sin embargo le sorprendió la magnificencia de la habitación: alfombras persas, cristal de Murano, lapislázuli afgano, pinturas de Bellini… ¡Sin contar con la exclusividad de los libros! De un simple vistazo pudo observar varios ejemplares cuyo valor superaba con creces el patrimonio de una familia media de comerciantes venecianos.

Luchia Briani no se encontraba aún en la estancia. El criado le pidió que tomara asiento y le sirvió a Gino una copa de vino español.

-Con su permiso yo me retiraré, enseguida llegará la señora Briani.

Y efectivamente así fue. Gino no tuvo que esperar demasiado pues una puerta se abrió y por ella entró la dama. Apareció con aire magestuoso.

-Buenas noches. Por favor, le ruego disculpe la demora, señor...

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10/03/2008, 12:00
Director

Notas de juego

Bien, ambos os encontráis ya en la biblioteca. La Dama Luchia Briani acaba de entrar y con su frase solicita a Gino Murano que se identifique.

Os pido que en vuestro primer mensaje incluyáis una breve descripción física del personaje.

Gracias.

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10/03/2008, 14:05
Signore Gino Murano

Gino nunca había sido especialmente agraciado en el apartado físico, pero al quedar marcado por la enfermedad, su piel es ahora desagradable sólo de mirar. Tiene una cara rechoncha y barbuda, brazos regordetes, piernas cortas y piel blanca donde no está marcada. Ojos verdes y pelo rubio lo delatan como fruto del intercambio cultural y genético con el Sacro Imperio. Sus ademanes tranquilos pero seguros dejan entrever una personalidad fuerte pero agradable y es poseedor de una etiqueta encomiable, a juego con sus ropas impecables.

- Ambrogio, Ambrogio Murano, pero podéis llamarme Gino, todo el mundo lo hace. Sirvo como mayordomo de Iacomo Slanciato, socio de vuestro marido. Me ha pedido que os entrege este cofre y mensaje de parte de su marido -dijo remarcando esa última parte. Excepto por ese último detalle, su voz ha sido afable y tranquila, pero sin titubeo alguno.

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10/03/2008, 18:48
Dama Luchia Briani

La dama Luchia Briani lleno la sala con su armonía y fragancia e hizo que todo aquello que la rodeaba (los caros jarrones, las vistosas flores, los ricos cuadros…) se apagara en contraste con su esbelta figura. Su pálida tez resplandecía gracias al juego de colores que formaban su elegante vestido, rematado por un chal, y su generosa melena pelirroja dispuesta en un intrincado recogido, solo roto por un mechón rebelde que le caía por la espalda.

- Encantada de conocerle, Señor Murano.

Sus vivos y almendrados ojos verdes examinaron a su visitante con desconfiado interés mientras que recorría la distancia que la separa de un elaborado cordón de terciopelo trenzado con delicados hilos dorados y burdeos. Tras un pequeño tirón apareció una grácil doncella a la que la Señora Briani le requirió una copa de vino y unos canapés de queso.

- Por favor, tome asiento. Le ofreció la Dama indicándole el recargado sillón que se encontraba al lado de la ventana mientras que ella se instalaba en el opuesto para así poder tener una vista de ambos (del señor Murano y del paisaje nocturno que pocas horas antes había estado del color de la leche).

Pasados un par de minutos la silenciosa doncella regresó y acomodó la demanda en una coqueta mesita que reposaba entre ambos, tras servirle, primero a su señora y a continuación a su invitado, se retiró con el mismo mutismo con el que entro en la habitación.

- Y dígame… Se sirvió un diminuto canapé que olía a gloria y miro a su interlocutor con sus expresivos ojos. ¿Dice usted que es “de parte de mi marido”? ¿Acaso le ha visto usted?

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10/03/2008, 19:37
Signore Gino Murano

- No, no le he visto. Y debo decir que me ha extrañado sobremanera que mi señor me haya encargado esta tarea, pues con la llegada de los navíos me encontraba muy ocupado con la contabilidad. En cualquier caso, tome -dijo el marcado sirviente alargándole una nota y una cajita- No sé qué pueda ser tan importante como para apartarme de mis obligaciones y, de hecho, si no es mucho preguntar, ¿ha sucedido algo trascendente entre mi patrón y su marido? ¿acaso le ha pasado algo a su esposo? No alcanzo a comprender porqué no es él el que le entrega esto en persona o por qué no lo hace uno de sus propios criados...

Gino habla como criado, conocedor de su posición, pero sus ademanes, su voz segura aunque cordial, su refinamiento y etiqueta, indican algo diferente en él. Bien su educación es exquisita para su extracción social, bien podría haber aprendido y tener un talento excepcional o tal vez haya ostentado mayor estatus del que ahora tiene. Desde luego su ropa -aunque ensombrecida por la horrenda apariencia de su usuario- denota cuanto menos estilo, gusto y conocimiento de las modas, algo especialmente loable para un simple mayordomo.

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12/03/2008, 14:56
Alexandrya Erlenmeyer
Sólo para el director

Alexandrya había tratado de contener la sorpresa de sus ojos, pero le había sido totalmente imposible. Imposible como disimular el leve temblor de su piel en contacto con ese dorso frío, de aquella mano grande y masculina de yemas ásperas y diestras. Y en ese momento, en el cual seguía de pie totalmente ida tras que Jacques le hablara, sus ojos sólo reflejaban el poderoso afecto que le tenía.

Ocultó ese momento de vulnerabilidad en un gesto que le hizo desviar la vista, un contingente de preguntas delegándose para algún otro momento de la noche. Pero se preguntó por qué la miraba tan fijo, si eso Jacques nunca lo hacía; apenas lo volvió a mirar, dándole la espalda, caminando para salir de la habitación.

- Imagino que no has comido. No te levantes, te lo prepararé – dijo, sin esperar su respuesta, y salió.

El magnetismo en los ojos de Jacques estaba esa noche más exacerbado que nunca. Y una vez sola en una habitación contigua, fuera de su presencia, el peso de esas irregularidades acosaron a Alexandrya como si hubiera alguien respirándole en la nuca. Pensó en ello mientras agarraba los platos que había dejado preparados, esperándolo, y los ponía en orden sobre la cuidada mesa de madera maciza tallada; trató de hacerse una idea de por qué sus movimientos podían estar tan aletargados.

Debe ser cansancio, se dijo a sí misma, antes de que la preocupación le inundara el cuerpo. Jacques era muy resistente como para que sólo dos días de trabajo y una noche en vela le pegaran de esa manera. Algo le debía haber pasado en medio; se debía haber visto envuelto en algo demasiado grande o terrible como para que lo hubiera dejado de esa forma.

Jacques...

Dejó las cosas, acomodadas y servidas. Tomó la botella de vino abierta, y con ella sirvió una copa. Sus pensamientos se escurrieron como el líquido oscuro, de la botella al cristal, ahogándose en un movimiento. Con la copa en la mano, volvió a la habitación donde había dejado a Jacques, porque no tenía ningún motivo para pensar que él no la hubiera esperado allí sentado; y se la extendió, sentándose en una silla frente a él, mirándolo a los ojos.

- Debes descansar, por favor... – dijo, tan suave que casi fue sólo el mover de sus labios. Y sin reparar en ello, pues toda su atención estaba concentrada en cada detalle de Jacques, continuó. – Bien. ¿Mañana a qué hora?

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13/03/2008, 17:05
Dama Luchia Briani

- Señor Murano, me parecen muchas preguntas por su parte, sobre todo, siendo usted el que viene a mi casa a estas horas y sin previo aviso. Luchia tomó otro sorbo de su copa y la deposito sobre la mesita mientras que con una mirada serena se dirigía a su visita Dígame, ¿por qué tanta prisa por venir a entregármelos? Hizo una corta pausa y con su melódica voz añadió: ¿Tan urgente es que no podían esperar a ser recibidos a una hora más adecuada?