Del mismo modo que una gota de agua forma ondas en un lago al caer sobre su superficie, mi danza no tarda en verse reflejada en Lavonne. Es como si una energía invisible hubiese pasado de mi cuerpo al suyo, y la grácil mujer se levanta sobre las fuertes puntas de sus pies como si la gravedad no tuviese ningún poder sobre ella. Y desde ese momento, es libre; baila siguiendo el ritmo que existe únicamente en nuestras mentes. Mis sentidos preternaturales son capaces de atrapar los indicios sutiles de su movimiento, y ajusto de manera casi inconsciente mi propio ritmo, mi propia velocidad, de modo que, aunque los pasos y gestos del uno no sean un reflejo exacto de los del otro, nuestra sincronía es perfecta, casi imposible. No tardamos en intuirnos mutuamente, alcanzando una conexión que es difícil de describir. La miro, y ella me mira a mí. Una infinidad de sensaciones parece fluir del uno al otro, al principio como un goteo, finalmente como una lluvia torrencial aunque completamente silenciosa. Ella me está hablando sin palabras, y yo quiero creer que entiendo lo que me está diciendo, y albergo la esperanza de que ella sepa ver el mensaje que se esconde detrás de mis miradas, de la sinuosa expresión de mis miembros y la sequedad anhelante de mi interior frío.
En el momento en que Lavonne se aproxima girando hacia mí, yo viro instintivamente sobre mí mismo y me alejo unos cuantos pasos con ligereza, como si su tornado me estuviese arrastrando. Pero de algún modo, la semielipse de mi rumbo acaba por llevarme justo frente a ella. Mi mano vuelve a estar tendida. Ella la toma.
Ese es el momento en que dejo de pensar.
Nuestros cuerpos se mueven ahora como dos aspectos distintos de una misma realidad. Extiendo mi otra mano, y su palma toca la mía, como si ambos intentásemos atravesar una pared invisible para otros sentidos que no sean los nuestros. El contacto entre los dos es suave y tibio como la cera. Es casi como si una especie de electricidad se extendiese por nuestras pieles, de una piel a otra piel, de un corazón a otro, y no fuese necesaria más vía de comunicación que ese simple estar, esa extraña y fascinante comunión. Un peso empieza a crecer en mi interior, una sensación energética, reconocible al principio, pero que poco a poco comienza a abrumarme, incluso a mí mismo. Me sorprendo sintiendo con mayor intensidad que jamás en mi vida, como si el centro de mis emociones se hubiese convertido en una forja incandescente, inagotable. Durante un momento de desconcierto, abro la boca para respirar, como si me faltase el aire, o mejor dicho, como si mis pulmones, como si todo mi cuerpo, no fuesen lo suficientemente grandes para albergar todo el mar de sensaciones que fluye a través de mí. Mis ojos se recubren nuevamente de una fina y brillante pátina escarlata. No sé qué es lo que me está sucediendo.
Me da igual.
Decidido a dejarme consumir por esta extraña y casi insoportable sensación de extrema emotividad, bailo con una sonrisa resplandeciente, con una mirada relampagueante. Joven. Puro. Giro con Lavonne, y lo único que puedo hacer es dejarme llevar. Cerrando los ojos, extiendo los brazos y me ilumino en la oscuridad alumbrada por infinitud de colores hipnóticos. Libre. Hermoso. Mi cuerpo se funde con el estruendo vital de la música que golpea mi corazón. Salvaje. Primordial. Siento ganas de reír, de llorar, de gritar, de enloquecer, de morir de puro agotamiento y sobrecarga emocional y sensorial. En el más profundo abandono, tomo a Lavonne por la cintura y la alzo como a una estrella fulgente recortada contra el firmamento. Aunque solo es ella la que está en el aire, yo también estoy volando.
Sus pies descalzos y livianos se posan en la tierra húmeda, y yo continúo sujetándola con suavidad. Al instante de locura le sigue la inmovilidad más absoluta y silenciosa. Pasan varios segundos sin que haya entre nosotros más interacción que la intensidad de nuestras miradas.
—¿Quién eres? —pregunto, intoxicado.
Desde el momento en que tomó su mano, aceptando aquella irresistible invitación a perder la conciencia, fue consciente de ello, del error indecible al que acababa de entregarse no sólo en cuerpo sino también en alma, y de lo poco que importaba ya. Porque nadie que hubiese tenido el privilegio de contemplarles en aquel instante, buscándose en la trémula oscuridad, habría podido negar la existencia de algo divino y sagrado en ellos, algo a lo que se suponía que habían renunciado al beber por primera vez. Pero allí, en ese instante, no había lugar para el pecado o el remordimiento. No había hueco entre ellos y sus cuerpos para nada más que no fuese descubrirse sin palabras, tan sólo en un baile indeciso donde el uno era la extensión del otro, fundiéndose en una melodía que les había sido prohibida, a cada cual de una forma diferente.
Se dejó llevar, seducir, permitiendo que la Sangre obrase su magia dictando el ritmo, navegando entre las intenciones de Sebastian y su cuerpo, descubriendo hacia dónde quería llevarla y el gozo pletórico que reverberaba en cada fibra de su ser. Podía notarlo crecer, despertar como el último amanecer que había visto: al principio tímidamente, tintando el cielo en pinceladas suaves para después, en un estallido inesperado, refulgir con un rugido entre colores vivos y brillantes llenos de matices indescriptibles que uno tan sólo podía contemplar sobrecogido de asombro. Y no pudo sino dejarse contagiar por su exuberancia, intoxicada por algo inexplicable que allí estaba ocurriendo, entre ellos, algo efímero y tan frágil como un sueño que había olvidado hacía demasiado tiempo. Dejó que su cuerpo y sus movimientos respondiese acorde a ello, haciendo uso de aquella gracia felina para sentir plenamente y sin restricciones bajo aquellas manos que la llevaban con firmeza y seguridad, y también con una delicadeza infinita. Y no pudo evitar preguntarse si era real, si de verdad uno podía sentirse tan liviano y poderoso a un mismo tiempo en aquel diminuto cascarón de carne y hueso, y si él también lo sentía como un tambor a punto de estallar en el pecho.
Con cada giro y cada recogida, Lavonne volvía a hacia Sebastian como un imán, como si alejarse de aquel roce exquisito fuese la peor de las torturas. El ansia por descubrir más de aquel hombre que acababa de irrumpir como la tormenta y a quien parecía poder leer y averiguar con la claridad del agua cristalina, se revolvía en su interior junto a una miríada de sensaciones que amenazaban con desbordarse como una presa a rebosar. Y ocurrió en el instante en que él la levantó hacia el cielo sin dificultad, acercándola a las estrellas como nadie antes, para después devolverla al suelo.
Y no quedaron testigos de que aquello acababa de ocurrir salvo ellos mismos.
-No lo sé… -pronunció de forma ahogada cuando él rompió la frágil estela de silencio.
Respiraba con dificultad, su pecho alzándose y dejando escapar el aire y la vida que acababa de darle para volver a empezar de nuevo. Y era extraño porque parecía tan perdida como encontrada, mirándole como si fuese lo único que existía en el universo, con un deseo impronunciable muerto en sus labios mientras sus manos, que descansaban en su antebrazo, se atrevían a recorrer la firmeza de sus brazos y hombros hasta encontrar la la línea de la clavícula que unía con su cuello. Se detuvo allí, extasiada, en un instante que deseó prolongar indefinidamente, sintiéndose pequeña e inmensa a un mismo tiempo.
-Pero sé una cosa -confesó quedamente, sosteníendole la mirada un instante más antes de apartarla. Cerró su abrazo en su cuello suavemente, con gentileza, suprimiendo el escaso espacio que había entre ellos hasta que pudo sentir su aliento sobre su piel, y se acercó a su oído para compartir en un susurro frágil aquel secreto indecible que le quemaba por dentro como un fuego consumiendo su más profundo ser. - Quiero despertarte. Quiero que vivas de nuevo. Quiero que sepas quién eres tú.
Yyyyy... ¡Corten! Damos por finalizada la escena. Este final es un remate fabuloso a toda la tensión que se ha ido generando, así que sería una lástima estropearlo con un post más. De modo que lo dejamos aquí, con vistas a desarrollar más la relación entre nuestros personajes a lo largo de la historia. Dires, espero que os haya gustado tanto leer esto como nosotros hemos disfrutado al escribirlo. ¡Un abrazo! ^^