Thylea se encuentra al otro lado de una gran extensión de océano, más allá de las fronteras del mundo conocido. Es una tierra de gran belleza y esplendor ancestral, virgen y lejos de la mácula de la civilización desde los albores de los tiempos.
Thylea a veces es llamada "La Tierra Perdida" o "La Tierra Olvidada". Consiste en un gran masa continental central que se estrecha en penínsulas y se encuentra rodeada por de cientos de islas. Más allá de sus confines, un océano conocido como "El Mar del Olvido" sin fin aparente se extiende en todas direcciones.
Imponentes ruinas, lagunas relucientes y enormes estatuas salpican el paisaje de Thylea. Bestias enormes deambulan sus llanuras, y criaturas mágicas acechan en sus bosques. Las tribus de centauros luchan por el control de las estepas, y humanoides con aspecto de reptil se enzarzan en combate por el control de las islas.
Aunque Thylea es una tierra con una larga historia, la mayor parte se ha perdido. En el corazón del archipiélago la Diosa Madre, en la forma de un colosal árbol, vela por su creación. También se la llama Thylea, pero su verdadero nombre se ha perdido en el tiempo. Sus hijos, Sidón y Luteria, los Titanes Mellizos, habitan en los confines del océano y son los amos de todo bajo el infinito extensión del cielo.
En los siglos previos a la fundación de Mytros, los mortales no tenían verdadero dominio sobre las indómitas tierras de Thylea. Cuando por casualidad o destino los elfos, enanos y humanos terminaban siendo escupidos por el mar en las costas de Thylea, sus armas les fallaban y su magia dejaba de funcionar. Habían sido olvidados por sus dioses, y se veían forzados a vivir como mendigos entre las razas feericas.
Intrigados por los extraños refugiados, las ninfas y los sátiros les ofrecieron su hospitalidad, y muchos pequeños asentamientos comenzaron a fundarse. Los centauros sin embargo, les ofrecieron un conflicto sin cuarteles, y los cíclopes a menudo devoraban a los hombres de un solo bocado. La vida en Thylea era corta y brutal para los llamados "intrusos" de tierras lejanas.
Durante esta era, los Titanes Mellizos blandían grandes poderes, totalmente diferentes a lo visto desde los comienzos del tiempo. Sidón era venerado como el Señor de las Tormentas, conjurando vendavales apocalípticos con su mano izquierda y terremotos cataclísmicos con la derecha. Su hermana y esposa Luteria ejercía dominio sobre las tierras de los sueños, y se decía que su voz daba vida a los muertos.
Temiendo su erradicación, los desesperados colonos mortales construyeron altares a Sidón y celebraron festines en honor a Luteria. Miles de sacrificios se dedicaron al Señor de las Tormentas, y libaciones de vino se le ofrecieron a la Dama de los Sueños en cada comida. Los mellizos permanecieron inconmovibles al comienzo, pero con el tiempo le tomaron el gusto a la persistente adoración de los desamparados colonos.
A cambio de su devoción, los Titanes les ofrecieron Juramentos de Protección, que los escudaban de los peores destrozos y asaltos perpetrados por los centauros y los cíclopes. Sus asentamientos así perduraban, pero siempre a merced de los Mellizos. Y así ocurrió durante cientos de años.
Un fatídico día, un grupo de poderosos dragones de bronce arribó a las costas de Thylea, cada uno llevando a un campeón del Viejo Mundo sobre su lomo. Estos eran los legendarios guerreros conocidos como los Señores del Dragón, y con tras su llegada preconizarían un levantamiento que cambiaría para siempre la historia en La Tierra Olvidada.
Apenas unos pocos años después de su llegada, varias pequeñas ciudades habían sido fundadas, y media docena de incipientes reinos habían surgido a lo largo de los caminos del Oeste. Los Señores del Dragón establecerían poderosas dinastías, y los mortales que una vez habían vivido temerosos de los Titanes ahora abandonaban sus templos y se erguían con orgullo.
Los Señores del Dragón eran el símbolo de esperanza para la gente asediada por una tierra hostil. Cada vez que un asentamiento mortal era arrasado hasta los cimientos por los centauros o los cíclopes, los Señores del Dragón se encargarían de devolver el favor a los atacantes. A través de inviernos despiadados, veranos infernales e incesantes asaltos de las razas nativas, los Señores del Dragón lucharon sin descanso, y la gente de Thylea prevaleció.
En todos lados los dragones eran recibidos con gritos de adulación. Cuando se los avistaba sobrevolando los cielos, eran alabados como salvadores, y grandes canciones y banquetes eran llevados a cabo en su honor. Eran verdaderamente algo que ver, con sus radiantes escamas broncíneas resplandecientes como el fuego. Ser visitado por uno de los dragones era ser bendecido, y ningún lugar era tan bendecido como la Ciudad de Mytros.
Pero los grandes poderes que gobernaban Thylea se tornaron celosos. Sidón y Luteria, los Titanes Mellizos, hijos inmortales de la Diosa Madre, amasaron enormes armadas para erradicar la ciudad. Los Señores del Dragón respondieron uniendo a todos los mortales de Thylea en un asalto coordinado contra las razas nativas, y así comenzó la Primer Guerra.
Las historias de la Primer Guerra son vagas, habiendose transmitido a través de los siglos en formas de deteriorados pergaminos y tergiversadas tradiciones orales. Lo que se sabe con certeza es que las razas nativas fueron exiliadas. Los centauros se retiraron a las estepas, mientras que los sátiros huyeron a los bosques. Los Gygans, una antigua civilización de cíclopes fueron aniquilados, dejando tras de sí solo las desmoronadas ruinas de sus ciudades.
El costo de la victoria sin embargo fue alto, para cuando la guerra terminó, hasta el último de los dragones había muerto defendiendo la ciudad que más amaban. Aunque los Señores del Dragón son recordados como los grandes héroes de esta era, sus nobles dragones han pasadoa venerarse como espíritus guardianes. La sangre de su sacrificio se entreteje en las piedras de Mytros, que hasta este día se dice que, al ponerse el sol, durante unos instantes brilla como el bronce radiante.
Quizás lo más milagroso de todo fuera sin embargo la aparición de los Cinco Dioses. Estas figuras inmortales descendieron de los cielos cuando la batalla amenazaba con derrotar a los Señores del Dragón. Algunos sostienen que se trataban de la manifestación del deseo de la mismísima Thylea por proteger a sus hijos inmigrantes. Lo cierto es que tomaron la forma de hombres y mujeres mortales, pero en sus ojos llevaban el resplandor del fuego divino.
Cada uno de estos nuevos dioses manifestaba una porción del poder que una vez había pertenecido a los Titanes. Pythor, el Señor de la Batalla, tomó las riendas de los centuriones de Mytros y, tras muchas cruentas batallas, logró derrotar las armadas de las razas nativas. Cuando la última lanza fue ensartada en el corazón del Rey Gygan, los Cinco Dioses cayeron en un ensueño profundo, para recuperar sus fuerzas. La ciudad, parecía, estaba a salvo.
Pero Sidón y Luteria juraron venganza. Las montañas se sacudieron, y los mares hirvieron de furia, y escalofriantes y terribles pesadillas se cernieron sobre las armadas mortales. Tal era la ira de los Titanes que su contragolpe amenazó con destruir los cimientos de Thylea.
Al final, Mytros, la Diosa del Amanecer, se sacrificó y ascendió nuevamente a los cielos para poder salvaguardar a su amada ciudad de la destrucción.
Habiendo perdido sus monturas, los Señores del Dragón comisionaron una flota de barcos de guerra, y zarparon hacia el mar. La más grande de estas naves fue llamada Ultros, y fue capitaneada por Estor Arkelander. Se dice que el barco llegó navegando hasta las profundidades del inframundo, donde Luteria duerme en su trono de diamante. Se dice que los otros Señores del Dragón ascendieron Praxys, la Torre de Sidón, desde donde el Señor de las Tormentas todo lo ve.
Muchas canciones sobre las pruebas y dificultades que enfrentaron los Señores del Dragón son cantadas hoy, pero pocos pueden realmente contar qué es lo que ocurrió durante su viaje final a través del Mar del Olvido.
Los clérigos de Mytros siguieron aguardando por los signos del inminente apocalipsis, pero una noche, durante el solsticio de invierno, los mares hirvientes se calmaron nuevamente y las pesadillas llegaron a su fin.
Unos cuantos días después, una nave negra atracó en el puerto de Mytros, transportando los cadáveres de la mayor parte de los Señores del Dragón. La nave se encontraba bajo el mando de Damón, un poderoso mago que había servido a los Señores del Dragñon durante la Primer Guerra. Se hallaba mortalmente herido, y no dijo ni una sola palabra. Sin embargo, si dejó tres preciosos objetos en el Templo de los Cinco, y luego desapareció junto con su nave y los cuerpos de sus camaradas caídos.
Uno de los objetos que Damón traía era un rollo de pergamino, donde se encontraab escrito el Juramento de Paz.
El juramento fue causa de grandes celebraciones, pues Sidón y Luteria habían jurado no tomar venganza contra los mortales de Thylea durante un periodo de 500 años, siempre y cuando los sacrificios diarios a los Titanes se reanudaran y que sus templos fueran mantenidos y honrados como correspondía.
NdT: El libro no es claro, supongo que que DA corresponde a "Dark Ages", y que CE debe ser "Current Era", siendo esta la cronología usada por los colonos.
NdT 2: es probable que aquí y en otros lugares lean "Thylea Central", ésta es la traducción que he podido darle a la región de las Heartlands, ya que la versión más literal "Las tierras del corazón" no suena adecuado, y "El Corazón de Thylea" aunque transmite un significado similar, es el nombre que recibe un lugar específico que además se encuentra fuera de esa región.
El Reino de Mytros
La ciudad de Mytros fue el primer asentamiento fundad por los Señores del Dragón. Se encontraba protegido por la Diosa del Amanecer, y poco a poco creció hasta transformarse en un poderoso reino tras el final de la Primer Guerra.
Mytros es la ciudad más grande un toda Thylea, y es el centro neurálgico del continente en términos de comercio, religión y política.
Los Grandes Juegos son celebrados en las afueras de la ciudad anualmente, y en su centro se encuentra el Templo de los Cinco. Sin embargo, en los últimos años la adoración a Sidón ha ido ganando fuerza. El Titán cuenta ahora con su propio gran templo, separado del Templo de los Cinco por una única calle.
La ciudad de Mytros se encuentra cobernada por el gran Rey Acasto, el último verdadero descendiente de los Señores del Dragón. Acasto es reverenciado a través de toda Thylea, y es el marido de la Reina Vallus, la más sabia de los Cinco Dioses. A través de algún milagroso acto de magia, ha logrado resucitar la raza de los dragones, que se creían extintos desde la Primer Guerra. Ahora busca reconstruir la antigua orden de los Señores del Dragón y llevar a la ciudad de Mytros hacia su antigua gloria.
El Reino de Estoria
Estoria es una antigua fortaleza que ha resistido durante siglos los ataques de centauros, cíclopes, mantícoras y los otros peligros que rondan y proliferan en las estepas más allá del río Arkelón. El rey de Estoria es Pythor, el más fuerte de los Cinco Dioses, gobernando desde su palacio en el punto más alto de la ciudad.
Desde el trono, Pythor puede contemplar las extensas tierras de cultivo de su reino al sur, y vigilar con atención las tierras del norte, siempre atento a las amenazas que desde allí pudieran emerger.
Aunque los estorianos son considerados como simples provincianos por la gente de Mytros, todo el mundo sabe que los más grandes guerreros y aventureros de esta época se forjan al servicio del Señor de la Batalla.
El Reino de Aresia
El reino de Aresia ha sido por mucho tiempo un rival para Mytros. Ambas ciudades se han enzarzado en docenas de batallas durante los últimos siglos, que son colectivamente conocidas como las Campañas Aresianas.
Las razones de las luchas siempre varían, pero una cosa es segura: en ambos bandos los guerreros buscan gloria en la batalla.
Los monjes guerreros de la costa este están entre los más temidos combatientes de toda Thylea. Sus hijso comienzan a entrenar con lanzas desde que son capaces de caminar, y se demanda que todos los adultos sirvan al menos un tiempo en la milicia. Los aresianos se pasan la vida persiguiendo títulos y grados en escuelas de filosofía marcial, que se han ido refinando a lo largo de los siglos en el ejercicio de defender sus fronteras.
Los guerreros aresianos se envuelven en un aire de dura austeridad que proviene de un sentimiento de orgullo por su historia, con la intención de disfrazar las largas horas invertidas en rituales de belleza, lecturas de poesía y decadentes festines.
Las familias más poderosas de Aresia son aquellas que se someten a las más grandes incomodidades con tal de parecer ascéticas, comiendo avena sin condimentar o y andando casi desnudos en público, mientras cubren de ropas lujosas y alimentos finos a sus sirvientes en un paradójico juego de exhibición de riquezas. Las más altas castas de guerreros hacen lo imposible por vivir vidas que se asemejen lo más posible a aquellas de sus ancestros forjados por la necesidad.
Bárbaros del Golfo
Durante los milenos previos a la llegada de los Señores del Dragón, algunos extranjeros terminarían siendo arrastrados hasta las cosas de Thylea. La mayoría se trataría de exploradores o mercaderes que perdieron su rumbo y terminaron naufragando aquí. Pertenecientes a todas las razas y nacionalidades, esta gente aprendió a vivir en armonía con los nativos de Thylea, formando tribus que se instalarían en las islas del Golfo Cerúleo.
Cuando los Señores del Dragón arribaron, estas tribus lucharon codo con codo con las razas nativas para repeler a los recién llegados. En el presente siguen siendo vistos con miedo y desconfianza por los colonos. Se los cree tan peligrosos como las tribus de centauros, o las criaturas del Bosque Viejo. La más temida de las tribus bárbaras son las Amazonas, que habitan en la isla de Themis.
El templo de los cinco
El Templo de los Cinco fue uno de los primeros edificios construidos en la ciudad de Mytros, y es la más antigua de las obras cívicas. Representantes electos de cada distrito de Mytros y las villas circundantes forman un Consejo que se reune en el templo en cada Luna nueva. Sin embargo, los ritmos de la vida cívica poco a poco están cada vez más controlados por la Orden de Sidón, que cree que el Templo de los Cinco debería ser destruido para apaciguar a los Titanes. El Rey Acasto ha decidido no tomar lados en esta disputa, pero la paz es cada vez más precaria.
Centuriones de Mytros
La ciudad de Mytros cuenta con un sistema de conscripción con el que mantiene la armada de centuriones que se encarga de aplicar e imponer las leyes del país. Los centuriones como organización tienen una historia que se remonta a la Primer Guerra, cuando lucharon junto a Pythor en las batallas contra los centauros y los Gygans. Aunque los centuriones honran a Mytros durante los festivales religiosos, la mayor parte de los soldados dedica abiertamente sus plegarias a Pythor, Dios de la Batalla. El Centurión de más alto rango es el Rey Acasto, que comanda la armada y sirve como en arbitro final en asuntos de justicia dentro del territorio.
La academia en Mytros
La Academia se formó hace siglos y es el centro de aprendizaje de Thylea. El gran mago Damon fue uno de sus fundadores, pero no era solo una institución para el aprendizaje de magia, sino también un lugar para la filosofía y otras actividades intelectuales.
Ahora consta de muchas universidades dedicadas a las diferentes escuelas de magia, además de dedicarse a recolectar salvaguardar las tradiciones, mitos e historia de Thylea.
Asimismo, las artes como el teatro, la escultura y la poesía encuentran en la academia un lugar donde enseñadas y financiadas.
El templo del oráculo
El oráculo es una famosa ninfa de agua que habita en las aguas termales debajo de un templo al sur de Estoria. Ella posee el don de profecía, y sus predicciones son oídas atentamente por plebeyos, reyes y dioses a partes iguales.
A pesar de ser hija de Sidón, la Oráculo siempre ha tenido un cariño especial por los mortales de Thylea, y por lo mismo es atendida por muchos fieles sacerdotes.
Los druidas de Bosque viejo
En lo profundo de Bosque Viejo hay un círculo arboleda druídica enmarcada por monolitos de piedra. Los druidas de Bosque Viejo son hombres y mujeres vestidos de blanco adornados con laureles y que empuñan bastones de roble.
Los druidas adoran a la Diosa Madre Thylea, y creen que la gente de Mytros nunca debería haberse asentado en Thylea Central. En este círculo, los druidas realizan diariamente sacrificios a Thylea, con la esperanza de expiar los pecados de los mortales.
La orden de Sidón
La Orden de Sidón son fanáticos que veneran a Sidón, el Titán de los Océanos, por encima de todos los otros disoes. La orden vigila los cielos aguardando por señales, particularmente los rayos, a través de las que interpretan la voluntad de Sidón, que comunican al Consejo de Mytros.
Las filas de la orden están ocupadas por paladines en armadura pesada que llevan capas cerúleas y broches de oro, pero dan la bienvenida a cualquier creyende venido de cualquier trasfondo guerrero. La orden desea únicamente imponer la voluntad de Sidón, y se sabe que han atacado y destruido altares erigidos para Los Cinco.
El culto de la serpiente
Este gremio de ladrones opera en las sombras de Mytros, con su base de operaciones oculta en algún lugar de los profundos acueductos.
Los cultistas han estado irrumpiendo recientemente en las casas de ciudadanos acaudalados, robando todo lo de valor, y dejando a familias enteras petrificadas. La lider del culto es alguien que se hace llamar la Dama de las Monedas.
Tribus de los Gygans
Los Gygans eran la raza predilecta de Sidón, luciendo como cíclopes con seis brazos.
Una vez la civilización más grande en Thylea, el Imperio Gygan cayó durante la Primera Guerra. Las ruinas de este imperio se pueden encontrar repartidas por las innumerables islas del Golfo Cerúleo.
Centauros de las estepas
Los centauros de las estepas son un pueblo nómadad ividido en decenas de tribus guerreras.
Moviéndose entre los cerros en estampidas atronadoras los centauros cazan, forrajean y asaltan los campamentos de otras personas.
Los centauros se rigen por un estricto código de honor, y los hijos de aquellos guerreros que caen en batalla frente a ellos son adoptados y criados como parte de la tribu vencedora. Durante las treguas y los tiempos de paz, los centauros montan campamentos a orillas de los ríos en las estepas, donde cantan canciones sobre la Antigua Thylea mientras beben cuantiosas cantidades de hidromiel.
En Thylea, los juramentos son algo que no se hace a la ligera, realizándose siempre en nombre de la vida y el honor de quien habla, y las leyes antiguas son respetadas con solemnidad.
Romper un juramento o ciertas tradiciones puede traer un castigo rápido y severo por parte del destino, y los dioses se encuentran tan atados por su palabra que son literalmente incapaces de romperla.
Los juramentos y las maldiciones no están a cargo de ningún dios ni titan, sino que forman parte de las leyes naturales que componen este mundo.
Leyes de la hospitalidad
Las leyes de la hospitalidad son una tradición antigua y de importancia en Thylea. Se espera que todos los anfitriones muestren generosidad y cortesía a aquellos invitados que se encuentra lejos de casa, sin importar que disputas pudiera enfrentar a las dos partes. Para que la ley de la hospitalidad entre en vigencia, el anfitrión debe invitar a alguien dentro de su hogar, y proveerlo con comida o bebida.
Se espera además, que el invitado ofrezca un regalo para sellar la amistad, pero el vínculo se establece simplemente y tan pronto como invitado y anfitrión hayan compartido una comida. La ley deja de ejercer efecto una vez que el huesped se ha retirado del hogar del anfitrión con su bendición, momento desde el cual pueden volverse enemigos una vez más.
Si una de las partes daña a la otra mientras la ley está en efecto, las normas de hospitalidad se consideran quebrantadas, y la parte ofensora es presa de la maldición de los traicioneros. Se cree que las Furias se encargan de arbitrar estas disputas y determinar castigos, y pocos son tan imprudentes como para arriesgarse a sufrir su ira.
Juramentos sagrados
Aunque los detalles de cada juramento varían, en términos generales se suele considerar a estos juramentos como los arquetípicos.
Juramento de Paz
En un Juramento de Paz, quien jura se compromete a no incurrir actos violentos contra la otra parte o sus servidores.
Casi siempre contemplan un tiempo límite, que puede variar de unas pocas semanas hasta años o siglos. Este juramento suele ser habitual entre gobernantes al momento de concluir una guerra, y quienes los rompen son castigados por la maldición de los traicioneros.
Juramento de Protección
En un Juramento de Protección, un individuo poderosos suele comprometerse a asistir en tiempos de necesidad a la otra parte tan velozmente como le sea posible. Una vez que se ha lidiado con la amenaza, el juramento se considera completo.
Negarse a asistir a la otra parte, o incluso permitir conscientemente que sea dañada, se considera un quebrantamiento de este juramento, y ellos también caen bajo la maldición de los traicioneros.
Juramento de Servidumbre
En un Juramento de Servidumbre, el juramentado se compromete a completar una tarea en servicio a la otra parte, aunque dicha tarea no tiene por qué ser especificada durante el juramento. Esta tarea podría ser de cualquier tipo, e incluso obligar al juramentado a incurrir en actos malignos, como un asesinato. Por esto mismo, muchos son reticentes a hacer este tipo de juramento, y suelen verlo solo como una última opción. Aquí también, el negarse a cumplir con la tarea pedida acarrea el quedar presa de la maldición de los traicioneros.
Juramento de Compañía
Este es un juramento común entre grupos de héroes, que prometen compartir la gloria y la fama producto de sus hazañas, sin importar lo mucho o poco que hayan contribuido en ellas, pero también se arriesgan a la infamia, bastando con que uno de ellos de deshonre para traer deshonor al resto.