Partida Rol por web

Que Ethan recordara, las dos únicas salidas más que había, además de la puerta principal, eran la puerta de emergencia del primer y segundo piso. La primera se situaba en la zona del comedor, que era la más concurrida, situada en la primera planta, mientras que la puerta del segundo piso estaba situada en uno de los pasillos principales.

La más próxima era la del comedor.

“Viene tras de mi” Fue su pensamiento inmediato. Los gritos, alaridos e insultos del médico la asustaron a tal punto que comenzó a correr sin observar demasiado en donde estaba o su alrededor, solo necesitaba huir de aquel hombre moribundo que parecía decidido atraparla y no dejarla ir, aunque se estuviera por quedar ciego. Comenzó a correr nuevamente, esperando poder poner camino entre ella y el hombre sin lograrlo demasiad pues la mirar atrás el hombre había salido también de la sala, espantándola y haciendo que se desesperara por la sensación de estar siendo perseguida.

Las lágrimas salieron nuevamente de sus ojos sin darse cuenta, preguntándose porque le sucedía eso. Ella no había hecho nada como para que quisiera matarla ¿O sí? ¿Qué maldad había hecho para estar allí? ¿Era un castigo? ¿Era una mala persona? No lo sabía, no quería creer algo así, solo quería respuestas, sobrevivir y salir de allí, más nada. Y no en ese preciso orden necesariamente.

Miró de reojo a sus espaldas cuando vi el movimiento del hombre intentando quitarse el mismo la aguja, dio un leve chillido ante esto sin poder creerlo, parecía estar loco por el dolor ¡Se iba a sacar el ojo! Y ella no quería estar allí para verlo. Pero un alarido peor la sobresaltó y la hizo voltearse sin poder ahora apartar la mirada de todo. Vio poco a poco como su ojo explotaba y como gritaba más con aquella escena tan bizarra. El olor a sangre la tenía mareada y estaba congelada. No podía ni pensar en escapar ahora, no con lo que estaba pasando.

El silencio la llenó, era s momento, tenía que escapar. Iba a moverse cuando un dolor llenó su cabeza que la hizo agarrársela y lanzar un quejido. Estaba recibiendo un recuerdo. Sin darse cuenta, atrapado en el mismo, gritó fuertemente, queriendo dejar de ver eso, queriendo alejarse. Negó rápidamente y se pellizcó para poder volver en sí, pero solo había escapado de su mente unos segundos por el dolor o porque había finalizado lo importante del recuerdo. Respiraba agitada nuevamente, su corazón estaba demasiado acelerado y su cuerpo solo le decía que huyera de todo, de la sangre, del doctor que creía muerto y de sus propios recuerdos. Y eso fue lo que hizo.

Se paró a pensar tras la pregunta de aquél tipo. - La más próxima... Es la del comedor. Pero habrán ido allí todos los demás, pacientes y enfermeros. ¿Quizá tus amigos nos están esperando allí para masacrarnos junto al resto de testigos? - a pesar de que parecía que se dijera con cierta sorna, no era para nada la intención de Ethan, pero después de todo no estaba acostumbrado a las interacciones sociales prolongadas y no tenía forma de medir sus palabras.

Tras pensarlo un segundo más, finalmente llegó a una resolución. - Creo que ir a la entrada más cercana, la del comedor, es una mala idea. Pasa mucha gente por allí, quizá es donde se líen a pegar balazos. Mejor ir al segundo piso, aunque es más arriesgado porque pasamos más tiempo aquí dentro, también es más seguro a la hora de salir, más discreto. - asintió.

«Nadie va a entrar aquí. Es demasiado peligroso, y no solo por las explosiones y los derrumbamientos. Ellos no se arriesgarían, probablemente vayan a volar todo el edificio en unas horas cuando consigan traer refuerzos. Y, por supuesto, con todos nosotros dentro.»

El tipo se giró entonces para encarar a Ethan, y se quitó las gafas por primera vez, para limpiarlas con su manga, aunque con ello no consiguió más que ensuciarlas aún más de polvo. Sus ojos eran de color marrón oscuro, y uno de ellos tenía una cicatriz que le recorría el párpado derecho en forma diagonal. Contrariado, el hombre escupió a las lentes de sus gafas, y después las limpió con su camisa interior, algo más limpia. También se aflojó ligeramente la corbata.

«Mira, sé que tendría que haberte pegado un balazo antes cuando te pillé espiando, pero ahora me alegro de no haberlo hecho. Vamos a hacer una cosa: tú me guías a través del hospital, yo nos protejo. ¿Hace?»

Sin esperar siquiera a la respuesta de Ethan, volvió a ponerse las gafas y se puso en movimiento a través del pasillo, alerta y con pistola en mano. Mientras caminaba, siguió hablando.

«No van a cosernos a tiros en el comedor porque no van a entrar, pero los enfermos son otra cosa bien distinta... Si vamos allí lo más seguro es que estén ellos también, así que mejor evitarlos e ir por la otra ruta, como tú dices. Guíame, y no te pongas por delante de mí. Y vigila las espaldas.»

Brianna corrió por el pasillo, sorteando los cascotes caídos y tosiendo de vez en cuando por lo que creía ella era el polvo en suspensión. El hospital estaba hecho un desastre conforme avanzaba, y algunos pasillos habían quedado casi sepultados bajo una montaña de escombros. A los pocos minutos tuvo que parar, con la boca seca, mientras trataba de recuperar el aliento. Sus piernas flaqueaban, y no precisamente por el esfuerzo físico. Lo que acababa de vivir la había trastocado, y lo que en otras situaciones se traduciría en un buen síntoma, el recuperar recuerdos, para Brianna había sido algo espantoso.

Sin embargo, un ruido en el pasillo la alertó, y observó con terror cómo el médico la perseguía, con la cuenca vacía, dejando un río de sangre a su paso.

«Me... has... matado...»

Brianna se quedó petrificada del terror, mientras el médico se acercaba lentamente, con su espantosa cuenca vacía. En su mano llevaba algo, y era la jeringa con el ojo clavado en ella, goteando sangre. Brianna no pudo más, y antes de que pudiera seguir acercándose a ella, se levantó para echar a correr, pero cuando lo hizo, la cara del médico estaba a centímetros de la suya. 

«Esto es... lo que me has... hecho...debes. .  .pagar.  .   .»

Brianna gritó, mientras el médico le clavaba la aguja con el globo ocular ensartado todavía en ella en el abdomen. El médico apretó, el ojo explotó en la barriga de Brianna, salpicándola de sangre. Brianna pataleó, gritó, lloró, suplicando al hombre que parara, pero el hombre ahora no tenía ojos, sus dos cuencas manando ríos de sangre; sangre que salpicaba a Brianna en la cara, gotas de sangre salpicando en los ojos. El médico sonreía, mientras en su mano había otra jeringa más, la cual clavó esta vez en el cuello de Brianna. Una, y otra, y otra, y otra vez. Pequeños puntos de sangre surgían de los pinchazos, y dolían, dolían como si fueran cien mil agujas en lugar de una.

«¿Te gusta? ¿TE GUSTA? ¿TE GUSTATEGUSTATEGUSTAAAAAAAAAAA?» iba gritando el médico, mientras pinchaba con la aguja a Brianna.

Entonces, Brianna despertó en la camilla, todavía atada a ella. Un charco de sangre la bañaba, aunque esa sangre no era suya, sino que provenía de un enorme trozo de techo que había caído al suelo, enfrente de ella.

Está bien, si crees que tus compañeros no harán una masacre, iremos por el comedor. - contestó Ethan a la primera afirmación del hombre de negro. - Parece importante destruir el edificio... No haré preguntas que se que no vas a contestar, así que mejor hagamos marcha. - aunque de pronto el tipo se giró y le plantó cara, como si de un duelo se tratara.

Sus afirmaciones fueron duras y frías, pero más que acertadas. - Aparte de que no tengo más remedio que aceptar, supongo que en las situaciones más difíciles salen las alianzas más resistentes, así que sí, acepto. - señaló en una dirección, justo a la espalda del hombre misterioso. - Es por ahí, a la derecha están las escaleras después siga mis indicaciones y podremos salir de aquí. Confío en que si salimos de aquí después no me dará un balazo por la espalda. Le cubro las espaldas.

No podía respirar bien, tosía por el polvo que entraba en sus pulmones, su respiración estaba acelerada no necesariamente por la carrera que estaba pegando. No recordaba si alguna vez había tenido buena forma, pero en esos momentos no la tenía y la necesitaba como nunca. Su cerebro parecía una bruma y no dejaba de ver escombros, puertas cerradas y todo muy desgastado. Temía que alguien más apareciese y su mente estaba jugando con ella. Llegó el momento en que no pudo seguir y tuvo que detenerse. Se agachó para poder agarrar aire nuevamente y que su cuerpo descansara un momento, mirando a todos lados. Sentía que la miraban en todo momento y no podía soportarlo.

Volteó al escuchar el ruido sobresaltada, el médico, aquel hombre que pensó que ya era un cadáver cuando había huido, apareció en el pasillo. Quedó petrificada, no podía ser verdad, ella lo había visto morir, prácticamente. Sus palabras no ayudaron, pero no podía hacer nada, su mente no cooperaba y su cuerpo menos.

Cuando espabiló por fin, se levantó para seguir su carrera, pero ya lo tenía demasiado cerca. La imagen la llenó aún más de terror y empezó a negar asustada, tratando de alejarse sin lograrlo pues ya lo tenía a un palmo de su rostro.

—¡Yo no te hice nada! — le gritó histérica, tratando de huir, alejándose, pero el siguiente movimiento del hombre nunca se lo esperó. Sintió el pinchazo en su barriga y gritó de tal manera que lastimó su garganta. La sangre la cubrió y gritó aún más, por la sangre, le miedo, el dolor. Intentó nuevamente alejarse, tratando de hacerle daño al otro con sus manos, pero parecía inmune a sus intentos. Entre gritos de dolor, su llanto y su desesperación le rogaba que la dejara en paz, que la dejara irse, era inocente, no le había hecho nada, pero el moribundo seguía en lo suyo, cuando empeoró todo, Brianna entró en una desesperación sin precedentes. Sentía la jeringa en su cuerpo, la puya, pero para ella el dolor no solo era en el cuello o el estómago no, para ella era en todo el cuerpo y no podía soportarlo.

No pudo más, cerró los ojos creyendo que era su fin, desmayándose.

Abrió nuevamente los ojos, pasaron solo dos segundos de su desesperado final. Pero lo que se encontró no fue la cara del médico, no fue el dolor, no fue el pasillo. Estaba de nuevo en la dichosa camilla. Movió los brazos y las piernas sintiendo de nuevo como estaba amarrada. Suspiró de repente, entre aliviada porque al parecer o nada de eso había pasado o la habían trasladado. Pero al mismo tiempo, el nuevo miedo la llenó y como no, la irritación al haber creído que había podido huir, gracias a su nueva situación. Entonces, mirando alrededor vio su cuerpo, había estado sintiendo como algo pegajoso la cubría, pero creía que era por su ¿alucinación? Pero no. Estaba cubierta de sangre nuevamente y a su lado había un enorme trozo del techo. Estaba otra vez sola y completamente perdida. Movió los brazos intentando soltarse desesperada de nuevo y comenzó a gritar, el llanto mezclándose con sus palabras —¡Ayuda! ¡Por favor! ¡Sáquenme de aquí! —.

El hombre comenzó a andar por el pasillo, según lo indicado, manteniendo el hombro cerca de la pared y la pistola lista para abrir fuego si percibía cualquier amenaza. Su pose, sus gestos, su actitud frente al estrés, todo ello era muy fácil de leer para Ethan, acostumbrado a analizar el comportamiento de los enfermos del hospital: ese tío era alguien muy bien entrenado, y se manejaba bien incluso ahora, en una situación más que deplorable. Sin embargo, sí pilló por sorpresa al enfermero cuando soltó algo parecido a una risa.

«Créeme, si quisiera, ya te habría matado. No lo haré si salimos, me da igual lo que hagas después de esto.» El hombre torció entonces la esquina, mirando antes de reojo por si había algún peligro. Cuando hubo concluido que no era así, hizo un gesto a Ethan para que lo siguiera. Ambos subieron las escaleras, poco a poco, con cautela, pero nada parecía ponerlos en peligro, al menos de momento.

Ya en la segunda planta, Ethan se dio cuenta de que el camino no sería un paseo. Partes de las columnas habían estallado, haciendo inestable la estructura, que a duras penas aguantaba en algunas zonas, e incluso algunas partes del suelo se habían venido abajo. Sin embargo, el hombre no parecía dispuesto a ceder en su intento de huida, y gracias a él Ethan pudo evitar suelos inestables y alguna que otra caída. 

A medio camino, antes de llegar al pasillo principal donde se encontraba la salida de emergencia, comenzó a sonar una alarma por todo el hospital. Además, una figura vestida de blanco salió a todo correr del despacho del director, riendo. Inmediatamente, el hombre de negro puso el brazo para impedir a Ethan que continuara, echándolo para atrás en la pared.

«¿Qué hay ahí?» preguntó el hombre de negro, con urgencia. Su pose estaba en tensión, y agarraba la pistola con fuerza.

Esta vez fue mucho más sencillo para Brianna el soltarse, pues las correas parecían haberse aflojado por la caída de la camilla. Cuando lo hizo, no pudo evitar mirar el charco de sangre con asco, miedo, horror... La sangre provenía del mismo médico, pero su cara estaba intacta. No había aguja, tenía ambos ojos, abiertos con expresión sorprendida hacia el techo. Los escombros habían aplastado su torso como paja, pero las piernas estaban también inalteradas. Al lado estaba el portafolio que había usado para tomar las notas a Brianna, momentos antes de la explosión.

Confusa, se dirigió de nuevo a la puerta de salida de la habitación, pero al salir de ella se llevó una sorpresa. El hospital estaba en mal estado por las explosiones, sí, pero lo extraño es que la disposición de pasillos y habitaciones no concordaba con las que había visto antes Brianna. Algo alterada, comenzó a vagar por los pasillos, tratando de tranquilizarse, pero atenta a sus alrededores. 

No sabía por dónde debía ir, pero frente a ella había un pasillo muy largo. A ambos lados, había múltiples puertas, todas ellas numeradas, la mayoría de ellas abiertas. En esta zona la explosión parecía no haber afectado apenas. Al final del mismo, este se bifurcaba a derecha e izquierda. De repente, una alarma comenzó a sonar estridentemente, pero Brianna no conseguía recordar su significado.

¿Pero qué rayos?

Esos eran los pensamientos de Brianna cuando sus brazos lograron milagrosamente soltarse de las correas al sentirlas de repente más flojas, la camilla se tambaleaba y casi se le cae cuando logró bajarse de ella. Como si se hubiera dañado algo cuando se cayó… porque ¿Si se cayó? ¿O ahora si se estaba volviendo loca? Nada tenía sentido. Mientras miraba alrededor y en especial al doctor, que parecía haber sido aplastado por la mitad cual insecto, sus manos pasaban por su piel inconscientemente tratando de limpiar la sangre de ellos. Buscando algo para limpiarse alrededor sin encontrar nada, optó por terminar de limpiarse a sí misma y luego quitar el exceso de sangre con su propia bata, algo que no le dio la mejor visión, ahora si parecía una loca.

Se acercó un poco al médico, lo suficiente para observarlo sin que pudiera tocarla, tenía fresca la mirada loca del hombre alcanzándola luego de haber creído que estaba muerto. No encontró la dichosa jeringa y un escalofrío la llenó. Aquello tenía que tener alguna explicación. ¿Qué le habían hecho a su pobre mente? Negó para sí, esperando que realmente ahora no pudiese levantarse, por mucho que pareciera que no hizo nada, ella no se fiaba y caminó sin despegar la mirada del hombre muerto, a la puerta. Ahora si quería salir de allí.

Logró salir, dio varios pasos para alejarse y ahora si miró al pasillo, esperando encontrar por donde había corrido anteriormente y poder orientarse. Sin embargo, parecía estar en otro hospital. Aquellos lares no los recordaba, si parecía que algo había atacado con bombas, pero ella no recordaba nada de aquello. Se pasó los las manos por los brazos tratando de calmarse a sí misma mientras seguía caminando, mirando a todos lados, tratando de grabarse el camino y escuchando claramente, para no encontrarse con alguien más y que terminara atrapada en una camilla de nuevo.

Caminó entonces por un largo pasillo que parecía casi intacto. Su curiosidad recién aparecida quería que viera dentro de las habitaciones abiertas, pero sin nada con que defenderse, no iba a ir de cabeza a ver si se encontraba algo raro. Siguió entonces caminando, decidida a llegar al final del pasillo. Pero antes de ello una estridente alarma comenzó a sonar haciéndola saltar y taparse la boca para evitar el grito. Miró a todos lados, nerviosa y asustada, tanto por el ruido como por sentir que aquello era importante, pero sin recordar porqué y comenzó a caminar mucho más rápido, casi corriendo hacia el final del pasillo, cruzando a la izquierda, huyendo del sonido, aunque dudaba poder hacerlo realmente.

Al girar hacia la izquierda por el pasillo, Brianna se encuentra con un pasillo similar al que se encuentra en perpendicular, por el que ha llegado, solo que en este caso la figura de una mujer se encuentra acurrucada contra la pared, al lado de una de las muchas puertas numeradas. Por un momento, Brianna piensa que posiblemente esté muerta, pero un ligero balanceo por parte de la mujer desconocida indica que no es así. Viste ropas de color cián, parecidas a las que llevaba el otro médico, y se encuentra agarrándose las piernas con los brazos.

Otro pasillo, idéntico al anterior. Realmente aquello podía terminar pareciendo un laberinto si no fuera por las puertas numeradas. Sin embargo, eso no es lo que le llamó la atención, sino la figura acurrucada al lado de una de las puertas. Apretó las manos para luego soltarlas, queriendo haber agarrado como en su seudo alucinación, alguna cosa que sirviera como arma antes de huir de la sala donde había despertado. Estaba muy paranoica con quien se encontrara por allí, la inquietud solo aumentó al ver que tenía la misma ropa cian que el medico loco anterior.

Sin embargo, la curiosidad pudo con ella y con cuidado alcanzó a la mujer. Esta se balanceaba de un lado al otro levemente diciéndole que estaba viva y la hizo tragar saliva. ¿Y si saltaba de repente para atacarla? Respiró profundo y le llegó justo al frente para hablarle, lo suficientemente cerca para que la escuchara, pero también, lo suficientemente alejada como para que si se movía bruscamente pudiera salir espantada a otro lado. —¡Hey! ¿Estás bien? ¿Estás herida? — vaya pregunta tonta, pero no se le ocurría que más decir.

La mujer parece abstraída, balanceándose ligeramente con los pies en el suelo. Tiene el pelo castaño y los ojos de color marrón. Definitivamente su ropa es la de un trabajador del hospital. Mantiene la vista fija en un punto cualquiera y, sin embargo, cuando alza la mirada y ve a Brianna comienza a gritar, frenética. Rápidamente intenta alejarse de ella, manoteando para alejarla.

«¡No! ¡No, por favor, no me hagáis daño! ¡Otra vez no! ¡Por favor!» La mujer se intenta levantar del suelo, pero apenas llega a incorporarse antes de volver a caer al suelo con un gesto de dolor, momento en el cual se echa a llorar. Se lleva las manos inconscientemente a los pies, donde Brianna puede ver que tiene heridas profundas a la altura de los tendones de Aquiles. No sangran demasiado, pero el daño es lo suficientemente grande como para haberlos inutilizado por completo.

La mujer sigue llorando, gimoteando mientras se arrastra lentamente, alejándose un poco más de Brianna.

«Por favor... No... No quiero morir...»

Por alguna extraña razón, creyó en las palabras de aquél tipo, sentía que no lo iba a matar al salir de aquí. Cuando lograron subir las escaleras sin ningún percance, además de esquivar algunas inestabilidades típicas de un derrumbamiento con extrema precaución, algo les llamó la atención. Una extraña figura blanca y risueña salió del despacho del director. - N...No tengo ni idea de que es eso, ha salido del despacho del director del hospital... Tus compañeros hablaron con él y parecía estar muy raro... ¿Quizá sea él? - no sabía que demonios había pasado para que el serio director de hospital que conocía, ahora se comportara así.

Se mantuvo detrás de su improvisado compañero, miró de lado a lado. - Creo que deberíamos continuar, si se lanza a por nosotros, a lo mejor debas abatirlo, después de todo ha perdido la cabeza, no sé de que será capaz...

El compañero de Ethan asintió, volviendo a ponerse en marcha. Su paso era lento y cauteloso al principio, tratando de no llamar la atención en absoluto, con la pistola bien pegada a su cuerpo y lista para ser usada. La alarma seguía sonando, retumbando en los oídos de Ethan, que siguió al hombre pegado a la pared, emulando en lo posible sus movimientos, tratando de llamar lo menos posible la atención también. Cuando ambos llegaron al despacho del director, Ethan se dio cuenta del error que había cometido al pensar que la figura que había salido de esa habitación era el director.

Porque el propio director se encontraba tumbado en su mesa, con las piernas colgando por el lateral del escritorio. Un reguero de sangre corría por él, de una herida en el pecho a la altura del esternón. Además, su cara había sido desfigurada con algo afilado, a la altura de las comisuras de su boca, formando una sonrisa macabra, hecha de carne y sangre hasta los pómulos. En su mano inerte colgaba un mando con un botón rojo en su centro.

Por primera vez, el compañero de Ethan mostró un signo de humanidad, con lo más simple que pudo alcanzar a decir en una situación tan horrenda.

 «Joder...»

Al entrar en la estancia, Ethan tuvo que contenerse las ganas de vomitar ¿qué locura acababa de ocurrir allí? Parecía algo digno del mismísimo Joker ¡y eso que era ficticio! ¿¡Qué demonios estaba pasando en el que solía ser el pacífico y tranquilo hospital Mensvour!? - ¿Podemos cubrirlo con algo? Una cortina o lo que sea... Pero a aparte de que es deshonroso para él verse así, es muy perturbador para los demás pensar que lo que ha salido corriendo de aquí haya hecho esto...

Estaba muy preocupado, pero intentaba mantener el tipo. Debía haber sido alguno de los pacientes agresivos del hospital, aunque no recordaba que hubieran algunos tan jodidamente retorcidos como para hacer aquello, además ¿no deberían estar medicados? Le llamó la atención lo que sostenía en la mano. - ¿Qué crees que es? - preguntó inquieto a su compañero, a penas podía mirar. - Quizá sirva de algo, aunque tal como está el edificio creo que no deberíamos pararnos a investigar nada y salir de aquí cuanto antes. En tus manos dejo la decisión, tu llevas el arma y no puedo seguir solo sabiendo que hay gente peligrosa por todas partes, así que si quieres investigar el botón, adelante. - resoplaba. Se notaba que Ethan lo estaba pasando muy mal, ya había visto morir a dos personas que conocía de forma terrible.

El hombre no respondió inmediatamente, todavía con la vista clavada en el cadáver del director. Al cabo de unos instantes pareció reaccionar, y se dirigió al cuerpo, cogiendo el mando de la mano del director. 

«Coincido, no podemos investigar. Veamos qué hace directamente.» Dicho esto, el hombre pulsó el botón, a lo que la alarma que llevaba sonando ya casi diez minutos cesó. «Ya sabemos para lo que era. No nos sirve de nada una alarma.» dijo el hombre, malhumorado, tirando el mando al suelo. Dio un tirón sin cuidado a la cortina, arrancando no solo la tela, también la barra de aluminio de la pared. 

«Toma, tapa al director si quieres.» dijo entonces, tendiendo la tela a Ethan. «Voy a ver si no nos está esperando ese hijo de puta ahí fuera.» dijo finalmente, dirigiéndose a la puerta de salida.

El despacho, por otra parte, era una habitación pequeña, aunque muy recargada. Las paredes estaban repletas de vitrinas con las distintas condecoraciones a favor de la institución que había recibido el hospital a lo largo de los años, junto a eventuales fotografías donde aparecía el director junto a su junta directiva. Solo dos pequeñas ventanas dejaban ver el exterior, el cual ya estaba oscuro, con el momento de la noche plena acercándose.

El suelo era de moqueta, lo cual hacía que la humedad de la sangre del director fuera absorbida por ella, dejando una marca de color rojo oscuro junto al escritorio. Un par de cuadros decorativos poblaban las paredes de la habitación, de distintos motivos y estilos de arte. 

El escritorio, por su parte, era de caoba pura, una mesa claramente muy cara, con diferentes florituras y filigranas que decoraban tanto las patas como la tabla de apoyo. Al otro lado había una silla de oficina con aspecto de ser muy cómoda aunque, también, muy cara.