Partida Rol por web

- ¡¡Madame!! - te recibieron todas, contentas de tenerte por fin entre ellas - vaya día agotador... para colmo Monsier Clux se ha intentado aprovechar de la pobre Annie... pero entre todas lo hemos echado - dijo orgullosa la joven Meg - pero si usted hubiera estado aquí hubiera sido más fácil... - expuso con pequeños pucheros. 

La más joven de todas, Clarie, se acercó también, pidiendo permiso a la Madame para hablar:

- Madame... siento molestarla, pero Antoniette se niega a trabajar esta noche, la muy tonta dice que su "amour" ha desaparecido en un carruaje esta noche y que no lo volverá a ver... ¡vaya chica idiota! ¡cómo si no pudiera conocer a más hombres! aunque hay que admitir que el tipo estaba muy bien... esos rizos le quedaban... - la chica suspiró, como una adolescente que acaba de ver a Adonis, mientras se daba la vuelta contenta de haber informado a su Madame de las distracciones de sus compañeras

 Habéis actuado bien, lo siento pero los petrimetres de l'Ille me han entretenido más de la cuenta. felicite a Meg.

 Sin embargo, no me mostré tan conforme con la forma de actuar de Claire.

 Claire, vuelve aqui. ¿No habeis aprendido esta noche que la unión hace la fuerza?  No esta bien chivarse de las compañeras. esperé para ver en sus ojos la sorpresa y el temor que tanto me gustaban De todos modos, si una compañera tiene un problema, está bien que me lo digas, pero vigila tu tono.

 Sonreí, pensando que aún sentía algo de hambre. 

 Sígueme a mi salón privado, para que pueda castigarte... Meg, dile a Antoniette que subiré a verla en breve. Quiero saber como está.

 Tras dejar que Meg fuera a avisar a la prostituta enamorada, guie a la joven y alocada Claire a mi salón privado. Primero hice que se levantase la falda y se recostase sobre un mueble para poder azotarla suavemente... pero pronto mis azotes se convirtieron en caricias.... y las caricias en besos.... en sus nalgas y su sexo... hasta que la sentí abierta y dispuesta... entonces clavé mis colmillos rápidamente y bebí a galete de su entrepierna... no mucho, lo justo para recuperarme.

 Tampoco quería que Claire muriese desangrada a tan corta edad.

 Después, dejándola despatarrada en mi salón y con la falda sobre su espalda, me dirigí arriba, a la habitación de Antoniette, que, esperaba, hubiese tenido tiempo de calmarse. Llamé dos veces a la puerta.

 ¿Antoniette? Abreme, soy Madame Lepourine....

En cuanto llamas a la puerta, una leve voz hundida en sollozos te invita a pasar. Encuentras a Antoniette en su cama, hecha un ovillo y abnegada en lágrimas. Levanta su dulce cara en cuanto te ve, y la ves sonrojada y empapada, con una mueca que te recuerda a una niña mucho más pequeña de lo que es ella.

- Ma-... ma-... ma-dame... perdóneme, mañana volveré a trabajar, se lo prometo.

Pequeños sollozos escapan mientras te habla, intentando recolocarse bien su camisón blanco para mejorar en algo su ya de por sí triste imagen.

 Shhh... shhhh... triste niña... le digo acompañandola a la cama y acariciando su largo cabello. ¿Cuando os he obligado yo a trabajar? No, puedes trabajar cuanto y cuando quieras, hoy o mañana. 

Ella sólo cobraba un porcentaje de las ganancias a cambio de su protección, pero las chicas eran libres de ir y venir como dispusieran. O, al menos, ese era el trato.

 Además, intentó mostrarse encantadora y comprensiva con Antoniette. Al menos, por el momento. Se cazaban más moscas con miel que con vinagre, eso era un hecho.

 Quiero que me hables de tu amor perdido... shhhh... no llores, sólo dime qué ha pasado.

 Escuchó con paciencia y atención las palabras de la joven meretriz, pero un detalle se escapaba en todo momento de aquello que decía. Un detalle de vital importancia.

 ¿Quien? ¿Quien era ese mozo que te ha desvelado tantos anhelos?

Antoniette se recompone bajo tus cuidados, y mirándote con total adoración se dispone a complacerte con todo su ser.

- Le... le conocí hace unos meses... fue aquí al lado, en donde se reúnen los cocheros. Yo estaba muy triste porque... - su cara se enrojeció de vergüenza, pero sentía tal admiración por ti que siguió hablando - André me había abandonado, me juró que se casaría conmigo y me llevaría con él, pero prefirió a esa lagarta rubia y mejor situada - la rabia de la chica era palpable al recordar ese momento - y estaba sentada en el bordillo, sin parar de llorar cuando él se acercó... ¡me regaló su pañuelo! - te lo muestra, en donde claramente se ven grabadas las iniciales J.B. - y me dijo que no me preocupase, que seguramente otro hombre mejor me merecería, y... me abrazó, y después me besó, pero no en los labios, sino en el cuello... pero fue el mejor beso de mi vida - una sonrisa de satisfacción apareció en su rostro, y sus ojos se volvieron aún más soñadores - y aunque yo me hubiese dejado... se lo digo de verdad, Madame, estaría encantada de llevármelo a la cama, pero ¡él no quiso! me dijo que prefería cortejarme como me merecía, así que una vez en semana, a la noche, me traía una rosa. Luego me daba tiernos besos y se iba... ¡estaba siempre tan atareado! pero a veces lo veía cogiendo algún carruaje... - el Val d'Amour se sitúa en el cónclave donde aparcan los coches de caballos, una zona muy concurrida para quien busque transporte y muy transitada, para buen funcionamiento del local - Y lo de esta noche fue muy pronto, unas horas después de que hubiera oscurecido... estaba mirando por la ventana para ver si lo veía... porque muchas noches coge un carruaje como ya le he dicho, y lo vi, ¡pero iba con maletas y otra mujer! a esa zorra no la vi, pero tenía pinta de ser una chica muy rica... ¡siempre me pasa lo mismo! - la joven volvió a sollozar, pero se calmó pronto para continuar la historia - bajé lo más pronto que pude, pero ya se había ido... pero pude preguntarle a un cochero, y me dijo que el caballero con la dama viajaban hacia Lyon y que iban bastante cargados de equipaje... No va a volver, ¿verdad Madame? - te miró deseosa de que la contrariases, que la calmases y le prometieses que todo tenía una explicación, mientras pequeñas lágrimas abnegaban sus ojos de nuevo.

 No, me temo que no, Antoniette... la consuelo acariciando sus cabellos mientras llora sobre su almohada.

 JB... Jean Batiste... y ha estado usando mi rebaño sin pedirmelo.

 Se ha largado con Babounisse a Lyon... y aun el tipo ha tenido los redaños de venir a llenarse a mi casa.

 Antoniette lloraba de nuevo y chillaba también. A Lepourine le costó darse cuenta que estaba estirando fuertemente su pelo en un rictus de rábia. La pobre se sujetaba a las almohadas y al cabecero de la cama mientras lloraba de dolor. Henriette abrió su mano y le susurro sibilina....

 Disculpa... y has de saber que todos los hombres son venenosos cual serpientes... no hay príncipes azules, Antoniette, no te dejes engañar más... consigue todo su dinero, róbaselo a sus esposas y haz que te lo entreguen con las manos llenas, pero no seas tonta, no les entregues tu corazón... ¡o te escupirán en él!

 Me levanté de la cama y me acerqué a la puerta. Antes de irme intenté encender más su corazón contra los hombres, los malignos hombres...

 Vengate, Antoniette, véngate... no sólo con JB si no con todos los hombres, todos son iguales....

Pasadas unas horas, Winni aparece de nuevo con los otros dos brujah. Tus chicas comienzan a pasearse alrededor de los dos varones y de la fémina, dando suaves rodeos ronrroneantes como gatitas. Ellos las devoran con la mirada, disimulando su condición de varones, mientras que Winni aparenta mirar hacia el suelo. 

 Madame aplaudió un par de veces al entrar en la sala para recordar a sus niñas que tenían trabajo que hacer. Una vez a solas con los de su especie, teatralmente, cerró las puertas de su despacho.

 Bien, bien hecho Winnie. la felicitó en primer lugar.

 Después observó a los dos brujah. Pendencieros, bravucones, bribones, servirían bien a sus planes, como siempre habían hecho...

 De acuerdo. Hacía tiempo que no nos reuníamos, ¿verdad? los miró como valorando si ellos la recordaban a ella o no. Bien, la situación es la que sigue: el sheriff Daniel está ausente de la Cité en una misión encomendada por la príncipe. Una caza de sangre, más concretamente. Por otra parte, Elise también me envía a mi y a otros de la primogenitura lejos para una misión.... vamos a decir que diplomática.

 Hizo una pausa para observar su reacción. ¿Se alegraban pues eran como niños sin la vigilancia de los adultos? ¿Se asustaban pues temían que pudiera ser una trampa de la príncipe? ¿Se enojaban pues consideraban que a ellos no les daban misiones? Intentó adecuar el tono de su discurso a la reacción de ellos.

 Veamos, esto quiere decir que os quedaréis sólos unos días. Quiero que vigiléis mi refugio y mi rebaño, pero no sólo eso. Quiero que os mantengáis unidos y coordinados por lo que pudiera suceder. ¿Lo entendéis? Podéis pensar lo que queráis, pero la unión hace la fuerza.

 Winnie, siendo la única mujer, será a quien yo permita dormir durante el día en el Val. No sólo eso, me substituirá al frente del burdel y del clan. Espero que podáis acatar sus ordenes durante unos días. Winnie se quedará aqui hasta que el reloj de la Notre Dame dé las diez y regresará antes de que suene el de las seis de la madrugada. El tiempo entre ambas es libre y hará lo que le plazca. ¿De acuerdo?

 Marius, tú te presentarás aqui puntual a las diez, para substituir a Winnie, recibirás a los clientes y los mantendrás a raya, pero tu papel es más el de amfitrión, hasta las dos de la madrugada. No te pido mucho, cuatro horas de tu tiempo cada noche. Espero que sepas estar a la altura de la responsabilidad que esto exije. Sé la cara amable pero firme del burdel.

 Enjolras, te toca hacerte cargo del turno que va desde las dos de la madrugada hasta las seis, momento en que Winnie regrese. Es el turno de los borrachos y los pesados que persiguen a las chicas. Que no te tiemble el pulso expulsando a la gentuza del local y no permitas que nada les pase a las niñas, pero procura no matar a nadie. Los asesinatos de clientes dan mala fama a los locales, ¿entiendes?

 A cambio, cada uno podrá elegir una chica distinta cada noche de la que alimentarse, procurad no agotarlas, pero pretendo al menos devolveros toda la vitae que gastéis estando a mi servicio, ¿de acuerdo? Pienso que mi propuesta es más que generosa.

 Deslizó la mirada por la sala, como retandoles a contradecirla.

Tus compañeros de clan acceden, mostrándose de acuerdo, y con una señal de respeto hacia ti, dan por terminada la conversación. Tus chicas se reunen en torno a ti en cuanto se van, preguntándote quienes son y si deben obedecerles en tu ausencia. Todo parece tranquilo por ahora, entra algún cliente borracho deseoso hincarle el diente a alguna de tus damas, pero poco más.

 Vamos, vamos... ayudadme a hacer las maletas... les digo a las chicas. 

 Mientras me ayudan a elegir vestidos y sombreros, embutiéndolos en dos baúles grandes, les voy explicando.

 Me voy de viaje... sí. Quizá traiga a algunas chicas nuevas. Me han dicho que las campesinas de las provincias tienen los pechos más grandes y las caderas más anchas...

 Uhmmm... ¿hará frio? Claro, yo no siento el frío, pero no me gustaría destacar. Hay que vestir adecuada al tiempo o te toman por loca. O por bruja.

 Volveré en unos días. Winnie, una vieja amiga mía, se quedará al frente del Val, ¿de acuerdo? Tenéis que obedecerla como si fuese yo. Ella cuidará de vosotras.

 También quiero meter una muda cómoda, con pocos volantes y faldas, por si hay algo de "acción". ¿Qué usaba yo en mis epocas de revolucionaria?

 También es posible que vengan los otros dos caballeros por aqui. Ellos os protegeran de los borrachos y los salidos, ¿conforme? Parecen muy jóvenes, pero os aseguro que son fuertes.

 La daga, bien ceñida a la pierna. ¿Debería pedirle a d'Ontignach una pistola? Bueno, de todos modos, no sé dispararla.

 De todos modos, si estos tipos se sobrepasan con vosotras, se lo teneis que decir a Winnie de inmediato. Aqui el control del Val seguirá siendo nuestro, ¿verdad chicas?

 Aunque los cambios siempre las ponían nerviosas, en esta ocasión parecía dejar a las chicas tranquilas y contentas. Muchas ensoñaban fantasías con los dos jóvenes revolucionarios que habían visto entrar y salir del burdel.