Los jóvenes fueron llevados a la habitación del misteriosos abuelo, el anciano se encontraba en una habitación al fondo de un pasillo algo alejado del lugar en donde el grupo pasaría la noche. El lugar, para no desentonar con el resto de la casa, mostraba el deterioro habitual con algunas asquerosidades propias.
En una de las esquinas de la pared había una mancha negra, algo vieja. era como si algo hubiera caído allí y nunca nadie lo hubiera limpiado por lo que el tiempo evaporo aquel liquido dejando impregnada la marca en la madera, Obviamente esa mancha producía su propio hedor particular y no menos desagradable que el del resto de la casa.
Jeremías abrió la puerta de la habitación dejando entrar a la pareja. El abuelo estaba recostado en una cama, sus sabanas estaban notoriamente sucias y despedían un penetrante olor a orina rancia. El anciano miro a los jóvenes cuando estos ingresaron al lugar
-Así que ustedes son los amigos de Samuel he?.- Dijo el anciano al ver a los jóvenes
-Como era de esperar Samuel no me defrauda, son gente muy especial eso ya lo veo yo desde aquí.- Dijo el anciano en un tono que intentaba ser amable.
-a ver veamoslos un poco mejor.- Dijo y comenzó a mirar detenidamente a Sidney y a Tyler.
-Usted es muy... Bonita señorita.- Dijo a la chica -Y usted por demás fibroso Muchacho.- Agregó mirando a Tyler.
Y díganme que hacen los chicos jóvenes hoy en día, ¿hacen deportes? ¿Consumen mucho alcohol?
Sidney tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no hacer una mueca de asco al percibir el desagradable aroma que los recibió al entrar en la habitación del famoso abuelo. ¿Es que no había un lugar en aquella casa que no oliese a podrido?
Se mantuvo varios pasos alejada de la cama y todo el rato junto a Tyler, no quería acercarse a saludar al abuelo más de cerca, no fuese que se le pegase algo del olor repugnante de sus sábanas. ¿No habían oído hablar de los pañales para ancianos? Sidney no concebía en su cabecita lo cerdos que eran en aquella casa.
Sin embargo, se obligó a hablar de forma animada, mientras pensaba en que debería ponerse firme y obligar a sus amigos a largarse de allí. El amor propio de Samuel no le importaba tanto como para permanecer en esa cochiquera. - Vaya, gracias, señor White. - Respondió amablemente al halago, con una sonrisa radiante a pesar de sus pensamientos. - Su nieto es un joven encantador, se lo aseguro.
Se encogió levemente de hombros con un gesto que sabía de sobra que resultaba adorable. Aunque no era difícil resultarlo con un rostro tan bonito como el suyo. - Pues depende de cada uno, ¿sabe? Yo prefiero hacer deporte antes que beber alcohol, pero ya sabe, hay de todo en el mundo.
Es imposible no reparar en las manchas y olores que adornan la casa. Hago un esfuerzo por tratar de ignorarlos, pero ni el motel de mala muerte donde trabajo está así tras una fiesta entre la escoria de la carretera. Madre del amor hermoso... Me temo antes de entrar en la habitación del jefe de la casa.
Al entrar, mitad por vergüenza y mitad por verdadera incomodidad, meto las manos en los bolsillos y fuerzo una sonrisa, antinatural para quien conozca la mía verdadera. Siento cómo Sidney también está incómoda al notarla pegada a mí y manteniendo una distancia prudencial a la cama. A saber con cuanto ganado han compartido lecho... Tardo unos instantes en fijarme lo suficiente en el abuelo White. No me gusta la gente mayor y menos postrada. Es muy violento.
- Encantado señor White. Muchas gracias por acogernos esta noche. - Agradezco al anciano, pero no puedo evitar remarcar que solamente será una noche. Y no más, por favor. Escucho su valoración sobre nosotros y la de Sidney. Me he hecho más recatado con los años, y ahora acostumbro ser el último en hablar. - Gracias por apreciarlo. - Comento muy correcto y gentil. - Me atrevería a decir por todos que somos muchachos sanos y vicios sanos. - Digo en tono de broma. - ¿Nos acompañará en la comida? El resto está ayudando a Amanda y a... Tobías - recuerdo. - A prepararlo todo.
El abuelo quedo unos minutos mirando a la pareja sin decir nada. Parecía estar inspeccionándolos.
-La fibra endurece el músculo, seguramente seas puro hierro. -Dijo haciendo referencia a Tyler pero mirando a Jeremías que no se había retirado de la habitación.
-Siempre tuve una "sana" debilidad especial para con las jovencitas que están atentas a su imagen como tu.- Agregó mirando a Sydney con una sonrisa que le hubiera helado la sangre hasta al mas valiente.
Sidney cambió el peso de una pierna a la otra, cada vez más incómoda. - ¿Por qué habla como si Tyler fuese un plato de lentejas? - Se preguntó antes de que el hombre se fijase en ella con esa sonrisa desagradable. Sidney ni siquiera quería comprender el doble sentido que parecía contener la frase. - Apuesto a que ellas tenían debilidad por patearle los huevos, viejo verde. - No pudo evitar pensar mientras su sonrisa se iba volviendo forzada y su cabeza asentía de forma automática a las palabras del anciano.
- Bueno, ha sido un placer conocerlo, pero creo que deberíamos ir a ayudar a los demás con la comida. - Dijo entonces, esforzándose por hablar con tono animado. - No sea que nos dejen sin comer por no colaborar. - Bromeó, soltando después una risita.
Asco es poco. Un viejo verde, postrado en una casa de mierda y diciéndole esas cosas a una chica. ¿Qué fijación tendrá con mis músculos? Mi mandíbula se tensa automáticamente tras los comentarios y no soy capaz de reprimir una mirada comprensiva a Sidney. Continúo con las manos en los bolsillos, tratando de aparentar tranquilidad.
- Tienes razón. Vayamos yendo. - Añado sin molestarme en fingir una sonrisa como ha sido capaz ella. Hago ademán de girarme hacia la puerta e irme pero busco el "permiso" de Jeremías. Lo miro a los ojos casi inquisitivo mostrando mis deseos de este momento.
Malaquías puso cara de que eso no le gustaba, el era el patriarca de la familia y no había dicho nada de irse aun.
Cuando abrió la boca para replicar un sonido subió desde la cocina, parecía que alguien o algo estaba golpeando las cosas allí abajo, se escucho como la mesa golpeo fuerte contra una de las paredes.
-¿Que ha sido eso Jeremías? pregunto el anciano con tono de desaprobación.
Sidney dio un respingo al escuchar los golpes en la planta de abajo y sus ojos buscaron los de Tyler mientras apretaba la mandíbula. Ese lugar cada vez le gustaba menos. Primero aquel grito y ahora esos ruidos. Y todo estaba completamente sucio y asqueroso.
- ¡¿Pero qué...?! - Empezó a decir, deteniéndose cuando el anciano preguntó al otro hombre y mirándolo ella también. - ¿Qué sucede? ¿Qué son esos golpes? - Preguntó a Jeremías, acercándose un poco más a Tyler.
La sucesión de ruidos me cogió desprevenido en medio de mi especie de reto con el patriarca y me sobresalto, del mismo modo que todos. Se palpa la tensión por parte de todos, hasta del viejo. Mi mirada se afila y miro inquisitivo a Jeremías.
- ¿Qué coño es eso? - ¿Acaso Tobías se ha puesto a pegarle a la comida? Doy un paso al frente y cojo de la mano a Sidney con firmeza. No la pienso dejar aquí. - Vayamos a ver qué es... - Me sitúo cara a cara con Jeremías, esperando que nos deje pasar por la puerta.
Jeremías se hace a un lado para que Tyler y Sydney pasen y una vez que estos salen de la habitacion del abuelo este los sigue.
Seguimos en tares del hogar