Khassek todavía no podía creer su suerte, al tener en su poder el Ojo de Erlik y sin derramar una gota de sangre. Entraron en el campamento Shanki de modo amistoso, y el zamorio consiguió comprar el amuleto por 8.000 piezas de plata, que si bien era una buena cantidad, no significaba gran cosa para el khan de Iranistan.
En eso pensaba cuando alguien divisó a la mujer. Isparana, una zamboulia tan peligrosa que ver su negro u rizado cabello, aunque fuera a varios kilómetros de distancia, le produjo verdadero pavor. El grupo discutió varias opciones, pero finalmente decidieron hacer frente a Isparana y sus hombres de la caballería ligera turania. Vonotar se quedó rezagado, esperó a que los turanios le rebasaran y disparó una flecha envenenada a Isparana, y antes de que pudieran identificarle, disparó otra sobre el capitán turanio, penetrando en su armadura y dejando que el veneno hiciera su trabajo.
Los soldados volvieron sobre Vonotar, pero el aquilonio montaba un buen caballo, y no pudieron alcanzarlo hasta que llegaron a la altura del grupo. La carga en formación de los turanios nada pudo hacer contra el grupo que bien asentado en el terreno repelió la primera embestida. Las lanzas no llegaban a atravesar carne humana, y sin embargo las espadas de los mercenarios cercenaban brazos y alguna cabeza de los inexpertos turanios, acompañados por la lluvia de flechas que el zamorio lanzaba desde un pequeño promontorio.
Isparana y el capitán no se quedaron a ver el descalabro, sorprendidos por la potencia del enemigo, y heridos de gravedad con el veneno actuando dentro de ellos, decidieron poner pies en polvorosa, pero no llegaron muy lejos, y los mercenarios les interceptaron. Vonotar quiso poner fin a la vida de la mujer, mas Khassek no se lo permitió, aduciendo que Isparana sería un valioso trofeo para su khan, en cambio el capitán era prescindible, y su sangre se mezcló con la arena.
El viaje a Iranistan fue tranquilo desde ese momento, y las semanas por el desierto turanio dieron pocos problemas, aparte de un pequeño incidente con unos nómadas que se saldó con un cráneo roto y muchas disculpas, y un encuentro con un lagarto de dos metros de largo, que sirvió como cena. Isparana empeoraba por momentos, gracias al veneno del aquilonio, pero Khassek la mantenía con vida y por la noche la mantenía caliente.
La frontera entre Turan e Iranistán es difusa, pues todo es desierto, así que el grupo llegó a tierras iranistanas sin darse cuenta, aunque no es hasta pasadas las montañas Illbars cuando empezó a verse algo de civilización, y al fin llegaron a Yanaidar, una suerte de ciudad en un gran oasis, donde fueron recibidos por el khan de Khassek, que en este país era llamado el Shah, y su nombre era Masshek.
Hubo festejos, vino, embriagadoras flores de fumar, y mucha carne de hembra para los valientes, que fueron recompensados con generosidad, con las 2.300 pactadas, las 500 prometidas por Khassek, y 200 más por cabeza para cada uno, a cuenta del shah, llegando a un montante de 3.000 piezas por cabeza.
Isparana fue encerrada en un calabozo. La primera noche fue visitada por el Shah, quien gozó de ella con furia, pero a partir de la segunda pudo ser visitada por cualquiera que solicitara su uso, y así la peligrosa mujer pasó a ser la ramera de Yanaidar, y su belleza hizo que tuviera visita a casi todas horas.
El shah estaba tan contento con su amuleto y con su nuevo grupo de mercenarios que empezó a planear una nueva misión para ellos, aunque… eso es otra historia.