El cabo se sorprendió al oír decir aquello a Bings. Le miró, pero en aquella oscuridad no pudo distinguir más que algunos pequeños brillos que despedían las hebillas de los correajes del soldado y dos minúsculos puntitos que supuso eran sus ojos.
- ¿Y qué es? -preguntó simplemente en un susurro, intrigado.
-Mire cabo, usted sabe muy bien que esto apesta, algo anda muy mal aquí y el sargento no quiere hacer caso, paredes sangrantes, un marcianos, monos, monolitos y templos sumerios y para colmo yo vi un jodido fantasma volarse la cabeza- Bings respiro hondo, estaba empezando a hablar algo fuerte.
-Si seguimos con esto acabaremos todos muertos, el sargento no hará caso a los que digamos y seguirá con misión pase lo que pase, aun cuando nos cueste la vida… o la cordura- Bings se demoro unos momentos, tanto hablar hacia que se quedaran demasiado atrás por lo que se apresuro a avanzar.
-No puedo confiar en Baronetti, todos lo sabemos, el chico tiene mierda en la cabeza, y de la que apesta; y Mavs, bueno, Mavs es demasiado extraño, uno nunca sabe que rayos pasa por su mente, demasiado el mismo, los únicos realmente cuerdos aquí somos nosotros 2 cabo. Supongo me esta captando la idea, o acaso también desea morir bajo este maldito templo?-
- ¿Un fantasma volándose la cabeza? ¿De qué demonios me estás hablando, Bings?
Morriset casi se detuvo en seco al oír a Bings cuchichear aquello, pero se controló a tiempo y nadie notó nada. Luego gruñó por lo bajo y miró al grupo.
- De todas formas, ¿qué estás sugiriendo, muchacho? ¿Que nos larguemos sin más y dejemos tirados al resto?
Bings sentía que al fin había alguien que entendía las cosas, alguien en quien confiar para salir de este embrollo.
-Me paso por la mente hará un tiempo, pero bueno, eso no seria posible… verdad?; lo que propongo que hagamos es que estemos atentos a lo que suceda y si la situación se pone grave valoremos nuestras vidas y salgamos de aquí, yo desearía hacerlo ya pero tiene razón en los muchachos, lamentablemente hacer entrar en razón al sargento seria imposible. Pero si las cosas empeorasen y el no quisiera marcharse creo que nosotros deberíamos de meditar el hacerlo por nuestra cuenta-
Bings que considero que con esa explicación bastaba por lo que empezó a acelerar el paso a fin de alcanzar a Mavs.
-Y si cabo, vi un fantasma volarse la cabeza allí afuera, mientras Baronetti quien cree haber visto sangrar los muros intentaba rebanar a Mavs. He visto fantasmas toda mi vida, pero esa es otra historia, si tiene interés se la contara cuando salgamos con vida de aquí.-
Esta vez sí que Morriset tuvo que detenerse un momento. Aquello era demasiado. ¿Bings había visto fantasmas toda su vida? Si unía aquello a las paredes sangrantes de Baronetti, y a sus propias... rarezas, no cabía duda de que formaban el grupo de lunáticos más extravagante que había pisado Vietnam. Cada vez tenía más ganas de terminar con aquello y largarse de esa jungla de una maldita vez.
- Joder... menuda mierda -masculló para sí, mientras recuperaba el paso del grupo.
En el exterior quedó Baronetti, de espaldas al templo, contemplando la muralla que tenía ante él y sus aledaños.
Hablando entre ellos los últimos en entrar fueron Bings y Morriset. El sargento y Maverick ya estaban en el interior.
Y la selva, alrededor, parecía contener la respiración como un animal asustado... o como un depredador al acecho.
INTERLUDIO
Al mismo tiempo en una mansión de campo a las afueras de París (Francia). Diferencia horaria -6 horas. Mediodía.
El duque Rimbaud desayunaba tarde. Muy tarde. Mientras su mayordomo le servía un desayuno estilo americano en el salón principal repasaba las últimas noticias del periódico. Cuando sonó el teléfono suspiró contrariado. Nadie tenía aquel número de teléfono, lo cual sólo podía significar que había problemas. El mayordomo apareció casi de inmediato en la puerta pero antes de que pudiera decir nada el duque caminó cansinamente hacia el despacho, donde se encontraba el único teléfono de la casa. Lo hizo sin prisa, sin ganas. Eran muchos los años que pesaban sobre sus hombros, más de ochenta. Pero parecerían ochocientos después de todo lo vivido. Entró en su despacho y cerró con llave la puerta. Era una medida absurda: el mayordomo jamás se atrevería a interrumpirlo allí y la sala estaba totalmente protegida a salvo de cualquier curioso que osara intentar averiguar lo que sucedía allí. Sin embargo el gesto familiar de cerrar una puerta era reconfortante para el anciano: le daba un toque de normalidad a su vida.
Cuando levantó el auricular escuchó la voz neutra de C,
- Han encontrado el Primer Sello.- dijo C. secamente.
Como no añadió nada más fue Rimbaud quién señaló lo evidente:
- No lo han abierto todavía. No ha habido fluctuaciones.
- No.- contestó C. - Nos faltan ciertos parámetros para resolver la ecuación, pero todo indica que sucederá como hemos acordado. Las fórmulas son correctas y los eventos se están desencadenando en el orden que hemos establecido.
- Bien. ¿Y el artefacto? Según el Grimorio de Milara necesitarán el artefacto para poder quitar la primera capa.
- Todavía no lo tenemos. El conflicto bélico se ha prolongado más de lo deseado.
Rimbaud suspiró. Ni los cálculos más precisos pueden precisar hasta donde llega la estupidez humana. El trabajo de dos siglos al borde del abismo por culpa de la beligerancia de un país del que medio mundo desconocía de su existencia hasta que entró en guerra arrastrando al gigante americano.
- Entraba dentro de la previsión.- dijo el duque - Pero supongo que ya se habrán establecido contramedidas.
- Sí. Pero no son del todo fiables.- por primera vez hubo una sombra de duda en el tono de C.- Las ecuaciones en ese punto son inciertas.
- En ese caso no nos queda más que confiar en la suerte. Informadme cuando el artefacto esté en nuestras manos.
Al otro lado se cortó la comunicación. Alguien debería enseñarle a C. algo de protocolo, pero sería perder el tiempo. Cada uno tiene una misión en esta vida y la de C. no era precisamente ser educado.
El duque se acercó a la pared donde un mapamundi ocupaba casi todo el espacio. Había diversos alfileres clavados en distintos puntos. Su mirada se centró en uno de ellos. Era el único en su zona del mundo y parecía insignificante con respecto a los demás, que se aglomeraban en zonas más populosas.
El duque de Rimbaud suspiró mientras le daba un par de toques con el dedo al alfiler:
- Maldita sea... Perder el control de Indochina no estaba dentro de los planes.
Mills, Bings, Morriset y Maverick pasan al templo en la jungla.
Baronetti pasa a patrulla.