No recordaba que tuviera bengalas; sin embargo, al verlas, el chico se alegró enormemente y su júbilo duró unos minutos (una eternidad comparada con la continua penuria sobrellevada), justo el tiempo entre su lanzamiento y los aspavientos de aquel helicóptero al contemplar su posición... Sólo hasta ese instante.
Acto seguido, precedido por otro escupitajo de sangre, Baronetti tuvo cierto recelo. ¿Porqué? Ciertamente sería muy difícil de explicar. Es por ello como el cabo Morriset notaba, y quizás alguno de los otros, cómo apretaba con fuerza su Norinco, una y otra vez; no apuntaba a nadie, pero estaba algo confuso y con demasiadas dudas... ¿Sería realmente un rescate?
Bueno, pues debo reconocer que las conclusiones de las conjeturas que poco a poco voy dilucidando como jugador (para bien o para mal, acertadas o no) las está transmitiendo mi pj como si fueran pensadas por él, es algo así como un solapamiento. Espero que esto no incomode a nadie. Un saludorr
Morriset echó la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados y el mayor suspiro de alivio de su vida, cuando vio al helicóptero retroceder gracias a la bengala de Maverick. Su sonrisa se acentuó y el sonido de las aspas se le antojó música celestial. No supo por qué, pero recordó las palabras del ser tatuado que había visto en su sueño.
"La salvación no existe para vosotros..."
Bueno, aquello parecía indicar que, después de todo, si existía. O al menos en apariencia. Morriset aferró su rifle y mantuvo erguido a Baronetti, mientras le gritaba para hacerse oír.
- ¿Ves eso, chico? ¡Nos largamos de aquí por fin!
¿Us...c...asg....c...cr... utst....ust .... cough...cough... usted cree, ca...cabo? -respondió el chico.
Y su dedo índice acarició el gatillo de su pistola mientras contemplaba el descenso del helicóptero.
Cuando el helicóptero se posó totalmente un soldado descendió del mismo y se acercó a los recién llegados para ayudar a trasladar al herido Baronetti. Su rostro parecía reflejar cansancio, hastío, tensión o quizás todo a la vez. Se veía que era un chaval pese al bigote con el que intentaba quizás disimular su edad. Por encima del rugido de las aspas se oyó su voz:
- ¡Cabo Rushmore! - dijo presentándose - Supongo que son la unidad del sargento Mills. ¡Esto ha ido por los pelos! ¡Ya nos retirábamos dándoos por KIA!
En el helicóptero había un artillero atento a la situación. El piloto hacía señales para que se dieran prisa. Los hombres, casi a la desesperada, se lanzaron al interior del helicóptero. Cuando éste comenzó a alzarse sintieron como toda la adrenalina contenida se veía liberada.
- Hemos oído explosiones y visto un incendio a lo lejos. ¿Les han dado mucha guerra los amarillos?
El cabo les tendía un paquete de tabaco mientras el helicóptero comenzaba a elevarse.
- Mills - se presentó lacónicamente el sargento. - Hemos tenido más guerra de que nos habría gustado, volamos un punto para retrasar al enemigo... - contestó evitando mencionar a qué se habían enfrentado.
Aceptó gustoso el cigarro que le ofrecían mientras escrudiñaba como podía hacia fuera. No podría estar tranquilo hasta hallarse a muchos, muchos kilometros de ese lugar, y posiblemente ni siquiera así lo lograría. Sin embargo, el cansancio y la herida hacían mella en el sargento una vez pasada la última inyección de adrenalina al ver cómo el helicóptero amenazaba con dejarles. Empezó a ser consciente del sueño que tenía y los párpados se le hacían cada vez más pesados...
El chico fue tomado por un soldado, el cual le prestó especial atención para su traslado. No es que Morriset lo hubiera hecho mal, sólo que Baronetti se olvidó ahora de caminar y aquella posición horizontal le parecía el paraíso. Bueno... ciertamente, cualquier "otra" cosa le hubiera parecido el más bello Edén. El chico parecía estar mejor, hablar mejor, es decir, probar forutna con su elocuente (y desacertado las mas veces) tartamudeo habitual.
-¿Mu...co...? ¿Mue...rto en com...com...ejem... combate? Por favor, sa...sss...sargento, diga algo a este... ¡Aaaaaaahh! -Barthow se quejaba en su estado, o al menos, fingía hacerlo-, ...dígale a este ca...ca...cabo que esos p...p...esos pu... ejem... esas guerrillas no nos qui...qui...joder... quitarían los Pall Mmm...mmm... Pall Mall de nues...nuestros bolsillos tan fá...fácilmente... ¡hi...hijos de p...p...perra!
Sin duda el chico se estaba extralimitando, haciéndose el gracioso. La verdad es que aprovechaba su estado para hacer ver al tal Rushmore que parecía estar delirando y, en consecuencia, diciendo barbaridades u ofensas a un superior, de forma inconsciente y no por ello castigable (los horrores de la guerra). Lo cierto es que la verdad era bien distinta: Baronetti intentaría aprovechar ese grado de locura para transmitirles una señal a sus compañeros:
-¿Verdad cabo Mo...Mo...Morriset? ¿Vio a ese cha...charlie hac...hac...ejem...haciendose el m..mm..., el medio mu...muerto para int..tentar matarnos? El muy pe...perro hizo...hizo... sa...ejem... saltar por los aires el t....t...tanque mmmm de palm oil de mi...mierda que te...te...cough! cough! -leves tosidos forzados- para abrasarnos... ¡qué des...desgra...!
Y antes de terminar la frase, justo en algún momento que las miradas de Morriset y Mill se cruzaron con las suyas, el chico abrió por un pequeñísimo instante sus ojos, en un gesto particular y de compromiso, de complicidad, como aquel que guiña un ojo por la misma razón. Baronetti tampoco acabó la frase, sino que su cabeza miraba ahora hacia arriba, el techo del helicóptero, mientras farfullaba.
-Oja...ojalá pudiera vol... ver, volver atr...atr...atrás en el ti... en el tiempo y disparar a esos tios en su ccccc, suuuu.. su cara... ¿Ti... tiene fuego, cabo Rush....suhr...rashh...Rushmore?
Morriset sintió ganas de echarse a llorar mientras el pájaro de metal se alejaba del suelo con ellos dentro, pero se contuvo. La tensión acumulada le hizo temblar ligeramente, y se alegró de que no hubiera mucha luz para iluminarle. Oyó lejanas las conversaciones de Mills y Baronetti con el cabo Rushmore, captando las evasivas de ambos para evitar hablar de todo lo que había pasado.
En su fuero interno, estuvo de acuerdo con ellos. Aún no tenía ni idea de qué iban a contar, ni de cómo iban a explicar a los mandos el infierno por el que habían pasado y la baja que había sufrido el grupo. Pero en aquél momento, decidió apartar esa preocupación de su mente. Sólo quiso concentrarse en escapar de aquella realidad, y se dejó acunar por el rítmico sonido de las aspas del helicóptero, mientras se recostaba contra la superficie dura que tenía a su espalda.
"La salvación no existe para vosotros..."
Aquellas palabras resonaban en su mente una y otra vez, sin dejarle un momento de descanso. Tal vez aquél ser tenía razón... Tal vez, aunque hubieran salido de la jungla donde habían estado a punto de morir, seguían atrapados como ratas. Atrapados en una realidad que no comprendían, rodeados de preguntas sin respuesta, de artefactos extraños y seres abominables de los que la gente normal no sabía ni sospechaba nada. Sintió náuseas antes de dormirse de puro agotamiento. Y también compasión por los infelices del búnker, a pesar de que quizá fueran ahora más libres que él y su grupo...
Mavs siguio el ejemplo del sargento y cogio un cigarro, lo encendio y tranquilamente dio unas caladas. Extrañamente la tripulacion parecia que no queria eliminarlos, a priori almenos. La preocupacion era patente en su cara, pero los tripulantes podriana atribuirlo al hecho de estar en el frente.
Mientras fumaba se fijo en el comportamiento de Bartow. Llamalo experiencia o amistad, pero creyo comprender lo que insunuaba. Miro hacia el sargentoy le dio un leve toque con el codo, tras lo cual alzo los hombros en exresion de duda.
Volvio la cabeza y miro a Morris y al Chico con complicidad en los ojos. Entorno los ojos, conto los tripulantes y espero a ver que pasaria.
EPÍLOGO
Nueva York. Tres días después.
El hombre miraba al horizonte desde el borde de la bahía. Sólo en una ciudad como Nueva York aquel individuo podría pasar desapercibido entre la gente. Alto, delgado y pálido como un cadáver. Era difícil calcular su edad pero quizás pasase de los sesenta años. El pelo largo y blanco caía sobre sus hombros como una madeja de telarañas. Sus ojos azules, fríos, escrutaban las aguas como si quisieran ver lo que ocultaban sus profundidades. Vestía un traje negro que parecía sacado de una época pasada. Algunos bromeaban a sus espaldas llamándole el vampiro. Claro que nadie se atrevería a decírselo en la cara. Aparte del mote el viejo soportaba perfectamente la luz del sol, parecía que ni siquiera sudaba.
El tipo que estaba a su lado sí que sudaba. Se trataba de un chico que quizás acababa de pasar la veintena. Víctima de un sobrepeso que ni siquiera el caro traje a medida que llevaba puesto podía disimular se frotaba la frente con un pañuelo de seda mientras sus gemelos de oro reflejaban la luz del sol.
- Señor...- aventuró el joven - Han encontrado una de las Claves pero no el Raerum Mechanica.
- Lo he escuchado la primera vez que lo has dicho.- contestó el anciano sin apartar los ojos del mar - Es una verdadera lástima. Contaba con que el libro estaría junto al artefacto. Y ya no podemos permitirnos mandar otra expedición... ¿Qué hay de los hombres?
- Siguen en el país señor, a la espera de ser retornados. Hemos revisado los expedientes...- dudó un momento - Dado el resultado de la misión el Consejo opina que podrían ser reclutados.
- Necesitamos a gente entrenada militarmente, se acercan tiempos complicados. Denles la opción de ingresar en el Círculo Externo. Si responden adecuadamente quizás podamos aprovechar sus cualidades. Si alguno rechaza el acceso... sigan el procedimiento habitual.
- Si señor... eh...- el joven dudó un momento - Uno de ellos... es el sobrino de Petucho Baronetti.
El otro individuo permaneció en silencio. El joven miraba su espalda pensando quizás si debería repetir la información. La voz del anciano atajó la duda con una pregunta:
- Petucho... ¿Dónde está ahora?
- Ejerce como sicario para una familia mafiosa. Un grupúsculo familiar pequeño... los Terrasini. Lo hemos situado allí porque creemos que la actividad ha vuelto a empezar... Los análisis indican que ésta es la Década señor... y las probabilidades arrojan un...
El anciano lo interrumpió levantando una mano:
- Lo sé. He leído los análisis. Yo mismo he corregido algunas pautas. Todavía no me he retirado Barney, todavía no me he retirado.- se dio la vuelta y miró a su ayudante como quien mira a un mosquito - Reclute a esos hombres. Sedúzcanlos con lo que quiera que deseen. Necesitaremos músculo y ellos ya han atisbado algo de la Realidad... sería una lástima desperdiciarlos. En cuanto a Petucho: seguidlo de cerca. Siempre ha sido muy impredecible. Y seguid de cerca a su familiar... estoy seguro de que un análisis más detallado de su perfil nos dará sorpresas... esa familia está tocada por la Muerte.
Barney asintió. Luego se apresuró a añadir:
- Rimabaud ha llamado esta mañana. Según C. usar la Clave podría precipitar...
Se diría que el viejo lo fulminó con su mirada mientras contestaba:
- La labor de C. es ser cauteloso, la nuestra ser audaces. El Plan está marcado... incluso las dudas de C. están definidas en la programación. ¿Acaso vas a dudar de los Grandes Maestros? - el muchacho apartó la mirada. El viejo saboreó su victoria y sus ojos volvieron al mar - La última batalla la ganamos nosotros. Aquí empezó todo, en un barco llamado Infierno, durante la Guerra de Independencia. Aquí llegó el Raerum Mechanica y nos brindó sus secretos. Es una lástima que no hayamos podido recuperarlo... pero incluso esa variable estaba prevista.
Caminó hacia la limusina que los aguardaba.
- Los Maestros comenzaron el Plan aquí, en la recién nacida Nueva York. Ahora nosotros afianzaremos sus logros.
¡Fin de la partida! Pero la historia continúa en la siguiente partida: Un barco llamado Infierno.